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¿Por qué me provocas? ¿Acaso crees que voy a rendirme ante ti? – Mis ojos trataban de buscar la verdad detrás de aquella pared de frialdad y cemento que Silvia tenía por ojos…
A decir verdad nunca antes me había fijado en ella, de por sí siempre he sido del tipo hablador y muy bromista al cual le ponen una mujer al frente y todas sus habilidades para hacer reír se van al traste. Quizá ella me gustaba precisamente por eso, porque me provocaba hasta el límite o me dejaba en ridículo frente a mis amigos, profesores, familiares, etc. Todo donde yo pudiera ser víctima, Silvia se aprovechaba…
Decir que comenzó un día sería mentir, ya que siempre había mantenido una relación de cordialidades con dicha señorita, pero nada muy adentro, solo saludos, compartir pocas oraciones, y cosas por el estilo. En la universidad se me podía encontrar con Paco, Alberto y Juan, los cuales eran y son mis compañeros de juerga y se puede decir que son parte de mi casi nulo grupo de amistades verdaderas.
Silvia por el contrario siempre resaltaba por ser la líder de su grupo de amigas, porque ella daba el aspecto de tímida e introvertida, pero en realidad solo se hacía la estúpida y cuando podía dejaba en ridículo a más de uno – pregúntenme a mi. A decir verdad, en varias ocasiones ella no tenía la razón y era un poco fuerte al expresarse, pero al parecer todas las personas le guardaban cierto respeto y espacio por lo que en la mayoría de los casos sus ofensas y estupideces quedaban en el aire y sin respuesta.
A pesar de que me caía de la patada, no puedo negar que era bella, muy bella. Su cabello castaño claro relucía y siempre lo llevaba sin ningún tipo de coleta, lo cual hacía que se desprendiera a su merced tocando su espalda casi en su totalidad. Su rostro blanco pero tostado por el clima tropical ofrecía una mirada siempre intelectual y con un aire de altanería que atraía muchas malas miradas generalmente de las mujeres. La forma de su cuerpo era de lo más atrayente que había, ya que era delgada pero con unos senos que descuadraban un poco con su contextura y tenía un trasero que si bien no era grande, al parecer se veía muy firme y terminaba con un par de largas piernas que siempre estaban adornadas por un par de tacones finos. ¡Esa era Silvia! La odiaba, pero me gustaba.
El día del examen.
Todos los miércoles era lo mismo: el difícil examen de corte que hacía llorar a más de uno. Pensar que era el mejor promedio del bachillerato y aquí quedé para ser parte de las notas promedio. Sinceramente no era lo que me esperaba pero tampoco iba a hacer de la gran llorona por una que otra calificación mala.
-¡El examen comienza ya! – se escuchaba la voz del profesor en medio de la soledad inminente del auditorio.
Mi concentración era máxima ya que quería obtener la máxima calificación. Mi intuición me decía que iba a poder pasar el examen mientras que mis nervios me decían que mejor fuese preparando la inscripción para repetir la materia. Así estaba sumido en un mar de sentimientos encontrados cuando sentí un apretón algo molesto en mi hombro derecho.
– A los retrasados les toma más tiempo – fueron las palabras que Silvia me dirigió casi en modo de susurro. No pude contestar nada porque ya casi estaba fuera del salón cuando salí de mi asombro y segundo ya tenía al profesor dirigiéndome una mirada asesina por actuar en actitud sospechosa durante el examen. Decir que esperé a que se me pasara la rabia sería mentirles, no puedo negar que continué resolviendo la difícil prueba con un sentimiento de rabia que casi me hace romper la página en ciertos momentos.
La sensación de haber salido bien, de saber que mis estudios dieron resultado se habían ido a la basura. Mi mundo ahora giraba en torno a la sangre, a la venganza. Mi mente buscaba mil maneras de asesinar a aquella atrevida chica… las imágenes iban desde cortarle la lengua, quemarla viva y pare usted de contar. Mi macabra imaginación se vio desechada cuando la vi con su grupo de amigas dirigiéndose a la salida de la cátedra: un largo pasillo con puertas a cada lado. Mi mente se nubló por completo y solo se enfocó en su cara, y mis piernas comenzaron a acercarme a aquella mocosa que había herido mi fibra sentimental, quería insultarla, quería hacerle saber quien manda…
-¡Hey voltea! – tomé su mano para que detuviese la marcha y me viera a la cara.
