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Categoría: Infidelidad

infiel por amor

Ya estamos aquí; en un cuarto de hotel. Las cosas se darán dijo él, de la mejor manera en que se tengan qué dar. Todo es vivir y aprender. Si entendí bien el mensaje anterior no tengo mucho qué pensar; sólo dejarme llevar por él, por mi propio cuerpo y las circunstancias. Todo se irá dando de manera natural como en un tobogán: Lanzada a la pendiente no te queda más que obedecer. Son las fuerzas de la naturaleza que gobiernan el entorno. Recuerdo que me dije a mi misma: Si fui capaz de llegar hasta aquí; llevada por ese amor potenciado a través del tiempo. Si no puedo resistir el encanto de este hombre que me alucina con su energía vital, sabiduría y sensual voz diciéndome al teléfono cada día: vida mía; te amo. Si estoy en la cama a solas con él; voy pendiente abajo. Ahora ¡ya qué!.
La cama es inmensa; espejos aquí y allá, la decoración sobria, alfombra parda y un jacussi. De pie nos besamos; me tiemblan las piernas; busqué sentarme en la cama. Así, sentados seguimos la sesión de besos. Fueron muchos besos: en la boca, cuello, manos. Besos, besos y más besos. Atrevido levantó mi falda según dijo para ver mis piernas. Mi reacción fue a la defensiva: ¡¡no!!. Acariciaba mi piel muy cerca de la pantaleta y espiaba para ver mis intimidades. Eso me enciende. Es muy atrevido. Me lo dijo en un poema que me escribió:

