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En las últimas dos semanas hemos hablado Inés y yo varias veces acerca de la proposición del tío Jesús. En esencia, se puede decir que se trata de realizar negocios de contrabando de tabaco rubio americano e inglés, café y té, neumáticos, recambios de automóvil, transistores y casetes, baterías de cocina, pequeños electrodomésticos, herramientas, pantalones vaqueros, lencería fina, toallas y albornoces, calzado deportivo, entre España, Marruecos y Portugal. El transporte lo realizan en camiones unos alemanes importadores de frutas y verduras y yo tendría que asegurar la distribución a los clientes españoles (fundamentalmente en Zaragoza, Teruel, Logroño, Burgos, Valladolid, León, Salamanca) que luego venden al detalle. Según Inés no es nada especialmente difícil ni arriesgado pero sí hay que demostrar y mantener seriedad en los tratos y en el cometido a desempeñar. De vez en cuando hay que ir a ver a los clientes y al menos un par de veces al año se visita a los proveedores marroquíes y portugueses. Jesús tiene una pequeña infraestructura (un almacén, unas furgonetas y varios conductores de confianza) que yo heredaría de aceptar continuar con su trabajo. Las ganancias no son multimillonarias, pero merecen la pena.
Tendría que dejar el trabajo de electricista, sobre todo para no levantar sospechas entre los compañeros y quizás montar un pequeño negocio legal para ocupar el tiempo y disimular mi actividad. Inés me ha propuesto abrir una tienda de electrodomésticos y mobiliario de cocina en un local de su propiedad que está en el barrio, en una esquina de una calle bastante comercial.
El tío Jesús me ha dado un fuerte abrazo y me parece que incluso se ha emocionado cuando le he dicho que sí, que acepto, y agradezco en lo mucho que vale, su ofrecimiento.
—Como estamos a mediados de mes, en dos semanas saldremos de viaje para presentarte a los socios extranjeros y el próximo domingo vamos a ir a un pueblo cercano para que conozcas el almacén, al encargado y los tres conductores que hacen el reparto
Ya estoy metido en faena. A mi madre no le ha gustado nada que vaya a dejar el taller de electricidad y menos aún que entre en negocios con Jesús, aunque nada le he explicado. Los compañeros del trabajo se han alegrado de lo de la tienda y ya están buscando otro electricista joven que me sustituya.
El almacén está en Colmenar Viejo en un pequeño y discreto polígono empresarial en el que casi todas las empresas se dedican al textil o a los recambios de automóviles. Los conductores son gallegos, por supuesto, y siempre hay un encargado y un mozo en el almacén para que se vea actividad. Me han recibido bien y delante de Jesús han reiterado su compromiso conmigo y yo con ellos. Les he invitado a comer en un conocido asador de la zona y a los postres Jesús ha entregado un sobre a cada uno con dinero a modo de finiquito por su parte. Éxito total.
Me he llevado una tremenda sorpresa porque ahora soy dueño del mesón gallego del barrio (no tenía ni idea de que fuera del tío Jesús), lo que ha empezado a generarme beneficios, sin exagerar, pero constantes. Se puede decir que después de pagar todos los gastos, incluyendo a los dos camareros y la cocinera que trabajan y llevan el bar, gano un buen sueldo mensual. Mañana partimos hacia Marruecos en donde conoceré a los proveedores. Inés está un poco enfadada porque no puede ir.
