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La discusión había terminado y como de costumbre él había tenido la última palabra.
O aceptas o esto se acabó. No voy a perder el tiempo, donde te encontré a ti, habrá más y seguro que mucho más complacientes y entregadas que tú...
En otras ocasiones habían hablado del tema y ella siempre se había negado. Pero esta vez el dejó muy claros sus deseos.
Si quieres ser mía, tienes que pertenecerme por completo y te guste o no, lo que me pertenece puedo entregárselo a quien quiera...
Entre irse y aceptar, optó por lo segundo. Bajó la cabeza sumisamente, mientras en la cara de su Amo se dibujaba una sonrisa triunfante.
Si accedía a ser entregada a otro hombre, simplemente porque así lo quería él, ya a pocas cosas se negaría. Había logrado que fuese suya completamente. El Amo estaba exultante en su alegría.
Así era como ella había llegado a la situación en la que ahora se encontraba. Atada en cruz boca arriba en una cama, desnuda, amordazada y con los ojos vendados. Totalmente indefensa ante la voluntad de dos hombres. Uno era su Amo, el otro para ella era un desconocido, aunque según él le había dicho, era alguien de toda confianza.
Lo que la tranquilizó no fue el grado de confianza que pudiese haber entre los hombres, sino el hecho de saber que su Amo estaría allí en todo momento y que participaría...
Una cosa es dejar que te use otro hombre y otra cosa es desentenderme de lo que pueda pasar. Además será toda una experiencia para ti ¿ No crees ?
De repente notó sobre sus pechos dos manos que se los oprimían sin piedad. Esa no era la forma de tocar de su Amo...
El hombre se los estaba amasando como si quisiera deshacerlos. Eran grandes y no les conseguía abarcar, así que primero los estrujaba desde arriba y luego desde abajo.
Tras esto, fueron sus pezones los que entretuvieron al hombre. Los pellizcó con fuerza hasta ponerlos duros y después se dedicó a aplastarlos entre sus dedos índice y pulgar como si quisiera juntar un lado con otro.
A ella le dolía, pero apenas podía emitir unos amortiguados gemidos a través de la bola que la amordazaba...
Estaba claro que el amigo de su Amo no iba a ser ni mucho menos delicado con ella.
Por fin dejó en paz sus martirizados pechos durante un rato. Pero fue para dedicarse a su coño, el cual abrió con dos dedos. Tras esto encontró el clítoris y lo pellizco fuertemente. Hasta que ella se debatió sobre a cama en un intento de escapar a la tortura. Entonces él se dedicó a jugar con su pequeño nódulo apretándolo hacia dentro como si fuese un botón. Esto no le dolía, pero le resultaba molesto.
Entonces sintió algo que la hizo encorvarse por completo por el dolor. Fue como si le atravesaran el coño con una aguja. Sólo era una pinza, pero nunca había sentido nada así. Su Amo jamás se lo había hecho. Tras unos segundos la sensación se hizo insoportable y comenzó a mover las piernas en un desesperado intento de que la pinza se soltase, pero eso no ocurrió, estaba bien sujeto...
Por suerte, su Amo salió en su ayuda...
Quítasela, es demasiado para ella, no soporta un nivel muy alto de dolor...
¡No me jodas! Pues ya es hora de que le enseñes a aguantar estas cosas...
Es mía ¿No? Pues lo haré cuando quiera. Y ahora quítasela de una vez...
Ella sintió un agudo pinchazo en el clítoris y después una maravillosa sensación de alivio. Se la habían quitado.
En el resto del cuerpo si las aguantará ¿N0? ¿O es demasiado delicada nuestra zorrita...?
Puedes ponérselas donde quieras.
El hombre empezó a trabajar. Ella notó como pronto de sus dos pechos colgaban un montón de pinzas haciendo sendos círculos alrededor de ellos.
Su coño también fue adornado con ellas. Contó cinco en cada lado. Tras esto sintió como las ataban con una cuerdecilla colocada alrededor de cada uno de sus muslos. Así sus labios estaban pinzados y abiertos, dejando toda su intimidad al descubierto.
El hombre empezó a dar golpecitos en las pinzas de sus pechos. También las retorcía o las juntaba entre sí. Al menos aquello no era tan insoportable y tampoco duró mucho, pues enseguida comenzó a quitárselas. Era más dolorosa la sensación del despinzamiento que llevarlas puestas. Y cuando el hombre apretó los pechos para que recuperaran su forma y desaparecieran las marcas, el gemido que sonó hubiese sido un aullido.
