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Categoría: Confesiones

Inesperado placer

Hola mi nombre es Andrea, esto paso a mis 22 años y siempre que recuerdo hay en mi emociones encontradas...

Era principios de primavera, yo tenía un novio con el que tuve mi primera vez y lo pasaba bien, estudiaba en la capital y los fines de semana viajaba a mi hogar, una parcela ubicada a unos kilómetros de la ciudad.

En esos días recuerdo que andaba muy caliente, tenía que viajar casi obligada todos los fines de semana ya que soy hija única y de una familia conservadora de buen nivel económico, por lo que mis padres me protegían mucho.

No podía estar tranquila, tenía ganas de estar con mi novio y hacerlo todo el día, pero no, estaba atorada en casa.

Para distraerme decidí ir donde mi abuela en la ciudad.

- mamá, quiero ir donde la abu.

- ya pues, yo le digo a su papá que la lleve.

- no, quiero ir sola ya se tomar el bus y llegar.

- pero hija, mejor llamo a que la vengan a buscar. Ya?

- no mamá, está bien. Quiero ir por las mías.

- mmm, bueno, pero me llamas cuando llegue.

- si má.

Partí a mi habitación y me vestí. Yo tengo un cuerpo normal, flaca, blanquita, nada voluptuoso, pelo negro cola de caballo, y mis gruesos labios.

Además vestí normal, un jean Calipso, un sweater de hilo y un abrigo, tome un montón de dinero y estaba lista.

Salí y tome el bus. En el trayecto me sentía muy bien, mi calentura la había olvidado y el día soleado de primavera me daba tranquilidad.

Al bajar debía caminar unas cuadras, era un sector acomodado de la ciudad, con poca gente en las calles y muy tranquilo.

Estaba por llegar cuando escuché:

- jovencita me puede ayudar?

Miro hacia un lado y era un viejo algo vagabundo con un carro. Al parecer quería llevar su carro hacia el fondo de un terreno abandonado.

- bueno

- venga, ayúdeme con el carrito por favor.

No modulada bien sus palabras y olía a mugriento.

Me puse a su costado y entre los dos llevábamos el carrito hasta una especie de refugio que tenía.

- gracias jovencita por ayudar a un desamparado como yo.

- no se preocupe, ayudar es bueno.

En eso siento que la persona se saborea y traga saliva. Lo miro y tiene su mirada fija en mi, veo sus ojos y denotan desesperación y angustia.

Me asusté un poco no pasó por la mente que podía pasar algo malo, ya casi llegábamos y continuaba agradeciéndome.

- gracias jovencita usted es muy linda.

- está bien, caballero.

- me gustaría agradecerle, persona con quién hablo me ignora. Pero usted ni lo dudó.

Parecía que el viejo tenía algún problema, mental o social. No paraba de agradecer y modulada como si tuviera la boca con comida.

Llegando a su refugio veo que tiene un colchón, una pequeña fogata y un tarro con agua, además de muchos cartones y latas.

- ya caballero, llegamos.

- si jovencita, muchas gracias.

- de nada, hay que ayudar a...

Mientras hablaba el viejo toma mi mano y empieza a besarla y sobarse con ella su mejilla.

- no es necesario, caballero.

- no jovencita, déjeme agradecerle. Usted es tan linda y buena.

Me incomodaba la situación, así que me zafaba de sus besos.

- me tengo que ir ya, no es necesario...

Me apretaba más y continuaba su sobajeo, y cuando me agarra el culo.

- he!! Suélteme ya!!

Y lo empujo con fuerza, me libero y me voy caminando rápido.

- disculpe jovencita! no se enoje conmigo, que usted es tan linda y buena.

Yo no le respondía, solo caminaba apuraba. Mientras el viejo gritaba.

- jovencita!, flaquita!

Gritaba el mugroso. Y sentí que venía corriendo hacia mí, yo asustada empecé a caminar más rápido. Me estaba alcanzando.

- ey flaquita, no te vayas así. Espera!

Comencé a correr, cuando resbalo con el pasto y caigo sobre mi mejilla, no me dolió, pero, me asusté bastante ya que el viejo apuro el paso y me pilló en el piso.

- ah niñita, ves lo que pasa por irte así? Ven aquí, estás bien?

El viejo me dijo vuelta y me pego a su cuerpo. Abrazándome y manoseando el culo y las piernas.

- suélteme, estoy bien. No me toque!

Busca mi rostro y mirándome.

- tienes tú carita sucia, te duele?

En eso se lame sus dedos y los frota sobre mi mejilla, algo hinchada por la caída.

- no déjeme, que asco! Suélteme! Déjeme tranquila!

Forcejeaba con el viejo, quién se abalanzó sobre mí, sosteniendo mi brazos con los suyos, no parando de hablar y lamiendo mi rostro. Jadeaba ya y se contorneaba como si estuviéramos follando.

- déjeme viejo de mierda! Suélteme.

Yo le pegaba rodillazos, pero no podía zafarme.

- ahhmm, ahmm, flaquita qué linda está, déjeme agradecerle su ayuda, déjeme ayudarle a que le pase el dolor.

Ahí estaba yo, de espaldas al piso forcejeando con un vagabundo, que me lamía y babeaba. Yo que solo quería ayudarlo y ahora comenzaba a llorar y desesperarme.

- a mijita no llores.

