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Categoría: Incestos

La abuela no quiere dormir sola

Lo que les cuento a continuación pasó a mediados del 2017. Yo tenía 50 años, soy el nieto mayor de mi abuelo que tiene 90 años quien por aquellos días, descuido un resfriado y se enfermó al punto que lo hospitalizaron unos días y toda la familia se unió en torno a esta situación.



Yo vivo en otra ciudad, así que viajé y al llegar a la ciudad donde viven los abuelos, me quedé a dormir precisamente en casa de ellos, pues al vivir solos, tienen un par de cuartos disponibles.



Pasados dos días, convencemos a la abuela que permita a una tía quedarse por la noche acompañando al viejo y que ella vaya a descansar a la casa (hasta ese momento, no había salido del hospital, acompañando al abuelo). Yo la llevé y para bajarle la angustia a la viejita (tiene 83 años), nos pusimos a hablar de otras cosas.



Le conté como me estaba yendo en el trabajo, que gracias a la tecnología podía trabajar de forma remota, de la familia, de los hijos, le pregunté de su vida, de mis tíos y tías, y así fue pasando la noche, hicimos algo de comer, luego nos sentamos a tomarnos una copa de vino antes de ir a dormir, y ahí los temas cambiaron, hablamos de todo un poco, hasta me contó que mi abuelo ya no era el mismo, que estaba muy lento, que casi no hablaba y que a pesar de vivir juntos, ella se sentía muy sola (y es muy lógico, pues es una mujer bajita, delgada, buena conversadora y muy activa a pesar de sus años), entre tantos temas y con la franqueza que estábamos hablando, llegamos a temas íntimos, al punto que me atreví a preguntarle algo que me inquietaba: ¿Abuela, hasta qué edad se sienten deseos sexuales?



Ella me miró, se sonrió y me dijo: “Ay mijo, cuando se me quiten, le cuento…”, nos reímos y seguimos hablando de cosas triviales hasta que ya eran las 9:30 de la noche y decidimos que era hora de irnos a dormir.



Mi abuela fue a darse una ducha y salió con una bata de dormir enteriza que le llegaba justo abajo de las rodillas y arriba tenía tres botones. Al salir ella, yo hice lo mismo, pero al no haber llevado pijama, salí de la ducha en bóxer con la toalla amarrada a la cintura. Mi abuela se estaba tomando una aromática con un par de pastillas calmantes, que le había recetado el médico para que descansara mejor y no se fuera a enfermar por la angustia y me dijo:



“¿Mijo, a usted le molestaría acostarse a dormir en mi cuarto?, es que llevo tantos años durmiendo en pareja, que ya no me acuerdo cuando fue la última vez que dormí sola y no sé, si pueda hacerlo.”



Yo le respondí: “Abuela, si no le molesta que duerma en bóxer no tengo problema, porque no traje pijama”. A lo cual ella no le vio problema. Y a los pocos minutos estábamos acostados en la misma cama. Una cama amplia de 1.60 m. Ella a un lado y yo al otro. Mientras me cogía el sueño, me puse a leer en el Smartphone y busqué “relatos con mi abuela”, y encontré un texto interesante que me calentó muchísimo. Ella, mi abuela se durmió pronto y la respiración se fue poniendo más pausada. No mucho después, ya roncaba suavemente. Se me ocurrió que si haciéndome el dormido, me arrimaba a ella, tal vez tendría la oportunidad de abrazarla y con suerte tocarle la cola.



Así que lentamente, poco a poco me fui corriendo hacia su lado. Siempre pendiente a que no dejara su respiración pausada, haciendo un movimiento a la vez y parando un buen rato antes de hacer el siguiente.



Habían pasado 40 o 50 minutos desde que se durmió y yo ya estaba a su lado, ella estaba acostada sobre su lado izquierdo dándome la espalda sentía su calor y lentamente me hice detrás de ella en “cucharita”, me aproximé un poco hasta sentir su bata de dormir y leeentamente y con muuucho cuidado pasé mi mano izquierda bajo la almohada bajo su cabeza, para acercarme mejor (Ella seguía dormida, no sé si por el cansancio o por las pastillas).



