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Categoría: Maduras

Jugando con el culo de mi tía

Cuando me mudé a Madrid a los 15 años mi tía tenía 44. Nos mudamos a una casa muy cerquita a la suya al lado de la estación de Chamartín. En aquella época yo estaba empezando a tener mis primeras tonterías con chicas y, aunque mi tía estaba casada, yo no pude evitar fijarme enseguida en ella por lo redondeado de sus curvas y lo bien que las enseñaba o dejaba intuir a veces. Cuando bajábamos a la piscina, o cuando por lo que sea dormía en su casa y tenía ocasión de verla ligera de ropa, mi imaginación volaba. 



Pasaron los años 9 años, yo tenía entonces 24 y ella 53. A mí me seguía pareciendo atractiva con su pelo corto, su cuerpo menudo pero redondeado y unas tetas y un culo que pese a que ella solía vestir ceñido, se notaba que estaban ya algo caídos. Como decía, pasaron los años, y en una de esas ocasiones en las que dormía en su casa, mis tíos y mi prima se tenían que levantar más pronto de lo normal para ir a una boda en Cádiz, dejándome solo en su casa.



Cuando se marcharon de casa me levanté enseguida a mirar en los cajones de su ropa, algo que siempre me excitaba hacer. Había una cómoda a los pies de la cama y fue mi primer objetivo. De los cuatro cajones el primero solo tenía complementos, cinturones, pulseras, anillos.... El segundo estaba lleno de pañuelos y fulares que alguna vez también le había visto usar rodeando su cuello. Por fin en el tercero llegó mi recompensa y al abrirlo aparecieron ante mi sus braguitas y sujetadores. Desde luego había algunas bragas más funcionales, pero entre ellas se escondían tres o cuatro prendas de lencería realmente sexis. Una de ellas, de color chocolate y con encajes tenía unos lacitos a cada lado de lo más sugerentes. Otras eran negras y también de encajes, y jugaban con algunas transparencias disimuladas un poco a través de bordados. La imaginaba con esas bragas, unas medias oscuras y las botas hasta la rodilla que tanto me gustaban. Pasé un rato así, y luego, después de acariciar unas bragas blancas también con encajes y comprobar la suavidad de esa prenda que envolvía su coño con mis dedos, las guardé y cerré el cajón.



Nada pasó en los días siguientes, y cada vez que iba a casa de mis tíos, mi tía me trataba con total normalidad. Creo que me pillo un par de días mirando sus rodillas cuando estábamos en el sofá, pero más bien creía que era producto de mi caliente imaginación porque lejos de sentidse incómoda incluso una vez me pareció que se subía un poco la falda, de manera que se comenzaba a ver el principio de la liga de la media. No le di importancia, pero reconozco que me excitó ver un poco más de sus muslos, que para sus 53 años no dejaban de sorprenderme.



El sábado siguiente tenía que subir un taladro y algunas herramientas a casa de mi tía. Llegué poco antes de comer y mi tía me comentó que mi tío y mi prima habían ido a montar en bicicleta y que no llegarían hasta la tarde. Dejé allí las cosas y cuando me iba a marchar mi tía me llamó la atención. Oye, ¿es esto tuyo? Sostenía en sus manos una pulsera mía. Sí, le contesté. Hace unos días que le había perdido la pista, pero me imaginaba que alguna vez de las que había estado aquí casa se me habría caído.



¿Dónde estaba? Le pregunté. Ella se preparó para responderme y con una voz de la que no podría definir el tono me dijo que estaba en su habitación.. Yo no caía en cómo habrían llegado ahí, pero bueno, pasaba mucho tiempo en la casa y tampoco parecía raro. Le agradecí que me la devolviera y me preguntó si quería que me ayudara a ponérmela. Desde luego acepté la oferta y cuando la tenía cerquita y podía oler perfectamente su aroma a perfume me dijo: “Estaba en el cajón de mi ropa interior, mezclada entre mis sujetadores y mis bragas… sabes como puede haber llegado hasta allí?”



Su voz no sonaba para nada a reproche y a mi me excitó un poco la manera que tenía de pronunciar la palabra bragas y cómo me miró cuando lo hizo.  “La he encontrado esta mañana cuando he ido a vestirme y estaba eligiendo unas bragas que ponerme después de la ducha”



Todo en esa frase me volvió loco… volverla a escuchar decir bragas, imaginármela en la ducha, buscando entre su ropa íntima y viendo mi pulsera en su cajón. Ahora ella sabía que yo conocía esa ropa que envolvía su coño y su culo, unas partes que de momento sólo podía imaginarme… y que me había imaginado muchísimas veces.



Nada pasó durante un par de días, pero poco después tuve que ir a su casa de nuevo, y como abrí con la copia de llaves que yo tenía solo di un timbrazo en la puerta por cortesía. Abrí la puerta y la vi correr fugazmente, para luego, desde su habitación gritarme que estaba en la ducha y que se iba a vestir. Yo me acerqué a su habitación y pude ver la puerta entreabierta y en la rendija que permitía ver pude ver sus piernas y su torso. La verdad es que era como me había imaginado. Unas piernas bonitas que acababan en un culo algo caído. Un culo de 53 años al fin y al cabo. Justo al llegar se acababa de subir las bragas de color chocolate con un pequeño encaje que yo vi aquel día. Solo llegue a alcanzar algo de la rajita y ya me puso malo. Después se colocó una camiseta hasta los muslos y salió, pillándome frente a la puerta.  



