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Categoría: Incestos

La amorosa hija (Parte 12)

Anne no podía interrumpir la tradición de visitar a su padre todos los días menos los domingos. Le molestaba de sobremanera la presencia de Estela, pero tenía que poner su mejor cara.



Aquella mañana desayunaron juntos los tres.



Anne no quería permanecer más de lo necesario, por lo que se excusó y salió al terminar, argumentando que tenía unos compromisos.



Estela salió tras ella mientras su padre se quedó leyendo el periódico, haciéndose el desentendido, pero sintiendo preocupación. Sabía bien como andaban las cosas entre ellas.



Estela no pudo dormir pensando en lo que ocurría: incesto en su familia, pero tampoco por la calentada que se había dado viendo las fotos.



Por las fotos concluyó que jamás podría deshacer la relación sin que se hiciera un escándalo y seguramente acabara con la familia de Anne, salvo que Raúl lo tolerara. Hay hombres que sí, pero ninguno lo acepta. Sus hijos ciertamente no podrían aceptarlo, y su hijo mayor era pre-adolescente.



Aquello era irrenunciable. Estaba muy enraizado en solo unos meses. Papi no tuvo ninguna objeción en que fueran amantes, por el contrario, la fascinaba tener al fin una mujer que le cumpliera todas sus fantasías, aunque fuera su propia hija. También lo destrozaría social y emocionalmente. No le quedaba más que confrontar a su hermana con las pruebas fehacientes y sacar el mejor provecho, comenzando por la paz. Tampoco se quedaría callada, ya que sería darle continuidad a la tensión y no se creyó tan perversa, como sucede en muchas familias.



Anne volteó con cara de fastidio cuando Estela la llamó desde la puerta y estaba por subir a su auto. Se acercó y la tomó de las manos.



“Sis, quiero dejar todo bien entre nosotras. Me faltan muchos días aquí y la verdad, estoy muy incómoda. Me gustaría platicar contigo…, en buen plan”, propuso Estela. “Estamos dejando ir una oportunidad de oro”.



“¿Platicar? ¿Cómo de qué Estela? ¿Quieres seguirme acosando y crucificando con tus fantasías?”, replicó Anne con tono de fastidio.



“¡No, para nada, para nada!”, contestó Estela. “Eres mi única hermana y no podemos vivir así. De verdad, quiero hacer las paces, disculparme, lo que sea. Please”.



Anne se acercó y le dio un beso en la mejilla. “Aquí no pasó nada”, le dijo. “Viva la paz”, y abrió la puerta del automóvil.



“No hermana, es que, de verdad, quiero estar a solas contigo un buen rato, sin que nos enojemos. Ser las de antes de que saliera yo con esta locura tuya y de papi. Te lo ruego”.



“Papi tiene un evento en una de las empresas y me dijo que se irá toda la tarde. Si puedes, ven. Yo te llamo cuando se haya ido”, dijo Estela, casi implorando.



Anne aceptó, aunque en contra de su entera voluntad. Después de todo, ella también tenía que poner de su parte.



******************



Tomás salió pasadas las 3 pm. Estela llamó a Anne como lo acordaron, y llegó 20 minutos después.



Anne se sentó en la estancia. Estela sirvió dos copas de vino blanco sin consultarle, y se sentó junto a ella. Estela alzó su copa y brindó: “por nuestra relación y eterno cariño”, dijo. Anne sonrió con reservas y brindó.



“Antes que nada, quiero decirte que me das mucha envidia, sis”, empezó Estela.



“Tienes una familia hermosa, una vida hermosa y has hecho un excelente papel de cuidar a papi y darte tiempo para ser su compañera, esposa y madre de familia”, continuó.



¿A dónde se dirigirá esta serpiente?, pensó Anne.



“Tu familia está asombrosamente bien, me da muchísimo gusto, pero eso no es lo que me trajo aquí en primer lugar, sino papi. Quería conocer su rutina, tu trato con él, ya sabes, enterarme sobre porqué está tan recuperado. Como se lo dije y te lo digo, has llenado el lugar de mami increíblemente sis, y lo menos que puedo hacer es agradecértelo”, prosiguió.



“Eres sus ojos, su vida, su soporte…, su…, todo”, dijo con notable agradecimiento en su voz.



Anne se sintió movida por las palabras de su hermana y sonrió relajada.



