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Categoría: Maduras

La amiga de Susan

Llegó por fin el final de curso en la institución del Sr. Albers y como cada año desde hacía más de 40 llegó la entrega de títulos acreditativos y por la noche la gran fiesta de fin de curso.



En esta ocasión la celebración no se circunscribía únicamente al impresionante salón de actos, en el cual se podían retirar las filas de butacas dando lugar a un amplio espacio, que hacía las veces de pista de baile y barra de bar, también se abría a los amplios jardines que rodeaban el edificio de Administración y Actos.



Tanto los padres que habían acudido como los alumnos nos habíamos diseminado por el espacio de la celebración formando los típicos grupos dedicados a las conversaciones más triviales, y a esperar con gran resignación la llegada de los siempre obligados discursos.



Algunas personas se agolpaban ante las improvisadas barras de bar, tanto en el interior del salón, como en los jardines, donde además se habían dispuesto una serie de mesas con un cuidado tentempié frío.



Como en otras ocasiones, moviéndose prestamente de uno a otro de estos grupos se veía a Jonathan Albers, el director de la institución, interesándose por todos y halagando a las señoras.



Yo como ya puede suponer el lector, había acudido, más que por el acto en sí, por verla a ella, a Susan, la esposa del director, y ocasionalmente mi amante. Deambulando por la sala trataba de encontrarla, y por fin la vi, allí en un pequeño grupo de mujeres, como ya he señalado en otras ocasiones, no había comparación con las otras, destacaba casi de forma cruel, su belleza no era comparable, y eso que había muchachas y no tan muchachas muy hermosas.



Para la ocasión lucía un hermoso vestido rojo con pequeños adornos en dorado, con unos finos tirantes y una falda hasta la rodilla, con un amplio vuelo y un remate en los bajos en forma de greca dorada. Zapatos altos a juego y un pequeño lazo también en dorado que sujetaba su larga cabellera morena en forma de cola de caballo.



Cuando por fin me vio se dirigió a mí en compañía de otra mujer, no tendría la acompañante una edad muy diferente a Susan y en cuanto a figura no dejaba de ser atractiva, sin llegar a la rotundidad de la anfitriona de la fiesta. Mediría 1,65 y llevaba con gran elegancia un brillante vestido azul, sin mangas ni tirantes, hasta por encima de las rodillas. Unos zapatos de fino tacón alto completaban el atuendo, que dejaba entrever un generoso escote con ampulosos senos, y unas piernas fuertes y torneadas, posiblemente por muchas sesiones de gimnasio.



Tras saludarme de forma discreta procedió a presentarme a su acompañante, era esta Allison Balmer, esposa de Jeffrey Balmer, uno de los miembros de la junta rectora de la institución, y una querida confidente y amiga desde los años de la adolescencia. Ambas procedían del sur del país y habían seguido una trayectoria vital muy similar, casándose con hombres muchos años más mayores que ellas, en el caso de Alley, como familiarmente la llamaba Susan, la diferencia con su marido era incluso mayor que la del matrimonio Albers.



Susan deseaba que hiciese compañía a su amiga y la acompañase por la fiesta en tanto ella acababa de saludar a los invitados. Respondí que no tenía inconveniente y reprimí cualquier manifestación afectuosa por desconocer el grado de complicidad que había entre las dos mujeres.



De todas formas creo que Susan lo comprendió al ver como mi pantalón denotaba el creciente volumen que se alzaba entre mis piernas. Con una sonrisa, entre sugerente y maliciosa Susan se alejo en dirección a otro corro de gente.



Confiaba en que mi nueva compañía no se hubiera percatado de la situación y comenzamos una charla intrascendente, al poco rato alegando que en el gran salón de actos hacía mucho calor me pidió que le acompañara a dar un paseo por los jardines, a lo cual me brinde con gusto, yo tampoco me encontraba precisamente a gusto en la sala.



Ya en el jardín la charla se fue encaminando hacia los gustos y aficiones personales de cada uno de nosotros, y Allison se confesó ferviente admiradora de la naturaleza y los animales, especialmente las aves, o al menos eso me pareció entender. Habíamos andado por el exterior del caserón y nos encontrábamos en el lateral del edificio. Cambiando repentinamente el tema de conversación me preguntó si conocía el edificio donde se celebraba el evento y ante mi respuesta negativa insistió en enseñármelo, así que nos dispusimos a entrar por una pequeña puerta lateral y comenzamos a desplazarnos por un pasillo que parecía recorrer todo el lateral del edificio, creía yo en ese momento que nos dirigíamos hacia el salón de actos pero tras un pequeño giro nos encontramos ante una robusta puerta de madera. La Sra. Balmer prestamente la abrió y me cedió el paso, encontrándome en una habitación totalmente a oscuras, di escasamente un par de pasos al interior cuando choque con lo que supuse era una mesa, y mientras Allison encendía el interruptor de la luz volvió al tema de la naturaleza y me dijo que su amiga Susy le había dicho que yo poseía un pájaro de notable belleza y que aprovechando que lo llevaba conmigo tenía el deseo de verlo.



Yo estaba totalmente sorprendido, la conversación me resultaba de lo más surrealista, y no acertaba a entender que me hablaba pero ella había avanzado rápidamente hacia mí y me tenía atrapado entre la mesa a mi espalda y ella a pocos centímetros de mí. Nos encontrábamos en un amplio salón decorado en tonos pálidos, con una gran lámpara en centro iluminando una larga mesa y con todo el suelo cubierto de madera. Era ni más ni menos que la sala de juntas de la Fundación que dirigía el centro.



