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Mi esposa y yo fuimos a casa de Andrea mi cuñada a festejar su cumpleaños, fuimos de los primeros en llegar así que mi esposa se fue a ayudar a Andrea a la cocina para dar los últimos toques a la comida buffet del día. Conforme pasaba el tiempo fueron llegando familiares y amigos hasta que llegó una pareja que saludó muy efusivamente a mi cuñada, era la primera vez que les veía así que imaginé que podrían ser amigos del trabajo, lo cual confirmé a la hora de las presentaciones.
Antonio y Lucía eran esposos y compañeros de trabajo de Andrea, la conversación grupal se dio por un largo rato, ambos eran muy extrovertidos así que la plática resultó ser muy entretenida.
Antonio salió y se integró en otro grupo de personas y comenzó a beber una cerveza con ellos, mi cuñada fue a la cocina y se integró con unos familiares, de esta forma nos quedamos en la sala Lucía, mi esposa y yo. Ellas continuaron su plática de “mujeres” como si fueran ya viejas amigas, de vez en cuando Lucía se dirigía a mí y hacía algún comentario chistoso que nos arrancaba la carcajada a los tres.
Lucía era realmente agradable en su forma de ser, sin duda su mayor atractivo era su alegre sonrisa, su cara era hermosa, su maquillaje un poco recargado pero hacía lucir sus facciones. Físicamente no era tan agraciada, su notable sobrepeso no la hacía precisamente el blanco de las miradas y quizá por ello Antonio se sentía cómodo dejando que su esposa se integrase sola en la reunión.
Al término de la fiesta, mi esposa y yo nos despedimos de los presentes y cuando me despedí de Antonio y Lucía, lo hice de mano como con los demás invitados, pero en un momento donde nos juntamos varias personas que coincidimos en despedirnos Lucía se volvió a despedir de mí y al acercarse comentó en voz baja:
- Yo te voy a dar un abrazo.
Yo no comenté nada y abracé a Lucía, pensé que por su forma de ser tan extrovertida era algo muy normal para ella despedirse así de alguien a quien acababa de conocer, ella no solo me cubrió con sus brazos sino que con la palma de una de sus manos acarició mi espalda, de arriba a abajo, y de izquierda a derecha, no dejó un solo lugar sin acariciar, únicamente se detuvo al sentir el cinturón en mi pantalón.
De nuevo ella me comentó al oído…
- Mmmmhhh… me dio mucho gusto conocerte, maneja con cuidado.
- Muchas gracias, a mi igual me dio gusto haberte conocido.
- Espero verte en otra reunión.
Lucía se volvió a despedir de mi esposa e igual le dio un abrazo mucho más corto y también algo le dijo al oído. Nos fuimos a casa y no di mucha importancia al asunto.
Un par de meses más tarde, Andrea nos volvió a invitar a una comida, Lucía y su esposo estaban ya cuando llegamos y nos saludaron con mucha efusividad como si fuéramos los grandes amigos. De nuevo se dio la plática, las risas, todo muy ameno y agradable como en el cumpleaños de mi cuñada, se hizo de noche y al despedirnos Lucía me abrazó de nuevo tratando de sentirme como en la ocasión anterior, pero ahora yo respondí al abrazo apretando más mi cuerpo al de ella, y el beso en la mejilla fue un poco más descarado.
Yo me seguí despidiendo de otros invitados y perdí de vista a Lucía, quien aparentemente había ido al tocador, cuando regresó se despidió nuevamente de mano, pero al estrechar las manos sentí en medio de ellas un pedazo de papel, el cual no miré y guardé con discreción en la bolsa de mi chaqueta.
Durante el camino a casa no podía dejar de pensar en el papel que me había dado Lucía, imaginaba que era su número telefónico pero no sé, la situación era la que me atraía. Llegando a casa mi esposa fue a desmaquillarse y aproveché en ver la nota de Lucía.
"Me encantas, me vuelve loca la firmeza de tu cuerpo. Mi teléfono es…"
Di de alta el número de Lucía en mis contactos de teléfono y sin pensarlo le mandé un mensaje.
- Gracias por tu número, tú también me encantas.
Sin querer sonreí y una erección no tan fuerte apareció, un par de minutos después recibí la contestación a mi mensaje.
