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Juguete sexual 5 (mentol chino).

Juguete sexual 5 (mentol chino).

Si bien en anteriores ocasiones me habían cogido en la madrugada o en la mañana, aquella mañana fue excepcional, desde bien entrada la madrugada el Negro y su primo me habían usado a su antojo, cogiéndome varias veces. El Negro me había hecho vestir de colegiala, con una falda de su hermana y pantaletas de su madre y para colmo, me había violado con un bate de beisbol infantil.

Estaba él sentado en la cama, yo de rodillas con el bate metido en el culo (dando su otro extremo hasta el suelo, lo que evitaba que se saliera). La falda de colegiala apenas cubría mi culo, del cual se veía salir aquel mazo, con las pantaletas recogidas hacia un lado. Me dijo, se te ve de lo mejor esa falda, muy excitante tenerte así.

Mientras yo mamaba, el sacó un potecito de mentol. Se decía, que con mentol chino, el hombre mantenía una erección muy duradera, aguantaba mucho más antes de eyacular durante una relación sexual.

Entonces, untó un poco de mentol en la cabeza de su pinga. El pobre sintió un ardor tremendo, decía, argg, coño esto si arde, se quejaba mientras se apretaba la verga. No paraba de arderle. Como buena puta servicial, se me ocurrió soplarle la cabeza del palo, con lo cual alivié un poco su desesperación. A pesar de todo, el pene se mantuvo duro como un garrote.

Luego, más calmado, se ubicó detrás de mí, entonces me sacó el bate, no sé por cual razón, me orine involuntariamente cuando el palo fue retirado de mis entrañas.

Entonces él me quitó las pantaletas empapadas de orine. Después me empaló estando en 4 patas. Sentí un leve ardor en el ano, supongo que producto del mentol. Un segundo después la sensación de ardor aumentó, salté hacia delante haciendo que la macana se saliera.

Le dije oye no, que haces, me vas a echar mentol. El respondió, no tranquilo, debe ser el que tenía en la cabeza; siguió, ponte, ponte; indicando que pusiera el culo para penetrarme. Aunque me ardía, así lo hice y entonces me empaló a fondo en un movimiento rápido. Sentía él recto caliente. Me eche hacía adelante, pero el también, manteniéndome ensartado, hasta que llegué al borde de la cama y no pude huir más.

Terminé rendido, con el torso sobre la cama y de rodillas en el otro colchón. Una vez el observó que había recuperado el control. Comenzó a bombear mi culo, la sensación de ardor fue pasando hasta desaparecer.

No habría pasado mucho tiempo, cuando el primo se acercó al cuarto, supongo que hicimos algo de ruido y lo despertamos, en fin, se presentó en el cuarto. Recuerdo verlo de pie en la puerta, con el sol dándole por la espalda.

Dijo algo así, bárbaro, lo estás montando otra vez, hasta falda le pusiste. El Negro respondió, y eso no es nada mira, se peló (rasuró, depilo) completico. Entonces me sacó la tranca, se retiró un poco y me acomodó un poco la falda, dejándola caer sobre mis nalgas. El Negro comentó, vas a decir que no sé ve como una putica? Hasta buen culo y piernas tiene. El primo dijo, la verdad es que si.

Entonces el Negro volvió a empalarme. El primo seguía de pie mirando la escena. A pesar de las cosas que decía, al momento de la acción el primo parecía algo tímido. El Negro entonces lo invitó a participar. El primo se sentó en la cama y rápidamente acomodó su verga en mi boca, mientras el Negro continuaba encajándome.

Un momento después, el Negro le sugirió a su primo aplicarse también el fulano mentol. En tanto untó su glande con el mentol, enseguida comenzó a quejarse y yo a soplarle la cabezota para aliviar su sufrimiento. Después sólo lamía sus bolas, pues no quería mentol en mi boca.

De pronto el Negro paró de cogerme y su primo fue hacía atrás, me ensartó y comenzó a bombear. Quedé allí con el pecho sobre la cama y de rodillas, como si estuviera en 4 patas, disponible para ambos. Comenzaron a turnarse, cada uno le daba unas cuantas clavadas y luego venía el otro. No sé si el bendito mentol causó el efecto deseado (prolongar la relación), si fue porque a final de cuentas, eran el 3er y 4to polvo que ellos echaban esa mañana o si por turnarse y al estar fuera de mi les bajaba la excitación, pero fue una faena larga. Yo sentía placer, pero no lograba acabar nuevamente.

A decir verdad, llego un momento en que dejé de sentir placer, en que el ano, la entradita la sentía totalmente abierta y adentro sentía algo de dolor, no intenso pero si constante. Desde luego, cuando tocaba el turno del Negro y el desgraciado me ensartaba profundamente, la cosa no hacía sino empeorar.

