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Hola a todos los seguidores de este sitio. Esta historia trata de cuando mi marido puso en marcha un juego de dominación y control para someterme a sus retorcidas ideas. Me describo para ustedes: soy una mujer de 40 años, morena clara, linda, ojos cafés y cabello largo color negro hasta media espalda, de complexión delgada, pero con un trasero firme y redondeado.
Mi marido sabe bien cómo excitarme con jueguitos calientes que a menudo solemos llevar a cabo. Un viernes él se fue trabajar y más tarde me despertó un mensaje de texto suyo: “Hoy harás lo que yo te ordene puta”. Uffff me encanta cuando se pone en plan dominante.
Durante el resto del día recibí varias instrucciones suyas mediante los mensajes que me envió: darme una ducha, depilarme perfectamente el coño y ponerme encima solo un abrigo largo que me cubría hasta la altura de la rodilla sin usar ninguna otra prenda por debajo, para luego trasladarme a un conocido centro comercial, específicamente al sexshop.
Arribé a la tienda y desde que entré iba ya muy mojada. Sin perder tiempo pedí al propietario me vendiera un par de bolas chinas, las trajo, se las pagué, las saqué de su embalaje y delante de él me abrí el abrigo, subí una pierna al mostrador y sin titubear introduje dentro de mi húmedo coñito el par de esferas que entraron como cuchillo caliente en mantequilla jajajaja. El locatario no tuvo ni tiempo de reaccionar, antes de que lo hiciera me di la media vuelta y salí contoneándome de ahí.
Lo siguiente que me ordenó mi cónyuge fue caminar por el centro comercial por varios minutos hasta que ya no aguantara más. Anduve deambulando de allá para acá por los pasillos, a cada zancada las bolas se agitaban dentro de mi interior, fue muy estimulante tener que contraer mis músculos vaginales para evitar que las esferas salieran expulsadas y si a eso le sumamos la emoción por estar en un lugar público sin que nadie supiera lo que sucedía debajo de mi abrigo, mi orgasmo era inevitable. Cuando sentí que ya me llegaba, apenas pude refugiarme en uno de los sanitarios, cerré la puerta y me corrí deliciosamente sin poder evitar que se me escaparan unos gemidos. A continuación, saqué mi móvil y con la cámara que trae integrada tomé una foto donde se podía apreciar cómo iban saliendo las bolas pegajosas de mi depilado coño, misma que envié a mi marido como lo solicitó. Luego de eso me tuve que secar pues mis jugos escurrieron por mis ingles (recordarán no llevaba ropa interior) y al salir una señora se me quedó viendo con ojos inquisidores, creo que me escuchó gemir jajajaja.
La siguiente fase del plan de mi esposo consistió en tomar un taxi casa y convencer al conductor de pagarle el viaje con una mamada. Salí del centro comercial, hice la parada a la primera unidad disponible y me subí en la parte delantera del coche junto al taxista, un tipo normal de unos 35 años. Le di indicaciones del domicilio y abrí la parte inferior del abrigo para que apreciara mis piernas, que por supuesto él observó descaradamente. Iniciando el trayecto comenté:
- “¡Mierda! He tirado en el centro comercial el billete con el que le pensaba pagar señor, lo lamento mucho. Me urge llegar a casa, si usted acepta le puedo compensar el favor, ¿qué me dice?” -le dije mientras le puse mi mano sobre su pierna derecha. Obviamente aceptó así que me incliné hacia él, saqué su verga del pantalón y comencé a mamarle. Astutamente me llevó a casa por la ruta larga para que le comiese la polla por más tiempo (por mi encantada, me fascina chupar). Justo como mis órdenes decían debía enviar una foto como evidencia, por lo que me tomé una selfie tragando ese pito y la envié a mi marido.
