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Me sentía sola. Hacía días que había discutido con mis padres y la cosa en casa no iba de bien en mejor. Muy al contrario, había decidido marcharme al piso de unas amigas a la isla de enfrente por unos días para ver si el ambiente mejoraba un poco con la distancia. Por otro lado, con mi novio me iba bien. No era para tirar cohetes, pero habíamos pasado situaciones peores. Al estar yo tan desanimada y tan ausente del mundo, nos sentíamos mutuamente un poco más lejos, nos comunicábamos mucho menos y hacía varios días que no sentíamos esa sensación urgente llena de necesidad del otro. Él estaría harto de mis historias y yo prefería estar sola.
Así, avisé en casa de que me iba a pasar un fin de semana a Lanzarote y le dije a él que esperaba estar de mejor ánimo y disposición el lunes siguiente. Preparé una mochila con apenas una muda de ropa, nada de falditas ni de taconcitos porque no pensaba ponerme guapa ni salir de fiesta, así que con mis vaqueros y mis tenis, mochila al hombro, salí en el coche rumbo al aeropuerto. Aparqué allí mismo, sabiendo lo que me iba a costar después el parking y notando el punzante dolor en mi cartera.
Cuando hube facturado, pasé el control policial no sin antes escuchar los pitidos que indicaban que me había olvidado el cinturón en el pantalón; me quitaron la botella de agua que llevaba en la mano –no fuera a ser gasolina que promoviera un incendio el habitáculo del piloto― y me dejaron pasar.
Siempre que viajo en avión, aunque el viaje sea tan corto como éste –de apenas media hora―, siento unos nervios horribles y la boca se me seca, la cabeza me funciona con mayor lentitud y me siento víctima de los actos de otra mujer que me quiere llevar en ese fatídico medio de transporte con lo poco que me gusta.
Así mi cuerpo, me dispuse a gastarme un dineral en una botella de agua dentro de la zona de embarque –agua exenta de peligro para el avión― y me acerqué a la barra del bar que quedaba más cerca de mi puerta de salida. Había una cola de unas seis personas por delante de mí y tendría que esperar un poco. Cuando ya estaba cerca de la barra, me apoyé en la columna más cercana y noté una mano que pasaba justo por delante de mí en dirección a la barra y me rozaba los pechos. Esta mano cogió una botella y al irse de nuevo hacia atrás volvió a rozarme. Esta segunda vez un ligero escalofrío me recorrió la espalda. Miré hacia atrás ligeramente y me encontré la mirada directa y honda de un hombre un poco más alto que yo, que, lejos de disculparse por su "intromisión en mi espacio vital", me miraba con cierto aire de arrogancia. No era guapo exactamente, pero tenía ese algo que hace que te quedes mirándole fijamente para descubrirlo. Nos miramos sin apartar la vista unos segundos, los suficientes como para inquietarme.
―Señorita, que qué desea.
Volví la cabeza. Le pedí a la apresurada camarera una botella de agua. Cuando buscaba en la cartera el dinero para pagar, sentí una mano tocarme el hombro para después bajar por mi espalda, entrar por debajo de mi brazo y atraparme un pecho. Me quedé estática, como una piedra. ¿De qué iba este tío? ¿Qué hacía yo que aún no le había pegado un grito para espantarlo?
Él quitó su mano y yo acabé de pagar el agua. Me di la vuelta avergonzadísima, esquivé su mirada irreverente y me senté en una de las mesas que por allí había.
Entre los nervios por coger el avión y aquella situación totalmente lejana de mi rutina diaria, me sentía totalmente bloqueada. Temí que aquel hombre se sentara en mi mesa, y bastó que lo pensara para que se acercara con aire gatuno. Ya a mi lado, le miré; él arqueó las cejas en dirección a la silla en señal de "¿Puedo, verdad?" y yo no respondí. Creo que estaba absolutamente idiotizada.
El tipo me miró fijamente y me dijo:
―Te noto pensativa
―Tenía una voz grave, firme y delicada a la vez. Me gustó.
―Yo, en un alarde de elocuencia, respondí:
―Sí.