-¿Qué te crees imbécil? ¿Cómo te atreves a decirme retrasado en pleno examen? ¿Est…
- Te ves lindo cuando te enojas – fue la frase que cortó en seco mi insulto. Mi cuerpo no encontraba la manera de salir del ensimismamiento. Sinceramente me había dejado fuera de base con esa respuesta y lo que más me molesta es que sabía que no había sido un accidente o que se le había salido. Sinceramente esta chica sabía desubicarme por completo.
- Este, ehhm, mmm – no sabía que decir y peor fue cuando las carcajadas de sus amigas me hicieron ver que ella había vuelto a ganar… esa estúpida niña me había vuelto a vencer.
Día de certificados.
- Mmm pesas 82 kilogramos, mides 1.80, buen tono muscular, porcentaje de masa corporal normal, estas en perfectas condiciones Gaél.
- Ok Doctor, o sea que ya no debo verlo sino hasta dentro de seis meses ¿No?
- Si, tu salud está perfecta, puedes seguir en el Judo sin ningún problema. Ahora mismo paso el informe a la universidad para que renueven la inscripción ¿Qué te puedo decir? Se que es fastidioso pero debemos asegurarnos de que los deportistas tengan una salud perfecta.
- Comprendo Doctor, pero no le puedo negar que cada seis meses venir aquí y calarse la cola inmensa que se hace no es precisamente agradable, pero he pasado por cosas peores – dije fingiendo una leve sonrisa mientras que me dirigía de espaldas a la puerta y decía adiós por seis meses al consultorio de la Unidad Deportiva Universitaria.
Ejercicios Matutinos.
La mañana se ofrecía prometedora y un poco de ejercicio para liberar la mente de la presión de las materias no venía mal que digamos. Yo estaba de lo más feliz porque tocaba mi clase preferida: carreras de 100 metros. Mi orgullo siempre salía revitalizado de la clase de deportes ya que la carrera era mi especialidad desde que tenía uso de razón.
Silvia estaba un poco delante de mi, posicionándose para comenzar la carrera, llevaba puesto una maya de deporte negra que hacía relucir su dotado trasero y sus fuertes piernas; una camisa con el nombre de la universidad y el logo de la facultad de derecho donde militábamos. En total estaba muy bella aunque mantenía la actitud frívola de siempre… algo me decía que el día no acabaría bien, y peor fue cuando comencé a sentir nervios debido a que Silvia se supone que "odiaba la carrera" y por eso practicaba natación.
- ¡Ya! – me sacó de los pensamientos para comenzar a correr a toda marcha viendo como la visión se tornaba borrosa alrededor y solo veía la meta. Mis piernas empujaban con más y más fuerza y ya sentía la victoria cerca, podía olerla y ya vería con ojos de superioridad a mis derrotados compañeros…
- Los retrasados no saben correr – pronunció una chica que me pasó como si estuviese parado, mis piernas atrofiaron su marcha en seco y pude ver como Silvia alcanzaba la meta y volteaba con una enorme sonrisa dibujada en su rostro. Traté de retomar el paso pero llegué de 3ro ya que gracias a mi distracción, Paco me había superado y llegaba en medio de risas y burlas diciendo "El calendario no perdona Gaél, estás viejo"…
Ya había soportado mucho de esta chica, la furia invadió mi cuerpo y hoy no había trabas para ir y darle su merecido. Vi como se dirigía a los vestidores de mujeres y emprendí una carrera violenta para alcanzarla antes de que llegara a dicha zona. Para llegar a los baños había que rodear la piscina y mi mente brilló en aquel momento. Apresuré mi marcha y cuando Silvia estaba pasando junto a la piscina, no pude contener la furia y de un sendo empujón acabó en el fondo de la misma. Me quedé fuera con una sonrisa viendo como la niña fría y calculadora emergía llena de furia y emprendía camino a las escaleras para salir del agua.
- Las retrasadas se resbalan siempre – atiné a decir mientras que me marchaba de la zona con la mejor de mis sonrisas.
