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Demasiadas horas enfrascado en su tesis. Había días como éste en los que las ideas simplemente no le venían, se quedaban escondidas en algún lugar esperando una insospechada excusa para salir. Daba vueltas a sus párrafos, los reordenaba jugando con ellos para buscar inspiración, cuando el teléfono sonó. En la pantalla el nombre de Natalia.
Recostado en el asiento, tomó la llamada lanzando un resoplido de frustración por la mañana perdida. Al otro lado de la línea ella lo saludaba cariñosa, pero en seguida intuyó que sus intenciones realmente eran las de ponerle una vez más a prueba. Con tono firme le espetó que deseaba que se masturbase en ese mismo momento. Desconcertado y torpe, se dispuso raudo a cumplir con sus deseos, pues esa actitud sumisa en los juegos era algo que a ella le fascinaba. Desde su escritorio en el despacho de arquitectos, comandaba a distancia a su víctima sin inmutarse, con aire frio e indiferente. Con el auricular sujetado con el hombro, ella seguía tecleando en el ordenador mientras continuaba dándole instrucciones al teléfono.
Del otro lado percibía el sonido de las sacudidas, de los suspiros a solas de su hombre que obedecía a su dominadora particular. Le excitaba el tener la certeza de que podía controlarlo en cualquier momento, exigirle que cumpliera con sus antojos, sin importar el lugar ni el momento. El disfrutaba de sentirse poseído por aquella sensual y ardiente mujer.
Natalia disimulaba las instrucciones que le iba facilitando para no evidenciar la travesura que se traía entre manos. “Prueba un poco más lento” o “no te marches aun” eran los mensajes en clave que el angustiado reo de sus caprichos seguía sin rechistar. En ocasiones lo dejaba en silencio a solas, gimiendo con voz temblosa a la espera de más instrucciones. Si ella notaba que estaba yendo más lejos de lo permitido, lo hacía parar unos instantes, retorciéndose en la silla de desesperación, para seguidamente mandarle a reanudar al ritmo que ella improvisaba. En otras ocasiones le recordaba entre susurros que debía seguirle el juego, que no le estaba permitido alcanzar el éxtasis sin su permiso.
Continuaba trabajando sobre su escritorio apenas consciente en que en su propia casa las paredes ardían, los cristales vibraban y el aire se hacía denso y caliente.
En ese momento su víctima la deseaba como nunca, la sentía en su ausencia, alcanzaba a olerla, a contemplarla desnudándose en la habitación, duchándose, paseando la esponja por su cuerpo, secándose a los pies de la cama. Hasta que de repente dio la orden y oyó cómo a él le faltaba la respiración, sintiendo que no estaba allí, que moría por unos segundos. Una vez más ella lo había manejado a su antojo.
Del Mannual de Natalia la Dominadora. Juegos Eroticos:
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Me fascina Natalia la caprichosa con sus juegos eroticos