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Isla Italiana.

Y así mi chorito se contraía en un potente espasmo, mis caderas embestían la verga que estaba dentro de mí, él sostenía con fuerza mi cuerpo excitado, los intensos embates a mi chuchita rebosante de secreciones, hacían salpicar gotitas que corrían profusamente hacía abajo por mis piernas, haciendo casi un charco en los azulejos del piso, estábamos de pie, mi hermano resoplaba y gemía con fuerza, los golpecitos de su lechita tibia en los sensibles pliegues de mi chocho, me causaban escalofríos de placer, contorsiones involuntarias de mi torso, me estaba corriendo una vez más en la verga de mi hermano … ¿Cómo llegamos a este momento en nuestras jóvenes vidas? … enseguida se los cuento.

 

 

Alfredo es mi hermano mayor, él tiene 18 y yo 17, desde siempre hemos vivido con nuestra madre, no tenemos recuerdo de haber tenido un padre, mi madre dice que Alfredo era un niño pequeño y ella estaba embarazada de mi cuando nuestro padre desapareció en Alemania, porque él era alemán.

 

 

Yo soy Valeria, mi hermano y yo, desde niños siempre jugamos juntos, siempre con mucha inocencia, el juego del doctor, el juego de recién casados, el juego de las escondidas, y tantos otros, pero estos juegos en particular, poco a poco que crecíamos, iban teniendo un carácter diferente, no quiero decir ni erótico ni sexual, porque a esa corta edad no sentíamos nada de eso, pero si una curiosidad espontanea, tanto yo como él descubrimos que no éramos iguales, él tenía una parte que yo no tenía, su palito y yo mi fisura.

 

 

Al colegio descubrimos que había niñas y niños, penes y vaginas, nos causaba risas estas diferencias, más aún los nombres, a siete años no entiendes todo lo que eso involucra, persistíamos con nuestros jueguitos siempre en la más absoluta candidez de la niñez, cosa que al cabo de algunos años cambiaría del todo nuestras vidas.

 

 

Nuestra mocedad llegó después de los diez años para mí y él poco más de once, comenzaron sus primeras erecciones, él no sabía porque y yo me mataba de la risa porque lo veía conturbado y confuso, luego me llegó mi primer periodo y solo él lo sabía, confiaba totalmente en él, me ayudó a sobreponerme de mis miedos.

 

 

Me había acostumbrado a ver su miembro de vez en cuando muy tieso, hasta que un día no aguanté más y se lo toqué, mi hermanito dio un respingo … ¿te duele? le pregunté … no … respondió él … continué a tocarlo y él comenzó a moverse como incomodo … ¿te duele? … volví a preguntar … ¡no! pero se siente extraño … dijo … ¿extraño como qué? … comenzaba a jadear como si le fuera a venir un mal … lo veía como que no le salían las palabras, me estaba asustando, respiraba con afano, así que le solté su pija … ¡no! ¡muévelo! … ¡muévelo! … así que le agarré su verga y se la moví con más fuerza … algo liquido salto hacía mi cara, era tibio, le solté su coso asustada … se quejaba y se había ido hacía atrás en la silla, mientras de su polla continuaba a salir ese líquido … eso fue el inicio de un incontable número de pajas que yo le hice a mi hermanito, aprendí a disfrutarlo y a él, por supuesto, le encantaba.

 


Alfredo siempre fue un poco retraído, pero los cambios que tenía mi cuerpo no los dejó de notar, después de los doce años mis senos crecían como un poco todos los días, le enseñé mi pubis cuando me salieron los primeros vellos y él quiso tocarlos, sus dedos exploraron mi zona pélvica como cuando jugábamos al doctor, solo que ahora yo estaba sintiendo algo en mis entrepiernas, sentía una sensación placentera y sentí que se humedecía mi sexo, él me había mirado dentro muchas veces y no sentía lo que ahora me hacen sentir sus dedos en la proximidad de mi chocho, cuando uno de sus dedos rozó mi clítoris me hizo brincar, él se asustó … ¿te he hecho daño? … me preguntó … ¡no! … se siente rico … le contesté, coquetamente … su cara se iluminó … ¿puedo hacerlo otra vez? … preguntó … ¡sí! hazlo … le respondí muy segura de mí, desde entonces comenzamos a pajearnos juntos.