No era el hecho de haberla lanzado. No. Era por fin haberla enfrentado y lo más gratificante era ver que la cara frívola había desaparecido para dar paso a una indefensa y con mucha impotencia. Mi cabeza rememoraba todos los momentos mientras que el shampoo y mis manos hacían los suyo en la limpieza de mi cabello.
¡Plas!, se abrió la puerta violentamente y el mundo comenzó a girar en cámara lenta: Silvia, manos, mi cabeza, sus labios, los míos… lenguas, mordiscos en el labio… Silvia se separa – Los retrasados olvidan su ropa – Silvia salía corriendo…
El agua seguía recorriendo mi cuerpo y me había quedado desconcertado ¿Por qué me había besado? Pensaba mientras me tocaba el labio inferior y me tocaba una pequeña cortada que me había quedado luego del impresionante encuentro ¿Los retrasados olv…?
¡Me lleva la puta! Repetía una y otra vez mientras que salía corriendo a la sala de vestir temiendo lo que ya sabía que encontraría allí. El banco donde yacía mi ropa había quedado desierto al igual que mis compañeros que no se aguantan dos minutos y al terminar la clase se esfuman como moscas. La pasión de antes era una manera de volver a dejarme en claro que estaba en desventaja, me había dejado en ridículo de nuevo y lo peor de todo ¡Solo con una toalla!
Ahora si que esta se había pasado, mis planes de venganza o de matarla se fueron al traste y mi única intensión era salir de allí sin ser visto porque la burla iba a ser inmensa. Observé lado y lado de la sala de vestir y no pude encontrar nada que me sirviera al menos de encubrimiento, maldije mi elección de una toalla muy pequeña para que me cupiese en el bolso sin que estorbara.
- ¡Ahora si que estoy jodido! – pensaba mientras sacaba la cabeza del vestidor lentamente para ver si alguien rondaba por la zona. Por suerte no había nadie y pude salir corriendo hasta la parte central del complejo deportivo. Bendije a Alberto porque sabía que seguro estaría practicando Judo en uno de los gimnasios. Como estaba un poco alejado me fui apoyado de las paredes de todos los edificios que veía, tratando de rodear el sitio y pasar por donde menos gente había ¡Al fin! Pensé cuando entraba al gimnasio y llegaba a los vestidores – menos mal que se su clave de locker…
Hogar, dulce hogar…
Mi cama me pareció lo más cómodo del mundo cuando aterricé en ella – es hora de relajarme – decía para mis interiores mientras que me disponía a buscar una buena película con la cual entretenerme…
- A juzgar por la portada parece buena – pensaba mientras que la película ya introducida comenzaba a dar las típicas advertencias del FBI y demás estupideces que nos hacen parecer cada día más ingenuos en el mundo real. Dejé de pensar en tonterías cuando la imagen de una suculenta morena comenzaba a masturbar a su amiga: una rubia altísima que no dejaba nada a la imaginación. Mi pene comenzó a reaccionar ante tal material visual y mis manos se dirigieron a su localización primero acariciando suavemente el abdomen y deteniéndose un momento a evaluar el ya crecido vello púbico…
- Tengo que aprender a chupar como esa morena – mi mano ensalivada comenzaba el típico sube y baja para dar inicio a una buena paja – Esto no puede ser normal – mis manos ya iban a una velocidad considerable ¿A quién le importa? Nadie lo sabrá. La imagen que entraba a mis retinas me estaba haciendo delirar, ver a dos mujeres hacer un 69 era mucho para mi y mi mano al parecer se dominaba sola, no podía controlar ni parar y ya se avecinaba algo de lo que seguro no me arrepentiría…
Apreté lo más que pude mi pene y los espasmos y choques eléctricos comenzaron a recorrer mi cuerpo, mis músculos se tensaron y mientras que iba cerrando los ojos quedando la imagen de las lesbianas, un chorro de esperma invadía mi mano y parte de mi abdomen. Luego de varios espasmos y suculentas sensaciones, llegué de nuevo al mundo real y me di cuenta que debía limpiar la sábana y bañarme no vaya a ser que a mi mamá le dieran sus ataques de entrada sorpresa y me consiguiera bañado de "Sustancias Corporales".
- Mañana será otro día – mi cama se sentía de lo más cómoda y mi cuerpo ya comenzaba a dar señales de rendimiento a la sensación magnífica del dormir…
De vuelta al estudio.