- En cuanto se duerma Antonio me voy a tocar pensando en tí. Pórtate bien, te mando muchos besitos, bye!
Leer ese mensaje me terminó de poner a mil, de haber conocido a Lucía en otras circunstancias no me habría provocado nada, pero la situación me parecía cachonda en sí misma, una amiga de mi propia cuñada, los toqueteos en su casa, mi esposa y el esposo de Lucía presentes, no sé, era muy atrayente coquetear a escondidas y quizá llegar a algo más.
Al día siguiente mandé un mensaje de buenos días a Lucía y le pregunte directamente como le había ido tocándose, ella respondió como a los treinta minutos.
- Buen día corazón, cuando Antonio se durmió me fui a la sala, abrí mis piernas y froté mi clítoris con fuerza como si fueran tus manos, después apreté las piernas y tuve un delicioso orgasmo gracias a ti.
- Me alegra saber que hubo final feliz.
- Te dejo, tengo que atender a mi marido. Besitos.
- Ok. Un beso.
- ¿Solo uno?
- Muchos, y muy húmedos.
Por lo que había podido hablar con Lucía en las dos reuniones, me di cuenta que era una mujer directa que disfruta del momento, en ningún momento sentí que buscara algo sentimental, simplemente le gusté y punto.
Durante la semana siguiente a la reunión en casa de mi cuñada, Lucía y yo nos mensajeamos y cachondeamos un poco con la idea ir un hotel y tener sexo, la complicación era encontrar el momento donde su esposo tuviera que salir de viaje ya que como ambos trabajaban en la misma empresa no podía desaparecerse así como así.
Pasaron algunas semanas y los mensajes bajaron en frecuencia, así como el erotismo en ellos, y cuando pensé que todo había quedado en una loca fantasía, recibí una llamada de Lucía.
- ¿Hola cariño, puedes hablar sin problema?... (Preguntó Lucía)
- Sí, estoy solo en mi oficina, ¿cómo estás?
- Bien corazón, pues te llamo para decirte que ya podemos planear una cita.
- Me agrada que lo digas, pensé que ya no se nos iba a hacer.
- Antonio sale de viaje este viernes para ver a un cliente, va aprovechar para visitar unos parientes y regresa el domingo por la noche.
- Pues nos queda muy bien y hacerlo sin prisas.
- ¿Te parece si el sábado nos vemos todo el día?
- ¿Todo el día? Eso suena prometedor.
- ¿Entonces ya quedamos?
- Confirmadísimo por mi parte.
- Ok, corazón… no vayas a cogerte a tu esposita estos días para que llegues con muchas ganas el sábado.
- Jajaja… ok, prometo llegar bien cargado.
- Besos papito, nos ponemos de acuerdo por mensaje, bye.
- Bye.
Llegó el sábado, me vestí de forma casual para no despertar sospechas en casa y salí en busca de Lucía, la idea era vernos temprano y salir de la ciudad para evitar encontrarnos con alguien conocido y desayunar juntos. Llegué al punto de encuentro donde habíamos planeado y a los pocos minutos apareció Lucía, estaba vestida casual pero con un toque muy sexy, lo primero que me llamó la atención fueron sus tacones, eso le hacía verse más estilizada, después mi mirada se fue a sus pechos, vestía una blusa ajustada, la cual dejaba ver su generoso par de senos contenidos por un brasier de media copa, y la parte baja estaba enfundada en unos jeans claros que si bien no disimulaban sus grandes medidas, si le daban sensualidad a sus formas. Su cabello rizado, el maquillaje y su gran sonrisa eran el complemento ideal para aquel portento de mujer. Lo único que no combinaba era su bolsa de mano que para mi gusto era demasiado grande.
Apenas subió al auto, nuestras bocas se buscaron con deseo, ambos queríamos cogernos pero continuamos con el plan de salir a desayunar primero. Casi al salir de la ciudad vimos un restaurante que parecía muy acogedor y entramos, la gerente nos recibió y preguntó:
- ¿Solo son usted y su esposa?
- Sí, solo nosotros dos. (Respondí con naturalidad)
Lucía se sonrió conmigo con complicidad y nos sentamos a la mesa uno enfrente del otro para poder conversar, mirarnos y por supuesto coquetear. El desayuno transcurrió muy ameno, y nos fuimos en busca de un motel.