―No te he molestado hace un momento, ¿Verdad?
―Eh…
―No, si te hubiera molestado me habrías dado un guantazo, o habrías montado un numerito en plan víctima de violación.
―Sin embargo te has puesto nerviosa. No te has enfadado. Incluso es probable que te haya gustado.
―No
―Sí.
El tipo rodó su silla hasta colocarse al lado mío. No dejaba de mirarme fijamente y yo, ahora mismo, viéndolo desde fuera, no puedo comprender cómo no me levanté y me largué. Supongo que estaba entrando en algún tipo de trance donde yo no tenía nada que ver conmigo misma, donde no podía menos que quedarme impactada con lo que estaba sucediendo mientras mi otro yo se marchaba de vacaciones por unas horas.
Tienes unas bonitas tetas –Me lo dijo hasta con cariño, sin que sonara sucio siquiera.
―Sí, verte desde atrás ha sido un verdadero privilegio. Me moría de ganas de verte la cara.
―Eh…
―Estás tan buena como imaginaba.
―Eh… gracias, supongo.
―Me gustas. Me gusta todo tu cuerpo.
Aquel tipo con sus halagos desmedidos me estaba haciendo empezar a temblar de pies a cabeza.
―¿Adónde vas?
―A Lanzarote
―¿Visita de trabajo o de ocio?
―De ocio. Voy a visitar a unas amigas
―Sí, tienes cara de necesitar relajarte
―Sí.
―Vamos en el mismo avión. Voy a casa de mis tíos. La familia de mi padre vive allá y hace mucho que no les visito. Siempre hemos estado muy unidos.
―Está bien.
―¿Cómo te llamas?
―Adriana
―Precioso nombre. Yo me llamo Ángel.
―Ok.
―¿Tienes novio?
―¿Perdón?
―¿Que si tienes novio?
―Eh… sí, sí.
―¿Cómo se llama?
―Ehhh, Santi, se llama Santi…
―¿Y estás a gusto con Santi?
―Sí
―¿Seguro?
―Sí.
―Bueno, eso está bien.
Me miró el escote con descaro, y tras percatarse de que me estaba poniendo más nerviosa todavía, agregó:
―¿Y tu novio te folla como se merece una tía como tú? ¿O pasas hambre?
―Vaya… vas directo al grano, por lo que veo
―No sé a qué te refieres, a menos que sea a que quiero follarte.
Sin querer mi cuerpo comenzó a excitarse. Aquella idea, pensar en que aquel tipo me cogiera y me desnudara allí mismo para follarme me dejó desbancada. Sentí cómo me temblaba todo entre los nervios y la excitación.
―¿Y a tu novio se la chupas?
―¿En serio piensas que voy a responderte?
―Sí se la chupas. Se la chupas porque tienes cara de que te encanta ver disfrutar a un tío con lo que le haces.
―¿Esto lo haces con todas las tías que te encuentras en las barras de los aeropuertos?
―Fíjate tú que no me importaría que me la chuparas –Me ignoraba descaradamente― Estaría genial que me bajases los pantalones ahora mismo y notaras mi polla dura por tu culpa.
Mi mano reposaba sobre la mesa. La cogió con suavidad y me la llevó hasta su bragueta. No pude quitarla de allí, ni siquiera hice nada por evitarlo, me sentía como imantada. Noté la polla enorme y durísima contra el pantalón. Sentí cómo me humedecía repentinamente. Él se acercó hasta mi oído y susurró:
―¿Ves lo que has hecho? Esto es por imaginarte desnuda sobre mí, por inventar cómo sería tener ese cuerpazo tuyo cabalgándome encima como si fueras una salvaje.
―Me estás... yo…por favor, no sigas. ―Cada vez me notaba más húmeda. Sus susurros contra mi oído me estaban poniendo a cien. Su respiración entrecortada hablándome me agitaba.
―¿Qué te pasa? –Su tono ocultaba un suave toque de sorna.
―Nada, esto es tan… esto no está bien.
―Estoy loco por que me la chupes. Sé que lo haces de maravilla.