—A ver si vas a venir con lo que no tienes y me pegas algo. Jesús tiene un peligro con las moritas y los moritos jóvenes que miedo me da. Ten cuidado y ten confianza en ti mismo. Ah, me tienes que contar todo lo que hagas, todo. No te cortes llegado el caso, pero me lo cuentas
Nunca había subido en avión y tras los primeros momentos de nerviosismo, me encanta. Jesús aprovecha el viaje para aleccionarme, lo que en realidad viene haciendo todos los días desde que acepté:
—Mira sobrino, en este tipo de negocios se mete mucha gente con ganas de ganar mucho en poco tiempo. La policía no les deja durar más de un par de años. Nosotros llevamos más de treinta, no se trata de comerse el mundo a bocados ni de traficar con mercancías peligrosas como armas, drogas, mujeres o medicamentos caducados. De las ganancias participan las autoridades en una justa medida por mirar a otro lado, pero de eso tu ni te preocupes. Una cosa más, de vez en cuando alguna persona con problemas para pasar la aduana llega junto con la mercancía. No te vas ni a enterar salvo cuando te llegue un sobre con dinero en el siguiente envío. Tu a lo tuyo, a respetar los acuerdos y porcentajes y a tener bien suministrados a los clientes. Cualquier cosa que surja fuera de lo que es habitual es competencia de quienes vamos a ver, y por ello ganan más que tu. Yo no he tenido que preocuparme más de la cuenta ni una sola vez en todos estos años y si he tenido algún problema, siempre me han ayudado a acabar con él o me he enterado después de que se haya solucionado
En el aeropuerto de Rabat nos espera un lujoso coche que nos lleva rápidamente a una villa situada en una playa solitaria. La casa me parece preciosa, bueno, son varias construcciones unidas por terrazas a distintos niveles, con muchos patios y jardines interiores, todo ello en tonos blancos, crema, anaranjado, azul suave, amarillo. Bonito de verdad, con fuentes, muchas flores y plantas, y efectivo contra el calor húmedo y pegajoso que se siente.
En una de las terrazas más grandes y elevadas, con varios sofás, colchonetas, mesas bajas e innumerables cojines de todos los tamaños, entre sombras provocadas por grandes telas inmaculadamente blancas sujetas con cables de colores formando un techo discontinuo, nos reciben cuatro hombres, muy distintos entre sí. El mayor parece salir de una fotografía de una enciclopedia, con su poblada barba gris, sus amplios ropajes blancos, la expresión de tranquilidad en el rostro, la autoridad que de él emana. Su aspecto me parece verdaderamente impresionante. El respeto que Jesús le demuestra y la deferencia mutua no exenta de aprecio me da clara idea de que se trata del jefe. El segundo hombre, más bien bajo de estatura, muy moreno y renegrido es portugués y se abraza con alegría indisimulada con Jesús. El tercer hombre es alemán, un tipo muy alto, grande, parece un oso rubio, me saca la cabeza. El cuarto es un marroquí joven, poco mayor que yo, vestido a la europea e hijo del jefe. Hechas las presentaciones todos me saludan afablemente y es el momento elegido para solicitar que traigan té y pastelillos a la docena de sirvientes, hombres y mujeres, que se encuentran a la expectativa en otra terraza aledaña. Fundamentalmente se habla en español intercalando palabras portuguesas, algo de inglés y expresiones árabes que no puedo entender y que después Jesús me traducirá como frases hechas y sentencias con un cierto contenido religioso y de reafirmación de lo que se dice.
Ha sido un día muy largo. Todo ha quedado hablado, los pactos confirmados y de manera definitiva quedo incorporado a la organización con el mismo estatus que hasta ahora ha tenido Jesús. No hemos parado ni cuando hemos comido los muchos y maravillosos platos que nos han servido en la propia terraza, ni luego en las varias ocasiones en las que hemos tomado café o té con yerbabuena y un incontable número de dulces distintos. ¡Los pasteles de hojaldre, almendra y miel son de vicio!.
Mohamed Taha se retira a eso de las doce de la noche a sus habitaciones acompañado de sus mujeres, presentes en otra terraza pero a las que en ningún momento hemos visto, su hijo, Abdul, nos conduce a uno de los patios interiores en donde se comporta como un perfecto anfitrión y Feliciano, Hans y el tío Jesús toman unos whiskys, Abdul y yo preferimos gintonics, y todos fumamos tabaco endulzado con miel mezclado con bastante hachís en unas grandes y ornamentadas pipas de agua, mientras se cuentan anécdotas de las que nos reímos liberados ya de la presión y responsabilidad de la reunión y de los temas tratados.
Hace unos minutos han entrado en el patio una docena de mujeres jóvenes y otros tantos chicos, todos ellos elegantemente ataviados y maquillados, con ropas sugerentes ellas y con un mínimo calzón ellos. Jesús y Feliciano saben perfectamente de qué va el asunto, pues se van hacia una zona más oscura del patio tras elegir dos de las mujeres y dos chicos que rápidamente se desnudan. Inmediatamente los hombres se dejan quitar las ropas, se echan sobre los sofás y reciben las atenciones sexuales de una mujer y un joven cada uno. Hans se retira a otro rincón con dos de los chicos. No puedo ver bien al alemán desde donde estoy.