Llegando a casa me indicó que sacara una caja que él había metido debajo de la cama. Dentro había varios objetos, el primero se trataba de un pepino grueso, de más de 30 cm de largo. Tenía que ensartarlo en mi conchita sin ayuda de ningún lubricante excepto de mis propios flujos y correrme con esa verdura dentro. Me recosté en la cama y masajeé un poco el clítoris, solo como costumbre, para ser sincera aún estaba muy mojada por los eventos de hacía un rato, así que no tardé mucho en alistar mi coño para recibir aquel pepino. Me lo fui ensartando de a poco, sentí que mi vagina se expandía y miraba como ese monstruo verde desaparecía en mi interior. En cada centímetro que iba entrando pude percibir las pequeñas protuberancias del pepino que estimularon de una forma deliciosa mis paredes vaginales pues provocaron pequeños calambritos eléctricos, supongo que tocó fibras nerviosas que un pene real usualmente no lo hace. Pude meter solo un poco más allá de la mitad, suficiente para que en un par de minutos llegara un orgasmo muy intenso, y es que las dimensiones de aquel objeto me hicieron mojar toda la cama, expulsé bastante líquido transparente, mucho más de lo que normalmente arrojo. Nuevamente tomé con mi móvil una fotografía del pepino ensartado bañado en jugos, la envié y me quedé un rato dormida pues había sido un día ajetreado y debía descansar para lo que me esperaba más tarde.
Las instrucciones de la fase final fueron claras: a las 7:00 alistarme y a partir de ahí no podía hablar a menos que así me lo pidiera. Luego de ducharme otra vez, fue tiempo de usar el resto de los objetos contenidos en aquella caja: un diminuto atuendo de piel en color negro, unas esposas, un collar con una cadena larga y un par de tacones. Me puse el atuendo que a decir verdad eran solo tiras de piel, no cubrían gran cosa. Luego abroché el collar alrededor de mi cuello y la cadena la uní del otro extremo a las esposas que coloqué por atrás de mi espalda. Me tiré bocabajo sobre el sillón de la sala totalmente indefensa y restringida por las esposas y el collar. Esperé excitada por varios minutos pues imaginé algunos juegos de dominación con mi esposo.
Estuve ahí tendida a la expectativa hasta que escuché su coche llegar a casa, temblé de la ansiedad y emoción. La puerta principal se abrió y escuché pasos acercándose. Noté su presencia a mi lado y como jaló la cadena que unía el collar de mi cuello con las esposas en mis muñecas, eso obligó que mi cuerpo se arqueara hacia atrás. Colocó sobre mis ojos un antifaz parecido a los que se usan para poder dormir, me dejó en las penumbras. Me jaló del collar para hacerme bajar del sillón y ponerme hincada de rodillas en el suelo. No niego que me asusté un poco, sin embargo, mi conchita no dejaba de palpitar de la excitación.
Escuché una cremallera abrirse y su mano me tomó del cabello para acercarme a él. Sentí su polla en mi mejilla derecha, la frotó por toda mi cara, no pude evitar decir unas palabras:
- "Mmmm que rica verg..." -no alcancé a terminar la frase cuando ¡saz! una bofetada me calló al instante y me recordó que tenía prohibido hablar.
- “¡Cállate zorra, tu amo no te ha dado permiso de hablar!” -me ordenó. Fue ahí cuando sentí como un balde de agua fría, no por la bofetada, sino porque me di cuenta que la voz pertenecía a otro hombre que no era mi marido.
Forcejee, más fue inútil, el tipo me tomó por la fuerza e hizo que me engullera su verga. Creo que sentirse en control de la situación lo excitó porque noté su pito más erecto que un momento antes. Me obligó rudamente a pegarme más él, hizo que me atragantara con su miembro que con cada arcada se engrosaba más, quienquiera que fuese tenía buena herramienta. Poco a poco comencé a disfrutar de su verga, le tomé sabor y me acoplé a su ritmo.
- “Qué bien la chupas mujer. En verdad mamas de campeonato, no le creí a tu maridito pero veo que tenía razón” -me comentó burlonamente. Así estuvo mucho rato usando mi boca como si fuera un coño, hacía llegar su verga hasta al fondo de mi garganta y sus testículos pegaban en mi mentón, hasta provocó que se me salieran unas cuantas lágrimas. Luego se le ocurrió apretarme el collar que llevaba puesto para asfixiarme un poco sin permitir que parase de engullirle el palo. Cada que hacía eso soltaba carcajadas, disfrutó ver mi boca llena de pija y mi cara tornarse roja por no poder respirar bien
- “Bueno, ya basta con esto, vayamos a lo que sigue” – me dijo al momento que me levantó y empujó hacia el sillón. Me dobló hacia adelante quedando parada bocabajo con mi vientre sobre el descansabrazo.