En serio no tenía ganas de pelear hoy, iba en son de paz misteriosamente y quería mantenerme así. El día me invitaba a no molestarme y traté todo lo posible por que se mantuviese de ese modo. La vi llegar y no pude evitar recordar el caliente beso que me había dado, pero la curiosidad por saber donde estaban mis cosas ganó a mis instintos y me acerqué a ella muy tranquilamente con el objetivo de preguntarle donde estaban mis pertenencias.
- Hey Silvia – dije dos veces pudiendo notar que la susodicha o me ignoraba o no me escuchaba. Pude ver como entraba a uno de los salones de estudio y rápidamente me dispuse a alcanzarla.
Llevaba una falda corta y una camisa que tenía una sonrisa en todo el centro, como siempre cargaba poco maquillaje y andaba con unos tenis que la hacían ver de cierto modo atractiva, muy atractiva…
- Silvia, te estoy hablando – dije llegando a tomarla del hombro por detrás.
- Ah hola, disculpa tenía los audífonos, me desentiendo del mundo – decía mientras que por primera vez me sonreía ¿Que se traerá esta chica?
- Mira Silvia, lo de la bromita de ayer no tengo ningún rencor, pero devuelve mis pertenencias que tengo cosas importantes en mi bolso y necesito tenerlas de vuelta.
- Mmm – se rascaba la cabeza – Sinceramente olvidé donde puse tu maleta, pero puedo recordarlo si me ayudas un poco – comenzaba a acercarse peligrosamente – a decir verdad creo que se donde está, pero deja que te lo diga al oído, así nadie sabrá – su boca rozó levemente mis labios y se dispuso a ir a mi oído, mis manos instintivamente tomaron su cintura y se me erizó la piel al sentir su cuerpo tan cerca.
- Tu maletín está.. – su lengua rozó el lóbulo y no pude evitar cerrar los ojos – está, está… en mi coño.
Una sensación de dolor se apoderó de mi cuerpo y me separé instantáneamente de Silvia – ayer vi a Mike Tyson y no pude evitar hacerlo, disculpa retrasado – decía en medio de carcajadas y volteando para dirigirse a abrir la puerta
Esta vez no iba a escapar y antes de que Silvia tomara la manija de la puerta, la tomé y volteé bruscamente su cuerpo y a pesar de su fuerza pude dominarla para así dirigir mi boca a la suya y fundirnos en un caliente beso donde las lenguas iban y venían como luchando unas con otras. Tomé firmemente sus nalgas y la senté encima de un escritorio para besarla con más comodidad, mi mano comenzó a explorar entre sus piernas y pude notar que Silvia las abría más para que entrara sin problemas - ¡Que caliente es esta zorra! – pensaba mientras trataba de tomar el control en nuestra batalla de lenguas. Mi mano se introdujo y un dedito curioso pasó la barrera de la tanga y llegó a parar en su botoncito el cual comencé a masturbar frenéticamente mientras que mi mano izquierda tomaba uno de sus senos y comenzaba a amasarlo con cierta brusquedad y pasión contenidas. Mi dedo seguía en lo suyo y los gemidos de Camila ya se daban con más fuerza y menos vergüenza, sus piernas temblaban y sus manos acercaban más mi cabeza a la suya en una señal de excitación desmedida, sus piernas se cerraron y no dejaron salir mi mano avecinando que el orgasmo estaba próximo…
- ¡Hazme acabar maldito! – me dijo totalmente fuera de sí y en ese justo momento, donde sólo había que estimular un poquitito más, sólo un roce, sólo una tocadita más…
- Las retrasadas no tienen derecho a acabar – dije sin más preámbulos quitando mi mano de su cuevita y disponiéndome a salir del sitio, cuando abrí la puerta volteé y pude ver como Silvia quedaba en el escritorio sentada, desconcertada y sin saber que hacer, qué decir…
Esta batalla la había ganado yo esta vez…
El día transcurrió normal. Recesos entre clases, hablar con mis amigos, etc, etc, etc. Pero lo que verdaderamente me desconcertaba eran las miradas asesinas que me propinaba Silvia de cuando en cuando y en los momentos menos esperados. Había intentado aguantar lo más que podía pero casi me vence cuando le estaba explicando algo al profesor, ya que cuando iba a culminar la idea, su mirada fugaz pero cargada de odio, me dejó en blanco y lo peor fue que me hizo perder totalmente el hilo de la conversación. Antes eso ni me fuese importado, pero ahora algo ha cambiado, me molesta, me enfurece, me… me… duele ¿Será que me estoy…?