Eran pasadas las 11:00 de la mañana y elegimos un motel que en su exterior se veía bastante discreto, pedimos una habitación con jacuzzi y pague la cuota por un día completo.
Entramos a la habitación y nos dimos un abrazo parecido a los que nos habíamos dado en casa de mi cuñada, en esta ocasión acompañado por unos cuantos besos no muy largos.
- Me gustas mucho, estás fuerte, se nota que vas al gym y te cuidas…. (Comentó Lucía)
- Trato de mantenerme, solo eso.
- Desde que te vi llamaste mucho mi atención.
- Y tú la mía, también me gustas mucho, eres sensual.
- Gordibuena dicen.
- Gordibuena, curvy… como quieras decirlo, el hecho es que me prendes.
Nos sentamos en el sillón y comenzamos a besarnos con más pasión, nuestras manos paseaban lujuriosamente por el cuerpo del otro tratando de reconocernos por completo, la respiración de ambos comenzó a agitarse y fue cuando interrumpí la sesión de besos.
- ¿Qué pasó?... (Preguntó Lucía)
- Nada, voy a pedir unos condones a la habitación.
- No hacen falta, no soy… mmmm fértil.
- Por eso Antonio y yo no tenemos hijos. Si te hace sentir más cómodo pídelos, pero no hacen falta.
La sola idea de tener sexo a pelo me nubló la mente, sin voluntad regresé donde Lucía y la besé aún con más pasión. Su perfume me enloquecía, su forma de besar era deliciosa, de pronto pasé de su boca al cuello y finalmente a su escote. Quité la blusa a Lucía y después su brasier, sus pechos saltaron, eran literalmente dos melones con pezones rosas, sin dudar me abalancé sobre ellos y comencé a lamerlos sin reparo, mientras lamia y mordisqueaba uno manoseaba el otro y viceversa. Lucía se dejaba hacer, hasta que interrumpió mi tarea para exigir su turno.
- Yo también quiero chuparte.
Diciendo esto, desabotonó mi camisa y se encontró con mi pecho y mis pezones, al igual que como yo lo hice, ella se abalanzó sobre mí para comenzar a lamer y a mordisquear. Lo hacía con maestría, era muy sensual su forma de acariciarme, por primera vez se me puso dura la verga con ese tipo de caricias en mis pezones. De pecho bajó a mi vientre y a mi ombligo, desabrochó el cinturón y era obvio lo que seguía, le ayudé quitándome el cinturón y desabotonando mi pantalón, Lucía simplemente bajó un poco el bóxer y mi palo saltó frente a su cara.
Yo me acomodé en el sillón y ella se puso de rodillas frente a mí, metió mi verga en su boca y comenzó un delicioso sexo oral, lamía con rapidez, pero sabía el momento justo para hacer presión con los labios e incrementar el placer. Cuando dejaba de mamarme, era para lamer mis testículos y para meterlos en su boca, yo sentía que de seguir así iba a terminar, pero entonces Lucía se puso de pie, desabrochó su pantalón, lo bajó junto con la tanga y cuando los tenía casi a las rodillas se puso en cuatro puntos en el sillón.
- Ya cógeme, no aguanto, te necesito dentro.
Yo solo miraba aquel enorme trasero, listo para ser tomado por mí, sin poner objeción me puse de pie y bajé mi pantalón también a la altura de las rodillas, me coloqué detrás de lucía y con mi mano derecha palpé su entrepierna, estaba muy mojada, le abrí un poco las nalgas y apunté con mi palo erecto justo en su vagina y comencé a darle estocadas profundas, la tomé con firmeza de las caderas y la embestí con todas mis fuerzas, ella solo rebotaba en el sillón y el volumen en sus gemidos era la forma de saber qué tipo de intensidad era la que más le gustaba a mi ahora amante.
Comencé a sudar y empapé las grandes nalgas de Lucía, ella por su parte acompañaba con cadencia mis movimientos, me excitaba estar así con ella, con los torsos descubiertos y los pantalones casi a las rodillas, con los zapatos puestos.
Cogerla a pelo era delicioso, sentir su calor y su humedad directamente en mi verga, no usar condón hacía mil veces más placentera la experiencia.
- Me voy a venir amor.