- “Ahora verás cómo trato a las zorras como tú” -exclamó aquel hombre al tiempo que enfiló su herramienta directo a mi anito. Fue ensartando su verga sin mucho preámbulo, solo la colocó en mi entrada y la empujó hasta que sus huevos toparon con mis nalgas. Sentí que me atravesó con una barra hirviendo que iba salirme del otro lado por la boca. Comenzó su poderoso vaivén, yo bufé y grité como desesperada, el solo se rio y continuó atravesándome.
- “Jajaja ¿qué te pasa esclava, acaso te duele que te ensarte por el culo? Eres mía para hacer lo que me venga en gana ¿oíste? ¡Contéstame puta! ¿oíste bien lo que dije?
- “Siiiiiii” -le contesté con un grito largo.
- “¡Puta igualada, dirígete a mí con respeto o haré que te arrepientas!” -me reclamó.
- “Si mi amo, haré lo que me pidas” -sumisamente tímidamente.
- “Así es como debe contestar una vil esclava como tú, ¿qué te habías creído? Eres solo un objeto que usaré y luego te dejaré tirada aquí mismo” -me dijo con tono insultante. Sus palabras humillantes me mantenían sumisa y bajo su control. El móvil de aquel sujeto sonó y sin dejar de follarme el culo tomó la llamada.
- “Amigo mío, carajo, había olvidado marcarte, con lo ocupado que estoy jajajaja. Claro, todo ha salido muy bien, ahora mismo le estoy partiendo el culo a tu esposa, creo que le gusta lo rudo ehhh. Por cierto, tenías razón en cómo la chupa esta mujer, casi me corro en su boca amigo. Si, está bastante bien la zorra, vale cada centavo que te pagué por usarla”.
Era evidente que mi marido le marcó y charlaba con él. No podía creer lo que escuché, me vendió como si fuera una prostituta. Continuó la conversación:
- “Tengo que colgar amigo, me he desconcentrado con esta llamada. ¿Cómo dices? Está bien, dejaré el móvil en parlante para que escuches como la follo” -le dijo a mi esposo. Puso el teléfono sobre la mesa de centro que estaba junto al sillón y volvió de lleno a lo suyo.
Nunca imaginé estar en una situación como esa: un extrañó pagando una cantidad de dinero para someterme y encularme en mi propia casa, mientras mi esposo escuchaba todo del otro lado de la línea. ¿En qué momento se tornó aquello tan retorcido? Admito que follar con un desconocido es algo que siempre me ha producido mucho morbo, supongo que eso me hacía disfrutar del momento que a muchas otras mujeres les resultaría repugnante.
El hombre me taladró con furia y azotó fuertemente mis nalgas. Por sus movimientos y respiración agitada supe que su orgasmo vendría enseguida. No tardó en inundar mi ojete con chorros y chorros de semen caliente, cada disparó de leche lo sentí llegar hasta mis entrañas. Una vez que se vació adentro, se desacopló. Me desplomé sobre el sillón pues el cansancio me pasó la factura, aguanté mucho rato sus embestidas y nalgadas. El desconocido se sentó en el sillón junto al descansabrazos y me advirtió:
- “Que bien la he pasado en ese agujero tuyo. Ahora mismo me dejarás la polla reluciente, ¿Oíste puta?”.
- “Enseguida mi amo” -le contesté al momento que nuevamente engullí su verga. Mientras le comí la polla percibí como el semen brotaba de mi recién violado anito, se resbala por mis muslos. El hombre masajeó mis nalgas con su mano derecha mientras con la izquierda me forzó a hundirme más profundamente su pija en mi boca. En eso escuché la puerta abrirse de nuevo:
- “Pasa compañero, te estaba esperando. Aún queda puta suficiente para ambos” -dijo mi amo. La otra persona que entró a la casa no dijo palabra, ¿será mi marido? pensé. Solo pude oír cómo se quitó la ropa para segundos después poner sus masculinas manos sobre mis nalgas.