Minutos después Abdul me mira con cara risueña, de cachondeo, diría yo, y haciendo un gesto de ofrecimiento con la mano me insta a elegir alguno de los acompañantes. Señalo a una joven muy morena de pelo rizado que no deja de mirarme y como no hago más gestos, es ella la que indica a uno de los jovencitos que se acerque. Rápidamente ambos se quitan la ropa. La mujer me parece un bombón de chocolate, con una piel morena oscura, brillante, un rostro agradable con unos ojos negros como el carbón y labios rectos pintados de un tono anaranjado muy bonito. Delgada con curvas, me parece que está muy buena con sus tetas más bien pequeñas, aplastadas, musculosas, duras, con pezones marrones oscuros muy llamativos, grandes y gruesos, situados en medio de una pequeña redonda areola más oscura todavía. Sin una gota de grasa en el cuerpo, el sexo completamente depilado, de un color moreno más suave que su piel, un culo redondo, duro como una piedra y unas bonitas musculadas piernas, me parece muy deseable. El chico, no sé, es un chico joven, el pelo muy corto, muy corto, completamente depilado, delgado, no me pone mucho, pero es el primero que se arrodilla a mi lado y empieza a chupar mi polla. No me da ningún reparo ni me provoca repulsión, ni mucho menos, porque la chupa de puta madre, se la mete entera, la saca, la vuelve a meter y poco a poco me la va comiendo parándose en el capullo para mamarlo de manera increíble. La joven, entiendo que se llama Zora, acerca sus tremendos pezones a mi boca y voy pasando de uno a otro dándome un verdadero banquete, lamiendo, chupando, mordisqueando (los pezones de mi amiga Inés no son pequeños y me vuelven loco, paso grandes momentos mamándolos y en ocasiones los castigo un poco más de la cuenta, pero estos son tan largos y gruesos que parecen un dedo gordo, me provocan ganas de hacerles daño, sin exagerar, pero que la mujer lo sienta, que lo note).
He tenido que pedirle al joven que pare porque estaba ya cerca de correrme y quiero durar más rato. Zora me acaricia muy suavemente la polla con sus dedos, tocando apenas el capullo, de una manera muy excitante. Echo una mirada alrededor y veo como Jesús y Feliciano están follándose a las mujeres mientras los jovencitos juegan con el culo de los hombres, introduciéndoles los dedos, pasando después a chuparles el ano con la lengua. A Hans apenas le veo, pero uno de los jóvenes está detrás de él y el otro está arrodillado delante. Abdul está de pie detrás de uno de los chicos doblado por la cintura, le está enculando con ganas, dándole unos pollazos tremendos al mismo tiempo que una mujer se la chupa al sodomizado y otra le chupa el culo al sodomizador. Eso me gusta, me apetece probarlo, por lo que hago un gesto a mi pareja de jóvenes señalando al grupito de Abdul y rápidamente el chico se apoya en una de las columnas del patio doblado por la cintura y poniendo el culo a la altura de mi polla. No me cuesta entrar a pesar de que el único lubricante ha sido la saliva que Zora deja en mi rabo tras dar media docena de rápidos lametones. Debe estar muy acostumbrado. No noto especial diferencia entre el culo de este joven y el de Inés, me gusta, y más todavía cuando la mujer empieza a meterme su lengua muy dentro del culo. Joder, qué bueno es sentir la humedad de la saliva en el culo, los labios mamando muy rápidamente el ojete y la lengua entrando y saliendo, moviéndose deprisa. Sí que me gusta, sí. Guau.
Me he corrido en pocos minutos, muy, muy contento y deseando repetir. Mientras tanto, y tras mi indicación, Zora le hace una rápida mamada al morito que eyacula (tiene una polla muy larga y estrecha, de color oscuro) una gran cantidad de semen que cae desde la boca hasta las tetas y el estómago de la mujer. Me gusta el contraste entre el color oscuro de la piel y el blanco del semen. Ambos me dan un suave beso en los labios y discretamente se retiran hacia otra zona del patio. Me apunto mentalmente que quiero repetir la jugada. Me ha gustado.
Nos hemos reunido en el centro del patio los cuatro hombres para tomar una última copa y fumar una pipa. Recostados, desnudos, satisfechos como estamos, mirando el maravilloso cielo estrellado marroquí, está claro que nos sentimos muy bien y yo no puedo dejar de pensar en lo afortunado que soy. Todo me va de cara desde que el tío Jesús entró en mi vida, y el último año ha sido de premio gordo.