Esperé un par de minutos, tomé un poco de ánimo y me decidí y pase mi mano derecha sobre su cintura y la abrace. Ella dejó de roncar y suspiró un par de veces. Mi corazón latía muy fuerte, tanto que pensé que, si se despertaba, hasta ella lo iba a escuchar. Al minuto (que me parecieron 10), ella siguió respirando lento pero ya no roncaba. Lentamente, subí mi mano derecha y la coloqué sobre su pecho izquierdo por encima de la bata. Respiré profundo y luego crucé mi mano izquierda que la tenía bajo la almohada e hice lo mismo sobre su pecho derecho. ¡Estaba abrazando a mi abuela desde atrás y tenía mis manos sobre sus pechos!, tiene unos pechos bastante buenos para su edad. Mejor que muchas mujeres de 30 años (sé por qué lo digo). ¡Esto parecía un sueño!



Mi abuela de repente suspiro, y obviamente me asusté, pero me quedé quieto unos cuatro o cinco minutos disfrutando el momento. Mi abuela se acomodó un poco y volvió a dormir plácidamente, aproveche el momento y sin soltar el pecho derecho, solté el pecho izquierdo y con mucho cuidado desabotone los tres botones de la bata y acaricié el canalillo de sus pechos, luego deslice la mano lentamente hasta su cintura y la pase sobre su cadera y luego a lo largo de su pierna, hasta que llegue al final de su bata. La sensación de tocarle la piel de sus piernas es deliciosa. Sentir su piel en mis dedos, los nervios de que se despertara, el morbo de estar haciendo eso con mi propia abuela, todo eso hizo que tuviera una gran erección que, hasta ese momento a pesar de estar excitado, tal vez por los nervios, no había sido tan fuerte. Estaba a tal punto que si mi abuela se hubiese despertado en ese momento, la hubiera sentido.



Pasaron mil cosas por mi cabeza. Dudaba que hacer, si arrimarme más, si subirle la bata con la mano derecha, si meter mi mano izquierda por dentro de la bata y tocarle el pecho directamente. Dudé mucho del siguiente paso. Sobre todo, porque la respiración de mi abuela a pesar de estar pausada, ya no era la misma. Así que en una jugada no sé si llamarla atrevida o idiota, decidí hacer todo al tiempo.



Hice como que me acomodaba, puse mi paquete apretado a sus nalgas, metí mi mano izquierda bajo su bata y le cogí el pecho derecho y subí la bata con mi mano derecha acariciando su pierna, sintiendo la piel en todo momento, hasta llegar al calzón y la puse directamente en su cola. Sobre su calzón de abuela. Apreté un poco el botín que tenía en cada mano, en mi mano izquierda, tenía un seno mediano, suave al tacto, tibio, con un pezón exquisito y en mi mano derecha, la cola de mi abuela, una nalga bastante firme para la edad de ella. Ya con la bata levantada, ajusté mis piernas sobre las de ella. La sensación de ser descubierto, unido a la sensación de sentir la piel de mi abuela con mis manos y con mis piernas, es una cosa indescriptible.



Intenté meter mi mano bajo el calzón, lo cual fue infructuoso, solo pude tocarle la vagina sobre ese enorme calzón. Mi abuela, apretaba un poco las piernas y no podía ir más allá. De repente pareció despertarse. No escuchaba su respiración. Me asusté mucho, quede inmóvil y después de varios minutos al estar tan quieto, creo que me dormí y no me di cuenta de nada más. Así de sencillo.



Al día siguiente, al despertarme, mi abuela ya se había levantado. No sabía si ella se había dado cuenta de algo. Me levante un poco preocupado, pero la viejita me tenía listo el desayuno. Le pregunté cómo había dormido y me dijo que bien, me preguntó lo mismo y le dije que bien, pero un poco incómodo, porque realmente estaba acostumbrado a dormir desnudo. Ella me dijo, que ese era mi problema, que yo había dicho bóxer, si hubiera querido dormir desnudo debí decirlo. Y se rio.



