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LA ÚLTIMA GOTA.

Se hacía tarde para salir de casa. Intenté en vano de peinarme el cabello. Medio me lavé los dientes, medio me afeité, medio me vestí.
Tenía una resaca extraña, no era uno de esos guayabos que dan cuando uno se emborracha; era una resaca por el mal humor, por andar demasiado tiempo en bus, por no follar.
Despertar tarde me hace odiarme a mí mismo. Madrugar me hace odiar a los demás.
 
Agradezco a los dioses que no tenga que escuchar noticias en las mañanas, y que me puedo tomar la tranquilidad de caminar hasta el primer paradero de buses, alrededor de veinte minutos, para poder obtener un asiento vacío.
Tomé mi chaqueta, saqué la mierda del gato, me vi al espejo y salí a la calle. Llovía estúpidamente, caía una lluvia que no es lluvia, una lluvia sin cojones que mojaba, mojaba sin cojones, pero mojaba.
A veces me levanto con el pié izquierdo por pura necesidad. Me refiero a que se puede ser un hijodeputa; se pueden ridiculizar los problemas todos los días y hacer con la mierda un trono. Pero el alma necesita descanso, necesita domingos de tristeza y necesita del alivio que solo da la pesadez.
 
Ella, la chica protagonista de este relato, tiene el cabello hermoso, un poco ondulado, un poco acariciador, un poco acariciable, no es demasiado baja ni demasiado alta, ella sonríe, su voz es delicada y manipuladora, y tiene unos ojos preciosos.
 
Ningún hombre puede enamorarse de un precioso culo. Un hombre sólo puede enamorarse de unos ojos, de una sonrisa delicada, de las palabras. Parece un cliché, un cliché demasiado vulgar. Pero no existe una manera de evitar que hable de la mirada de esa chica.
Si lo piensas descubres que una mirada hermosa tiene la habilidad de hacerte pensar muchas cosas:
Sonreír.
Invitar un café.
Hablar.
Acariciar.
Invitar una cerveza.
No hablar.
Besar.
Invitar más cervezas.
Chupar.
Soñar.
Ser chupado.
Ir a parís.
Venirse.
Enamorarse siempre y cuando nadie abra la boca.
 
(Abrir la boca) Resulta superfluo abrir la boca para hablar.
Ya no soy capaz de recordar cómo llegué tan cerca de ella. Tan atrevidamente cerca, que ella preguntó mi nombre y yo el suyo; Cómo si no fuera eso una desesperada excentricidad.
-Rubi. - dijo ella- Rubi, no rubí, Rubi sin tilde en la i.
-Como el tema de Monk. Respondí.
-¿cómo qué?
- nada. Soy Charly.
 
Hubo un silencio larguísimo como si todo estuviera sucediendo con lentitud. Tal vez, mi alter-ego sea capaz de decir algo después de lo patética que resulta una presentación, pero yo no pude soltar nada; si hubiese habido un ambiente, ese ambiente se hubiese vuelto mierda, pero yo la veía aún hermosa, veía como su mirada apuntaba a un hoyo negro que chupaba nuestros pensamientos, veía como se acariciaba un pié con el otro, se la estaba tragando el silencio, veía sus manos cruzadas delante y casi logro imaginar su vagina secándose sin perdón como el desierto; Y aparecieron unos tipos, amigos de ella. Ella me presentó ante ellos y creo que no pudo recordar mi nombre. Vas por buen camino, pensé.
Ella intentó huir con ellos, sus amigos reían demasiado y sus risas me aturdían, así que ella me dijo: me voy. ¿Vienes mañana? Pensé un instante, todo se volvió risas, demasiado color blanco, demasiados murmullos, ojos, sonidos de tambores, sangre que corre y palabras inoportunas. Pudo pasar un segundo, o quince, y le dije: esta puede ser la última vez que me veas.  
-¿coomo? -Abrió los ojos extrañada- ¿por qué me dices eso?
-¿te gusta el café?
-no, pero si me vas a invitar me tomo uno.
-entonces vamos, antes que se enfríe.
 
(Justo a tiempo)
Las chicas y los chicos son fundamentalmente la misma vaina; huesos, carne, sangre y mocos. Pero sus almas son distintas; como si fueran de distinta naturaleza. Como si las panteras y los caballos se hubieran apiñado en una madriguera y no les hubiese quedado más camino que matarse o amarse. Al final decidieron por las dos cosas.
Por otra parte mi mente errante se manda sola. Yo soy el vacío, mi mente es la forma y mi pene es dios. No sé cuál entre mis entidades es la responsable de sacarme de los abismos o cual se encarga de meterme en ellos. Pero al menos por esta vez, aquello del café me había rescatado.
 
Los dos pedimos café, a ella no le gusta el café y a mí me irrita el estómago; pero era imposible destruir el ritual.
 
-Explícame porque no estudias canto como casi todas las demás chicas de la facultad.
-Ay no, es que yo soy una persona muy diferente, me gusta marcar la diferencia- se acarició el cabello- todas las viejas estudian canto porque se quieren ver divinas y les gusta que las estén admirando.
-Ah, y entonces por eso eres guitarrista- Reí.
-No, pues yo estudio guitarra porque mi papi era guitarrista y yo desde muy pequeña ya cogía la guitarra y le decía a mi papi que me enseñara a tocar canciones- Ella me acarició la barbilla y me miró fijo a los ojos.
-mmm. Has tocado la guitarra casi toda tu vida; ¿entonces no tuviste amigos? - Reí de nuevo.
-Es que mira, yo siempre he sido una persona muy solitaria, y no me la llevo bien con las demás mujeres. Yo siempre tuve más amigos que amigas, y las demás viejas me tenían envidia porque todos los manes se la pasaban conmigo.
-¿Dónde escuché eso antes? Reí
-¿y tú donde vives Charly?
-tengo un alquiler cerca del centro- Sus ojos ya no me parecían tan hermosos y ella no entendía ninguno de mis sarcasmos, eso significaba que si no era tonta le faltaba bastante humildad.
 
