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Hola, mi nombre es Alejandro y el relato que voy a contar me lleva a unas vacaciones en el norte argentino de hace un par de años. Me había ido con mi familia y otra familia amiga, que estaba compuesta por un amigo de mi edad (16 años en ese entonces), llamado Matías, su padre y su mamá, Karina. ¡Y qué mamá! Una mujer que ni siquiera llegaba a los 40, puesto que había tenido a Matías de muy joven, mantenida en una excelente forma, de bellas facciones y un busto voluptuoso, sobre todo para su cuerpo bastante pequeñito que no debía de superar ni el metro 65, ni los 55kg, aproximadamente.
En honor a ella me había masturbado muchas veces, pero en este caso no era ella quién despertaba mis ratones. Yo estaba acostado en el cuarto de mi habitación (tipo cabañas, alineadas horizontalmente en la planta baja, y no al estilo edificio), leyendo un libro que no tardó en ponerse candente y no pude evitar comenzar a tocarme. De todos modos supuse que nadie iba a acercarse ya que era un espléndido día de sol y todos estarían en la pileta; honestamente, el único motivo por el que yo no estaba allí era un pequeño dolor de cabeza que se hacía más intenso al estar expuesto a los rayos del potente sol. Sin embargo, mis sospechas eran equivocadas: con mi mano izquierda en el pantalón y la otra en el libro, me encuentro a Kari en la ventana, que aparentemente recién se había aproximado y no salía de su sorpresa con lo que veía. De todos modos, nada dijo, hizo como si no hubiese sucedido nada, echándome una mínima sonrisita y se fue, meneando el culo con la bikini bien ajustada.
Yo no sabía qué hacer, mi erección se había bajado al instante de lo nervioso que me puse al ser descubierto in fraganti, pero mi imaginación rápidamente empezó a volar.
Y más rápido aún, cuando ni 5 minutos habían pasado del suceso, se oyeron unos golpes a mi puerta. Era Kari, con un libro en la mano que aparentemente había ido a buscar y vestida con su bikini blanco que inevitablemente volvía sus pezones duros (supongo que por la tela o algo así) y había sido mi deleite en gran parte de mis vacaciones. Llevaba una sonrisa cómplice en la cara, y me preguntó, curiosa: "¿qué hacés acá con este calor que no vas a la pile?".
Procedí a explicarle lo de mi cabeza pero le comenté al pasar que ya me sentía mejor. Realmente, no me importaba un carajo a esas alturas mi cabeza superior, sólo pensaba en la de abajo.
- Che, Ale, decime, ¿qué estabas haciendo antes, cuando te vi por la ventana? - Largó Kari con la risita más suave y atrevida que encontró para ponerme incómodo como pocas veces.
- Nada, ¿por?
- Dale, ¡que no soy tonta!
- ...Y buen...¿Qué querés que te diga?¿Qué me estaba rascando...?- Pregunté, con un hilito de voz.
- No, Ale, ¡no te inhibas!Está bien, te estabas tocando...estás en edad... - Respondió ella y dejándome nuevamente mudo, inquirió - ¿Puedo pasar?
- Sí, sí, pasá.
- Mirá, vos no tenés por qué tener vergüenza - se largó a explicar en rol de profesora, - al revés, ¡soltate conmigo que yo soy mujer y te puedo ayudar! Si querés te doy una mano - me dijo, a la vez que me guiñaba un ojo.
Yo estaba atónito y no podía pronunciar palabra, hasta que Kari decidió romper el hielo estampándome un beso que no me lo olvido más. Su lengua húmeda se apresó de mi boca en un segundo y su mano ya estaba sobre mi bulto, que iba en aumento. Nos tiramos a la cama, durante la unión de nuestras bocas, y estuvimos como tres minutos dándonos como 2 nenes en su primer beso. Despés ella tomó mis manos y las llevó hacia sus preciosas tetas, haciendo que las sobara con fuerza. No tardó en desabrocharse el corpiño de la bikini para dejarme ver sus hermosos pezones, durísimos y con una aureola de considerable tamaño rodeándolos. Apenas vi ese espectáculo, no pude evitar seguir mis instintos y me avalancé sobre esos dos pechos que parecían un oasis, de donde no paré de beber.
Tras saciar mis ganas de chuparle las tetas a lo loco, ella me tumbó en la cama y empezó a masajearme suavemente la pija por arriba del shorcito. A medida que me lo iba bajando, junto con mi calzoncillo, iba apareciendo mi pene erecto, en un tamaño que nunca me imaginé podía llegar a adquirir, y no voy a alardear, pues no tengo más de unos 16cm. Sin embargo, juro que aquella vez yo la vi por lo menos de 20, y ella misma también se sorprendió gratamente, según lo que pude deducir de su sonrisa pícara.
No pasaron ni 2 segundos que ella ya se lo estaba metiendo en la boca, con gula y entusiasmo. Sus lengüetazos me proporcionaban una sensación única del calor que solo una buena mamada puede dar. Cada tanto, agarraba mi pito con su mano y lo frotaba contra sus tetas y sus pezones a la vez que me preguntaba con una voz de putita: "¿Te gusta así, Ale?". Yo mientras, ni le respondía, estaba soñando, con el mejor pete de mi vida.
Cuando terminó, se paró y me dijo: "Ahora te toca a vos", a la vez que se iba bajando la braguita y se acostaba en la cama.
Ahí nomás empecé a besarle y lamerle todo el cuerpo, hasta llegar a sus muslos. Allí me detuve, sobre todo en la ingle, hasta alcanzar poco a poco su conchita, que tenía vello sólo en forma de triángulito, arriba de ella. Comencé a morderle los labios suavemente con los míos, me la cogí con la lengua y finalicé con una bestial mamada de clítoris, a la que ella respondió con poderosos gritos y gemidos entrecortados.
Después de un ratito, me levanté, la arrimé al borde de la cama y me dispuse a penetrarla. Ella comprendió al instante y separó las piernas lo más que pudo, para facilitar el coito. De todos modos, con la lubricación que había entre saliva y fluidos, la metí de una, sin drama y comencé las embestidas, primero lento y luego cada vez más rápido, hasta ver sus tetas moverse de un lado a otro, al son de sus gemidos.
A continuación, Kari se levantó y se puso en 4 patas, para que me la coja tipo perrito. Esa imagen de su chochito mojado esperándome para que lo coja me puso a mil y no tardé nada en responder a su sugerencia. Sin embargo, apenas empecé a moverme, me dijo: "Pará, que yo soy la mayor, yo te voy a coger a vos...". Y ahí nomás empezó a balancerase ella hacia adelante y hacia atrás, a un ritmo pausado, dándome la posibilidad de masajearle bien las tetas.
Tras una lección de sexo que duró una media hora (o por lo menos así me pareció) y pasó por unas 4 posiciones, Kari me dijo con suma dulzura y picardía a la vez: "Quiero que me acabes en las tetitas", mientras se disponía a chuparme de nuevo la verga para que eso ocurra. Para mi vergüenza, no pude conterme y, entre los masajes de su lengua, sus labios y su mano, mi primer chorro se lo mandé directo a la boca, justo cuando ella me estaba bajando el miembro para que mis siguientes chorros impactaran contra sus hermosas tetas. Kari no me dijo nada del incidente, simplemente escupió el semen, y se lo esparcio por todos los pechos, dejándolos brillantes. Igual, una vez limpios y luego de darme el beso de despedida, me dijo sugestivamente: "La próxima me acabás en la boca, bombón..."
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