El día paso normal, visita al abuelo en el hospital, hablar con tíos y tías, algo de trabajo y regresé en la tarde a la casa con la abuela. Debo confesar que estaba bastante preocupado. Como siempre conversamos un rato, mi abuela se ducho, salió en bata, yo también me duche y al salir con la toalla, ella de nuevo mientras se tomaba su aromática y sus pastillas, me dijo que si de nuevo podía dormir con ella, por supuesto le dije que sí. Y en ese momento, ella me dijo que si quería dormir desnudo o con bóxer o vestido, era problema mío y se acostó. Yo me acosté y una vez bajo las sabanas, me quité el bóxer, tranquilo de que ella no se había dado cuenta de nada, esperé pacientemente a que se durmiera. Una vez empezó a roncar, nuevamente hice lo de la noche anterior, me acerque a ella muy lentamente y pase mi mano bajo la almohada y una vez así, busque bajo la bata y llegue directamente a su pecho. Ella seguía roncando, así que sin dudarlo, baje mi mano por su cintura sintiendo la bata hasta la pierna y luego de regreso bajo la bata, subiéndola hasta la cintura y oh sorpresa, esta vez, no, había, calzón!



De veras, mi abuela NO tenía nada bajo la bata!



Pensé mucho al respecto. Tal vez se dio cuenta y quiere seguir el juego, o quiso experimentar que se sentía dormir sin interiores, o al bañarse no los llevó a la ducha y luego olvidó ponérselos, o fue casualidad. No lo sabía, pero quise pensar que quería seguir el juego y procedí a tratar de acariciar sus partes íntimas y ya sin ese horrible calzón fue fácil lograrlo.



Acaricie su vello púbico, era abundante, busque su rajita y escudriñe lentamente, estaba bastante velluda, pero seca, me humedecí el dedo con saliva y volví al ataque, las piernas ya no estaban tan apretadas, y pude llegar más abajo, hasta encontrar la entrada de su vagina, y en él si había lubricación, lubrique toda la rajita y su clítoris. Empecé a entrar y sacar los dedos, tenía unos labios superiores algo prominentes, acaricié y jugué un rato con todo eso, hasta que ella se movió un poco sacando su cola hacia mí. Yo estaba totalmente erecto, así que saque mi mano, cogí mi pene y desde atrás, sin soltar su pecho, empecé a masturbarla con mi pene, como si fuera un consolador. Subía y bajaba sin penetrarla, masturbándola, rozando su clítoris con la punta de mi pene. Eso estaba muy rico, hasta que entre sobada y sobada, lo fui metiendo lentamente. Al principio solo la punta, y volvía a masturbarla, luego nuevamente metía la punta y así por un rato, hasta que cada vez entraba más y finalmente terminé empujando adentro con muchas ganas. A ese nivel del partido, ya no me importaba si dormía o estaba despierta. Empuje y empuje mientras con mi mano izquierda le acariciaba y apretaba un poco el pecho derecho y con mis dedos apretaba un poco el pezón, mi mano izquierda abrazándola por la cintura, jugaba con su clítoris. El morbo era tanto que en menos de diez minutos me corrí abundantemente. Después de correrme como sucede a menudo, me entró mucho sueño y después de separarme un poco, me dormí.



A la mañana siguiente, igual que el día anterior, me desperté muy asustado por la reacción de mi abuela.



No sabía si el semen se regó en las sabanas, o la abuela se limpió o que pasó, pero igual que el día anterior al despertarme mi abuela me estaba preparando el desayuno. Me contó que había dormido muy bien. Desayunamos, nos arreglamos y salimos.



Aun me quedaba una noche más en casa de mi abuela, antes de tener que regresar. Fuimos al hospital, mi abuelo estaba mejor y en horas de la tarde le dieron de alta. Todavía estaba convaleciente, pero lo llevamos a la casa. A la casa también fueron mis tías, y ya entrada la noche, los tíos y algunos primos. Sabía que ya no me quedaban más oportunidades, estaba dado al dolor y como todas las noches, mi abuela se ducho, luego yo y al salir, ella se estaba tomando su aromática.