El viejo me empezó entonces a besar la boca queriendo meter su lengua y a besarme el cuello. Jadeando y sobando su cuerpo contra el mío, sentí su olor fuerte a hombre y recordé mi calentura y las ganas de sexo.

Ya perdía el miedo dando paso al morbo y deseo. Aun resistiéndose físicamente, por dentro comencé a desear sexo y exigir placer. El viejo sin parar de hablar ni moverse encima de mí besándome el cuello, lamiendo mi cara, besando mi boca.

- eso flaquita, mejor? Duele?

- déjeme ya. Sonó más a desgano que reclamo.

Ya estaba algo cansada de forcejear y quería que el viejo siguiera.

- oh, tranquila ya?

Me besaba la boca, la cual empecé a abrir. Permitiéndole el paso a su lengua, entrando de a poco sentía su sabor a alcohol barato. Ya me besaba con propiedad y note su ancha lengua. Soltó un brazo y sobaba mis pechos.

Yo permitía ya que me tuviera agarrada de mis brazos y con una mano, dejaba que metiera su mano por debajo de mi ropa, pellizcando mis pesoncitos.

Estaba calentándome al máximo, cuando se aleja algo de mí. Lo veo y reacciona a la situación, se da cuenta que me tiene forzada a su merced.

- se siente bien? Váyase si quiere. Disculpe.

Yo lo veía y claro, estaba arrepentido y le tomaba el peso a la situación. Se quedó de rodillas a mi lado, mirando el suelo, con la mirada perdida.

Yo lo veía, pensé en huir, pesaba en que me tenía toda caliente, vi su entrepierna notando un bulto. Estaba fuera de mí, solo quería culear.

Puse cara de niña buena. Y tome mi rodilla.

- caballero, aún me duele mi rodilla.

El volvió en sí mirándome de pies a cabeza, yo con la mejilla hinchada, los labios rojos, el cuello babeado y mi ropa desarreglada.

Tragó saliva.

- flaquita, déjame ayudarte.

Me sobó mi rodilla y manoseándome de nuevo, me arrimo a él. Yo le daba el cuello, pero no atinaba.

Otra vez pensé en huir, que estaba haciendo?

Me puse de pie y fingí que no podía caminar, espaldas a el hice que me caía y tire mi culo en su bulto. Sentía la verga del viejo.

- ah, flaquita déjame llevarte.

- caballero necesito un masajito en mi piernita, porfis?

Mirándolo a los ojos y poniendo mi cara de niña buena, el viejo cambio de aspecto clavando en mí la mirada otra vez.

- venga, acompáñeme al fondo jovencita.

Agarrándome de su cuello lo acompañé. Al llegar al refugio me acostó en el colchón y comenzó a masajear mi rodilla.

Intentaba subir el jean, pero era muy ajustado.

- bájeme el pantalón, ayúdeme.

El viejo desabrochaba el pantalón minuciosamente. Yo estaba decidida, quería sentir su tremenda lengua. Ya estaba en esta situación por lo que debía aprovecharla.

Mientras el bajaba el cierre y jalaba el pantalón, le agarre la cabeza, abrí las piernas y lo introduje en mi coño. El viejo retomo su frenesí y me lamía toda la zona, mis muslos y encima de mi calzón. El cual bajo y comenzó a lamer. Uhm que placer. Era increíble. Sentía su lengua en toda mi concha llenándola por completo, empecé a gemir, a gemir con todo.

- uuhmm uhmmm eso eso! Ahí señor, no pare, por favor no pare!!

El viejo lengüeteaba como animal, nunca había sentido tanto placer, era un largo orgasmo retorciendo todo mi cuerpo, puse mi mano en su cabeza y le tome la suya para que amase mis tetas.

- ooh ohh! Que exquisito, que rico, siga así! Así!

Estaba totalmente entregada al placer que el viejo me estaba dando. Quién no paraba y ahora pellizcando mis pezones. Tuve casi 4 orgasmos, estaba toda mojada y roja. Habrá estado el viejo más de media hora chupándome la raja. Cuando se detuvo yo estaba en éxtasis él hablaba cosas, sentía el fuego de la fogata y veía al viejo de pie mirándome y masturbándose sobre el pantalón.

Sin pensarlo mucho le baje el pantalón y tome su verga. Llena de pelos de buen tamaño y cabezona. Me la metí en la boca sentí su mal olor pero mi retribución era más fuerte.

Me la metí toda y comencé a mamarle, como nunca antes me había atrevido a hacer, la tragaba toda. Al sentir sus gemidos la saqué y buscando su mirada le lamía las bolas saladas y peludas, puso mi mano en mi cabeza y mirándolo otra vez puse su verga a lo largo de mi cara, me llegaba hasta la frente, le lengüeteaba la cabeza y el bufaba. Volví a mamarle hasta sentir su corrida en mi paladar, le salió harta leche, tanto que salió por la comisura de mis labios, la tragué toda y continué lamiéndosela hasta que se deshincho. Él cansado se tiró en el colchón, suspirando.

Yo ya compuesta me propuse arreglarme y pensar que diría por mi tardanza y lo sucio de mi ropa.

Con el agua del balde lavé mi cara, mi coño y mis manos, me vestí, limpie mis rodillas tome parte del dinero y lo dejé en el colchón. Me despedí del caballero:

- ayudar es bueno.

Saludos.

Datos del Relato
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