- No, no digas estupideces – pensé en voz alta mientras que negaba con la cabeza - ¡Que cosas digo! – intentaba calmar mi mente sin oficio alguno.
Al salir de clases me sentí mejor, los ambientes cerrados nunca han sido de mi agrado a decir verdad, y pues necesitaba algo de aire fresco para despejar mi mente.
- Gaél, ayer me dejaron esto en la puerta de la casa – decía Paco arrojándome un bolso negro que me parecía conocido – Todo está allí, pero te quité un poco de dinero porque tenía hambre – sonreía en tono de broma.
- Gracias Paco – en ese preciso momento sentí que lo amaba – Tenía mis carnets y permisos en la cartera – decía efusivamente - ¡Venga te invito una malteada! – empujándolo a la cantina de la facultad.
Crucé la pared y allí me la encontré, mi cuerpo se detuvo en seco y mis piernas flaquearon – ¿Qué coño me pasa con esta chica? – pensaba mientras trataba de mantener una postura al menos respetable frente a Silvia.
- Hey – pronunciaron sus labios a la vez que pasaba por mi lado ignorándome completamente – Hey – atiné a pronunciar sin saber si me había escuchado.
- ¿Qué sucede galán? Disimula un poco – me decía Paco a la vez que me golpeaba en el hombro – Estás quedadísimo, toda la universidad se ha dado cuenta – decía con más tono de burla que cualquier cosa.
- ¿De qué hablas? – intentaba disimular.
- De lo que ya todos saben Gaél, estás quedado por Silvia y eres aún mas notorio cuando dices que la odias y todas esas tonterías – ya sabía que no era una broma y realmente me puse muy nervioso ya que… ¿En verdad me estaba enamorando de Silvia? ¿De una persona a la que supuestamente odiaba? ¿Cómo podía pasar eso?
La respuesta la tuve que dejar para después y a Paco lo dejé a mitad de su verborrea ya que me acordé que debía ir al gimnasio de Judo a retirar mi nueva indumentaria – a decir verdad era una excusa que utilicé y creo que dio éxito.
Camino a casa luego de haber ido al Gym, mi mente comenzó a recordar capítulo por capítulo. Sección por sección y una leve sonrisa escapó de mí ser…
"Te ves lindo cuando te enojas"… sus labios rozando los míos, el agua de la ducha intentando enfriar nuestros cuerpos… mis manos sintiendo su cuerpo en el salón de estudio. Mi dedo en su clítoris, mi boca en la suya, mi lengua, su lengua…
- ¡Plas! – un frenazo violento del autobús me hizo despertar y tuve que correr a la puerta ya que se iba y no quería caminar por un barrio cercano luego. El atardecer estaba agradable porque mostraba señales de que posteriormente llovería. El tramo que caminé a casa fue en completo silencio…
¿Y Entonces? ¡Decídete!
Pasaron las semanas y algunos meses y los juegos cada vez eran más y más directos. Ya no habían remordimientos, ya no habían excusas… cada uno competía porque no quería mostrarse débil al otro y expresar sus sentimientos, ya sabía que Silvia sentía algo por mi, pero yo no iba a ser el primero, quería que fuera ella y ella quería que fuese yo. Todo iba ocurriendo paso por paso y sin prisas pero sin pausas – El bebedor fino, a sorbitos bebe el vino. A decir verdad, manteníamos un juego de miradas, besos y toqueteos y ambos sabíamos que pronto los besos no serían suficientes. Eso ocurrió más pronto de lo que esperábamos…
Era de noche, salía de mi clase de Judo y vi a Silvia a lo lejos, nadando solitariamente al compás de su propio ritmo – ella se ejercitaba en las noches porque le gustaba nadar sola – comencé a acercarme lentamente y mi corazón comenzó a latir más rápido cuando la vi encaminarse a la salida de la piscina. Ésta era mi oportunidad de hablar con ella y de decirle todo, de confesar lo ya obvio, de hablar lo ya demostrado… como pude llegué y la vi entrar al área de oficinas y vestidores…
- Silvia, necesito hablar contigo – sonó mi voz a través del angosto pasillo. Mi mirada reflejaba en Silvia la seriedad del asunto, la seriedad del tema que estaba a punto de decir, de mis sentimientos, de mi cariño.