- Lléname de leche papito. Lléname toda.
Eyaculé dentro de lucía y nos tendimos en el sillón sin salir de ella, en posición de cucharita, recuperamos el aliento y nos dimos una pausa. Parte de la leche cayó sobre el sillón, así que nos desnudamos para no manchar nuestra ropa.
Lucía no se apenaba por su cuerpo, todo lo contrario, portaba su exceso de peso con naturalidad y sensualidad, verla caminar desnuda por la habitación era un espectáculo, me encantaba ver su gran trasero o sus tetas generosas moviéndose de un lado a otro.
Llamamos al servicio al cuarto y ordenamos bebidas, llenamos el jacuzzí con agua caliente y un sobre con shampoo para las burbujas, cuando llegaron las bebidas nos metimos en el jacuzzi para relajarnos. Yo me senté recargado en una orilla y Lucía se sentó delante mío entre mis piernas, de ese modo podía hablarle al oído, besar su cuello, acariciar sus pechos y hasta meterle mano en su sexo.
Hablamos un poco de todo, Lucía aceptó el morbo que le producía que Andrea fuera mi cuñada, era un plus que le venía bien a nuestro encuentro, así que le sugerí llamarla para saludarla. Lucía sonrió y salió de la tina para buscar su celular, de regreso se sentó al lado mío y marcó el número de Andrea y puso el teléfono en altavoz.
- Hola Lucy, ¿cómo estás? (contestó Andrea)
- Aquí aburriéndome amiga, ya ves que Antonio salió de viaje.
- Es verdad, ¿por qué no vienes a mi casa?, mi hermana vino de visita, a su marido le tocó trabajar hoy.
- Salúdamela por favor.
- ¿Te esperamos?
- No amiga, mejor preséntame un galán, el clima está como para coger todo el día.
- Jijiji, te pasas, si conociera a alguno me lo daba yo.
- Envidiosa.
- Pórtate bien, y si no te vas a portar bien pues me invitas.
- Ok, amiga pues pásatela bien, yo seguiré aburriéndome en casa como la mujercita abnegada que soy.
- Jijiji Ok amiga, bye.
- Bye.
Esa pequeña conversación me puso caliente y morboso, el descaro de Lucía simplemente me ponía a mil, así que después de poner su teléfono a salvo, la besé con pasión y ella se subió en mí, y sin más buscó ensartarse con mi palo erecto, ella estaba igual de caliente que yo así que comenzamos a movernos frenéticamente bajo el agua y las burbujas, su cuerpo resbaloso y sus sentones encima mío eran deliciosos, la habitación se volvió a llenar de sus gemidos, después de un rato Lucía se bajó de mí y se hincó en una orilla del jacuzzi, recargándose con los antebrazos en una posición casi de perrito, aproveché el agua jabonosa y le acaricié el ano para dilatarlo un poco, en esos momentos lo único que quería era poseer esa cola y hundir mi verga entre ese enorme par de nalgas.
Después de jugar un poco con el ano de Lucía me puse detrás de ella y comencé a penetrarla, el jabón hacía que la penetración fuera mucho más fácil y en poco tiempo estaba ya embistiendo a Lucía con fuerza, el agua salpicaba en todas direcciones, y el lenguaje sucio apareció.
- ¿Te gusta putita? (pregunté a Lucía)
- Cógeme así cabrón, que rico me coges. Dame más duro!
- Toma cabrona, toma más verga!
- Sí, así… no pares pendejo.
- Te voy a llenar de leche el culo.
- Sí papi, hazme lo que quieras, eres un macho, cógeme duro, soy tuya.
- Te voy a castigar por cabrona.
- Sí papito, pégame soy una niña mala.
Tomé el cabello de Lucía con mi mano derecha y lo enrollé en ella, después la jalé con fuerza hacia mí, su cara se levantó y sus gemidos se hicieron más guturales, seguí bombeándole la cola con fuerza hasta que le llené de leche el culo.
Nos sentamos y reposamos un poco en el agua, Lucía se acurrucó a un costado mío en una actitud de sometimiento, tímidamente buscó mi boca y nos besamos rico por varios minutos, hasta que decidimos salir y bañarnos para quitarnos el exceso de jabón.