―Bufff, a mí tampoco me importaría, no.
―¿No decías que tenías novio? –Se alejó de mi oreja y me miró de frente con aquellos ojos hondos.
―Sí
―¿Y qué pensaría él si te viera ahora mismo?
―No lo sé. No creo que le gustara… es algo celoso…
―Pero estás cachonda, con tu mano sobre mi pantalón, pensando en lo increíble que sería follar conmigo, ¿A que sí?
―Me gustaría decirte que no… pero sí.
Fíjate, la niña está despegando.
En ese momento, el aviso de que nuestro avión salía en breves instantes me hizo despabilar. Me levanté de la silla casi sin mirarlo, pasmada por lo que me estaba sucediendo; cogí mi mochila y me acerqué a la cola de gente que se dirigía a la puerta de embarque. Él, antes de que me fuera de la mesa, me agarró por un brazo y me dijo:
―Si quieres tener algo conmigo, siéntate junto a mí en el avión. Si no, olvida que me muero por tu cuerpo y por verte así de cachonda debajo de mí…y se acabó.
El avión era muy pequeño, casi una guagua voladora, y los asientos no estaban numerados. Él se colocó delante de mí en la cola. Pensar que en breves instantes iba a estar despegando en el aire subida en aquel pequeño cacharro me puso muy nerviosa, y sumado a eso, estaba el culo de aquel tal Ángel, y no sólo el culo, sino aquella polla durísima que hasta hacía un segundo notaba bajo su pantalón. No podía dejar de sentirme excitada y un bloqueo como de ladrillos me aplastaba la conciencia, yo no era Adri, sino otra, una putita desmadrada que podría follarse a cualquiera por ahí sin importarle tener novio o no tenerlo.
Entramos en el avión. Todo el mundo, más lentamente que nunca, se fue colocando en sus asientos. No había mucha gente. El avión iría medio lleno. Él se dirigió a la parte delantera, donde apenas se estaba colocando gente y se sentó pegado a la ventana, dejando el asiento del pasillo libre. No miró hacia mí. Yo apenas dudé, la verdad. Podría decir que mientras duró la cola y la entrada en el avión estuve divagando y pensando sobre los pros y los contras de aquello, pero no tenía cabeza. Fui directa y me senté a su lado. Él ni me miró. Me sentí como una verdadera estúpida y me pregunté qué carajo estaba haciendo allí.
Cuando todo el mundo se sentó y la azafata anunció que el viaje iba a dar comienzo, se acercó a mi oído de nuevo y susurró:
―Muy bien por haberte sentado aquí. No sé si te dije que me vuelven loco tus tetas. Me muero por poder manosearlas y chuparlas.
Me estaba acelerando. Ni me di cuenta de que la azafata empezaba con sus consejos para un vuelo y un accidente seguro. Cuando el avión comenzó a moverse, el corazón me comenzó a latir más fuerte. Odiaba aquel momento con todo mi cuerpo. Cerré los ojos con fuerza y sentí, agradecida, cómo su mano cogía la mía y la sostenía todo el tiempo, hasta que el avión estuvo estabilizado en el aire.
Ahora sí me miraba. Y cómo me miraba. Sostenerle la vista era un triunfo. Parecía desnudarme con firmeza con aquellos ojos. Yo miré disimuladamente hacia su pantalón y noté su paquete abultado. Me encantó y me asustó un poco. Él se dio cuenta y me volvió a atrapar la mano para llevarla hasta allí.
―Adriana, voy a follarte.
―Vas a hacer lo que yo quiera, vas a disfrutar como nunca… te vas a convertir en mi puta… lo sabes, ¿verdad?
Sin más preámbulos, metió su mano por debajo de mi camisa y me tocó un pecho con firmeza. Siempre me ha gustado que jueguen con mis tetas. Es algo que me pone muy cachonda, y aquél tipo estaba dando en el clavo. Mientras lo hacía, empezó a comerme la oreja, a besarme por todo el cuello, a lamerme con suavidad. Estaba tan mojada que sonreí al notarlo.