Nueva sorpresa al pedirme que estuviese tranquilo y con gran rapidez y presteza se arrodilló y procedió a desabrocharme el cinturón y la cremallera del pantalón para seguidamente y de un solo golpe dejarme tanto el pantalón como el ‘boxer’ al nivel de los tobillos. El pene ya en casi todo su esplendor saltó liberado de la prenda que le sujetaba y se mostraba altivo ante sus ojos, mirando al cielo con su enrojecida cabeza. Alley inclinó la cabeza y tras estampar un suave beso en la punta del pene, comenzó a recorrerlo a lo largo con su juguetona lengua, y a rodearlo con sus labios introduciéndolo lentamente en su boca.



No podía pedirse mayor dedicación y deseo, con una de sus manos sujetaba la verga en sus movimientos dentro y fuera de su boca, con la otra comenzó acariciándome los testículos para seguidamente deslizarla por mi cuerpo deteniéndose únicamente para ir desabrochando los sucesivos botones de la camisa.



Superada la primera sorpresa comencé a entender la conversación previa y el grado de confidencia que se tenían las dos amigas y decidido a no dejar en mala situación a Susan y los elogiosos comentarios que de mí había hecho comprendí que tendría que esforzarme en cumplir las esperanzas de Allison.



 



No tarde en dirigir mis manos primero a sus rizados cabellos morenos, acariciándolos en tanto acompañaba el ritmo de su cabeza, seguidamente fui deslizándolas por sus desnudos hombros y las baje hacia su escote para acariciar sus espléndidos senos, poco a poco los fui rodeando con mis manos y con un poco de estirón logré hacerlos saltar tanto fuera del vestido como del sujetador.



En tanto ella sin abandonar su trabajo oral llevó los brazos hacia su espalda y procedió a descorrer totalmente la cremallera del vestido, permitiendo que la parte superior de este cayese sobre sus rodillas, siguió después la operación con el sostén, una pieza sin tirantes, de brillante seda en el mismo color que el vestido.



En tanto ella seguía a su labor, que lametones, que succiones, que caricias, aquello ya no podía durar mucho, parecía que me iba a estallar y con un espasmo de placer que recorrió todo mi cuerpo eyaculé una gran cantidad de semen en el interior de su boca y que ella acogió relamiéndose.



Ella entonces se puso de pie con lo cual el vestido acabo de caer hasta el suelo dejando al descubierto una sedosa bragita a juego con el sujetador, yo sujetandola por la cintura la eleve hasta sentarla en la mesa y procedí a retirar la prenda que cubría un pubis muy bien depilado, desplacé sus piernas hasta colocarlas sobre mis hombros y hundí mi cara entre sus piernas e introduje mi lengua en los recovecos más recónditos de aquel sexo húmedo, caliente, enrojecido que se me brindaba. Movimientos de mi lengua, que parecía tener vida propia, que rodeaban y acariciaban su clítoris y lo llevaba hacia mis labios para poder apresarlo y mordisquearlo.



Alley al momento estaba sujetando con fuerza mi cabeza evitando que dejase a medias mi labor, la empujaba con fuerza hacia su cuerpo mientras sus labios pedían, exigían, imploraban más. Tras unos minutos en esta posición pude notar como todo su cuerpo se tensaba y finalmente en un movimiento espasmódico se producía una fuerte emisión de jugos vaginales que resbalaban por las comisuras de mis labios para desparramarse por sus piernas y sobre la mesa.



En este momento y con mi arma nuevamente enhiesta recorriendo con mis labios su sudoroso cuerpo desde el vientre hasta su cuello aproveche el movimiento para introducírsela y realizar una profunda penetración entre sus piernas. El momento era indescriptible, yo bombeando con fuerza y rítmicamente, ella movía la cintura realizando un preciso movimiento circular. Mi verga en un frenético vaivén como un embolo, mis manos en tanto recorriendo su cuerpo, acariciando aquí, amasando allá, y mi boca, mis labios, mi lengua jugueteando, lamiendo, mordisqueando y succionando sus duros pezones.



Ella completamente rendida al placer comenzó a emitir un pequeño ronroneo, que poco a poco convirtió en suspiros, luego jadeos, mas tarde, más que audibles gemidos de pasión y de placer y finalmente, en el momento del clímax en un autentico aullido de placer.



Yo continuaba bombeando sin descanso y de esta forma pude notar como su cuerpo se dirigía nuevamente hacia nuevas cotas de placer y ella volvía a elevar el tono de sus gemidos. Y yo llevado por la euforia del momento volví a alcanzar un sublime orgasmo y emití un nuevo chorro seminal que borboteo por su vagina hacia el exterior.



Tras esto quedé exhausto sobre su cuerpo durante un rato fundido en un profundo e intimo abrazo.



En este punto Allison pareció darse por satisfecha y desplazando mi cuerpo sobre la mesa, procedió a vestirse nuevamente, y tras esperar el tiempo de que yo hiciera lo propio, abandonamos la sala de juntas por una puerta en el lado contrario al por el que habíamos accedido y tras recorrer un pequeño pasillo alcanzamos el salón de actos, en el momento que se producían los discursos.



Yo, un poco alterado por lo que acababa de suceder y con las piernas temblando por el esfuerzo me dirigí a la puerta con la intención de regresar a mi pequeño apartamento y disponerme a abandonar Miami para regresar a mi casa en Porlamar a disfrutar de las merecidas vacaciones, no sabía en ese momento si regresaría, pero de lo que si estaba seguro era que se había acabado un ciclo de aventuras y tendría que comenzar otro en otros lugares, pero como siempre digo eso ya son otras historias.





Alex.


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