El relato que traigo es 100% real, trabajo en una dependencia de gobierno, en la que he conocido a algunas mujeres con las que he tenido que ver, pero nunca pensé encontrar algo que como hombre ni siquiera había soñado.
Un día llegó una chava que iba a ser la nueva asistente de mi oficina, me gustó mucho su forma de ser para trabajar, servicial y eficiente desde el primer momento.
En cuanto a lo físico me llamó la atención, pero de primera instancia no se me pasó por la mente hacerla mía, más que sabía que era casada. Es bajita, con un cuerpo normal y se viste usualmente de pantalón y con blusas recatadas.
No recuerdo exactamente como se dio la primera plática en el chat, pero con seguridad fue por cosas de trabajo o trivialidades, nada sexual ya que no pensaba en ella de esa manera.
Durante el desarrollo de las pláticas noté que me tenía confianza, y yo empecé a platicarle de sexo de forma sutil, como averiguando si podía divertirme hablando con ella de esos temas, la sorpresa fue que nos tomamos mucha confianza, sin llegar a pensar en algo físico que pasara de una plática picante.
Yo le contaba de mis aventuras sexuales, le daba detalles de cada encuentro, como conocía y enamoraba mujeres y como terminábamos siendo amantes, algunas de ellas casadas o con novio. Le encantaba leer las cosas que le escribía, y empecé a verla como una posible compañera sexual.
Un día ella me confesó que le había sido infiel a su esposo ,que había tenido una relación extramarital de algunos meses, pero que había acabado mal.
La habían descubierto y ella por lo mismo no quería volver a caer en algo parecido, ya que el marido la había perdonado. No puedo negar que sentí una excitación tremenda al saber que tenía una amiga infiel y confesa, más que aunque su relación no había terminado bien, ella no estaba arrepentida de lo que había vivido.
Tampoco niego que vi una oportunidad de hacerla mía, de hacerla caer de nuevo, y todo para mi placer.
Hasta ese punto aun no había nada físico, había decidido respetarla, ya que si había intentado insinuarle que quería algo más, pero ella me dijo que no quería que pasara a más.
Seguí insistiendo, calentándola con mis pláticas y haciendo que ella recordara sus encuentros, lo cual debo admitir que tardó, pero funcionó a la perfección.
De repente se presentó a trabajar con una faldita y le dije que me encantaba como se veía, ella me contestó diciendo que a ella también le gustaba cuando iba al trabajo con uniforme blanco.
Desde ahí, se dio una relación en la que yo iba vestido para agradarle y ella me correspondía de la misma manera. Al mismo tiempo, las pláticas se fueron poniendo cariñosas, mostrando que había interés de su parte. Un día violé mi decisión y le agarré la pierna, aprovechando que había llevado falda, sentí su reacción deliciosa, de que me deseaba, de que quería más.
Un día le invité a comer, llevaba la faldita que tanto morbo despertaba en mí. Terminando de comer subió a mi carro para regresar al trabajo, y ahí volví a acariciarle la pierna. Lejos de molestarse me empezó a acariciar la mano con una sumisión y un deseo que pocas veces me había tocado sentir.
Me desvié del camino a la oficina, no aguantaba más, en plena carretera me orillé en un paradero de autobuses y comencé a manosearla. Su excitación era inmensa, así como la mía, ya que a ninguno de los dos nos importó que fuéramos vistos a plena luz del día.
El faje se puso muy intenso, mi verga estaba estallando de bajo de mi pantalón, guié su mano y la puse sobre mi picha. Ella soltó un gemido, deseaba conocer la verga que tantas veces había escuchado en mis pláticas, no soportaba mas las ganas de presentársela y lo hice.
Me saqué la verga y ella la agarró con desesperación. Su caricias en mi miembro me tenían en el cielo, y su mirada fue indescriptible, noté las ganas que tenía de sentarse sobre ella. Por las circunstancias no pudimos pasar ese día de ahí, pero quedamos en un día para por fin coger como tanto deseábamos.
Yo tenía muchas expectativas de ella como hembra, ya que me había confiado que había hecho sexo anal y tiene un culo delicioso ella a su vez tenía curiosidad de saber porque las mujeres reaccionaban conmigo en la cama como le había contado.
Y ese día llego, ambos le mentimos a nuestras parejas para vernos, y fuimos a un motel, ambos con la calentura y los nervios que caracterizan esos encuentros.
Verla desnuda fue otra experiencia, sentir su piel, su calor, como temblaba cuando la acariciaba, era lo máximo.
Ella besaba mi cuerpo con desesperación, lo quería tanto como yo quería meterle la verga, aunque llevaba condones quise que ella probara mi verga al natural las primeras metidas, y yo sentir ese calor y nos valió, seguimos así hasta el día de hoy porque es una sensación única estar dentro de ella. Cabalgó sobre mi verga como si no hubiera mañana, y yo la embestía como un animal.
Probamos varias posiciones, todas placenteras y excitantes.
Todavía no sabía lo que me esperaba, la historia de conseguir todo su cuerpo, su sumisión, pero eso lo contaré en otro relato.