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Categoría: Incestos

Jacinta, la mujer del capador

Hace mucho, mucho tiempo, cuando yo era una bala perdida, vivía en una aldea, en la que también vivía una hembra por la que se vertió más leche en pajas de mozotes de la que da una vaca lechera al día



Esta hembra tenía 22 años, en aquellos días estaba preñada de unos cuatro meses y tenía un hijo de nueve meses. Era de estatura mediana, y no es que fuera guapa, pero tenía unas tetas y un pandero... ¡Qué tetas y qué pandero!



El capador, su marido, debiera dejar de follar con ella, o eso parecía por la forma que tenía Jacinta de mirar a todo hombre follable, pero siendo el marido capador había que tenerlos bien puestos para entrarle.



Tino no los tenía, pero pasó lo que pasó, y al final se la folló



Voy a contar en primera persona lo que me dijo:



-Ocurrió así. Yo estaba estudiando y fui al monte en busca de minerales, cuarzo, mica, feldespato... minerales para llevar a clase. Llegué a una cantera abandonada, donde lejos de las piedras crecía hierba verde, y la vi. Tenía la vaca apastando y ella le tiraba de una ubre y se bebía su leche. No tuve que ver más, me escondí entre unos arbustos. Saqué la polla y comencé a menearla.



Al ratito, mi prima Jacinta, se levantó el vestido y metió una mano dentro de las bragas. Yo estaba a punto de correrme. Me pregunté. "¿Voy, no voy, voy, no voy?" Fui. Ya no me acordaba de quien era su marido ni hostias. Jacinta me vio llegar con la polla en la mano, y debía de estar tan cachonda, que en vez de alarmarse, me preguntó:



-¿Anda por ahí alguien más, Tino?



-No, no vi a nadie.



Sin parar de masturbarse, me cogió la polla, la metió en la boca y al momento la tenía llena de leche. Se la tragó como si fuera leche de vaca. Luego me dijo:



-Necesito correrme o reviento.



Se siguió masturbando y chupándomela... La puso otra vez dura, y cuando pensé que me iba a decir que se la metiera, se corrió.



Al acabar de correrse, me dijo:



-Lo necesitaba, primo, lo necesitaba. Mi marido me tiene a pan y agua.



Le pregunté:



-¿Echamos un polvo?



-No puedo. Mi Carlitos está con su padre. Sólo vine a buscar la vaca y a desahogarme.



Me fui a buscar minerales. Jacinta cogió la vaca y se fue para casa.



Jacinta estaba muy buena pero era una zorra. Se las apañó para discutir con su marido y así ir a dormir a la casa de su tía, mi madre, sabiendo que esa noche iban a ir mi madre y mi padre a buscar café de contrabando a Portugal.



Después de irse mi padre y mi madre, nos fuimos para cama.



Ella se acostó con Carlitos en la cama de mis padres. Yo en mi sitio, en un viejo catre, que estaba separado por un tabique de esa habitación.



Jacinta, pasado un tiempo prudencial, me dijo:



-Ponle la tranca a la puerta. No vaya a ser que aparezca por ahí el saca huevos.



Fui en calzoncillos a poner la tranca a la puerta. Cuando volví ya mi prima estaba en el catre. Yo le dije:



-¿No estaríamos más cómodos en la cama grande?



-La mancharíamos y nos descubrirían. En el catre ya está tu madre acostumbrada a ver el amarillo que deja la leche de tus pajas al secarse. Quita los calzoncillos.



Lo tenía todo bien pensado. Quité los calzoncillos. Ya estaba empalmado.



Se quitó el camisón y las bragas. Después se quitó el sujetador. En las copas tenían unos pequeños algodones, que más tarde descubriría para que le servían. La luz de la bombilla del palo del camino, al estar las contras abiertas, entraba por la ventana y mostraba en todo su esplendor aquel cuerpo moreno. Sus tetas eran inmensas, tenían grandes areolas negras y tremendos pezones. Su coño estaba rodeado de una gran mata de pelo negro, sus axilas también estaban pobladas. Me dijo:



-Cómeme el coño.



En mi vida había comido un coño, es más, nunca había tenido uno delante. Metí mi cabeza entre sus piernas. Se lo lamí. Me encontré con un pequeño pantano de mocos. Al principio, con la sensación, casi vomito, pero una vez los probé me gustaron. Jacinta puso un dedo en el clítoris, que hasta aquella noche yo no tenía puñetera idea de que existiera, y me dijo:



-Lámelo y chúpalo.



Lamí, chupé y sentí curiosidad. Aparté los pelos con dos dedos y vi que de debajo de un pequeño capuchón salía una puntita roja. Apreté hacia atrás el capuchón y vi que la puntita era el comienzo de una diminuta polla. La lamí y Jacinta comenzó a gemir. Le gustaba. Después lamí, y lamí, no porque me gustara, si no porque Jacinta me dijo:



-No pares, primo, no pares, más rápido, no pares, más rápido, no pares que me corro, que me corro que me corro que me corro que me corro que me corro que me corro. ¡¡Me corro!!



¡Y cómo se corrió! Encharcó las sábanas de jugo. Sus gemidos eran escandalosamente sensuales, y sus temblores de enferma.



Al acabar de correrse, mi polla estaba mirando para el techo, y al ponerme a su lado y ver salir leche de sus tetas, casi echa a volar.



No pude evitarlo. Le chupé las tetas y mi boca se fue llenando de leche. Jacinta, me dijo:



-Bebe la quieres que me sobra. Hasta le tengo que poner algodones a los pezones para que no me manchen el vestido...



Bebí hasta que mi polla no aguantó más. Le dije:



-Te la tengo que meter. Date la vuelta.



-Mejor, subo.



Subió encima de mí. La muy zorra, como vio que me iba a correr, la metió en el culo y empujó. Me corrí como un bendito. Me iba corriendo y ella la seguía metiendo. Acabé de correrme y me siguió follando. Vi como metía dos dedos y comenzaba a hacerse una paja. Me preguntó:



-¿Te gusta mi culo?



-¡Ni te imaginas la cantidad de pajas que tiré pensando en él!



-¿Me lo follabas en tus fantasías?



- Sí. ¿Te te gusta que te lo folle?



-¡No lo sabes bien!



Mi polla, poco a poco se fue poniendo dura. Al tenerla tiesa le follé el culo con fuertes arreones... Sus tetas no paraban de soltar leche. Me las dio a chupar y se las mamé. Las chupó ella y bebió su leche. Con la leche cayendo por la comisura de sus labios, la besé, y después le dije:



-¡Te voy a llenar el culo otra vez!



Jacinta, que estaba a punto de correrse, sacó la polla del culo y la metió en el coño. Besándome y follándome muy despacito, me dijo:



-Espera y córrete conmigo, -beso-, espera, -beso-, espera, -beso-, espera, -beso-, espera- ya, ya, ¡ya!-le llené el coño de leche- ¡¡¡Ooooooh!!!



La noche fue larga, fue tan larga que siguió un mes después de que Jacinta diera a luz.



Se agradecen los comentarios buenos y malos.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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