- ¡Sígueme! – sonó más a una orden que a otra cosa, ver a Silvia caminar con el traje de baño de la universidad no era una proeza apta para cualquiera. Su figura se contoneaba como bailando al borde del abismo, ella sabía que poseía un arma capaz de atrapar a cualquiera, y no se si la estaba utilizando conmigo o si era parte de su naturaleza, de su sensualidad.
El vestidor de mujeres era mucho más cómodo que el de los hombres. La estructura era de una forma rectangular rodeada de muchos lockers y en el centro un gran banco de madera para que las personas se apoyaran. Del otro lado estaban la zona de las duchas y demás misceláneos para "feminizar" el sitio. Silvia paró en los bancos del centro del lugar y se dio vuelta para escuchar lo que tenía que decirle.
- Silvia, a decir verdad no se como empezar. No encuentro palabras y sinceramente aunque sienta lo que sienta, aunque exista confusión de no saber que hacer, que decir… creo que es el momento de decirte que me gustas mucho – mis manos trataban de dar más énfasis a las palabras antes dichas, mi cuerpo se tornaba sudoroso, las palabras salían con temor y dificultad… - sa… ¿Sabes? Te quiero mucho Silvia, no me preguntes como pasó, como ocurrió… solo se que me estoy enamorando de ti y quiero saber si es mutuo… quiero saber si no son solo caricias, si no es pasión enfrascada en un vaso lejos de los sentimientos… ¡Quiero saber si tu también sientes lo mismo! – esas últimas palabras salieron de mi boca con dosis de impotencia y un profundo temor que inteligentemente pude contener.
- Gaél – se acercó a mí lentamente acariciando mi mejilla con su mano derecha – me gustaría decirte que me gustas, pero no; no te voy a mentir… - mi mirada bajó en señal de resignación, por mi mente pasaron millones de imágenes en tan poco tiempo… - ajam… decir que me gustas sería mentir porque no sería suficiente… la verdad es que ¡Me gustas mucho! Decir solo "Me gustas" sería minimizar lo que he llegado a sentir por ti… todo comenzó por un juego pero lentamente quería jugar y jugar más, hasta que me di cuenta que no eran los juegos Gaél… eras tú, sólo tú… - dijo esto y enseguida con su dedo índice tapó mi boca cuando intentaba decir algo – no hables, solo déjate llevar…
Su última frase desencadenó lo que había estado allí contenido durante mucho tiempo. Mis manos se dirigieron a su cintura, tomándola violentamente y atrayéndola – más de lo que estaba – hacia mí. Quería poseerla, tenerla allí conmigo… ya no quedaban dudas y las excusas, las palabras, los juegos se esfumaron cuando sentí sus labios juntarse a los míos… su lengua, invasora comenzó en la búsqueda inescrupulosa dentro de mi boca, las manos sobraban, la pasión desbordaba, derretía el lugar y la única manera de aplacar ese fuego era dejándolo salir hasta que los dos quedáramos exhaustos, con ganas de no seguir, pero de continuar a la vez…
Rápidamente las duchas fueron nuestro lugar escogido, más por evitar miradas indiscretas que por cualquier otra cosa. Ya las ropas habían quedado regadas quien sabe donde y lo único que quedaba era darle a nuestros cuerpos lo que ansiaban… La aparente soledad del lugar nos brindaba mayor comodidad para dar rienda suelta a nuestras pasiones, a nuestro amor. En seguida Silvia me arrinconó en una de las paredes de plástico de la ducha y comenzó a besarme más apasionadamente, mis manos se dirigieron por instinto a su duro trasero para comenzar a amasarlo, tocarlo en toda su extensión y decir que era mío… al pensar en esa palabra inconscientemente lo apreté de más – Cariño no se va a ir – Silvia ironizó interrumpiendo la sesión de besos – Sólo compruebo ¿Alguna queja? – Mi ceja derecha se levantaba – No, sigue en lo tuyo – dijo y siguió con la dosis de besos y caricias.