Por unos segundos, nadie la tocó. Sólo sentía las pinzas de su coño que hacían que este empezase a quemarle y el cuchicheo de los dos hombres.
Las manos que esta vez agarraron su pecho izquierdo fueron las de su Amo, cosa que el otro aprovechó para rodearlo varias veces con una cuerda de tacto suave, apretando fuertemente para luego repetir la operación con lo que quedaba de cabo en el derecho.
Sus senos ahora oprimidos por la cuerda, parecían a punto de reventar debido a la presión. Los sentía muy sensibles y supo que así era cuando dos pinzas fueron colocadas aprisionando sus pezones. Un par de lágrimas rodaron por su mejilla... Se las habían puesto en posición horizontal y enseguida entendió por qué.
Sus tobillo y muñecas fueron desatados, su Amo la cogió en volandas y le dio la vuelta. La iban a atar bocabajo dejándole las pinzas y las ataduras de los pechos. Su propio peso contra la cama hacía que aquello fuese más doloroso. Creyó que sus pechos explotarían en cualquier momento.
Esta vez la dejaron libre, pero el hombre le ordenó que abriera mucho las piernas y que se agarrara a los barrotes de la cabecera de la cama.
Ella así lo hizo, mientras sentía aquella dura mano acariciando sus nalgas.
Demasiado blancas y frías para mi gusto. Yo las prefiero rojas y calientes...
Pues si quieres nos ponemos a solucionarlo...
Ambos hombres rieron de forma cómplice.
No pasó mucho mucho antes de que el primer azote cayera sobre ella. Sintió el cuero de un cinturón manejado con fuerza y eso la hizo agarrarse fuertemente a los hierros de la cabecera y contraer todo el cuerpo.
Un segundo azote cayó desde el otro lado. Lo estaban haciendo entre los dos. Cuando uno alzaba el cinturón el otro la golpeaba, no tenía ni un solo segundo de descanso. Sólo podía llorar, contraerse y aguantar. Las nalgas le quemaban como el fuego cuando por fin decidieron parar.
Incluso se había olvidado de las pinzas que torturaban su coño hasta que unos de los hombres, no supo quién, desató las cuerdecillas y comenzó a quitárselas. Cada vez que saltaba una sentía aquel horrible pinchazo. Cuando no quedó ninguna, le apretaron los labios, que, en vez de relajarse, llegaron al máximo de su intensidad en dolor, era como cientos de agujas atravesándoselos.
Su Amo le ordenó ponerse de rodillas en el suelo, cosa que hizo entre amortiguados sollozos.
Aunque no podía ver el color de sus pechos porque tenía los ojos vendados, sospechaba que estos debían estar morados, como ocurre tras atarse un hilo en un dedo.
El amigo del Amo la liberó de la cuerda y de las dos pinzas, sentir como volvía a correr la sangre por sus senos fue al mismo tiempo delicioso y molesto.
Volvió a oír a los dos hombres susurrando. Seguramente planeando que hacer con ella.
Entonces oyó como alguien movía una silla. Efectivamente, el amo la estaba poniendo de lado a los pies de la cama.
No se esperaba que de pronto el otro hombre la cogiese rudamente por los pelos y tras ordenarle ponerse a cuatro patas tirase de ella usando el cabello como si fuese una correa de perro.
Se detuvo y ella oyó los muelles de la cama, debía haberse sentado sobre ella. Pero no soltaba su pelo, sino que lo usó para izarla un poco mientras le ordenaba acomodarse sobre sus rodillas.
Ella lo hizo y al apoyar su vientre sobre las piernas de él y notar el vello y la piel, comprendió que estaba desnudo. También notó el bulto duro y caliente de su miembro. Parecía largo y grueso. El contacto de aquella verga hizo que la recorriese un escalofrío de placer y su entrepierna se mojase un poco más. Todo lo experimentado hasta el momento la había hecho sentirse excitada. La mezcla del dolor y el placer era mucho más intensa que el placer sólo.
