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Categoría: Confesiones

¡JOEL!

¡J O E L ¡


No es que no me gustara hacer o dejarme hacer lo que voy a contar; pero fue en contra de mi voluntad; obligada por alguien muy poco convencional; a decir verdad un delincuente. Mi prima Lucía ya me había hablado de su novio Joel: un hombrón de 1.83 m, cara cuadrada, cuarenta años, atlético, prepotente…armado; acostumbrado a tomar a las mujeres por la fuerza, sólo porque le gustan mucho y no puede evitarlo. ¡claro que se atiene a las consecuencias!. En dos ocasiones estuvo preso por violación y en esos días gozaba de libertad condicional. Mi prima lo amaba y lo sufría. No cabe duda: a cada perfil de hombre por muy deformado que sea, siempre habrá otro de mujer aún mas deformado en aparente compatibilidad. Ella justificaba su violencia, abusos, golpes que le propinaba cada día argumentando que en el fondo hay un ser tierno e indefenso, como un niño que de pronto llora, pide perdón, justifica su mal carácter aduciendo sufrimientos y malos tratos en la infancia-
Por razones de trabajo mi prima y yo tuvimos que viajar y hospedarnos juntas en un hotel. Siempre que salimos, las jornadas son agotadoras. Al terminar, mi interés se concentra en llegar al hotel; poner en orden mis cosas para el otro día, llamar a mi niña que estaba en casa, sola con la persona que la cuida:
¡Hola mi amor! ¿ merendaste?, ¿ te bañaste?. No te desveles porque mañana es día de escuela.