 

 

Por otra parte, nuestra madre trabajaba todo el día, lo que más le preocupaba a ella era nuestro desempeño en la escuela, afortunadamente ella tiene un buen trabajo en el municipio y nunca nos ha faltado nada, aquí en la isla de Ischia, tenemos una vida relajada, la casa es una herencia de nuestros abuelos, mi madre como hija única heredó no solo nuestra casa, sino también otras propiedades, incluyendo un pequeño hotel frecuentado por turistas, generalmente alemanes.

 

 

Durante los meses de verano, estábamos siempre en traje de baño, mamá si no estaba en el trabajo, estaba en el hotel, su segundo trabajo, así que normalmente estábamos nosotros dos solos en casa.

 

Cuando ambos comenzamos a descubrir los goces del sexo, no pudimos detenernos más, yo quería saber, quería entender, quería experimentar, Alfredo era más recatado y vergonzoso, a veces me sacaba de mis casillas porque me parecía que casi lo obligaba a hacerme cosas, me sentía siempre asombrada como le crecía de grande su verga, con el tiempo supe que mi hermano era bien dotado y su verga tenía tamaño XXL, sentía cosquillitas en mi chocho cada vez que mis dedos envolvían su polla, con once añitos, jamás pude cerrar mis dedos alrededor de su polla cuando estaba erecta, mis manos eran demasiado pequeñas para su verga.

 

Muy temprano descubrí que, refregando su verga contra mi panocha, me hacía sentir escalofríos enloquecedores, así fue poco antes de mi once años, tuve mi primer orgasmo intenso, mi hermano preocupado al verme convulsionar casi en agonía, con sacudidas y chillidos, se impresiono tanto que estuvo varios días negándose a hacer nuestros jueguitos, solo que yo me sentía igual de cachonda y en las noches me metía los dedos en mi vagina, haciendo chapotear mis deditos en aquel charco de humores, me sentaba en la cama y me estiraba mis grandes labios, haciendo salir los pliegues rosados de mi chocho, hasta cuando no sentía los espasmos y convulsiones de los que ahora sé, eran orgasmos múltiples, pero no me satisfacían como cuando lo hacía con mi hermano.

 

Sexualmente hablando yo sólo conocía a Alfredo, así que cuando sentía esas cosquillas en medio de los muslos lo buscaba a él, para mí él era mi juguete favorito, cuando llegué a los trece, vi a Alfredo con otra chica, allí descubrí los celos, él es mío, todo mío, tuvimos una pelea como de pareja de enamorados, lo gritoneé, lo insulté y lo amenacé, Alfredo se asustó bastante y no volvió a ver a esa zorra.

 

De todas maneras, nosotros no teníamos relaciones sexuales completas, solo nos masturbábamos y toqueteos varios con besos llenos de pasión, como máximo yo lo cabalgaba y frotaba mi chuchita sobre su pene hasta correrme como una loca con mis sacudidas y espasmos que tanto asustaban a mi hermano, pero a veces me parecía notar que él no participaba con la misma efusión con que yo lo hacía, quizás tenía algún tipo de remordimientos al ser mayor que yo y darse cuenta de que lo que hacíamos no estaba bien, en cambio yo me entregaba totalmente a él, yo me sentía su mujer y quería ser su hembra, quería que él me rompiera el chorito todos los días.

 

Recuerdo la primera penetración, un 9 de noviembre, faltaba pocos días para mi decimoquinto cumpleaños, mamá había ido a Nápoles por su trabajo, había autoridades que venían a la región de Campania y ella integró la comitiva de nuestro municipio, me levanté como a las diez, Alfredo estaba todavía en su cama, estaba muriendo de ganas por ir a su habitación y jugar con su hermosísima verga, así que preparé café para él y se lo lleve a su cuarto, él estaba cubierto hasta la cabeza … hace frio me dijo … yo me había puesto una polera muy ajustada que hacía notar mis tetas incipientes, quería sentir sus ojos deseosos sobre mí, en cambio él somnoliento, se enderezó en un codo, bebió de prisa el café y se volvió a cubrir con las frazadas.