Para mi sorpresa, mi abuela me dijo: “Mijo, ya sé, que se va mañana, y quisiera pedirle un último favor”, -“Claro abuela, dígame no más…”



“Mijo, para que su abuelo descanse bien hoy, a Usted le molestaría que Usted y yo compartiéramos la habitación de invitados”.



-“Claro abuela, por mi encantado.”



“Pero la cama es más pequeña, ¿no será que duerme incomodo?”



Ante ese comentario, no pude resistirme a insinuarme un poco y le dije:



-“No abuela. Eso es como cuando se baila, entre más apretados, ¡mejor!”



Nos reímos y nos acostamos a dormir en una cama de 1 metro de ancho. Demasiado pequeña para dos personas. A pesar que mi abuela es pequeña y delgada, yo soy bastante grande. De todas formas, yo ya estaba muy confiado. Intuía que mi abuela lo sabía y lo disfrutaba, aunque de todas formas me quedaba alguna duda. Mejor ser precavido. De todas formas en esa cama tan pequeña desde el principio quedamos prácticamente en “cucharita”, así que, de entrada había adelantado mucho trabajo. Espere a que mi abuela se durmiera, respirara lento y empezara a roncar suavemente y procedí a hacer todo lo que ya sabía, nuevamente mi abuela NO tenía el calzón, empecé a masturbarla y rápidamente se humedeció. La empecé a masturbar con el pene y luego empecé a penetrarla, mi abuela parecía plácidamente dormida, pero no había dado más de dos o tres bombeadas, cuando mi abuelo tocio en la otra habitación, mi abuela, me dio un par de golpecitos en mi nalga con su mano y me dijo:



“Espere mijo, voy a ver que su abuelo esté bien, y ya seguimos…”



Se levantó, se bajó la bata y fue a ver a mi abuelo. Yo quedé frio, la viejita se dio cuenta todo el tiempo de lo que le hacía y yo pensando que estaba dormida. ¡Mi cabeza estaba a mil!, no sabía que pensar.



Después de un par de minutos, mi abuela regresó y me dijo: “Mijo, y ¿Usted no cree que cuando se está por fuera de la casa, se debe guardar algo para cuando regrese?”



Yo le dije: “Abuela, no se preocupe que siempre tengo algo para mi casa”



Me dijo: “Bueno mijo, Usted sabrá, mientras no tenga problemas, para mi mejor”, se levantó la bata, se acostó de espaldas a mí, acomodó la cola contra mi paquete, metió su mano entre sus piernas, tomó mi pene lo puso en la entrada de su vagina y me dijo: “y… ¿en que estábamos?”



La penetré inmediatamente, con fuerza.



Fue una noche espectacular, a pesar que no podíamos hacer mucho ruido, se hizo mucho, además de todo lo anterior, la bese apasionadamente, le chupe los senos, le mame esos pezones ricos, bajé, metí mi lengua por toda su vagina, mi lengua jugó con su clítoris, lo disfrutó mucho, la puse a mamar (no lo hace muy bien, creo que no tiene mucha experiencia), intenté metérselo por la cola, pero no me lo permitió, aunque me dijo que en otra ocasión lo intentaríamos, logré claramente que ella llegara tres veces y yo me eché dos polvos muy buenos, dormimos abrazados y nos tiramos uno más en la mañana antes de levantarnos. Fue una noche maravillosa.



El desayuno estuvo riquísimo, y al partir, mi abuela me dijo que no me olvidara de ella, que sabía que siempre sería bienvenido en su casa, en su cama y en su vagina.



Desde ese día la llamo un par de veces cada semana. Pienso a menudo en esa cola que será mía y no veo el día de regresar a visitar nuevamente a mis abuelos…


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 7.75
  • Votos: 4
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