Me entraron unas ganas locas de comerle la boca y me acerqué a sus labios con mi boca entreabierta, hambrienta. Él se alejó un poco de mí, sin quitar aún la mano de mis pechos.
―¿Qué pasa?
―Nada, no suelo dejar que me coman la boca.
―¿Y eso?
―No sé, supongo que lo reservo para las tías por las que siento algo fuerte.
Aquello parecía un reto. Le respondí:
―No me pega que seas de esos. Pero yo me muero por besar esos labios que tienes. Por pasar mi lengua con suavidad por ellos y por que notes mi humedad en tu boca. Quiero besarte.
Y se acercó y posó sobre mí los labios. Entré con mi lengua lentamente, saboreando con cuidado la boca de aquel desconocido que en dos segundos me había puesto tan caliente, con aquel tipo con el que, extrañamente, me sentía cada vez más cómoda y cada vez menos yo. Él fue respondiendo. Al segundo jugueteaba con más violencia con su lengua, mojándome con su avidez. Cuando nos despegamos, volvió a besarme, esta vez con una potencia y una ambición que me volvió loca. Parecía que con aquel beso pretendía poseerme entera, hacerme toda suya, y casi que lo consiguió, porque a aquellas alturas yo me habría desnudado allí mismo. Sin embargo, cuando nos separamos, me quedé como si nada hubiera pasado, sabiendo que estábamos en un avión y que allí no podía ocurrir nada. Me llevó la mano a su pantalón otra vez, y yo tapé mi mano con su chaqueta, para que la azafata, que estaba todo el rato yendo y viniendo, no se diera cuenta.
―Me la vas a chupar. Lo sabes. Me la vas a chupar con esa boca de putita que tienes. Me lamerás toda la polla y te gustará tanto que desearás no dejar de mamármela en la vida, para que me corra en tu boca tantas veces lo desees.
― Y te iré desnudando poco a poco. Te quitaré esa camisa y te besaré el cuello, los hombros, las tetas. Te arrancaré el sujetador con los dientes, mientras siento tus pezones duros contra mi cara, desearás que me los meta enteros en la boca y que respire sobre ti sabiendo que mi cuerpo está a punto de explotar.
― Me estás matando
― Te morirás de placer de verdad cuando sientas cómo mi mano busca hundirse bajo tu pantalón para encontrar ese coñito que debe estar ardiendo ahora mismo.
―Sí…
― Sabrás lo que es bueno. Te arrancaré el pantalón y esas braguitas finas y empezaré a juguetear con mi lengua sobre tu clítoris. Comenzarás a gemir como una loca cuando sientas mi aliento sobre tus labios y mi lengua subiendo y bajando, cuando notes que deseas que te la meta con todas mis ganas.
― Ahá…
― Te haré esperar, buscarás mi polla o mis dedos, ávida, y te la llevaré de nuevo a la boca mientras te masturbo con mis dedos. Sentiré el calor de tu coño y el de tu boca a la vez, y desearás que ese momento no acabe nunca.
― Diosssss
La voz de la azafata me devolvió a aquel avión y me di cuenta de que hacía rato que se habían iniciado las maniobras para el aterrizaje y apenas faltaban unos minutos para que tocáramos tierra. Él me miraba con una fijeza como para transformarme en humo y yo me moría de ganas por que cumpliera con todo aquello que acababa de relatarme. El período que transcurrió desde que aterrizamos hasta que nos vimos por fuera del aeropuerto pidiendo un taxi apenas lo recuerdo. Lo veo como una nube blanca –y húmeda― en la que flotaba, entre atontada y excitada. Él conocía un hotel a unos ocho minutos del aeropuerto y le dio las señas al taxista. Durante el trayecto, no paré de mirarme las manos, como si allí estuviera la respuesta a la pregunta: ¿Qué estás haciendo? Mandé un mensaje a mis amigas diciéndoles que llegaría esa noche, porque me había liado con unos asuntos. Mis asuntos no dejaban de desnudarme con los ojos, con el espíritu, diría yo. Al momento estábamos entrando en el hotel de tres estrellas y pagando una habitación doble, a la que subimos más despacio que deprisa.