- Mi turno – dije y levanté en peso a mi querida, Silvia me rodeó con las piernas y me tomó la cara con las dos manos para comenzar a besarme y de una forma darme permiso de hacer lo que quisiera con ella…
La bajé de su leve comodidad y la hice dar vuelta, sus manos se apoyaron en la resbalosa pared de la ducha y una de mis hábiles manos la hizo abrirse de piernas… allí estaba Silvia, en una de las posiciones más eróticas y sensuales que había visto en mi vida… totalmente entregada al amor, a la pasión, ¡A mí!
Me coloqué de rodillas y suavemente fui subiendo mis manos desde sus pies, concentrando las caricias en su región poplítea hasta llegar a sus nalgas… allí me detuve y mi lengua sustituyó a mis manos en esa zona ya que migraron hacia su zona "delicada"… lentamente dediqué tiempo en acariciar y besar cada una de sus nalgas mientras que mis manos rodeaban sin atreverse a entrar en sus labios vaginales. Cada vez los suspiros eran más profundos y los gemidos estaban ya distales a la timidez… bajé más mi cuerpo y mi cara quedó entre sus piernas; mi lengua comenzó a explorar la zona buscando el lugar con más sabor, en seguida localizó su rajita y emprendió la batalla de explorar y dar placer al caliente cuerpo de mi amante. Mis manos sujetaban fuertemente y abrían sus nalgas, las piernas de Silvia cada vez aguantaban menos y mi lengua tomaba más poder, cada vez invadía más y mientras más terreno conquistaba, más le gustaba a mi querida… sus fluidos sabían deliciosos, mi excitación ya era máxima y la de Silvia era indescriptible… - Sigue… si, ss, siigue – decía avisando el desenlace que yo esperaba obtener… el tiempo y mi esfuerzo me apremiaron y condujeron los espasmos de mi amada, sus piernas se tensaron y sus manos buscaban donde apoyarse encontrando nada y por ende cayó sobre mi cara; yo como pude seguí chupando y chupando y los gritos de Silvia ya no dejaban dudas de que lo estaba pasando en grande – ¡Santo orgasmo mujer! – dije cuando pude salir de entre sus piernas…
- Ya verás lo que es un orgasmo – un empujón me hizo pegar contra la pared contraria de la ducha, Silvia se agachó y antes de comenzar me dirigió una de sus miradas cargadas de lujuria – ya verás…
No anduvo con rodeos, de una vez se introdujo todo mi miembro hasta el fondo, sus manos se apoyaban en mis muslos y su cabeza parecía tener autonomía con respecto a su cuerpo. Sus movimientos eran sincronizados y la succión que me estaba propinando había probado el funcionamiento de mi equilibrio varias veces. Cuando por fin me dejó descansar comenzó a utilizar su lengua en mis testículos mientras que con sus hábiles manos me pajeaba de una manera lenta pero placentera – esto de que las mujeres hacen muchas cosas a le vez es cierto ¿No Silvia? – la respuesta no fue hablada, fue demostrada oralmente… sus movimientos se hicieron más rápidos y su lengua habilidosa se situó justo en el orificio de mi uretra, su poder de succión llegó al máximo y por instinto supo que la hora de acabar se avecinaba para…
- Cójeme – dijo deteniendo instintivamente su chupada – ¡Estoy que ardo! –, se colocó de pié, tomó mis hombros y presionó a que me sentara… ya en esa posición pude ver como lentamente Silvia se posicionaba para la penetración. Se agachó un poco, con su mano derecha sostuvo mi miembro, y bajó un poco más su cuerpo para comenzar a sentir como su vagina hirviente engullía mi miembro sin que este pudiese defenderse… lentamente veía como toda la extensión de mi miembro iba desapareciendo hasta que ya no quedó más a la vista, luego de esto Silvia terminó de sentarse y acomodarse sobre mi anatomía - ¿Quieres que comience cielito? – su voz de niña tierna hizo que un impulso eléctrico me recorriera por el cuerpo… instintivamente mi cintura respondió por mi y se dio paso a comenzar el sube y baja que a muchos hace gozar y a otros enloquecer… mis labios al notar que sus senos estaban cerca no lo pensaron dos veces y se