Katy entró en la sala con la idea de jugar, le llamó la atención del nombre de aquella sala, "gente divertida, amena", con la que pensó se podría hacer buenos amigos y amigas. Con la que se podría incluso tener una y porqué no relación esporádica. Ella jugaba con los nicks, con las cams, incluso hacía diabluras con la suya. De pronto, vio parpadear una lucecita, "hola", le dice un letrero, "me llamo Javier, ¿cómo te llamas, y de dónde eres?", preguntaba. Katy, nerviosa vio como alguien al otro lado se daba cuenta de que entraba en su cam. "¿qué quieres ver?", le seguía preguntando.
Katy a lo primero sintió un poco de vergüenza, pues a sus 25 años aunque no era una niña, todavía había algunas cosas que le "intrigaban y le daban un poco corte".
"¿tienes foto?", le preguntó aquella voz. "¿me mandas una"?, y Katy le mandó su foto, como si no quisiera la cosa. De aquella cam salió un hombre de mediana edad, apuesto, con una chaqueta y una camisa blanca y vio como se bajaba los pantalones y sacaba su pene erecto. Su mano se perdía entre su pene, y con la otra se acariciaba el pecho. Esto produjo en Katy una sensación "diferente", produjo placer e inquietud. Placer porque lo que ella veía, sólo lo veía ella, e inquietud de ver cómo un señor de mediana edad sucumbía a sus deseos.
Katy empezó a acariciarse, empezó a tocarse el pelo, la cara, los ojos, (brillantes como soles), empezó a tocarse sus lindos pechos y sin saber cómo ni porqué se soltó la camiseta. Katy bajaba su mano por su cintura, y llegó incluso, estando sentada a apretar las piernas. Mientras, Javier, se acariciaba todo su pene erecto, y apretaba los labios. "cómo me gustaría metertela", dijo una voz. Esto a Katy, le volvía loca, ya no cabía en sí, y sacó un consolador del mueble de su escritorio. Sacó también sus bolas chinas, y se las metió dentro de su coñito. "te la metería por detrás", dijo la voz, entonces ella, sin apenas articular palabra, se tendió en la cama, y dejó ver a Javier, contemplar a Javier todo un mundo lleno de deseos, enseñó a Javier cómo se masturbaba para él. Como se relamía de gozo, tendida en aquella cama, y como pasaba aquel consolador por todo su cuerpo, cómo lo relamía y cómo lo metía en su coñito bien humedecido.
Katy gemía, exhausta, había conocido el "juego perfecto", a la misma hora quedaría con Javier, y entre los dos descubrirían mundos inigualables.