Cuando estuvimos dentro y solos, me entró una especie de pánico, se me fue el ladrillo de la conciencia y pensé en mi novio y en lo que él pensaría si me viera en aquel lugar. Pensé en que no me gustaría nada que él hiciera lo que yo estaba haciendo. Pensé que debía salir de allí en aquel mismo momento y alejarme de aquel tipo al que no conocía y que no sabía qué querría o qué clase de pirado sería.
Demasiado tarde. Me sorprendió con un abrazo por detrás. Me quitó la mochila y la dejó en el suelo. Sin darme la vuelta, me recogió el pelo hacia arriba y empezó a lamerme la nuca con suavidad. Los escalofríos me recorrieron entera. Masajeó brevemente mis hombros y se acercó a mi oreja. Creí que iba a decirme algo, pero sólo pude notar su respiración y su calor humedeciéndome el lóbulo y dejándome temblando. Metió las manos por dentro de mi camisa y me masajeó las tetas por encima del sujetador, está vez siendo más delicado. Me quitó la camisa y empezó a besarme la espalda. Arrodillado, me besaba la cintura y poco a poco fue subiendo hasta desabrocharme el sujetador. La forma en la que se deshizo de él me hizo dudar de que aquella fuese la primera vez que hacía algo parecido.
Realmente no sé en qué momento fue que él se quitó la camisa, pero me abarcó con sus brazos potentes y pude notar como me atraía hacia él, y como me pegaba contra su pecho mientras introducía su mano dentro de mi tanga… jugaba con mi coño, húmedo de sobra por su culpa, acariciándome el clítoris primero, y luego introduciendo, poco a poco, uno de sus dedos mientras me susurraba al oído que se moría por estar dentro de mí, por notar el calor de mi cuerpo y correrse dentro de mi … notarlo ahí, tan fuerte, y a la vez tan protector fue algo realmente excitante y a la vez tierno, casi romántico.
Cuando mi cabeza empezó a desvariar y a llevarme por derroteros equivocados (el amor nunca estuvo presente en nuestro encuentro) Ángel me dio la vuelta para quedar cara a cara… volver a toparme con esa mirada hizo que se me fueran de la cabeza todos los pensamientos cursis y me volvieran los más salvajes… sentía que quería ser su puta, que deseaba ser su puta… había conseguido calentarme hasta el punto de que mi consciencia ya no existía, y él me dominaba por completo…
En algún momento entre mirarle a los ojos y agacharme para quitarle los boxers que llevaba (negros y tan ajustados que dejaban entrever una polla más que considerable) y empezar a lamerle la polla, sé que pensé en mi novio, en que le quería de verdad, y en que aquello era una putada (nunca mejor dicho) que le estaba haciendo. Y lo peor de todo, es que era consciente de que él era incapaz de hacerme algo así…
Pero todos los pensamientos se me fueron cuando empecé a bajarle los boxers… lo hacía lentamente, tratando de hacerle desesperar, como intentando recuperar porte del control que no tenía, como para recobrar parte de mi orgullo de mujer. Lo que apareció bajo los boxers… he de decir que me sorprendió mucho; mi novio, sin tenerla enorme, he de reconocer que está bien dotado, pero esto era otra cosa. Este tío jugaba en otra liga. Cuando se la saqué me dí cuanta de que debía medir al menos 24 cm., y, a parte de lo larga, me sorprendió lo gorda que era. Era increíblemente bonita. Me quedé un momento como hipnotizada viéndola… aunque el trance se me paso pronto: en un momento la tenía en mi boca. Realmente la tenía gorda el muy cabrón. Le dí algunos lametoncitos, jugué un poco con sus pelotas… pero lo que tanto él como yo queríamos era que me la metiera en la boca… y así lo hice. Noté como aquello le gustaba. Se aceleraba y me agarraba del pelo para hacerme seguir el ritmo de su pelvis. He de reconocer que si mi novio me hubiera visto en aquel momento, hubiese jurado que no era yo… de rodillas, en un hotel más bien mugriento, y tragándome casi hasta el fondo una polla que era dos veces la suya…
Pero a aquellas alturas ya mi novio era como una bruma en mi cabeza. Sólo estábamos Ángel y yo.