 

Me metí a la cama decidida, le bajé el pijama y tomé su pene algo flácido, comencé a masturbarlo para hacerlo crecer, moví hacia atrás su prepucio y su glande bruñido pareció florecer ante mis ojos, comencé suavemente a pasar mi lengua por el pequeño hoyito de su verga que comenzaba a despertar con latidos y vibraciones, envolviéndolo con mis labios me lo tragué hasta que tocó mí paladar, una, dos, tres veces, poco a poco acostumbraba mi boca para tragarlo todo hasta mi garganta, lo mamaba lentamente y luego aumentaba la velocidad, pronto sentí su vello púbico en mi barbilla y su polla entera estaba descendiendo por mí garganta.

 

Acariciando sus cojones aterciopelados, su polla estaba dura como mármol, la agarré firme y azoté mis labios mientras lo miraba como se contorcía bajo mis lamidas, la lujuria se apoderaba de mis acciones, quería más, esta polla me pertenecía, la única hembra a succionar esta pija debo ser yo y así me acomodé y con toda la velocidad posible me la tragué innumerables veces, hasta que sentí un poco de cansancio en mis mandíbulas que chupaban y chupaban, mi hermano acariciaba y tironeaba de mis cabellos enloquecido, justo cuando lo presionaba con mi garganta, sentí los primeros borbotones de semen descendiendo por mi esófago, él gruñía, gemía y me llamaba a mi … ¡ooohhh! Valeria … ¡aaahhh! hermanita … ¡ssiii! estruje su pene con mis manos hasta la última gota.

 

Alfredo se recuperó rápidamente y me tironeó de la mano y después de las caderas para colocar mi chocho encima de su boca sedienta de zumos vaginales, su lengua comenzó a tantear la frontera entre mi chuchita y el orificio estriado de mi culo, me estremecí y apreté mis muslos en sus mejillas, luego su lengua insolente separó mis grandes labios y comenzó a drenar mis secreciones escarbando el interior estrecho de mi virginal coño, me hizo convulsionar cuando cerró sus labios atrapando mi clítoris y chupándolo repetidas veces, me mamó mi sensible botoncito por más de cinco minutos, arrancando guturales sonidos y agudos grititos de mi boca, me sentía desvanecer en sus labios y no me soltó hasta cuando mi vulva entera explotó en su boca lanzando unos chorros que bañaron sus cabellos, caí abatida con sacudidas espasmódicas y gritando … ¡bastaaa! … ¡aaahhh! … ¡mi dios! … ¡ooohhh! … Alfredo … ¡ssiii! mis caderas se movían solas.

 

Abrí mis ojos y él me miraba estupefacto, mi cuerpo aún temblaba, trataba de articular palabras, pero nada salía de mi boca, tragué saliva y humedecí mis temblorosos labios … ¡oh! Alfredo … fue muy fuerte y rico … me hiciste correr como nunca … pero yo quería que mi hermanito me rompiese mi himen, él debía ser mi primer hombre y yo su primer chochito.

 

La carnosa y gruesa verga de Alfredo se había recuperado casi, así que para apurar los hechos me incliné y le hice espacio en mi boca, su venosa asta comenzaba a fornicar mis labios, muy luego estaba pronta para rozarla con mi vagina, por lo menos esa era la rutina entre mi hermano y yo, solo que esta vez mis planes eran diferentes.

 

Cabalgando su vientre como siempre, aferré su polla gruesa como mi antebrazo e inicié a frotarla en mi chocho ansioso, poco a poco empecé a introducirla en mi vagina hasta que llegó a la barrera de la membrana virginal, Alfredo me dio un empellón que me hizo gritar … ¡uuuggghhh! … ¡bruto! … ¡sigue! … ¡no te detengas! … aprete los dientes y unas lágrimas se derramaron por mis mejillas, pero estaba lo suficientemente exaltada para resistir el ardor que me procuró la perdida de mi virginidad.