Al salir de la ducha secamos nuestros cuerpos y fuimos a la cama, prendimos la televisión y sintonizamos una porno, Lucía me comentó que uno de sus gustos culposos era ver porno, le encantaba sentirse excitada todo el tiempo, así que nos dispusimos a ver un rato la película. Lucía estaba atenta a la televisión al mismo tiempo que con una mano me masturbaba lentamente, yo por mi parte jugaba con sus pezones para corresponder el favor. Después de un rato con esas caricias, le pedí a Lucía acomodarse para que disfrutara del porno mientras que yo le daba sexo oral, sin pensarlo dos veces se acomodó de espaldas en la cama y abrió sus piernas, besé su boca, su pecho, sus pezones, su abdomen y bajé a su raja humedecida por el porno y el juego previo en sus pezones.
No tardé mucho en escuchar los gemidos de Lucía, por momentos buscaba ver su rostro y me sorprendía que seguía viendo la película, realmente estaba disfrutando del momento, de repente me tomó por la cabeza e iba guiando el ritmo, movía sus caderas de forma circular para que mi boca le acariciara donde ella deseaba, y con un grito dejó escapar un torrente de líquido tibio que mojó mi rostro por completo.
Aprovechando su sensibilidad y su reciente orgasmo me puse de rodillas en la cama y llevé sus piernas a mis hombros, y sin más preámbulo comencé a penetrarla con fuerza, ella volvió a gemir y a gritar, sus ojos casi en blanco me dejaban saber que estaba disfrutándolo mucho, un nuevo orgasmo se hizo presente, a los poco segundos uno más y finalmente otro más.
Salí de Lucía y me subí en ella como si quisiera sentarme en su vientre, a modo de que mi verga quedara entre sus tetas, ella entendió la posición y con sus manos apretó sus pechos aprisionando mi palo y comencé a follarme sus tetas, el sudor hacía que mi verga resbalara con facilidad, y sin advertirle nada a lucía solté chorros de semen que mojaron su cuello y su cara, era tan cachondo ver como mi semen escurría por sus mejillas.
Me bajé de Lucía y comencé a besar su vientre, sus pechos, sus pezones, subí a su cuello y la besé al tiempo que me comía mi propia leche, era un elixir delicioso mi semen mezclado con el sudor de mi amante, después besé sus mejillas y recogí con mi lengua la leche en su cara, por último ambos saboreamos del semen en mi boca al calor de un rico beso francés.
El tiempo se había ido volando, eran casi las 6 de la tarde, estábamos hambrientos, el esfuerzo físico había sido demandante y necesitábamos comer, iba a pedir comida en la habitación pero Lucía me sugirió que nos fuéramos y comiéramos en otro lado.
Regresamos a la ducha para sacarnos el sudor y el semen del cuerpo, una vez que secamos nuestros cuerpos me vestí, mientras que Lucía aún desnuda se maquillaba un poco en el tocador de la habitación. Pensé que se pondría la misma ropa con la que llegamos pero para mi sorpresa de su enorme bolso sacó un minivestido color negro, solo reutilizó sus zapatos, y mi sorpresa fue aún mayor cuando noté que no se había puesto ropa interior.
Salimos del motel y mientras manejaba aprovechaba en acariciar las piernas de Lucía y subía mis manos hasta su sexo, acordamos parar en un grill bar y cenamos un delicioso par de cortes, durante la cena hubo risas, coqueteos e insinuaciones, yo aproveché en acariciar las piernas de mi acompañante y cuando la situación lo permitía, le acariciaba la vagina por debajo de la mesa.
Los dos estábamos muy calientes, así que al salir del restaurante buscamos un rincón apartado, me desabroché el pantalón saqué mi verga y aprovechando la holgura del mini vestido le levanté una pierna y cogimos contra la pared del restaurante. A pesar que pudimos coger por un rato no alcancé a venirme, así que fuimos al auto y ahí Lucía concluyó el trabajo con un riquísimo sexo oral.
A las 11 de la noche estaba dejando a Lucía a dos cuadras de su casa, nos dimos un rico beso y ninguno de los dos sugirió un segundo encuentro. Tal vez ocurriría más adelante, los dos nos conformamos con haber disfrutado el momento. Después de todo seguiríamos coincidiendo en las reuniones de mi cuñada.
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