Noté cómo se iba acelerando, pero ni yo ni él queríamos que se acabara ahí la cosa, así que paré; me agarró de las axilas y me subió para besarme la boca. A mi novio siempre le había dado un poco de asco besarme si se la había chupado, aunque sólo hubiese sido un poco… y ver la fuerza con la que aquel hombre entró en mi boca, inundándome con su lengua hizo que me calentara aún más si era posible.
Con un movimiento sorprendentemente ágil y rápido me colocó con mis piernas abrazando su tronco mientras me sostenía con sus brazos. Yo aún llevaba los vaqueros puestos, aunque me duraron poco, la verdad.
Me tumbó en la cama y me arrancó a tirones los pantalones. Yo ya me dejaba hacer como si hubiese perdido toda capacidad de decisión. Empezó a besarme los muslos con tranquilidad. A medida que subía, mi respiración se aceleraba. Seguía empeñado en hacerme sufrir. No tenía prisa. Alcanzó la cara interna de mis muslos y se recreó en ellos… aún recuerdo que en esos momentos pensé que esa era, de mi cuerpo, la parte favorita de mi novio… el pobre.
De repente paró para mirarme a los ojos como queriéndome avisar de lo que iba a suceder a continuación, como si fuera la última oportunidad para echarme atrás. Mi única respuesta fue: "Sigue cabrón, no pares ahora"
Y así lo hizo. Me quitó el tanga casi sin darme cuenta y en una décima de segundo ya lo tenía entre mis piernas, jugando con su lengua alrededor de mi húmedo coño, acercándose hasta el clítoris, para alejarse de nuevo. Yo creía enloquecer. Fue en ese momento en el que atacó mi clítoris con toda la fuerza de una bestia enjaulada. No sé si me hizo daño o si me mató del gusto, pero a partir de ahí yo estaba en otra dimensión… mi cuerpo reaccionó con espasmos y era evidente que me iba a correr en ese momento. Mi cuerpo se tensó y noté cómo oleadas de placer me invadían, naciéndome en la espina dorsal y recorriendo todo mi cuerpo hasta la cabeza.
―¿Quieres que pare?
―¿Qué? ¿Qué dices?... No, no quiero que pares por nada del mundo…
―Quiero que me digas que eres mi puta…
―Eso ya lo sabes…
―Sí, pero quiero oírlo…
―Soy tu puta cabrón, pero fóllame ya…
―¿Quieres que te la meta?
―Sí, por dioos, siii
―¿Así?―Dijo mientras introdujo un poco la cabeza de aquella monumental polla―.
―Hijo de puta, me vas a matar…
―¿Te gusta?
―Diosss, qué gorda la tienes…
―Lo sé…
―Por dios, métemela ya… párteme en dos, por favor,,,
―Primero quiero que me jures que te tendré a mi disposición siempre que quiera follarte…
―Eso es imposible, sabes que no nos volveremos a ver…
―Eso no lo sabes…
―Vale, lo juro, estaré a tu disposición, haré lo que tú quieras cuando quieras…
A todo esto Ángel no paraba de jugar con su polla, sacándola y metiéndola sólo unos milímetros…
―Bien… me gusta saber que serás una buena puta― Dijo mientras se colocaba un preservativo…
Y en ese momento me la clavó hasta el fondo. Pensé que me iba a desmayar… aquella polla era más grande de lo que podía imaginar, pero estaba tan húmeda que entró como si tal cosa… Me penetraba como si lo hubiese hecho toda la vida, como si realmente mi cuerpo hubiera estado esperando aquello siempre. Me sentía a punto de explotar.
―Diosssss, diossss, hijo de puta, cómo me follaaas joder…
―¿Te gusta así?
―Diooosss, me vas a matar…
―Me gusta ver cómo te entregas… eres una puta, lo sabes, ¿Verdad?