 

Arrellanado bajo de mí, mi hermanito aferró mis caderas y comenzó a cogerme con suavidad, yo todavía sufría las dimensiones de su verga que ensanchaban mi chuchita inexorablemente, pero la dolencia no duró tanto, el punto de inflexión fue cuando Alfredo puso sus manos en mis tetas y refregó mis pezones entre sus dedos, su polla estaba dentro de mí pero no toda, yo la quería enterita en mi chocho, así que usé el peso de mi cuerpo para empalarme hasta que mi pirineo recibió las cosquillas de sus cojones peludos, ahora sí estaba en lo profundo de mi vagina, ahora sí esta verga era toda mía, ahora sí que soy la hembra de mi hermano pensé.

 

Esta primera vez para ambos, yo quería que fuese especial, que fuese una copulación completa, quería sentir la calidez de su lechita bañando mis pliegues ya no más vírgenes, el primer semen de un macho en mi chocho debía ser el de él, quería ser suya como yo lo sentía a él mío, necesitaba sentir esa sensación de ser inseminada por este macho joven y gallardo, someterme a los embates de su verga contra la sumisa chuchita que lo acogía con ardor, con delirio, con cariño y amor.

 

Alfredo al parecer sentía lo mismo que yo y se esmeraba a follarme con dulzura, había energía en sus golpes, estaba disfrutando de los beneficios eróticos del roce de nuestros sexos, la penetración de su pene en mi chocho era profunda y me hacía secretar fluidos en modo demencial, solo la fría temperatura ambiental impedía que nuestras glándulas sudoríparas emanaran una secreción más a la efusión de fluidos excretados, de todos modos, nuestros vientres estaban pegajosos y viscosos.

 

La continua fricción de su pene invadiendo abisalmente lo recóndito de mi vagina, estimulaba mis sentidos y acortaba el ritmo de mi respiración, haciéndome gemir y gritar con el ritmo de sus clavadas, que cosa más rica la verga de mi hermano, pensé mientras posaba mi boca sobre sus labios y lo cabalgaba con fuerza y velocidad, aumentando el frote de su carne en mi carne y azotando mi clítoris contra su vello púbico, me lo estaba comiendo a besos, mordía sus labios con lujuria, halaba sus cabellos húmedos, mis dedos se hundían en sus hombros, mis tetas ensanchadas comprimían sus pectorales, escondía mi rostro en su cuello y un agónico alarido escapó de mi garganta … ¡aaahhh! … ¡ooohhh! … hermanito mío … ¡mi dios! … ¡ssiii! … ¡oh! ¡ssiii! … me estaba corriendo en su verga como una loca poseída, no podía detener mi pelvis estrellándose una y otra vez contra su pubis, gruñidos desgarradores y guturales salían de mi boca, enterré mis uñas en sus carnes y mordí sus orejas, ¡eres todo mío! … ¡eres todo mío! … repetía una y otra vez, gozando de un orgasmo infinito.

 

Alfredo me sujetaba enérgicamente, mis convulsiones y espasmos no cesaban, él besaba mi mejilla diciendo … ¡pará loquilla pará! … ¡detente! … ¡cálmate! … pero no pude, porque sentí las contracciones del glande y los escupos seminales de su verga, él se estaba corriendo dentro de mí, estaba inundando mi chocho hambriento de su lechita tibia, la cabeza esponjosa de su miembro latía al interior de mi vulva y me enviaba al terreno paradisiaco de un orgasmo múltiple ¡oh! mí dios! … ¡oh! mí dios … ¡oh! mí dios … ¡nooo! … ¡ssiii! … ¡ssiii! … te amo hermanito … te amo … lo estrechaba y mis tetas se refregaban en su pecho, ligeros temblores en mis piernas que se relajaban después de la tensión descargada y mis afanosos respiros, eran el culmine del esfuerzo de nuestro perverso goce,

 

Él vertía su precioso semen en mi cavidad fértil y tibia, apretada estrecha contra él podía sentir los latidos de su corazón, otro de sus músculos se contraía y palpitaba dentro de mí y la juventud de él junto con la calentura mía, nos hacía reprender poco a poco el ritmo de una cogida continuada, sin saque, con ardorosos deseos y apasionada lujuria, alargué mis piernas y mi chocho dilatado comenzó a vibrar al movimiento leve de su pelvis, su lefa fresca corría por mis muslos y más me excitaba el ser la dueña y causante del derrame de todo ese semen.