No tuvo que poner las manos en el suelo ni intentar hacer equilibrios sobre las rodillas del hombre, porque justo al lado de este, en la silla que había oído mover hacía un rato, estaba sentado su Amo, también desnudo. Sus pechos estaban apoyados en sus rodillas y la polla de él golpeaba su mejilla izquierda.
El Amo la agarró por el cabello y le acercó la boca a la polla. Ella enseguida entendió que quería que se la chupase, cosa que empezó a hacer con ansía, jugando con el miembro, saboreándolo mordisqueando la punta como sabía que a él le gustaba.
No había hecho más que empezar. Cuando notó unas fuertes palmadas que eran repartidas por sus ya ardientes nalgas.
Su Amo la cogía por la cabeza guiándola en cada movimiento y haciendo que la polla entrase casi hasta la garganta.
Notó que a él le faltaba muy poco para correrse, pero para sorpresa de ella en ese momento, los hombres la hicieron levantarse, cambiaron sus puestos y ella comenzó a ser azotada por su amo mientras tuvo que comerle su gran polla al otro hombre.
Éste último parecía estar excitadísimo y gemía largamente ante las chupadas de ella. La polla parecía aumentar de tamaño dentro de su boca mientras el movía las caderas brutalmente contra la cara de ella.
Entonces el amo dejó de azotarla ye inesperadamente notó como algo resbalaba por la hendidura de sus nalgas hasta su ano y allí era extendido por los dedos de él. Saliva seguramente.
Un dedo penetró en ella, mientras su boca estaba abierta al máximo para albergar la verga del otro hombre. La intrusión en su más íntimo agujero no le fue molesto en absoluto. Estaba acostumbrada a ello; incluso el segundo y tercer dedo entraron sin dificultad y lograron follarla con fuerza sin hacerle el menor daño.
Entonces, casi al unísono, los hombres dejaron sus agujeros vacíos y la levantaron.
Notó como unas manos que la trataban con ternura, su Amo, le quitaban la mordaza, mientras el otro hombre decía...
Quiero oír jadear con ganas a esta puta, quiero que se corra como una perra...
Volvió a oír chirriar los muelles de la cama y creyó que el hombre se estaba tumbando en ella mientras decía esto.
Entonces su Amo puso cogiéndola por un hombro la guio hasta sentarla a horcajadas sobre su amigo, cuya polla ya estaba esperándola para taladrarla según se sentaba.
Aunque ella estaba muy excitada, el grosor de aquel miembro hizo que le costase acomodarse sobre ella, pero una vez conseguido, pudo comenzar a botar mientras él la agarraba por las caderas para moverla a su antojo.
Unos segundos más tarde, la mano de su Amo se colocó en su espalda empujándola hacia delante obligándola a alzar un poco el culo, cosa que el otro hombre aprovechó para mordisquear los pezones.
Sintió como la punta de aquella polla tan conocida empezaba a atravesar los anillos de su ano e intentó relajarse para recibirla. La penetró de una sola vez, lentamente, pero hasta dentro.
Al principio los dos hombres no seguían el ritmo y ella no sabía a quién complacer en cada embestida, pero poco a poco los tres consiguieron acoplarse al ritmo.
Ella apoyaba las manos en el pecho del que la follaba por delante, mientras ellos se turnaban para acariciar sus pechos, pellizcar sus pezones o masturbar su clítoris. A veces los dedos de ellos pugnaban por alcanzar un mismo sitio y el placer se volvía sublime.
Ella no aguantaba más, sentir esas dos vergas horadándola con fuerza, era lo mejor que había sentido en su vida. Parecía tocarse a través de la membrana que separaba su vagina y su ano.
Al alcanzar ella el orgasmo, comenzó a contraer tanto los músculos de un sitio como de otro, proporcionando a los hombres un gran placer. Su momento culminante coincidió con el momento en que los chorros de semen de ambos hombres comenzaron a inundarla, llevando, lo cual hizo que sus contracciones fuesen hay más feroces, alargando el orgasmo de los tres, entre gemidos y jadeos.
Descansó sobre el pecho del amigo de su Amo mientras este reposaba su peso sobre la espalda de ella.
Así estuvieron hasta que las tres respiraciones se calmaron por completo.
Ella nunca supo quién había sido el hombre, pues la mandaron a ducharse y cuando volvió él ya se había ido.
Pero había sido una buena experiencia. Lo había hecho por deseo de su Amo, pero lo había disfrutado como si lo hubiese deseado ella...
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