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Sobre el pavimento de mi calle llueve deliciosamente y mientras lo observo no puedo evitar comenzar a escribir uno de mis mejores recuerdos, el brillo de la lluvia al caer sobre el andén, sobre las hojas de las plantas y los parabrisas de los carros, me recuerda el brillo de ese par de ojos color miel que me miraron con amor y deseo, haciendo que me sumergiera en una locura que a pesar de durar en si solo tres horas, para mi fue la primera experiencia en la que desinhibidamente me entregué por completo, permanecí dos años sin ningún acercamiento sexual después de mi primera vez.
Aquel día el clima estuvo perfecto, con un poco de sol en la mañana y parte de la tarde. Estaba esperándolo, venía a conocerme desde otra ciudad a 6 horas de la mía, los nervios no me dejaron dormir la noche anterior. Quería verlo y deseaba conocerlo, pero el miedo seguía en mi mente. Fui a recibirlo a el terminal de transportes, a las 4:30 de la tarde, lo encontré sentado con un pequeño maletín a su lado. El levantó su mirada observándome de arriba a abajo, creo que causé en él buena impresión física, (en realidad él me lo reconoció después), aquel día quise verme muy bonita, pero sin caer en la exageración del arreglo. Me vestí con un jean azul, una blusa ceñida blanca, con dos aberturas en los hombros, me gusta esa blusa que marca bien mis curvas, sandalias blancas un poquito altas y ropa interior también blanca.
Nos fuimos a caminar un rato, decidimos que pensaríamos en el hotel para él en la noche; nos dedicamos a hablar de todo un poquito. Hasta que llegó el tema de nosotros, fue en una pequeña tienda donde nos sentamos a hablar ya que había comenzado a llover y el día se oscureció de repente, exactamente igual al de hoy. Allí nos besamos por primera vez, cuando la noche apenas caía, aquel fue el primer beso de una extensa velada. En la noche, caminando por el centro y norte de la ciudad, repartiéndonos besos por cualquier motivo, riendo y olvidando el resto de nuestras vidas, la realidad de la distancia y las diferencias entre ambos, que a pesar de ser muchas compaginaban muy bien.
Y el mismo pensamiento rodeaba mi mente, el mismo pensamiento que me acompaño al levantarme, al prepararme para aquel día que sabía sería inolvidable, mi pensamiento fue el mismo en todo el día, ¿hasta donde llegaríamos a conocernos?, ¿cuál sería la línea o el límite?. Llegó el momento del silencio mientras caminando de la mano conectamos nuestros pensamientos, me propuso un tiempo y un lugar solo para los dos. Yo pensé un poco, por un lado parecía muy pronto, pero por el otro ¿a quién quería engañar? yo más que nadie sabia cuanto estaba pensando y deseando exactamente lo mismo, por eso no tenía otra opción que aceptar su propuesta que muy profundamente deseaba escuchar.
Estuvimos en un bar donde se escuchaba mucho rock en español, el hablándome de las canciones y los grupos, y yo atenta a sus explicaciones; en medio de tanta concentración surgían besos, al principio pequeños, y a medida que pasaba el tiempo y las cervezas, aumentamos la intensidad, lo cual nos llevó a buscar el hotel para su hospedaje.
Al llegar lo acompañé hasta el cuarto, sentía las hormonas sobrevolando nuestras cabezas, las miradas incontenibles de deseo, y las manos hasta ese momento reprimidas se atrevían a avanzar, mientras nuestros enloquecidos labios saboreaban y degustaban el sabor a piel. Un profundo beso abrió la puerta que restringía la imaginación, nos abrazamos fuertemente mientras él me aprisionaba contra la pared. Tomó mi cara entre sus manos, y comenzó lentamente a bajar por mi cuerpo, mirándolo y detallándolo, tal vez intentando descubrir mi cuerpo bajo la ropa.
Me miró a los ojos y me despojó de la blusa, acarició mis senos por encima del brasier, los besaba los estrujaba, yo levanté su camiseta para acariciar su espalda, bajo por mi ombligo y besaba mi estómago mientras desabrochaba mi pantalón que comenzó a caer poco a poco yo ayudándole con mis piernas, lo dejaba tocar y acariciar todo mi cuerpo. Ahí de pie recostada contra la pared, me sentía con tanto deseo, un exceso que nunca había descubierto, el deseo me estaba invadiendo cada vez más, así lo despojé de su camiseta y acariciaba su pecho, pero el dejándome completamente desnuda hizo desaparecer mi ropa interior en medio de los besos.
Permaneciendo solo él con su pantalón me acostó en la cama, extendió mis brazos y mis piernas, comenzando una lluvia de besos muy suaves por todo mi cuerpo, esta situación me excitaba aún más porque nunca antes alguien se había decidido a besarme de esa forma, con tanta entrega y tanto deseo como el que sentí ese día, la euforia y el ambiente en la habitación me motivaba a respirar muy fuerte, y pequeños corrientazos recorrían mi cuerpo, desde mi estómago hasta mi garganta y de mi garganta bajaban muy rápido a mi vagina que parecía que iba a estallar de los pálpitos tan fuertes que sentía, muy caliente y muy mojada, algo difícil de creer, después de tanto tiempo sin ningún contacto de este tipo. Fue más de lo que hubiera esperado sentir y apenas comenzábamos a vivirlo.