 

Alfredo me levantó para mamar mis tetas, la succión de sus labios a mis glándulas mamarias y sentir el apriete delicado de sus dientes a mis pezones, incrementó considerablemente mi excitación, mis gemidos y graznidos ponían música a las embestidas cadenciosas de su verga contra el plisado de mis rosáceas carnes, tamaña pija inspiraban tamaños orgasmos, con los ojos cerrados gozaba ese ariete profanando mi chuchita incansablemente y encendían dentro de mí una pira de sensaciones y un calor ardiente empezó a exudar de mis poros … me sentí alzada en el aire, mi hermano teniéndome estrecha por la cintura me hizo girar y se colocó sobre mí.

 

Fue todo tan rápido que no sé en realidad como sucedió, fue como un truco de magia, la dura varita del mago hizo su magia y me encontré con mis tobillos en sus hombros y él bufando como un toro, cogiéndome con renovados bríos empujando su verga lo más hondo posible dentro mi chocho, golpeando mi sexo y sacando chispas alucinantes en mi cerebro, de pronto mi saliva y mis papilas gustativas se llenaron con el sabor de su semen, como si mi boca estuviese reproduciendo hectolitros de su lechita, yo tragaba y tragaba era una sensación demencial, su verga encendía mi cuerpo entero, un resplandor enorme avanzaba frente a mi como una locomotora desbandada, mis sacudidas y los nervios reflejos de mi cuerpo en su integridad se contraían espasmódicamente, mis pies encorvados me parecían acalambrados, mi manos que aferraban su torso y lo tironeaban con fuerza y luego querían empujarlo lejos de mí, mis piernas lo atrapaban con fuerza y luego se abrían de par en par para que mi chochito fuese follado sin misericordia, mi corazón se sacudía con energía, luego como una muñeca de trapo me abandone a su follada bestial, no tenía ánimos para resistir, no quería resistir, solo esperaba sentir la acuosidad de su semen inundándome, inseminándome, haciéndome hembra receptora de la semilla fertilizadora en mi vientre fecundo … ¡mi dios! … ¡ pero que orgasmo más maravilloso!

 

Alfredo colapso en mis pechos y luego rodó sobre el lecho, su falo carnoso se deslizo derramando semen y fluidos vaginales sobre sus muslos y su vientre, quedamos sin palabras el uno al lado del otro, mi cuerpo vibraba todavía muy sensible, mi llanto espontaneo e incontrolable desconcertaba a mi hermano que quería saber porque yo llorisqueaba desconsoladamente, mis sollozos no me dejaban hablar, gimoteaba como una bebita ... Vale, ¿seguro que estas bien? … ¿algo te duele? … ¿te he hecho daño? … ¡ya poh hermanita, no llores que me estás haciendo preocupar! … me giré y lo abracé con mucho amor, con mucho cariño, como mi hermano y mi amante … lo besuqueé por todos lados … me has hecho tuya Alfredo … me has hecho feliz … te amo … él me estrechó es sus brazos fuertes y me sentí segura, muy amada, muy mujer.

 

Nos fuimos juntos a la ducha, no tenía ningún sangramiento, la natura había hecho su labor, de todos modos, un poco de delicadez no sobra y él me lavo mi vello púbico que aún conservaba señas de haber sido desvirgada, luego abrazados como dos enamorados regresamos al dormitorio.

 

Sobre la cama, apoyé mi cabeza a su pecho y acaricié sus pectorales, él besó mis cabellos y trataba de alcanzar mis senos, mis pezones estaban listos para él, prietos como nunca … me tironeo hacia arriba y besó mis labios … eres increíble hermanita, no sé cómo continuaremos con lo nuestro, pero no me arrepiento de nada, dijo él … yo tampoco hermanito mío, no tengo remordimientos … hoy ha sido demasiado lindo … dije.