El Negro dijo, estoy reseco y fue a buscar agua para beber. El primo se quedó cogiéndome muy fuerte, mis nalgas sonaban al chocar con su cuerpo, sus bolas con las mías. Aceleró el ritmo hasta acabar.

En esas volvió el Negro con una jarra de agua. El primo se retiró y yo me quedé allí en la misma posición durante la que estuve largo rato aguantando sus arremetidas. Por mis muslos bajaban un par de hilillos rojos, una mezcla de sangre, fluido anal y sudor. Con una faena tan intensa y prolongada, lógicamente me habían roto el culo. La sábana del colchón en el suelo era un desastre, salpicada de todos aquellos fluidos, incluso sucia por mí orina.

Ambos estábamos bañados en sudor, el por el suyo y yo por el mío y el de ambos machos. El Negro me dio un poco de agua. Secó su sudor con una toalla de manos y luego tomó la toalla y la mojó un poco. Me dijo, tienes el culo vuelto nada. Con el paño húmedo limpió un poco mi culo y piernas.

En realidad yo estaba muy agotado, cansado, ya no quería continuar, pero aún la verga del Negro estaba erecta, desafiante, insatisfecha, aún estaba sedienta y era a mí a quien le correspondía saciar su sed.

Me pidió acostarme boca arriba. Subió mis piernas hasta sus hombros, quedando mi culo a su merced. Esa posición permite una penetración muy profunda, creo que es la posición donde más adentro le pueden llegar a uno, brinda un excelente apoyo para que el macho bombee con fuerza y además permite un dominio casi total.

Me empaló nuevamente, lo sentí llegar hasta mis “tuétanos”, me lastimó en lo profundo. Di un gritito de dolor. Su rostro, que hacía rato no podía ver, denotaba placer, excitación por mi reacción. Siguió penetrándome con fuerza y profundamente. De cuando en cuando se clavaba tan profundo, que era inevitable quejarme de dolor. A pesar de aquello, yo no rezongaba, ni le pedía que no lo hiciera más, lo aceptaba sumisamente. Aunque ya no estaba gozando, era mi deber atenderlo hasta el final.

Aquella situación se prolongo, yo quería que el acabara de una vez por todas, le ofrecí una mamada, el no quiso. Entonces le pregunté, te falta mucho? El dijo, más o menos. Dije, ay Negro, por favor, acaba ya. Entonces el arremetió con mucha energía. Una y otra vez, una y otra vez. Comencé a sollozar como una hembrita, ay, ay, ay.

Me sentía desfallecer, como si ya no tuviera fuerzas para soportar aquello. Le dije, no, así no, me estás reventando. Sin embargo el siguió implacable. Dijo, bueno, no querías que acabara. Traté inútilmente de empujarlo, pero en esa posición no podía, además el era por mucho más fuerte que yo. Me sentí tan impotente, junto a toda la situación, que tuve un fuerte deseo de llorar.

Sin darme cuenta se me salieron las lágrimas. Eso lo estimuló, volvió a buscar mí boca, pero esta vez no lo rechace, correspondí a su beso entre lágrimas. Me sentía tan absolutamente sometido a él, así que me dejé besar. Fue la primera vez que un hombre me beso en la boca. Como comenté antes, increíblemente me había entregado a varios hombres sexualmente, pero nunca me habían besado.

Sólo entonces el redujo la velocidad del mete y saca. Antes que retornará a lo mismo le dije dócilmente, así no Negro, he tratado de aguantar pero ya no puedo, me duele mucho. Entonces él se reincorporó un poco y me siguió cogiendo pero ya no tan profundo. Luego comenzó a masturbarme suavemente, mi pene estaba totalmente flácido, eso solía sucederme cuando me cogían bien por el culo. Pero las caricias del Negro lograron que se fuera parando poco a poco.

Estuvimos un par de minutos más así. Me pajeaba mientras me cogía. De pronto el gruño, se inclinó totalmente sobre mí y volvió a incrustarme su garrote hasta lo más recóndito, dando un par estacadas muy bruscas. Finalmente logró acabar, eyacular dentro de mí.

Se reincorporó y sin sacarme su tranca me pajeo hasta acabar. Mi semen abúndate cayó sobre mi pecho, barriga y la falda, yo estaba muy cargado, pues desde la madrugada, sólo me había pajeado una vez. Tomé un baño y me despedí de ambos.

Aquella madrugada y mañana fui el juguete de aquellos dos tipos, en especial de mí amigo El Negro, quien disfruto a sus anchas de mi sumisión. Así, sobre el mediodía me marché a casa y termina este episodio, que para bien o para mal no fue el último, de una larga serie de cogidas que me dieron.

JP
Datos del Relato
  • Categoría: Gays
  • Media: 3.33
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