Sus besos por todo mi cuerpo se acercaron a mi vagina, y a medida que pasaba delicadamente sus dedos solo rozándola a manera de tentación, yo sentía que esos corrientazos se convertían en uno solo como si pudiera electrocutarme. Pasó sus labios cerca de mi vagina, mientras yo lo observaba ansiosa, abría cada vez más mis piernas para dar paso a su cara, sentía su respiración como aire fresco que aliviaba mi caliente rincón, cuando la suavidad de su lengua tocó los alrededores del clítoris, la punta suave y mojada hacía círculos alrededor de él, y yo arqueaba mi espalda mientras mis manos temblorosas y tiesas se aferraban a la sábana, estaba al borde de mi primer orgasmo, era primera vez que alguien dedicaba besos y caricias tan delicadas a mi vagina. Cuando tocó y jugueteó con la puntica de mi clítoris deseoso, no recuerdo si lo que salió de mi boca fue un pequeño grito o un gran gemido, pero el levantó su cara con una pícara sonrisa, y disfrutó mi cara con el placer que él me proporcionaba, cuando sin darme cuenta su húmeda lengua se deslizó hasta el orificio, no aguante más y alcancé un orgasmo tan profundo que casi me ahogo de la emoción.
Volviendo a subir regresó a mi ombligo, yo me senté ubicándome frente a él que permanecía arrodillado, y besé su pecho completamente, bajando hasta el ombligo y repartiendo besos y lamidas alrededor de él. Puso una almohada en su espalda, acomodándose para lo que venía, mire su cara y cerrando los ojos se concentraba en el placer de las caricias, y los besos que se acercaban cada vez más al objetivo. Mi experiencia en la fellatio no es mucha pero algo había escuchado y aprendido de mis amigas, quienes me contaban lo que más le gustaba a la mayoría de los hombres, y ahora estaba a punto de probar el primer pene, de tocarlo como quisiera, y ver la expresión de un hombre al ver como lo hacía. Pasé mi lengua por el glande, el sabor al principio no me pareció agradable, pero tampoco era tan desagradable como me lo imaginaba, así que lo comparé con un aguardiente (su sabor es difícil de soportar la primera vez pero después termina por gustarte y mucho). Seguí pasando mi inexperta lengua por el glande en círculos, la moví rápidamente por el orificio de la punta, y después la bajé deslizándola por el tronco, pude admirar su rostro placentero, tranquilo, sintiendo más. Así que intenté introducir el pene completamente en mi boca y no pude, decidí madurar mi práctica con tiempo, y seguir con pequeñas caricias por el momento, después me acosté sobre él y seguí besando sus labios intensamente mientras él deslizándose debajo de mi con la humedad de nuestros cuerpos se introdujo en mi, haciéndome suspirar muy hondamente y arqueando mi espalda me senté y lentamente movía mi cintura en círculos sintiendo el placer del movimiento mientras me sentía más y más llena, acariciaba su pecho con una mano mientras con la otra me sostenía de sus piernas para poder subir y bajar despacio y con su ayuda conseguir una penetración completa.
Suspirando, gimiendo, diciendo lo bien que se sentía estar así pero sobre todo sintiendo que dentro de mi crecía cada segundo un sentimiento incontrolable que me consumía, pensé ahogarme pero por el impulso o talvez por instinto no podía dejar de moverme violentamente sobre su cuerpo buscando saber cual era el final de esa pasión, alcanzando un segundo orgasmo con una sonrisa maliciosa y reduciendo el ritmo lentamente miré sus ojos pude notar la satisfacción que él también sintió, sintiéndome completamente mojada y unida a él lo vi como mi espejo, el único que podía reflejar lo que yo también sentía. Me desvanecí a su lado boca abajo, recibiendo de su parte un tierno abrazo de agradecimiento.
Hablamos compartiendo nuestras emociones mientras descansábamos 15 minutos y cuando todo parecía tan tranquilo con sus caricias en mi espalda y glúteos, sentí que paseaba sus labios junto con sus manos, me di cuenta que su intención era una tercera vez, se sentó en mis piernas masajeando mi espalda, y yo me incorporé lentamente quedando ambos arrodillados y él detrás de mi, me incliné hacia atrás y él deslizando sus dedos por mis senos, los bajo hasta mi clítoris jugando lentamente, yo puse mi mano en la de él para guiarlo en su labor, estaba masturbándome y él me ayudaba, en mi espalda pude sentir de nuevo su miembro muy duro, mientras me daba pequeños y delicados besos en mi cuello me empujo con su cuerpo hacia delante para ponerme en posición de perrito, y me acariciaba delicadamente, tentándome con su pene mi vagina de pronto comenzó a introducirlo despacio, suspirando y sintiendo como se deslizaba deliciosamente, yo me sujete de las barandas de la cama, mientras él comenzó un movimiento de vaivén que disfrute como nunca, así comencé a gritar suavemente, eso lo éxito más aún y me acariciaba todo mi cuerpo, y en el momento menos pensado se sujetó de mis caderas para acelerar el ritmo, su movimiento era de experto, ningún hombre sea ha movido como él para mi, me olvide del tiempo y en realidad no se cuanto tiempo duró esa tercera vuelta, solo me concentré en el placer que él me transmitía, alcancé un tercer orgasmo, él se demoró un poco más al ser su tercera vez pero cuando se vino sentí como goteaba entre mis piernas su líquido. Nos sentamos el uno frente al otro con cara de complicidad, dándonos el uno al otro una seguridad completa de nuestro buen entendimiento en asuntos sexuales.
Así cerramos con broche de oro la primera visita, con una clara intención de ambas partes de que aquella no fuera la última.
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