 

Después de los quince, participe a un concurso de Reina de la Playa y gané sin dificultad, quiero decir, soy una chica bonita, rubiecita como mi hermano, ojos claros entre grises y verdes, mi cuerpo de adolescente es delgado con curvas en los puntos justos, mis senos hacen girar la mirada a los hombres, tengo un culo a forma de corazón con glúteos paraditos, pero no es mi figura lo que me interesa, mi aspecto personal no me preocupa, quiero ser linda y hermosa solo para él, mi hermano, solo él me debe mirar con esos calentones, hasta obscenos diría, me gusta cuando me mira y su pene comienza a endurecerse, luego me toca y se enciende en mí el deseo por él.

 

Pasábamos los días a gozar de nuestra juventud, nuestra madre no se había dado cuenta de nuestro romance, aunque un par de veces casi nos atrapa haciéndolo, era como más excitante sobre pasar la barrera del parentesco y consumar el incesto entre mi hermano y yo, me encantaba pensar a la enorme verga que Alfredo tenía entre sus piernas y mi chochito estaba siempre pronto para disfrutarla, mi naturaleza cachonda me hacía acosarlo a cada momento.

 

Me gustaba sorprenderlo, entrar completamente desnuda en su cama mientras él dormía, las primeras veces se sobresaltaba … ¿Qué haces tontita? … ¿no ves que hace frio? … ¡tu estas super helada! … pero yo me acurrucaba bien pegadita a él, y refregaba mis pequeños pezones sobre su pijama, le bajaba un poco el pijama y aferraba su verga hermosa, poco a poco lo pajeaba hasta que estaba duro, le quitaba su pijama y me metía entre sus muslos para mamársela, ese sabor salino y aspro de su pene me inducían a querer más, mis papilas estimuladas por el sabor del macho querían más, que sabor más delicioso, lo chupaba, lo lamía, lo succionaba, lo lengüeteaba, lo acariciaba con mis manos, lo preparaba para que horadase mi sexo, lo poseía, era mío.

 

Cuando cumplí mis dieciséis años, nuestra madre nos trajo unas cajas de condones, dos para cada uno, yo me sonrojé y pensé por un momento que ella sabía algo de nosotros, mi hermano tomó sus cajas y se fue sin decir palabras, yo quedé a solas con mamá, ella me dijo … en el mueble de mi dormitorio hay más, así que, si necesitas, tómalos sin problemas, no te quiero embarazada … las mujeres somos un poco putitas a veces … me dijo sonriendo y guiñándome un ojo, yo insinué una mueca como una sonrisa.

 

No sé como mi madre entendía que yo era mas caliente que Alfredo y la que buscaba tener relaciones sexuales, lo que ella no sabía es que todas mis energías carnales estaban abocadas a ser consumidas con mi hermano, no existían para mí los otros chicos.

 

Un día de verano mamá festejo su cumpleaños con una fiesta en grande en el hotel, ella había bebido unas copas de más y flirteaba con un extranjero, después de la medianoche ella nos llamó … chicos, es muy tarde … tomen las llaves de la numero siete y duerman allí … mañana nos iremos a casa … Alfredo y yo tomamos las llaves y nos fuimos rápidamente a la habitación.

 

Nos asomamos al balcón, teníamos una hermosa vista del golfo de Nápoles, el claro de luna iluminaba la bahía y sus rayos de plata danzaban sobre el suave oleaje del mar, la sombra del Vesubio y las centelleantes luces del puerto daban el aspecto de una postal de otros tiempos, era una panorámica fascinante y mágica, Alfredo estaba detrás de mi y cargaba su pene contra mis glúteos, en el balcón del piso de abajo había una pareja de adultos de media edad que miraron hacia nosotros, Alfredo comenzó a desnudarme ahí fuera al balcón, me quitó los calzoncitos y la falda, luego la blusa y sujetador, mis pezones se endurecieron con la fresca brisa que venía desde el mar, estaba completamente desnuda y el hombre de abajo se deleitaba con mi adolescente desnudez esbozando una sonrisa lasciva, la mujer le había sacado la verga y lo pajeaba con sus tetas al aire, mi hermano refregaba su miembro entre mis nalgas, su posición favorita para cogerme por el culo, a él no le gustaban los preservativos, me apuntó su glande contra mi pequeño orificio, cuando él empujo hacia adelante, yo empuje hacia atrás y de una su verga invadió mi trasero, un chillido acallado con mi mano escapo de mi boca, así como empezaron sus embates, así iniciaron mis gemidos, mis respiración se hizo jadeante, la mujer del piso de abajo estaba mamando a su hombre, Alfredo metía y sacaba su verga del orificio estrecho de mi culo haciéndome emitir chillidos y gemidos, el de hombre de abajo había hecho girar a su pareja y la estaba enculando justo como a mi lo estaba haciendo mi hermano, ella, al igual que yo gemía y movía sus nalgas acompañando los movimientos de su hombre, Alfredo agarro mis tetas y comenzó a besar mi cuello y a morder el lóbulo de mi oreja, primero una después la otra, él sabe que eso me hace enloquecer, también aumento la velocidad de sus clavadas, abrí mi boca con lujuria y cerré mis ojos, ahora era solo yo y la verga suya friccionando intensamente mi intestino, mi culito redondo comenzó a buscar el ángulo perfecto, quería una penetración más y más profunda, quería sentir su lechita inundándome profusamente.