fueron a degustar ese manjar que ofrecía el cuerpo de Silvia, sus pezones color melón pedían ser atendidos y mi lengua les hizo el favor de aplacar sus ansias. Mis manos tomaron sus senos y mis chupadas se alternaban entre uno y otro mientras que mis dedos pellizcaban al que no estaba siendo acariciado por mis labios. En mi pene sentía un frío que aparecía y luego daba paso a una sensación húmeda y caliente, cuando miré la cara a Silvia ésta estaba ida, andaba en su mundo, en sus oleadas de placer y yo estaba aguantando la montaña de sensaciones que me estaba brindando mi amada con su cuerpo esculpido por los dioses…
La hice detenerse y me puse de pie, volteé a Silvia y comencé a lamer su cuello y besarla mientras que mis manos amasaban descaradamente sus senos. Mi pene rozaba las nalgas de mi amada y ésta trataba de retenerlo entre ellas, de sacarle todo el jugo que sabía que tenía… de exprimirme y dejarme sin aliento. Como pude la pegué contra la pared e hice que bajara su torso para que su culo quedara a mi altura; sin perder tiempo tomé mi pene y lo dirigí rápidamente a su rajita que exigía las caricias antes arrebatadas. Mientras mi cadera iba empujando, más placentera era la sensación de sentirse engullido, preso pero con libertad de sacarle provecho y placer a ello, mis movimientos no esperaron mucho y comenzaron a bombardear fuertemente aquella rajita que me había provocado tanto, le estaba dando su merecido y los sonidos de ¡Plop Plop! Apenas eran apaciguados por el sonido del agua de la ducha al chocar contra el suelo. Mis manos se dirigieron a sus senos mientras que mi cintura hacía lo suyo y Silvia al parecer también quería participar ya que acercaba su culo cada vez más cuando mi pene se separaba, ya el orgasmo estaba próximo y en mi mente solo había un objetivo: ¡Correrme!... cuando ya sentía cerca la eyaculación, detuve la marcha, saqué mi pene y coloqué a Silvia de rodillas… ésta entendió la seña y al sentir su cálida lengua en mi pene, montones de chorros comenzaron a salir y los que escaparon a su boca, llegaron a sus senos pero rápidamente fueron despejados por el agua que salía de la ducha… todo había acabado y nuestros cuerpos daban señas de que habían disfrutado a montones. Allí quedábamos los dos, sentados en una esquina de la ducha, tratando de agarrar fuerzas para salir caminando del sitio…
- Ha sido fenomenal – pronunciaba entre jadeos y respiraciones agitadas.
- ¿Tu dices? – Respondía Silvia con su típica dosis de ironía – Tienes una novia que sabe hacer de todo pequeño, mejor ve acostumbrándote…
- ¿Desde cuando somos novios? ¿Cuándo te pedí que lo fueses? – le respondía con una sonrisa sarcástica y colocándome una mano en el pecho en señal de pregunta.
- No es necesario que lo pidas, yo me autodenominé tu novia – el sonido del agua de la ducha le daban a la escena una imagen fría pero muy cálida y cargada de erotismo a la vez - ¿Algún problema? – insistía Silvia.
- Mmm – me tomaba el mentón… - Por mi está bien, pero debes darme un beso de novios…
- Ven acá – se colocó encima y comenzó a darme besos por toda la cara, su sonrisa al hacer todo eso era el premio más gratificante que había tenido…
Y allí quedábamos los dos como dos niños jugando con agua, riendo de cualquier ocurrencia… queriéndonos…
A veces uno termina con la persona que uno menos piensa ¿Quién diría que yo terminaría con la mujer a la cual "Odiaba"? Cosas como esas hacen al mundo el lugar más extraño, pero increíblemente atractivo que existe en el universo…
¿El futuro de la relación? ¿Qué pasará luego? Pues solo puedo decirles que actualmente vivimos el presente día a día y lo disfrutamos al máximo, en nuestra relación está prohibido que un día se parezca a otro… quizá todo termine mañana mismo, o quizá Silvia sea la señora de Gutierrez en un futuro cercano… eso sólo lo sabemos nosotros y como vaya viniendo, vamos viendo…
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