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“¿Aló?” escuchó Anne decir a su padre, sin dejar que el teléfono sonara por tercera vez.
Amodorrada, Anne tomó su reloj de pulsera y vio la hora. Eran pasadas las 6 se la mañana. Se estiró y se giró hacia él.
“Si hija”, le oyó a su padre decir, tras varios minutos.
“No, está súpita… creo”, siguió don Tomás contestando.
“Mmmm… ajá… no… no”, solo escuchó a su padre decir varias veces. Finalmente lo escuchó decir “bye” y colgó.
“Tu hermana quiere que bajemos a desayunar con ellos”, dijo don Tomás.
“¡Ya ni la amuelan, papi!”, contestó Anne. “Yo creo que ni abierto está el restaurante”.
“Creo que notó que me molestó con su imprudencia”, dijo Tomás. “Su pretexto era que estaban acostumbrados a levantarse a esa hora para ir a misa de 7, y que se habían puesto a buscar una iglesia pero que es hasta las doce y quien sabe que tanto más, y con el pretexto de que es boda mormona y más cosas, etcétera, etcétera, etcétera”, relató Tomás.
“No la culpo. Sabe que me despierto temprano y no tiene porqué saber lo de anoche, ¿verdad amorcito?”, agregó Tomás, volteándose para besar a su novia.
“¿Tienes hambre, hija?”, preguntó.
Anne se estiró de nuevo bostezando. Sintió coraje por lo que le dijo su padre de su hermana Estela.
“Mmmmh…”, gimió sensualmente. “Tengo hambre de esta”, contestó Anne, metiendo su mano bajo la sábana y descubriendo el semi-erecto pene de papi. “¡Hey!”, exclamó ella, “si funciona la pastilla del fin de semana”, continuó al sentir que la gorda macana de su padre comenzaba de nuevo a llenarse, preparándose para servirla.
“¿Sabes que ni me limpié tus mecos de las nalgas, novio? Tampoco fui al baño. Estoy llena de tu leche todavía, ahora que me acuerdo. ¡Hasta siento las burbujas!”, le dijo Anne sonriendo a su padre al tiempo que acercó su boca a darle otro beso. “Ha de ser una barbaridad lo que traigo dentro”.
“Ya vi”, contestó don Tomás. “Ahorita que estabas de lado se te estaba saliendo un líquido entre blanco y gris, ¿que sería? También ayer que te estabas bajando de la ventana se te salió un chorrito parecido”, agregó, riéndose. Anne lo miró y le sonrió.
“Eres un toro papi”, contestó, con erótica expresión.
Tomás comenzó a acariciar suavemente su pelo, mientras Anne masturbaba delicadamente su ya semi-erecto pene, recostada de nuevo en su pecho.
Conforme se fueron despabilando, Anne subió de intensidad sus besos. Tomás respondió en consecuencia. Anne se trepó completamente en la enorme humanidad de Tomás, como si fuera un colchón. Se devoraron.
Don Tomás estiró su mano y tomó un condón del buró, junto al teléfono. “Hoy si pudiera ponerse peligroso esto”, dijo, al tiempo que su bella hija bajaba besando su pecho y jugando con su lengua y dientes entre el tupido pelo abdominal de Tomás, tirando de él suavemente, pero arrancándole leves suspiros.
Con sus suaves tetas, acorraló el pene de su padre, masturbándolo, haciendo un suave movimiento circular en el glande con sus erectos pezones.
Se deslizó rápidamente instantes después, y lo tomó en su boca, lamiéndolo y disfrutando el leve sabor salado dejado por ella misma, mezclado con restos de semen seco. Anne levantó sus bellas nalgas cuando Tomás se incorporó para quedar recargado en la cabecera, pero con su cabeza metida entre sus muslos, chupando ávidamente el pedazón de carne que tanto placer le daba.
“Ay, ay… siento como se me mueve tu leche adentro papi”, dijo sensualmente Anne a Tomás el instante que sacó el pene de su boca. ¡Uh, uh… ahhh… estoy llenísima! ¡Siento que me voy a hacer popó! ¡Si me la metieras por atrás me vas a reventar como globo… o por enfrente, por donde sea!”
“Me imagino”, dijo Tomás,” Debo de haberte depositado unos dos litros, novia. Yo también me estoy orinando”, confesó.
“¿Qué tal si nos bañamos antes de coger?”, sugirió Anne a su padre.
“¡Buena idea!” dijo Tomás con entusiasmo.
Anne se levantó y corrió al baño. Papi alcanzó a ver otra pequeña fuga de su ano caer sobre la cama cuando saltó de la cama, excitándose más con el detalle. “¡Se te salió otro poquito!”, alcanzó a decirle papi a Anne.
“¡Te gané, novio!”, dijo en pícaro tono, cerrando tras de sí la puerta.
Tomás alcanzó a escuchar claramente la ruidosa evacuación intestinal de su hija, que al principio trató de acallarla, pero le fue imposible contenerse. “¡Ay, oh, oh, aaay!”, escuchaba a Anne, mientras el torrente de semen y flatulencia guardado algunas horas salía de su cuerpo.
Tomás abrió la puerta y vio a su bella hija sentada en el excusado con cara de ardor y alivio.
“¡Eres un animal! ¡Ve nomás lo que me has hecho!”, dijo Anne, respirando agitadamente por la boca. “¡Me causaste diarrea seminal, novio! ¡Eres un barbaján!”
Anne seguía sentada en el excusado. Tomás abrió la regadera y dejo correr el agua, llenando el baño de denso vapor en escasos instantes.