“Y si a eso le agregamos que eres una formidable amante… por lo visto…”, finalizó.



Anne dejó su copa de golpe en la mesa y comenzó a levantarse, decepcionada y enojada por haber caído en la jugada de Estela, pero ésta la detuvo del brazo.



“¡No sis, no te fastidies conmigo, en buen plan!”, intervino, pidiéndole a Anne que se sentara.



Estela se puso de pie. “Por favor, espérame por lo que más quieras. No te vayas sis”, le pidió. El corazón comenzó a latirle aceleradamente a Anne, presa de nerviosismo.



Se dirigió al estudio de su padre. Anne escuchó un cajón abrirse y le dio un trago a su vino, pero sintió su mundo derrumbarse cuando vio lo que Estela traía en la mano: la cámara digital de su padre.



“Por lo visto…”, repitió Estela.



Anne cerró sus ojos y puso su cabeza entre sus brazos. Estela puso la cámara entre ellas. Anne pensó en arrebatarla y salir corriendo, pero ciertamente ya le constaba y solo empeoraría las cosas.



Estela la miró, y comenzó a acariciar su pelo. Anne comenzó a llorar, poniendo sus manos en la frente. Estela la abrazó mientras Anne lloraba desconsoladamente en su hombro.



“Ya sis, tranquila”, dijo Estela, con un tono de voz como el de una madre calmando a una hija, pero Anne no paraba de llorar.



“Son unos locochones tú y papi, ¿eh? La verdad, se la pasan a todo dar. Si eso lo ha mantenido como está, pues… ¡que así sea sis!”, siguió Estela.



“A ver, esta foto… la tomó aquí, ¿verdad?”, dijo Estela mostrándole la foto donde aparecía desnuda abrazando a su padre.



Anne vio el monitor y solo asintió con la cabeza.



“La verdad sis”, dijo Estela con animada voz, “me das envidia. Tienes a tu maridito y a papi para que te den pa’tus chicles y… ¡todo en familia!”, notando que Anne se comenzó a tranquilizar, pero seguía muda, gimiendo, perdiendo su mirada por la ventana, y bajando la cabeza de nuevo.



“Oyes sis, ¡pero qué barbaridad ¿eh? ¡Mira nomás como te dejó la cara!”, continuó al poner frente a ella a primera foto de la serie.



“Pero lo que si sis, ¡cómo te gusta meterte su cosota en la boca!, y mira ¡la tiene gigante! Déjame te digo que es más grande que la de mi marido y de seguro que la de Raúl también, ¿verdad?”



Anne comenzó a relajarse más y aclaró su garganta. No le quedaba más remedio.



“Si sis. Somos amantes desde octubre. Tenías razón en tus sospechas”, confesó Anne, con la voz aún mormada por su reciente llanto, “eres muy perspicaz…, admiro esa forma en que te hueles las cosas. Las fotos comenzaron el domingo, no hay más”.



“Ay sis, es que ponte en mi lugar”, interrumpió Estela. “Dejo a mi padre hecho una piltrafa, todo deprimido, achacoso…, luego me empiezan a llegar fotos de su nueva versión. No, no hay vitamina que me lo explique. Discúlpame por todo. Fui una bruta bien hecha”.



“¡Hubieran tomado fotos en Nueva York! ¡Ya me imagino las cogidas que te ha de haber dado en el jacuzzi!”, dijo emocionada.



Anne le sonrió y asintió. Se sonó la nariz y aflojó el cuerpo.



Comenzaron a pasar foto por foto, mientras Anne le daba los pormenores de cada una, ya en plan mucho más tranquilo e informal.



“Ya me viste sin ropa, ya viste a papi, ya sabes todo”, dijo pausadamente, mientras Estela les sirvió mas vino. “Que vergüenza”, dijo Anne.



“¡Oye condenada, pero que bien conservada estás!”, dijo Estela. “¡Ya vas sobre los 40 y me das envidia! ¡Pareces una jovencita de 20!”



“¡Claro que no!”, contestó Anne. “Lo que sí, debo confesar, es que fui yo la que tomó la iniciativa. Te lo juro que lo veía ya muy mal, muy urgido. Se le paraba mucho conmigo y fue aquí, en este mismo sofá donde me le declaré y le enseñé mis chichis, pero antes mis nalgas bajando de esas escaleras”, dijo, señalando le puerta del ático.



