LA AMIGA DE MAMA
La amiga de mi madre se llama Marta y cuando empezó todo esto, hace ya 6 años, tenía 42 años (aunque aparentaba alguno menos). Tiene el pelo largo, moreno y liso, de 1,62 de estatura y entonces tenía un cuerpo bastante cuidado gracias al gimnasio. Yo tenía 17 años y todavía no tenía ningún tipo de experiencia sexual (salvo la intima y personal de las pajas).
El caso es que Marta empezó a venir a mi casa a visitar a mi madre de forma bastante habitual después de separarse de su marido, hasta que un día, así como quien no quiere la cosa, me pregunto si entendía de ordenadores (de sobra sabía que sí puesto que yo me pasaba el día encerrado en el cuarto con el ordenados), ya que el que tenía le estaba empezando a dar problemas y no sabía que le podía pasar.
Yo con todo lo inocentón que era, me fui a su casa al día siguiente para “arreglarle” el ordenador.
Cuando llegué a su casa, me recibió con la bata puesta como si acabase de levantarse (eran las 12:00 de la mañana). Me invitó a una coca-cola y la seguí hasta su cuarto para verle el ordenador. Justo antes de entrar en su habitación me preguntó: ‘¿has traído el destornillador?’, según entrábamos en su cuarto y después de ver que no había ningún ordenador, sorprendido le dije: ‘No, no he traído ningún destornillador’. No tenía ni idea de que estaba pasando y en ese momento, se dio media vuelta, se sentó en la cama y abriendo las piernas dijo: ‘Si, seguro que tienes un destornillador para arreglar eso’, señalando a su coño totalmente desnudo.
Me quedé paralizado, sin saber que decir ni que hacer, mientras mi polla empezaba a endurecerse y crecer dentro de mis pantalones. Ella en seguida se dio cuenta y acercándose a mi me dijo: ‘Ahora ya sabemos los dos a que quería que vinieses’ y agachándose empezó a desabrocharme y bajarme los pantalones. Yo seguía petrificado sintiendo mi polla cada vez más dura y más grande. Marta la agarró con una mano y se la metió entera en la boca. Yo no pude resistirlo y me corrí nada más empezar.
Ella sin inmutarse, siguió lamiéndome la polla, tragándose todo el semen que todavía chorreaba, hasta que la dejó totalmente limpia. Yo iba a decirlo que lo sentía cuando empecé a sentir que mi polla volvía otra vez a levantarse. Entonces me miró y me dijo: ‘Te has dado cuenta como no tienes que preocuparte’. Parecía que me leía el pensamiento. Sabía exactamente lo que sentía y como iba a reaccionar.
Se levantó y me quitó el resto de ropa, empujándome después para que me tumbase en la cama. Me preguntó si había visto alguna vez un coño de cerca. Le dije que salvo en las pelis y las revistas, no había visto ninguno. Así que se subió a la cama y literalmente se sentó en mi cara. Me preguntó si me gustaba y me dijo que ahora me tocaba a mí hacerla gozar. Sin pensarlo empecé a lamerle el coño, tal y como había visto en las películas porno. Le daba lametazos largos, le metía la lengua todo lo que podía, buscaba su clítoris. Empecé a oirla gemir y sentía como su cuerpo se estremecía. De un solo movimiento, se dio media vuelta y dejándome otra vez el coño en la boca se agachó para chuparme la polla. Increíble, estaba haciendo un 69. En esta postura ahora también veía su culito moverse y agitarse a cada lametazo en su rajita. Al verlo no pude resistir la tentación y empecé a meter un dedo en ese agujerito. Según lo hice, noté cómo le tembló todo el cuerpo. Dejó de chuparme la polla y empezó a decirme que siguiera, que no parase. Sentía que ahora era yo quien controlaba la situación. Tenía a esa mujer a mi completa disposición.
Esa sensación duró muy poco, pues en seguida, ella se levantó y sin dejar que me moviese se sentó encima de mi polla, introduciéndola entera en su coño. En ese momento me pareció que estaba soñando, pero en seguida me concentré para que no me volviese a pasar lo de antes y me corriese antes de tiempo.
Marta me cabalgaba como si yo fuese un caballo salvaje que tuviese que domar. Oía como gritaba, como gemía, como me cabalgaba. En un momento se paró y me dijo: ‘Esta vez no te vayas a correr sin avisarme antes’. Después de seguir cabalgándome un rato, me pidió que cambiásemos de posición, poniéndome yo encima. De nuevo volví a meter la polla en ese coño tan hambriento y empecé a penetrarla. Quise hacerlo con cuidado pero ella me pidió que fuera más deprisa, más duro, más fuerte. Empecé a embestirla como si intentase hacer un agujero en la pared. Ella seguía gritando y gimiendo a cada golpe.
Cuando empecé a notar que me iba a correr, se lo dije y en seguida, me dio un empujón para que sacase mi polla de su coño y me dijo: ‘quiero que te corras en mi culo’. Se puso a cuatro patas y yo me dispuse a penetrarla por ese agujerito que parecía muy pequeño. Puse mi polla justo en la entrada y di un pequeño empujón. Apenas entro la puntita. Cuando fui a dar otro empujón, ella me acompañó con un movimiento que hizo que mi polla entrase entera en su culo. Empecé a moverme mientras me agarraba de sus tetas. Al principio iba despacio pero en seguida fui más deprisa. En poco tiempo volví a correrme dentro de ella.
Me quedé exhausto. Caí sobre ella y así nos quedamos durante al menos media hora.
Ese día empezó una relación totalmente sexual que duró como un año y medio. Hasta que conocí a su hija, que tenía un par de años menos que yo y el hambre sexual de su madre. Pero eso ya es otra historia.
Paco.
P.D. para los morbosos: Lo siento pero en ningún momento nos juntamos los tres para hacer un menage-a-troi.