 

La pareja del piso de abajo también aceleraban sus movimientos, cuando volví a abrir mis ojos la vi a ella acuclillada recibiendo la abundante lefa de él en sus enhiestas tetas, quizás eso fue lo que me hizo enarcar mi espalda y estrecharme al pecho de mi hermano, para correrme como nunca, las contracciones de Alfredo y la calidez de sus chorros de esperma, indicaban que también él se había corrido en mi recto.

 

Con la palma de mi mano hacía arriba les lancé un beso a la pareja del piso de abajo, orgullosa ella lucía sus tetas que relucían a la luz de la luna, mientras él saludaba con su mano, la verga de Alfredo se deslizó fuera de mi y nos entramos a nuestra habitación, su semen fluía por mis muslos y piernas, su polla se movía como un péndulo mientras caminaba detrás de mí, lo hice acostarse y me acurruqué a su lado para sentirlo cerca de mí … ¿te gusto mi culo, hermanito? le pregunté … Valeria, la cosa que más me gusta es follar tu culito … una porque es apretadito y dos porque lo hacemos sin condón … sabes que no soporto esa goma que anula el sentirte tan mía … me gusta sentir tu carne y mi carne sin barreras … respondió él.

 

No sé cuánto tiempo más podremos continuar con nuestra situación perversa, cada vez es más difícil escondernos de mamá, a veces pienso que ella sospecha, pero no se da el tiempo para vigilarnos más de cerca, quizás ella piense que somos sus niños y no se imagina lo que hemos sido por tantos años, ella, al igual que nosotros, tiene una vida relajada y con mucha libertad, quizás con un exceso de confianza.

 

Nosotros sabemos que lo nuestro no puede ser eterno, lo entendemos, así que acordamos hacernos de una pareja, a mí no me faltan pretendientes y a él tampoco, él me presentó un amigo suyo y yo le presente una amiga mía que hace tiempo me pedía de presentarle a mi hermano, ella es una buena muchacha y espero que lo pueda conocer bien y hacerlo feliz, en cambio el amigo de él, desde la primera vez que tuvimos una cita, empezó a manosearme descaradamente, así que a la segunda cita lo deje plantado, ahora Alfredo me está haciendo elegir otro entre sus amigos, esperemos que esta vez vaya un poco mejor.

 

Con mi curiosidad de mujer y también con un poco de celos, le pregunte si se había follado a Mónica, su novia, me dijo y me juró que no, pero yo no me siento de dejarlo ir todavía, así que todas las tardes o lo masturbo o le pego una buena mamada, de ves en cuando le doy mi culito y el termina por hacerme el amor.

 

En una de esas tantas veces en que nos encerrábamos a hacer el amor, estábamos bajo la ducha y el me estaba haciendo por atrás, como a él le gusta, yo gemía y gozaba lanzando grititos varios, estábamos tan ensimismados en nuestra relación, sentimos solo que alguien corrió la cortina de la ducha y nos enfrentamos a la ira de mamá, nos miraba con ojos desorbitados, sus hijos preciosos fornicando como estrellas del porno … ¡imbéciles! ¡sucios! … ¡vístanse y vengan en sala, ahora ya! … ella me miraba más a mí, como queriendo inculparme de todo, sus movimientos denotaban su furia, giraba sin fin, como un tigre en su jaula.

