Era un día de verano, muy caluroso, tanto que la única forma de pasarla bien era en el agua.
Como no tenía bikini y no había nadie cerca, lo mejor era meterse al río sin ropa, y así lo hice.
De pronto, mientras estaba en el agua, me pareció ver a alguien detrás de un árbol. Lo primero que pensé fue en salir de allí, pero al fin y al cabo, yo no estaba haciendo nada malo, y él (porque era un hombre) parecía más sorprendido que yo.
Preferí hacer de cuenta que no vi nada, pero el saber que había alguien me excitó, al punto que empecé a acariciarme, primero tímidamente, después de una forma más obvia, sólo para dejarme ver, para ver si eso lo excitaba. Yo lo miraba de vez en cuando, y vi como comenzó a quitarse la remera, y a acariciar sus genitales.
En ese momento, no pude más y salí del agua, caminando hacia él.
Cuando entendió mi intención, trató de irse, pero nos miramos fijamente a los ojos, y nos entendimos sin palabras.
Me acerqué a él, desnuda como estaba y comencé a quitarle su ropa, pero sin dejar de mirarnos a los ojos.
Cuando ya estaba desnudo, tomé sus manos y las puse sobre mis caderas, para que él también pudiera animarse a acariciarme, tal como lo estaba haciendo yo en ese momento.
Comenzamos a explorarnos de a poco, nos besamos largamente, profundamente, y nuestros corazones comenzaron a latir más y más rápido.
Después de besarnos en la boca, comenzamos a besarnos y acariciarnos todo el cuerpo. Él besó mi cuello, y en ese momento creí que moriría. Después siguió bajando, pasando por mis pechos, mi vientre, hasta llegar a mi sexo, donde comenzó a juguetear con su lengua, hasta hacerme gemir de placer.
Luego, me tocó a mí excitarlo, por lo que esta vez, comencé a acariciar su miembro con mis manos y mi boca, besándolo y acariciándolo, introduciéndolo en mi boca, jugando con mi lengua, hasta el punto que casi no podía soportarlo más ninguno de los dos.
Después, lo guié a la manta que llevé y estaba en la orilla.
Cuando se sentó en la manta, lo tiré hacia atrás, subiéndome sobre él, tomándolo de las muñecas e impidiéndole que me toque. Mientras tanto, rozaba con mi sexo el suyo, para lograr excitarnos más, mientras que seguía besándolo.
De pronto, sin que me diera cuenta, sentí como su miembro comenzó a entrar en mí, y con un gemido de placer, cayeron mis defensas. Sin perder tiempo, él me giró sobre la manta, haciéndome quedar boca abajo. Se puso detrás de mí y comenzó a jugar con su miembro por mis nalgas, hasta que me penetró de a poco, suavemente, con ternura, casi como pidiendo permiso.
Cuando ya estaba dentro de mí comenzamos a movernos al unísono, rítmica y lentamente, gozando con cada uno de los sentidos. Él besaba mi cuello, y no pude contener un grito de placer. Sentía como su miembro seguía endureciéndose más y más dentro mío, mientras nuestros movimientos comenzaron a ser cada vez más rápidos, más apasionados.
Cuando no podíamos más, sentí como todo su cuerpo y el mío llegaba al éxtasis, y los dos explotamos de placer al llegar por fin al orgasmo.
Luego, salió lentamente de dentro mío, pero no se alejó, no, nos quedamos abrazados un largo rato, en silencio.
Nunca supe su nombre, ni él el mío, pero cada vez que vuelvo a ese río, no puedo dejar de pensar en si lo volveré a ver alguna vez.