Pasó a mi lado, rozándome y rozándose, para entrar al salón y sentarse en el sofá. Yo me senté frente a ella, en un silloncito. “Perdón por lo de antes, tía”, le dije. “No pasa nada” Yo no dejaba de pensar en lo poco de su culo que pude ver y no dejaba de mirarle las piernas. Mirándola así me acerqué a ella y le toqué la rodilla. No podía aguantar más. Sorprendida, mi tía me fue a hacer un movimiento para separarme, pero justo en ese momento y sin pensarlo, cogí su pie y lamí su dedo. Ahora tenía una mano en cada pierna y mi lengua con ganas de jugar. Se resistió un poco más sin ningún convencimiento y al final acabó abriendo las piernas para mi.  Las bragas que llevo ahora son las que estaban bajo tu pulsera. Me dijo… Me las he puesto muchas veces desde que la encontré. Allí estaba ella, a sus 53 años totalmente dispuesta y abierta, con la camiseta ya en la cintura.  Empecé a lamer la cara interior de sus muslos hasta las bragas. Lamí su piel por los bordes de las bragas mientras como podía miraba su cara de placer. Estaba a centímetros del coño de mi tía.



Poco a poco empecé a pasar mi lengua por encima de sus bragas, y con mi mano empecé a buscar sus muslos y su culo. Me encantaba su sabor y de vez en cuando le miraba a la cara para asegurarme de que disfrutaba. Mi tía tenía la cara echada para atrás y la boca abierta, y empezaba a gemir como yo escuchaba jadear a las putas en las pelis porno. 



Con sus manos empezó a apretar mi cabeza contra sus bragas y mis manos comenzaron a apartarlas para llegar a un coño con algo, no mucho, de vello y cuyos labios estaban tan mojados que hasta mi barbilla estaba chorreando en solo unos segundos del roce con su coño. Empecé lamiéndole el coño despacito y metiendo mi lengua, y cada vez fui llegando más abajo. Más y más abajo, hasta casi rozar su ano con mi boca. En medio de un gemido, mi tía se dio un poco la vuelta y me dejó frente a mi su culo. Un culo con el que había soñado muchas veces y que ahora era mío.



“Tía, quiero chuparte el culo y meterte la lengua dentro de tu ano…. Me dejarás?” Yo estaba dispuesto a hacerlo, pero quería escucharla a ella. Al principio me dijo solo un “sí” entre jadeos. Así que me acerqué a su oído y le susurré que me volvía loco por probar el sabor de su culo con mi lengua… y que si me dejaba. Esta vez me respondió un claro “lámeme el culo” que me excitó mucho, al igual que su movimiento para que su culo quedara más accesible. Le bajé las bragas y quedó ante mí un culo algo fofo, pero muy redondeadito y nada firme.  Empecé a pasar mi lengua por toda la raja de su culo pasando por encima de algunos pelitos y saboreándolo detenidamente moviendo mi lengua. Apreté mi cara al máximo y mi lengua entró dentro de ella arrancándola más sollozos entrecortados mientras que mis dedos se metían en su coño húmedo.



Me gritaba que le gustaba y que su culo era mío. Eran las palabras mágicas y mi polla estaba ya a punto de explotar. Tan dura tan dura que me la empecé a tocar mientras seguía con la boca en la raja del culo de mi tía. En un momento me dijo, vamos a mi cuarto, que tu prima tiene que estar a punto de llegar. Ella se levantó y yo seguía con mi boca en su ano. Dio un paso por delante y la pude ver desnuda para mi, con sus curvas y algunas de sus carnes ya caídas. Agarré sus bragas del suelo y enfilé el pasillo detrás de ella. Cuando estábamos a la altura de la habitación de mi prima la agarré por detrás, cogiéndole las tetas y la empujé a la habitación. La llevé hasta el escritorio donde mi prima estudiaba y allí la hice doblarse para delante y que me quedara su culo un poco en pompa frente a mi pene. Como su ano ya estaba muy mojado con mi saliva y con sus propios fluidos que yo había llevado con mi mano, me dispuse a metérsela por detrás. 



“De verdad que tu culo es mío, tía?” le volví a decir medio gritándola… “Porque tu sobrino lo va a penetrar”… jadeando ella me pidió que tuviera cuidado y que se la metiera despacio… como respuesta, le metí sus bragas en la boquita y empecé a empujar con fuerza. ¿Te gusta? ¿Te gusta? Le preguntaba mientras mi polla se abría paso en su culo maduro. Ella, con sus propias bragas en la boca apenas podía contestar, pero yo la notaba gemir de placer.



Durante un buen rato estuve empujando, entrando y saliendo de ella totalmente muerto de placer por lo que estaba haciendo. Mi tía tenía un culo muy apetecible desde aquella posición, y desde detrás yo podía apretar sus pechos y acariciar su cuerpo de manera muy sencilla. Cada vez un poco más rápido, le hice saber que estaba a punto de correrme, y que su culo era el que había conseguido sacar toda mi leche. Me moría por correrme dentro y finalmente un espasmo de placer me recorrió y acabé medio dentro medio fuera de su ano mi leche corriendo por la rajita de su culo. Quería escucharla jadear, así que le quité las bragas de la boca y con ellas limpié mi polla. Quería que mi tía no olvidara fácilmente como la había convertido en una guarra y por eso le dije que durante todo el día, incluso mientras luego cenara con mi tío y mi prima tenía que llevarlas puestas. Ella se quedó un rato tendida en la misma posición en la que acaba de ser dada por el culo. Le cogí una mano y se la pasé por mi polla y mis huevos para que notara la leche que había hecho que saliera. Después le llevé los dedos a la boca para que pudiera saborear la mezcla de su interior y mi corrida y le di la vuelta para mirarla bien y para que ella me viera.



Le di sus bragas y me quedé para verla vestirse y ponérselas con mi corrida, que coincidía justo con su coño. Me dijo que iba empapada y a mí me gustó imaginarla así el resto del día. 


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 10
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