 

Alfredo balbuceaba y estaba a punto de ponerse a llorar, yo estaba muy nerviosa, pero también decidida a defender el amor que sentía por mi hermano, aunque aturullada como estaba, no lograba hilvanar el torbellino de pensamientos en mí cabeza, necesitaba argumentar y razonar con mamá, es cierto que nuestro actuar es erróneo, pero ella tiene que comprender que en todo esto ella también tiene un grado de responsabilidad.

 

Mamá estaba girando, tratando de desahogar su irritación, lo primero que dijo fue … ¿desde cuando que ustedes dos tienen estas sucias relaciones? … rápidamente le respondí … mamá, la cosa menos importante es justo esa, no tienes que ponerle fecha … no es lo fundamental … lo primordial es … ¿por qué?... porque tus hijos se enredaron en este amor túrbido … porque tus hijos se convirtieron en amantes … porque este amor prohibido hizo mella en sus corazones … tú mamá nos has dado de todo … te has preocupado de nuestra educación, nuestro bienestar y muchas cosas materiales … pero nos hacía falta tu afecto, tu amor de madre, tu cariño y ternura … mamá me miraba atentamente, sin parpadear, su boca estaba cerrada, su ceño fruncido demostrando su enojo y desilusión, sus puños restaban cerrados.

 

Su silencio me hizo comprender que había tocado una parte sensible en ella, así que continué con mis protestas y quejas sobre sus falencias como madre … sabes muy bien que desde niños hemos estado solos … todo el afecto que tuvimos desde pequeños es él que Alfredo me dio a mí y el cariño que yo le podía entregar … él siendo niño, si caía y se hería, era yo a consolarlo y a curar sus pequeñas heridas … por las noches que yo me asustaba por los truenos y relámpagos de las tormentas, era él que me protegía y confortaba … nos protegíamos y nos mimábamos como hermano y hermana … después, crecimos y descubrimos muchas cosas más … tu no te diste ni cuenta cuando me llego mi primer periodo … pero Alfredo estuvo allí para mí … él fue quien me compró mis primeros tampones … tu o te diste el tiempo para darte cuenta que tu hija se había transformado en una mujercita … ahora quieres saber ¿desde cuándo? … no es mejor saber que tienes dos hijos unidos que se aman … sabemos, Alfredo y yo, que no es justo ni adecuado lo que hacemos … sabemos que tenemos que terminarlo … pero en estos tiempos de tantos riesgos … ¿no es mejor hacerlo entre las cuatro paredes seguras del hogar?... mi madre me miraba sin chistar, como reflexionando.

 

Mamá dijo … Valeria no te pases de lista conmigo, no vengas a decirme si me equivoqué o quizás no, no trates de darme de las culpas que yo no tengo, ustedes son hermano y hermana … no pueden ser amantes adolescentes … ahora terminaran en este momento toda esa porquería que vienen haciendo quizás desde cuando … no volverán a tocarse … ¿entienden?

 

Le contesté inmediatamente … mamá, lo sabes y tienes que comprender que no es tan simple, nosotros nos amamos y no serás tú a separarnos, sabes que Alfredo es ya adulto y en un par de meses yo también seré adulta … ¿quieres que nos vayamos de casa? … ¿es eso lo que quieres?

 

 

Mamá muy compungida, dijo … no, ciertamente no es esa mí intención, pero si la ponen así, esto tiene que quedar en familia, solo nosotros tres sabremos acerca de esto y nadie más … ustedes tienen que comportarse bien y no quiero escuchar chismes ni habladurías sobre ustedes, no los quiero ver en comportamientos soeces, no dormirán juntos y si hacen algo debe ser lo más discreto posible … ¿entienden?

 

Casi con lágrimas en los ojos, le dije … ¡Oh! mamá te pido perdón por haberte inculpada, pero para nosotros esto es normal … entendámonos, sabemos y entendemos que no lo es … pero haremos como dices tú y nos comportaremos en modo discreto, así seremos una familia unida … te queremos mucho mamá … finalmente, nos unimos todos y nuestra madre no volvió a molestarse por nuestra relación …

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