Noté que Lucía estaba nerviosa.
-¿qué te pasa?
-Es que….Joel está aquí
¿cómo que está aquí?...¿qué quiere?
Se va a quedar, ya me lo dijo.
En ese momento lo vi, salió del baño ajustándose el cinturón. Su porte era imponente, no me atreví a gritar ni escandalizar, ni amenazar. Como una idiota sólo acerté a decir con la mayor frialdad que pude conseguir: Hola. Él respondió a mi saludo con una sonrisa cínica. Con el mismo cinismo se quitó la camisa; mostró los pelos del pecho asomando por encima de la camiseta que cubría parte del torso. Los sobacos negreaban igual bajo los hombros musculosos y proporcionados. El tipo me pareció un animal peligroso pero irresistible; como cuando contemplas a un tigre de bengala: magnífico en su natural belleza, seductor; potencialmente violento y mortal. Todo está en la mirada; ahí se percibe la mansedumbre del gatito que desea una caricia consoladora o la fiereza del felino sediento de sangre a punto de lanzar el zarpazo. Lo miré a los ojos; no había mansedumbre, ni ternura, ni tristeza ni angustia, sólo lujuria y fuerza bruta. Nada inteligente, humano, se percibía en aquella mirada bestial. El tipo hizo una pose de macho caliente; entreabrió las piernas para destacar las formas masculinas debajo del pantalón vaquero muy ajustado; tocó las piernas, el abdomen duro y plano y oprimió a mano un falo que se adivinaba erecto y grande. Sentí miedo, sobrecogimiento y emoción. La mezcla de sensaciones humedeció por momentos mis manos y mi vagina. Me preguntaba: ¿qué va a pasar aquí?. En busca de respuesta volví la mirada a mi prima. Ella ardía de excitación, resoplaba calor de pasión. La piel chinita como de gallina ruborizaba al contacto de sus propias manos acariciando piernas y pezones por encima de la ropa.
El tipo sabía de su presencia viril; de la capacidad seductora de la expresión cínica y lujuriosa, de la fuerza que somete y excita porque muchas mujeres hemos fantaseado algunas veces con ser violadas; eso nos libera en lo íntimo de la responsabilidad de decidir por nosotras mismas. ¿Lo hago o no lo hago?. Hay mujeres que desprecian al novio porque no toma la iniciativa, no toma la decisión. Quisieran decirle: ¿para qué me preguntas?. ¡Tómame y ya!. Toma toda la responsabilidad por lo que pueda pasar. A mi sólo déjame gozar. Por eso nos excita el violador.
Mi prima me contagió su ardor. Joel se acercó a mi. Yo estaba hipnotizada, idiota, deseando ser poseída por aquel macho bruto que amenazaba lastimarme; pero al mismo tiempo prometía llevarme a extremos no conocidos de placer. Me tomó de los cabellos con calculada violencia. Me besó en la boca con pasión animal. Nuestras lenguas se trabaron; profundos intercambios de caricias orales, labios mojados oprimidos y deformes. Intensos estímulos acalambrados entraban por la boca y garganta, tomaban camino por la columna erotizando cada milímetro de piel. Pezones hinchados, sensibles al rose de la ropa que ya era un estorbo. Lucía hacía esfuerzos por retirar trapos: primero suyos, luego míos y al final de él. Cuando salió el pantalón, las dos queríamos ser primero en ganar aquel miembro hermoso, rosadito en el glande, húmedo en la punta. Como yo era su novedad, me dio preferencia para colocarlo en la boca. Con la mano apartó a Lucía quien se tuvo que conformar con los testículos o las nalgas. ¡Qué emoción!. ¡todo para mi!. Yo siempre he sido una mujer muy oral. Una de mis fantasías es decorarlo con crema chantilly, desde la corona bajando por el cañón surcado de venas hasta los testículos y el ano e ir recogiendo a lengüetazos cada porción hasta agotarla y seguir con la crema que sale a chisguetes por el orificio uretral. Cerré los ojos, imaginé mi fantasía y lamí, lamí, lamí con gula demencial alternando sorbos, mamadas y entradas hasta la garganta. El tipo bramaba como buey hambriento; pero no soltó prenda. Después de un rato, me ordenó empinarme. Yo temblaba de miedo y emoción. Mi vagina es muy estrecha; la penetración por ahí, si no es delicada, muy jugosa y blanda me lastima. Joel entró rompiendo; la primera embestida me arrancó un grito horrendo de dolor, las demás se acompañaron con placer; era eléctrica la sensación, un placer ascendente que corría encabritado sobre mi espalda bajando de la nunca por la línea de la columna hasta las nalgas; ahí se bifurcaba en ramales como un río de aguas broncas se metía en mi ano y remataba en mi cueva que ya no sentía dolor de tanto gusto. De pronto era yo el animal salvaje: elevada por el frenesí de ardores y sensaciones gritaba sin control a cada apretón de mi vagina que se vaciaba en oleadas candentes de licor y humor. Ayyyyyyyyyyyyyy, ayyyyyyyyyyyyy, ayyyyyyyy me matas, me matas ayyyyyyyyy. Él no terminó. Sacó su tronco y se lo dio a Lucía para que lo limpiara con la boca como un perrito. Yo me acomodé en su cara para recibir sus caricias orales, lo hacía con estudiada maestría: era un movimiento rápido, muy rápido alrededor del clítoris con incursiones profundas a los labios y después chupetes de caramelo en la puntita del botón y absorción como becerro mamando. ¡Ayyyyyyy!, ¡ayyyyyyy!. Otra vez grité y me dejé correr como condenada. Pensé que merecía un descanso y me eché a la cama boca arriba; pero nadie mas quería descanso, Joel me tomó de un brazo con su manaza de oso y nuevamente me puso en cuatro patas para entrar de perrito. A estas alturas ya nada me importaba. Mi vagina empapada seguía batiendo fluidos míos, de él y hasta de Lucía que siempre tenía la boca o la vagina cerca. Joel me decía: flojita, ponte flojita, no aprietes el esfínter y me metía un dedo en el ano. Lo estuvo lubricando, lo estuvo dilatando con las manos y de pronto ¡zas! La embestida brutal entrando por atrás. Yo nunca lo había tenido ahí. Otra vez dolor, otra vez placer, sólo que esta vez fue más dolor y después de la tercera embestida ¡más placer!. ¡Es la locura!. El placer se concentra en el esfínter, el pene entra, desgarra, calienta, quema y toca algo que es nuevo, diferente a todo lo anterior. En ese momento recuerdo que pensé: Si el cielo existe ¡esto es!. Nada que hubiese sentido antes se parecía a aquello. Sin exagerar puedo decir que era una mezcla aumentada de un súper orgasmo, evacuación del estómago y de la vejiga. ¡todo en uno!. Después que pasó el dolor empecé a sentir un agradable calorcillo que subía y bajaba por toda mi piel. A cada embestida me acercaba al ¡boooom! Inminente de mi ser. No estaba segura de poder lograr y menos de sobrevivir lo que mi cuerpo estaba a punto de hacerme. El detonador fue un par de nalgadas que Joel me regaló para ayudarme a explotar. Lo sentí en la espalda. Lentamente como negándose a entrar avanzó por la zona renal y estalló en mi vientre. Vibraciones previas ahí, aguardaban el momento de hacer caos liberando todo, ¡todo!, ¡todito!. La sensación subía y subía, contraía mi vagina unas tres veces; bajaba y volvía a subir, y cada vez derramaba algo como si estuviese orinando. Y cada vez me convulsionaba y gritaba como si estuviese en agonía hasta que caí desfallecida con una breve exclamación: uffff, ¡no puedo más!
Con la penetración anal me vine…ya no sé cuantas veces. Antes las contaba, pero me di cuenta que contarlas ocupa una parte de mi atención. Ahora sólo los vivo sin reflexionar cuántos son y creo que son más intensos y son más. ¡Guau!. Me olvidaba de mi prima. A decir verdad cuando yo estaba en el clímax, lo que menos me importaba era ella. A medias veía como se masturbaba con algo que podía ser un consolador de grandes proporciones; pero en un momento dado sentí como se pegaba a mis pezones cuando estaba yo en pleno agasajo con Joel. Nunca me han gustado las mujeres pero cuando tienes una boca pegada al pezón o a la vulva y sientes rico, ya no importa si es de mujer o de hombre. Para mi Lucía podía estar o no. porque era el macho lo que yo quería y llenaba mis ardores; pero aparentemente no era lo mismo para ella. Lucía quería besarme, amarme, comerme en cada beso, chupada y mamada que le daba a mi cuerpo. Después supe que ella armó el triángulo. Yo le agradecí por compartirme a su hombre aunque tengo que decir también que le agradezco a su hombre me haya enseñado gustos que no conocía y desde entonces no puedo perdonar no tener en un amante
Datos del Relato
  • Autor: Dany
  • Código: 4728
  • Fecha: 10-10-2003
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 5.78
  • Votos: 49
  • Envios: 7
  • Lecturas: 3006
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
La Naufraga...
invitado-La Naufraga... 30-11-2003 00:00:00

Yo tambien grito guau! al igual que la protagonista. Es una paradoja deliciosa como el ser controlado nos vuelve controladores al mismo tiempo. Impresionante llegar a un punto donde lo unico que impera es el placer, sin importar de quien provenga... es la maxima liberacion de libido, es la vuelta definitiva al instinto salvaje y animal que el ser humano parece haber olvidado hace ya mucho tiempo. Una vivencia explosiva, y por supuesto, muy habilmente relatada!!!

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