―Sí, soy tu puta, soy toda tuya…
Siguió metiéndomela un buen rato, aunque no podría calcular cuanto fue… lo único que recuero es que tuve como 3 orgasmos más, y ese tío como si nada; a veces paraba, para volvérmela a meter hasta el fondo…
―Date la vuelta y ponte a cuatro patas…
―¿Qué?
―Ya me has oído…
―Vale – contesté con la respiración entrecortada y jadeando. La verdad es que no sabía que iba a pasar a continuación, pero me di la vuelta.
―Ahora voy a follarte como te mereces…
―Haz lo que quieras conmigo…
Creo que en mi vida me había entregado tanto al sexo.
Pensé que me la iba a meter por el culo, cosa que con mi novio hacía pocas veces y no era especialmente de mi agrado, pero que en esos momentos estaba tan cachonda y estaba tan al servicio de los deseos de Ángel que nada me hubiese importado, pero me equivoqué. Sólo oí el sonido que hace el preservativo cuando te lo quitas…
―¿Qué haces?
―Te la voy a meter a pelo
―No por favor… es arriesgado
―Me da igual… quiero estar dentro de ti sin nada que nos separe. Quiero sentirte al cien por cien.
―Eres un hijo de puta…
―Shhh… ahora sólo disfruta ― Dijo mientras me la metió suavemente, como si acompañara con el movimiento sus palabras…
―Ohhh, dioss….
―¿Te gusta así, verdad?
―Síiii
―Bien…
―Ahhhh, ahhhh, diossss
―Siiii, eres una pedazo de puta Adri… quiero correrme dentro de ti…
―Sí por dios, córrete, no pares, no pares,… ahí, dale, dale, me voy a correr… me voy a correr cabrón… Diooooosss, me corro, me corrooooo, siiiii
―Síii, jodeerrr
Me tenía agarrada del pelo, empotrada contra la cama sólo con la cabeza levantada. Me estaba volviendo loca. Sabía que follar sin condón era una locura, aunque tomase la píldora, pero la verdad es que notarlo tan dentro de mí y tan fuerte hizo que mi excitación se desbocase. Me encantó sentir como se derramaba dentro de mí, cómo se corría mientras gemía como un animal herido. Sin duda alguna ha sido el mejor polvo que he tenido nunca…
Ya ha pasado casi un año desde aquello. Yo sigo con mi novio. Decidí que era mejor no contarle nada para no molestarlo, al fin y al cabo aquello sólo había sido físico, y a mi novio lo quería de verdad. De hecho hasta nuestra relación ha mejorado en este tiempo. Sin embargo, el otro día, mientras paseábamos mi novio y yo como dos tortolitos, cogiditos de la mano, vi a Ángel de lejos… aún sabiendo que vivíamos en la misma ciudad, nunca pensé encontrármelo. Lo peor de todo es que el tío vino directo a nosotros. En ese momento mi corazón iba a mil por hora. Se plantó delante de nosotros, y cuando yo estaba dispuesta a soltarlo todo para salvar un poco del honor y de la confianza de mi novio, va Ángel y pregunta:
―Oye, perdón, ¿me podrías decir donde está la calle Santa Marcelita?
―Sí, mira… en la siguiente esquina…
Cuando Santi se dio la vuelta para empezar con las indicaciones, el hijo de puta de Ángel me sobó una teta… como hiciera aquella vez en el aeropuerto… casi en ese momento mi novio se dio la vuelta para comprobar que le quedaba clara la indicación…
―OK, muy amable… gracias.
―De nada.
Yo no podía creer lo que había pasado. Al despedirse, Ángel me guiñó el ojo, cosa que mi novio claramente podría haber visto, pero dudo que lo pillara. En ese momento sonreí, recordando la promesa que Ángel me había hecho hacerle… y me dí cuenta en ese momento de que jamás la rompería.
―¿Por qué te ríes? –me preguntó él.
―Nada, que me parece a mí que eres muy amable…
―Claro, qué pensabas ― dijo Santi mientras volvía agarrar mi mano para continuar el paseo…
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