(Chicas… la humildad no basta para enamorar a un hombre; pero la falta de ella destruye todo lo que hayas podido ganar con tu hermoso trasero.)
 
-¿y me invitarás a tu casa?- dijo mojándose los labios con la lengua.
-puedes ir cuando quieras, además tengo una buena colección de música.
-que chévere- intentó enredar una de sus piernas entre las mías. –si quieres yo te llevo una música súper chévere que me pasó un amigo.
-Sí, está bien. Pásame lo que quieras y también lo que te guste.
-¿y si vamos ya? Estamos cerca.
No pude soportar por más tiempo sus insinuaciones e intenté besarla. Ella fue esquiva.
-Entonces vamos a casa- dije
 
Existen dos tipos de personas que no puedo soportar: Los mamertos y los fantoches, de donde se derivan otra clase de criaturas particulares: los mojigatos, las chicas difíciles, los escritores de moda, los cantantes de moda, las princesas, los de izquierda, los de derecha, los darkies, los poetas dulces, etc. 
 
Los fantoches son peligrosísimos, ellos tienen muchas artimañas para hacerte caer en redondo entre sus mentiras. Ellos intentarán hablar de sí mismos, ellos siempre tienen y han visto mejores cosas que tú, te contarán historias mágicas sobre su heroísmo, y para que no les pillen utilizarán el recurso de parecer humildes, son absolutos vampiros psíquicos. 
Yo tengo una manera de reconocerles. Un espécimen de estos es incapaz de burlarse de sí mismo,  es incapaz de aceptar cuando cae en el ridículo e intentará reconfortarse diciendo tonterías y excusándose con cierto tono de seriedad.
 
Habíamos bebido lo que quedaba de una botella de whisky; Rubi estaba recostada junto a mí, y su cadera rozaba con la mía; ella hablaba sin parar y yo trataba de seguir cada palabra suya, pero era imposible, yo escuchaba cada palabra como si ella juntara vocales aleatoriamente, como si sus palabras no tuvieran significado o en el mejor de los casos como si me hablara en un idioma que yo desconozco.
Una parte de mi cerebro estaba conectada a su parloteo y otra parte estaba conectada con la música, pero ella puso su mano en mi pierna y mi cerebro se convirtió en pierna, ella seguía hablando y yo ya no escuchaba sus palabras. Empecé a pensar que el vacío de sus palabras no era un vacío, empecé a pensar que todas sus palabras tenían en el fondo un olor a sensualidad. Sus palabras no querían decirme nada, la esencia de sus palabras era hacerme pensar en su belleza. La pierna me temblaba, sus ojos habían adquirido un nuevo significado, ella era una fiera, una fiera hambrienta, era una virgen que después de mil hombres sigue siendo virgen, le acaricié el cabello y la besé; su boca hervía, sus babas eran ácido, sus dientes eran cadenas, la besé por cien horas; ella me sacó la camisa y llevó su mano a mi verga que se estaba poniendo dura. No paraba de tocarme, ella quería ser la dueña, ella quería provocar el hundimiento y tocar abismos, me sentía como un ratón que es tragado por una víbora, un ratón que mientras atravesaba el túnel experimentaba placer. Puse fuera sus tetas y ella aplastó mi cara con ellas, ella ponía sus tetas y su lengua en cada parte mía; luego fue desnudez, tomo mi verga y se la metió rápido como un tiburón hambriento tomando su presa, y así como el tiburón ella no paraba de desangrar su presa, no paraba de alimentarse, no paraba de moverse con cierta rabia, era insaciable y los dos lo sabíamos, y como el tiburón no dejó de tragar hasta que su presa no le dio más. Le unté todo el cuerpo, incluyendo un poco de pelo y la mejilla derecha.
 
Ella se levantó al baño, tardó un poco y al volver se metió entre las sábanas. Miró un rato al techo y rompió el silencio.
-yo tenía un amigo en la oficina que me coqueteaba y él era muy lindo conmigo. Pero a mí no me gustaba, es que a mí siempre me coquetean tipos en los lugares donde trabajo. Y hubo un día en que él me invitó a salir, y como era viernes pues yo acepté. El tipo me llevó a comer y como yo soy caderona y mi cintura es delgada, al llegar al restaurante unos señores que iban saliendo me echaron un piropo.  bla, bla, bla.
Perdí el hilo, ella siguió con aquello un rato, fui al baño, me vi al espejo, solo estaba despeinado, me vestí, bebí un trago de whisky y pensé en que resulta superfluo abrir la boca para hablar. 

Tal vez, habría sido mejor no conocer nuestros nombres. ©

 
Daniel Bravo
también puedes verlo en mi blog
http://relatos-indecentes-amores-testarudos.blogspot.com/
Datos del Relato
  • Categoría: Juegos
  • Media: 7.5
  • Votos: 2
  • Envios: 0
  • Lecturas: 4004
  • Valoración:
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