“¿Aquí lo hicieron la primera vez?”, preguntó Estela.



“¿Me creerías si te dijera que fueron unos días después, porque yo salí de viaje con Raúl a visitar a mi suegra en Guadalajara?”, dijo Anne. “Me la pasé pensando en papi todo el viaje… en mi atrevimiento”.



“No, fue en su estudio, en su sillón viejo del escritorio. Ahí lo hicimos por primera vez”, continuó.



“¿Sentada arriba de él? ¡Qué bárbaros!”, dijo asombrada Estela.



“Sentada, hincada, de frente, por detrás… ¡de todas formas!”, precisó Anne.



Estela le pidió que le contara todo, y Anne lo hizo gustosa. Gozaron mucho al recordar todos los incidentes de Nueva York, las locuras en la suite nupcial, el jacuzzi, la ventana, omitiendo únicamente la vez que la orinó en la regadera.



“Me arreglé para él, no para la boda quiero aclararte. La boda era el pretexto”, precisó Anne, y continuó, “pero antes de dejarme en el salón de belleza, me compró un negligé”.



“Cuando estábamos bailando, me acuerdo que tú y Mark no nos quitaban la vista de encima. No sé si te fijaste cuando me giraba y me quedaba un momento frente a él, le rozaba la verga con mis nalgas. ¡La traía bien parada! Yo no llevaba ropa interior, te habrás dado cuenta, pero para entonces, la verdad, ya no me importaba que pensaras”, recordó.



“¿Sabe Mark?”, preguntó Anne.



“Sabe de mis sospechas, perdóname”, contestó Estela. “Prometo aclarar todo”.



“No me preocupa”, dijo Anne calmadamente, “sé que lo manejarás bien”.



“Una cosa si te pido sis”, dijo Anne, “y es que esto quede entre nosotras. Que papi y Raúl no se enteren jamás. ¡Júramelo!”.



“Te lo juro, sis”, dijo Estela. “Será un secreto de confesión, haz de cuenta”.



“Un favorsotototote”, dijo Estela.



“¿Me podrás copiar las fotos? De verdad, ¡me encantaría tenerlas! Has despertado en mí una faceta que no conocía. ¡Te confieso que me provoqué dos orgasmos viéndolas!”, dijo. “¡Nunca había visto nada porno, y verte a ti con papi como protagonistas me enloqueció! ¡Está re-bien el condenado viejo!”.



“¡Y coge mejor!”, precisó Anne. “¡Es una bestia sis! ¡Tiene una energía que ya la quisieran Mark o Raúl! Deja tú la energía… ¡la vergota!”.



“Oye, pero ¿Cómo le hace para tener sexo tan intenso por tanto tiempo?”, preguntó Estela, “digo por el viaje y por la cogedera que traen aquí.



“Le di Cialis”, confesó Anne. “No quería, pero ya es un convencido”.



“¡Que bruto papi! ¡Con 65 años darte de esa manera!”, dijo Estela.



“Bueno, ¿y aquí? ¿Cada que tanto se ven? ¿Lo hacen muy seguido?”, continuó Estela.



“¿Aquí? Le tuve que poner horario. Los jueves son de él. Me coge cada jueves. Son los jueves de papi, así les puse. Se nos estaba saliendo de control. Cogíamos un día y el otro también. Nos dio pendiente que nos fueran a sorprender, y a mí su salud, y la mía, claro, ¡y luego tú con tus preguntas pendejas!”, dijo Anne. “Ya no soy una jovencita tampoco”.



“Y culeamos en mi casa también algunas veces”, confesó Anne.



Se quedaron un rato en silencio, repasando una vez más las fotos. Anne notó en la expresión de su hermana que se había vuelto a calentar, y ella también. De hecho, Anne no las había visto todas.



“Te las traeré en un USB para que no batalles y las puedas disfrutar cuando quieras, sis”, dijo Anne.



“Es lo más caliente que he visto en mi vida… ¡mi propia hermana con mi propio padre! Nunca pensé que me ocurriera esto. Yo venía en otro plan”, continuó Estela.



“Mismo que te falló por atrabancada, metiche, coda y pendeja, sis”, dijo Anne.



Estela la miró con cara de interrogación, riéndose.