“¡Quítate o te mearé tu hermosa cara novia!”, dijo don Tomás!”, bromeando, poniéndole el pene en la boca.
“Tengo una idea mejor”, replico Anne, ya liberada de su molestia, pero Tomás la hizo callar, metiéndole el pene en la boca, casi sin poder aguantar ya las ganas de orinar.
“Mmmmgh, mgh, mgh, Mmmmgh…”
“¿No querrás que me orine en tu cara, hija?”, preguntó Tomas, sacándolo finalmente.
Anne tomó aire. “¡Me estabas asfixiando con tu salchichota novio!”
“¿Quieres orinarte en mi novio? ¿Eh? ¿Quieres marcarme como perro?”, preguntó Anne, levantándose de la tasa, sin siquiera limpiarse el culo, abriendo la puerta de la regadera. Dio por hecho que a papi le encantó la idea.
“Veo como que te tienes ganas de hacerlo, cochino”, dijo riéndose.
Tomás sonrió; “¡guau, guau!”, dijo, soltando una sonora carcajada
Anne entró en la regadera y ajustó la temperatura. Tomás aguardó unos segundos. El agua estaba demasiado caliente y el chorro fuerte. Dejó correr el agua entre sus nalgas, limpiándola de todo rastro del semen de su novio.
Cuando los dos estuvieron dentro, Anne se arrodilló frente a su novio. Tuvo que esperar unos momentos a que su erección cediera y pudiera orinar.
“Haces pipí como caballo papi”, dijo Anne, arrodillada, al comenzar a recibir en su cara la caliente orina de Tomás, cuya huella era inmediatamente borrada por el vaporoso chorro de la regadera. “Oríname toda… márcame, ¡márcame como tuya… me encanta ser tuya!”, decía al sentir en su cuerpo el incesante flujo de su padre, mientras el la impregnaba con el pene en la mano.
Cuando finalmente terminó, Anne se paró y dejó correr un buen rato el agua por su cuerpo, y luego lo besó en la boca, pero él la arrinconó contra la esquina de la regadera, se le fue encima y le metió el tronco en la vagina, haciéndola gemir y gritar de deseo.
“¿Ves? ¿Ves la ventaja de tener una buena verga, noviecita mía?”, decía repetidamente Tomás al penetrarle de frente y de pie.
“¡Ahhh... ohh… ahhh… ohh!” gemía Anne, tras cada embate del gigantesco hombre.
“¡Papi, espera... espera...! ¡me puedes embarazar!”, imploró Anne, haciendo que papi se detuviera.
“Métemela por el culo o ve por el condón, papi”, pidió Anne.
“¿Qué tal las dos cosas, princesa?”, respondió Tomás, al voltearla con facilidad y hasta algo de violencia, sin darle mucho tiempo que Anne objetara. Ella simplemente subió sus brazos por la pared en señal de rendición ante su fogoso amante.
Las gigantescas manos de papi abarcaban casi por completo las blancas nalgas de Anne. Le metió ambos pulgares en el ano al tiempo que acercó su glande y se lo comenzó a sambutir al tiempo que retiraba los dedos.
“Por aquello de que no estés bien lubricada, novia”, le susurró al oído sin importarle si su hija sentía dolor o molestia por el intempestivo cambio. Sus manos subían de sus caderas a sus senos, mientras con gran energía bombeaba el culo de Anne, haciéndola gritar, mientras él ronroneaba como gato en celo.
“¡Ay papi… ay…! ¡Me vas a dejar el culo todo abierto! ¡Raúl se va a dar cuenta!”, dijo Anne agitadamente, entre pasión y sonrisa.
“¡Vamos a la cama! ¡Cógeme como lo estábamos planeando!”, suplicó.
Tomás se detuvo, y comenzó lentamente a retirar el pene de su bella y exhausta novia. Volteó y lo miró con cara de cansancio y lujuria.
Anne no dejó que su padre siquiera se enjabonara. Ella se encargó de hacerlo. Mientras enjabonaba sus enormes y colgantes testículos y masturbaba levemente su pene, sus bocas se unieron de nuevo.
Mientras le lavaba el pelo, Tomás se deleitaba lamiendo los erectos pezones de Anne.
Cuando se secaron, Tomás levantó en sus brazos a su hija y la condujo a la cama, sin separar sus bocas.
“¿Me vas a coger novio? ¿Te vas a tirar a tu novia otra vez?”, dijo Anne con melosa voz a su padre, mientras depositaba su blanca desnudez en la cama. “¡Eres un semental papi!”
Tomás se dejó caer, y Anne se trepó de nuevo en él, besando su boca con la ya familiar pasión que caracterizaba su ardiente relación.
Anne bajó de nuevo a mamar el pene de papi, pero esta vez, le colocó el condón con la boca, montándose en el de inmediato, gozándolo como un niño en un caballito de la feria, al compás de los empujes de su energético padre.
La erección de Tomás era impresionante. Su vigor y fogosidad superaban cualquier expectativa de su hija. Lo más sorprendente es que a Estela parecía molestarle el hecho de que su padre fuera un sesentón y no se comportara como tal, de ahí su imprudente atrevimiento de reclamarle.
Mientras gozaba, Anne pensaba en que quizá papi debiera de tirarse también a Estela, pero como terapia a ella.
El teléfono sonó de nuevo cuando estaban a medio coito y tuvieron que detenerse. Esta vez, fue Anne la que contestó mientras permanecía montada sobre papi, quien le pasó el auricular antes del segundo timbrazo.
CONTINUARA
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