¡Atrevido! dejaré tu piel sin tela
¡irrespetuoso! sin detalles de modestia
fijaré la vista en la contemplación de tus muslos.
Probaré sabores, excitaré aromas.
¡Agresivo! besaré tu boca y manos
¡Salvaje! lameré pezones, piernas, espalda, glúteos y pies.
Si lo dijo en un poema, en este momento el poema es hacerlo realidad. Entreabrí las piernas para dejar a esas manos, tocar mis humedades. Exploraron profundo, merodeando; atento a las reacciones. Cuando sentí su pulso presionar mis adentros. Sin pensarlo me acomodé para facilitar el tacto a fondo. Así, vestida, sin retirar un milímetro de tela; con sólo la falda levantada, la pantaleta echada a un lado; en posición supina; empinada pues, disfruté las caricias manuales de mi hombre hasta que pude cantar mi venida. Retiró la pantaleta negra de encaje, muy mojada con los jugos de mi alma. Me sugirió acomodar boca arriba con las piernas entreabiertas para hacerme un cunilungus (oral). ¡Guau!, que chico, ¡qué lengua!, ¡qué manera de moverla!, de jugar ¡ahí merito! En donde siento que me derrito. Otro orgasmo.
Yo no soy mujer que quede satisfecha con sólo uno ni dos orgasmos. La llegada de uno es el principio de lo que será una larga sesión de clímax en cadena. Siguió el retiro de la ropa. Mi desnudez me prende; siempre me ha excitado mi desnudez; pero hay algo que me eleva a extremos muy altos de excitación, ser observada con lascivia por mi amante. Me ordenó ponerme tendida en la cama boca abajo. Generosamente untó aceite de bebé en todo mi cuerpo y me dio masaje al tiempo que me hablaba tiernamente de relajarme, abandonarme, olvidar todo el estrés de un día de trabajo; un intenso día de resolver, atender asuntos, problemas y cosas. ¡Olvida todo!. Intenté relajarme y lo logré. Esa voz diciendo: Mi amor, todo está bien. Relájate, relájate mientras masajea mi espalda y cuello, zona renal y renalgona, piernas y pantorrillas. No consiento más abajo porque no tolero el masaje en los pies. Me hubiese gustado el aroma sándalo o rosas; pero los olvidé en el coche. Me pidió voltear boca arriba. Más aceite. Se acabó el relax porque arriba están mis regiones más calientes. Cuando tocó el cuello lancé un suspiro: ah, bajó; se apoderó de mis pezones apretando a dos dedos las puntitas paradas. Siguió al abdomen, vientre, monte de Venus. Rodeó la vulva para seguir a las piernas. Me excita mucho ese juego del masaje; más aún cuando tengo al alcance de mi mano el miembro viril de mi macho. Erecto como macana de policía, húmedo y llamativo. Tuve qué tocarlo; acariciar el cañón y los testículos. Leves chupaditas al glande, intentos de meterlo en mi boca y comerme aquel inmenso falo parado. Leves jadeos; recomiendos: así, así. Regresó a la vulva. El sabe cómo me gusta: Con dos dedos en la vagina profundo, estimulando el punto g. Este puntito de oro lo disfruto desde mucho antes de saber cómo se llamaba, ni siquiera saber cómo se llamaba el placer extremo que me producía de niña.
Para mí hay algo muy difícil de explicar en palabras: mi orgasmo. Los expertos describen el orgasmo femenino en cuatro etapas: excitación, meseta, orgasmo y resolución. El mío es así: excitación, meseta, orgasmo, espasmo, orgasmo, espasmo, orgasmo, espasmo. Si el estímulo sigue el ciclo sigue orgasmo espasmo, orgasmo, espasmo y al final resolución.. Esto puede llevar varios minutos. El espasmo es un brinco de mi cuerpo que salta materialmente descomponiendo la posición que tenga. Sólo dura un instante; pero es muy placentero porque se acompaña de contracciones vaginales. Es un extremo de placer inconmensurable. Yo no sé si todas las mujeres disfruten el sexo de esa manera; pero si no, entonces tendría que considerarme a mí misma una mujer muy afortunada.
Cuando sentí que estaba lista y urgida para una penetración se la pedí. Me acomodé boca abajo. Ya papito, entra en mí por favor. Él sabe su precio. Me dejó sola como una hambrienta que necesita un pan. Sin prisa sacò un vibrador cilíndrico con punta roma como un pene y empezó otro masaje; esta vez mucho más erótico que el anterior. Vibrando al máximo lo pasó por mi espalda, cuello, se quedó un rato en las nalgas. Abrió las piernas y dio con la vulva. Hizo recorridos de exploración por toda la línea y finalmente entró en mi vagina. ¡Oh!, Dios mío¡ qué sensación tan deliciosa. Es algo nuevo, vibrante, pulsante. Encontró el ritmo: entraba y salía con presión y frecuencia para estimular todo por dentro. Los orgasmos llegaron, los espasmos también y èl ahí, regalándose conmigo. Cuando se lo pedì, generoso entró en la cueva muy mojada llorando mucho . Buscó la posición. Intentó varias y al final se acomodó. Yo boca arriba con las piernas abiertas. Él abajo haciendo túnel con mis piernas acoplando genitales. Así estuvimos mucho tiempo. Yo en mi ciclo, él en el suyo sin perder la erección. Cuando terminamos estábamos muy cansados, exhaustos, sudando. Totalmente agotados
Vino lo que mi amado llama: el orgasmo espiritual. Acostados de lado. Pegada mi espalda a su pecho, me dio el abrazo más fuerte, protector, íntimo y comprometido que nadie jamás me haya dado. A dos manos podemos acariciar sin furor sexual, sólo ternura: brazos, hombros, tetas, glúteos, piernas. Besos suaves en la espalda y cuello y nuca y pelo. Cuando me dí vuelta el juego siguió pero yo tomé parte activa.
Cuando estás así el tiempo vuela. Volvimos al abrupto, luego al reposo con ternura infinita; pero se acabó el encanto cuando vimos el reloj. Siempre hay cosas pendientes, obligaciones, quehaceres. Es momento de interrumpir todo y salir al mundo a seguir la vida como si nada hubiese ocurrido.
me gustaría recibir comentarios. experiencias de infidelidad de mujeres.
Datos del Relato
  • Autor: alondrita
  • Código: 23870
  • Fecha: 31-03-2011
  • Categoría: Infidelidad
  • Media: 5.72
  • Votos: 29
  • Envios: 4
  • Lecturas: 4046
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
oax
invitado-oax 08-04-2011 00:00:00

dejate de mamadas.. ya estas vieja...puras pendejadas escribes..

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