Anne continuó. “Nos hubieras pillado en el hotel si no se te hubiera olvidado cargar el GPS que pusiste en el carro de papi. Espero que el de mi camioneta si sirva”, dijo riéndose.



“Los ubiqué en el hotel, pero ya no estaban cuando llegué”, confesó Estela.



La perseguidora se volvió perseguida. No le quedó más remedio que carcajearse con su hermana tras haberla descubierto. “Pero tuviste éxito, sis. Probaste tu punto… ¡por intrusa!”, dijo Anne, haciéndola reír de nuevo, mientras pasaba por enésima vez las fotos.



Anne notó la respiración de Estela más agitada y lo reflejaba en su cara: estaba muy excitada…, igual que ella, pero percibía que estaba en una condición más explosiva dada su casi inexistente vida sexual, no muy distinta a la de papi meses atrás, solo que con su inútil pareja. Más lamentable, pensó.



Anne se juntó a su hermana un poco más. Estela le tendió el brazo sobre sus hombros y voltearon sus caras. El permiso era implícito: se besaron ardientemente en la boca, al tiempo que Anne bajó su mano y comenzó a frotar su vulva, encima de su falda.



Estela se separó, pero solo para abrazar mejor a su hermana mayor, fundiendo de nuevo sus bocas, por más tiempo, respirando apresuradamente.



Anne se separó un poco y vio su reloj. Tenían fácilmente más de una hora reunidas.



“Vamos a la recámara”, propuso Estela sin preámbulo alguno, poniéndose de pie y jalando a Anne.



“Me pone nerviosa que llegue papi”, dijo Anne, al cerrar la puerta de la habitación que ocupaba Estela, mientras ella seguía golosamente besándola y aflojando su ropa.



“¡Ay sis, ojalá llegara y nos cogiera a las dos!”, dijo Estela presa de una pasión sin precedentes, sin importarle en lo mínimo su descorche.



Quedaron desnudas, tomadas de ambas manos, viéndose y besándose. Anne era notoriamente mas delgada y blanca, con sus encantos delicadamente atendidos, bien rasurada, contrastando con la descuidada apariencia de su hermana, con algunos kilos de más, denotando la falta de atención de y hacia su marido.



Se tiraron en la cama besándose como locas. Anne comenzó de inmediato a meter sus dedos en su poblada vulva, haciéndola gritar de placer. No hablaban, solo se escuchaban acallados gemidos al rodar una sobre la otra.



Escasos instantes pasaron para que Estela experimentara un delicioso orgasmo mucho mas intenso que los que se provocó ella misma horas atrás.



“¡Que rico lo haces sis! ¡Que rico besas!”, admitió.



“¿Ves, sis?”, dijo Anne. “Ahora tienes mas pretextos para venir mas seguido”, dijo Anne, al momento que comenzó a correr sus dedos por la sedosa y negra cabellera de Estela, que finalmente se había pintado bien sus canas. Ya era un principio.



Anne bajó su mano a la vulva de su hermana y jugó con sus dedos en el crecido vello.



“Te voy a arreglar esto para empezar”, dijo Anne.



Se pusieron de pie. Estela abrió su pequeña bolsa de accesorios y sacó unas tijeras y se las pasó a su hermana. La recostó en la cama, con los pies en el piso y comenzó a cortar el exceso de vello.



“Te tomaré una foto para que veas como quedaste sis”, volvió a decir, cuando concluyó su labor.



“¿Con la cámara de papi?”, preguntó Estela. “Claro. No hay otra”, contestó Anne, sabiendo que pudieran haber usado sus teléfonos.



“Prométeme que te la vas a mantener bajo control sis”, dijo Anne, mientras con atención y delicadeza dejaba su vulva mas presentable, sin darle mucha importancia a su preocupación por la cámara.



Anne tomó un par de fotos de su hermana tirada en la cama, desnuda, por enfrente y por detrás, pidiéndole que curvara sus nalgas para apreciar sus aberturas, y luego tomo fotos de su vulva y de su ano para que notara la diferencia.



Tras algunos minutos de delicada labor, Anne terminó su vulva, dejándola visible y con muy poco vello.



“Voltéate sis. Tu culito requiere atención también. Veré si papi tiene una rasuradora. ¡Mira nomás!”, dijo, al enseñarle su culo bastante tupido de pelo.