- “La enculé sin piedad y me corrí dentro ¿ya viste?” -parecía dirigirse al otro sujeto que me exploraba el trasero. Acto seguido sentí como el recién llegado comenzó a lamer mis muslos, recogiendo con su boca los restos de semen hasta que al último ubicó su lengua ¡dentro de mi ano! Eso me calentó como no tienen una idea, me puse a mamar con más fuerza y ahínco el tronco que tenía en mi boca. Luego de literalmente limpiarme el culo con su lengua, la bajó para trabajarme el coñito. Un aghhhh ahogado salió de mi boca, ansiaba algo de diversión en ese agujero desde hacía rato. Lamió toda mi conchita con lengüetazos lentos desde mi clítoris, pasando por mis labios y hasta toparse de nuevo con mi dilatado ano. Repitió esos movimientos varias veces, en cada repetición mi vagina se mojaba más y más. Después introdujo dos dedos en mi vagina, frenéticamente los sambutió y meneó en círculos dentro, casi me hizo terminar.
Unos momentos después cesó de lamerme y sentí la cabeza de su pene entrado por mi húmeda rajita. Fue entrando sin mucha resistencia, el pepino que tuve dentro esa tarde había dejado el camino más que espacioso jejeje. Comenzó con sus estocadas y se aferró a mi cintura para follarme con fuerza, más en ningún momento solté de mi boca aquella verga devoraba al otro hombre.
- “Jajajaja ahora tienes dos pollas para ti sola esclava. Eres más puta de lo que imaginé. ¿Te gusta cómo te follamos?” -me preguntó el primer sujeto.
- “Me encanta que hagan de mi lo que les plazca, soy su puta esclava” -le contesté.
- “Como has sido buena esclava me correré en tu cara. No dejes de mamar mi estaca zorra” -me advirtió.
El compañero al escuchar esto aceleró sus embates, me follaba a una velocidad increíble. Mis gemidos anunciaron a mi amo que mi orgasmo estaba en puerta, que en cualquier momento me correría. Al notarlo me jaló de los cabellos para retirar mi boca de su pija.
- “¿Qué haces esclava? ¿Acaso te he dado permiso de correrte? ¿Pensabas terminar sin mi autorización?” -me reclamó dándome nuevamente una leve bofetada en mi rostro. Hizo que su compañero se detuviera, le pidió que ya no me follara más. Me jaló de la cadena, me puso de rodillas y comenzó a deslecharse abundantemente sobre mi cara.
- “Ahora si esclava, te doy permiso que te corras con la pija de mi compañero. Me retiro, tuve suficiente por hoy. Te la dejo para que la sigas follando, haz con ella lo que quieras.” -comentó. Así sin más se vistió y se marchó, sin siquiera conocer su rostro.
El relevo me levantó, me quitó el collar y la cadena, mas no me removió las esposas ni el antifaz. Se sentó en el sillón y me jaló hacia él para que lo montara. Me ensarté su erecto pene de un sentón y comencé a cabalgarlo como loca. No tardé ni cinco minutos en correrme entre convulsiones y espasmos. Mi coñito palpitaba y contraje mis músculos vaginales para apretarle con más fuerza la pija, cosa que me produjo más placer en el momento del clímax. El tipo no pudo más y también terminó corriéndose dentro con chorros espesos y violentos.
Nos quedamos unidos por unos instantes, luego me removió las esposas y finalmente el antifaz. Cuando mis ojos se abrieron miré que se trataba de mi marido. Me abrazó y me llevo cargando hasta nuestra habitación, dormimos por muchas horas.
Hasta la fecha desconozco la identidad del hombre que fue mi amo aquella vez, quizá sea mejor así. Desde ese día comencé a idear la manera de vengarme de mi esposo, darle su merecido con una cucharada de su propia medicina, pero eso se los contaré pronto en otro relato.
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