Anne se dirigió al baño de Tomás mientras Estela se quedó repasando las fotos. Buscó, y encontró un paquete nuevo de rastrillos desechables.



Cuando regresó a la recámara, le pidió a Estela que se volteara. Metió una almohada bajo su vientre y comenzó su labor, primero con las tijeras y luego con el rastrillo, hasta quedarle el ano completamente expuesto y deseable, aunque notablemente más obscuro que el de ella.



“¿Lista para ver como quedaste, sis?”, preguntó Anne.



Estela se volteó. Anne tomó la cámara digital y comenzó la sesión, unas 15 fotos que se extendieron más allá de un simple antes y después, animándola a tomar poses provocativas, como si se tratara de una sesión profesional de modelaje.



A Estela le gustó mucho como quedó, aunque con la rara sensación en sus nalgas. Se metía la mano y sentía su nueva tersura.



Se recostaron una enseguida de la otra y comenzaron a acariciarse y besarse de nuevo. Anne tomó toda la iniciativa de hacerla gozar con sus dedos, profanándole el culo por primera vez en su vida.



Anne giró sobre Estela, pero la entrelazó con sus muslos. Poco a poco, fueron juntando sus vulvas y comenzaron a frotarse una contra la otra de forma constante y vigorosa, gritando de placer.



Conforme se acercaban ambas a su sensacional orgasmo, comenzaron a divagar…



“¿Quieres ser también puta de papi, sis?”, decía Anne entre intensos gemidos, pero Estela no podía ni hablar de la increíble sensación, solo gemía y gemía.



“¡Le encanta mi culo! ¿Sabes? ¡Lo trastorna! ¡Lo envenena! ¿Podrás con el tuyo envenenarlo también? ¿Eh?”…, decía Anne al tener a su hermana doblegada.



Ambas explotaron en lo que sería para Estela el más delicioso orgasmo de toda su vida, confesándolo, abiertamente admitiendo que le sería muy difícil vivir sin esto.



Se desacoplaron y quedaron juntas de lado, exhaustas.



Estela tomó la cámara y recorrió las fotos hasta donde aparecía el pene de papi. Anne notó su fijación por él.



“¿Te animarías entonces, sis?”, preguntó Anne.



“Mmmmh…”, suspiró Estela. “Me gustaría de perdida hacerle una puñeta y sentirlo en mis manos”, aceptó.



“¡Válgame!”, dijo Anne. “¡Deberías de sentirlo en tu panocha y en tu culo, sis! ¡Deberías de saborearlo en tu boca y gozarlo al máximo! ¿Una puñeta? ¡Bah!”.



“¡Pero dime pues!”, insistió Anne. “¿Te gustaría coger con mi novio?”.



“Sis, tu arreglas todo, pero no me pudiste hacer pendeja. ¡Soy tu única derrota!”, contestó Estela.



“Peeeero… acepto que me encantaría ser como tú para él”, prosiguió.



“Sin rodeos”, dijo Anne.



“Me encantaría compartirlo contigo”, aceptó finalmente Estela, “pero no sé cómo. Tiene un concepto de mí muy distinto al tuyo. ¿Cómo se te ocurre que podamos hacerlo, sis?”.



“No borrando las fotos sería un buen principio”, propuso Anne.



Los ojos de Estela engrandecieron y se llenó de nerviosa emoción.



Estela pareció retomar su antigua forma de ser diciéndole que eso estaba terriblemente prohibido y quizá hasta ilegal, pero en un instante confeso: “fue demasiado para mi verte con él. Me ganas”



“¿Qué me vea desnuda?”, preguntó Estela.



“Te puedo asegurar que las verá muy seguido, todos los días”, dijo Anne, “y encontrará el complemento que acabamos de hacer”.



Se levantaron y se vistieron. Ambas arreglaron la habitación y recogieron tanto pelo púbico y anal como pudieron, deshaciéndose cuidadosamente de toda evidencia. Se despidieron con un último beso… en la boca.



Tomás llegó un rato después, notando el cambio en la actitud de Estela.



“Se acaba de ir Anne”, dijo. ¡La pasamos increíble papi!



Por primera vez en mucho tiempo, Tomás se sintió relajado sobre la renovada relación entre sus hijas.



CONTINUARÁ


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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