El viernes volvemos a Madrid. Paso por casa de mi madre, le doy un juego de collar, pulsera y pendientes de plata finamente trabajada que le he comprado en Rabat, como con ella y le anticipo que voy a buscar piso por la zona de mi trabajo para que se mude a una vivienda mejor. Me dice que busque piso para mí porque ella quiere irse a vivir a Segovia con mi hermana, que va a tener su segundo hijo. En unas semanas se marcha para allá. Me comprometo a pagarle el alquiler de un piso o a comprar uno si así lo prefiere.
No se si he echado de menos a Inés, pero tengo ganas de estar con ella, pero eso será mañana porque estoy muy cansado y me echo a dormir bastante pronto.
—Hola Mariano, ya estás aquí, ¿qué tal te ha ido?. Ya me dijo Jesús anoche que todo ha quedado perfectamente acordado y que has sabido desenvolverte muy bien
Un beso en los labios. No se si noto una cierta frialdad o tensión en Inés, una actitud quizás distante por su parte. Saco de una bolsa que llevo en la mano unos regalos que le traigo.
—¿Te has acordado de mí?. Con lo ocupado que has estado mañana y noche
No contesto y le doy un paquete que contiene unos pantalones y una especie de blusa sin mangas ni espalda de suavísimo algodón egipcio de color negro. Además, le he traído un colgante: un grueso, largo y flexible cordón de plata labrada del que cuelga una gruesa bola de ámbar color caramelo, encontrado en el desierto, finamente tallado.
—Por favor, póntelo, estoy deseando verte con ello. En cuanto lo vi pensé que te quedaría muy bien
No me he equivocado. Inés está maravillosamente excitante con la ropa marroquí, con los pantalones más bien amplios, bombachos, ajustados a la cintura y a los tobillos, y la abierta blusa pegada a su cuerpo, de manera que todo se transparenta como tamizado por un delicado velo negro. No le voy a decir que se lo vi a unas bailarinas de la danza del vientre en un local al que nos llevó Abdul, que me excité tanto que estuve follando con una bailarina rellenita de tetas inmensas y después no paré hasta encontrar un conjunto igual para ella. Ya estoyempalmao como un verraco. Las curvas rotundas de la pelirroja, su bonita rubia piel, el rojo vello púbico, los atractivos pezones, el culo tremendo, las largas piernas … Sí, la he echado de menos aunque sólo hayan sido cinco días. Y parece que ella también. Me ha desnudado rápidamente y me está chupando la polla como nunca, como si la necesitara para respirar.
—Te he echado de menos, Inés
—Ya será menos, guarro, que se que te has follado a todo lo que se movía por allí
—Ninguna como tu
—¿Y los jovencitos?. ¿Te han gustado?
—Sí, la verdad es que sí; me he excitado mucho
—Mariquilla, todos lo sois aunque no os guste reconocerlo
—Puede ser; por favor, dame tu culo, me muero de ganas
En la postura que más me gusta, me agacho tras Inés para lamer su culo. Le encanta, y rápidamente meto la lengua en su arrugado agujero marrón, varias docenas de veces, lentamente primero, con mucha saliva, muy dentro, y rápidamente después. Meto mi dedo índice bien mojado en aceite de masaje y poco después son dos dedos los que entran y salen lubricando el objeto de mi deseo. No quiero esperar más.
Entro en ese fabuloso templo del gusto sin ningún problema, empujando de manera constante, y con la agradable sensación de estar en un lugar conocido, amigable, muy ajustado, que me permite un movimiento de metisaca tímido al principio, que poco a poco crece en intensidad, rapidez y recorrido. Como siempre que estoy con ella, verla arrodillada, con sus tetas moviéndose al compás del ritmo de los pollazos que le doy (me excita mucho ver el colgante de ámbar moviéndose adelante y atrás chocando contra las tetas), me pone cachondo de verdad y eyaculo en apenas un par de minutos; ¡qué bueno es correrse en el culo de la pelirroja!. Todavía arrodillada a cuatro patas y con mi rabo dentro, Inés se masturba moviendo su mano derecha a toda velocidad hasta correrse gimiendo largamente y repitiendo un par de veces en voz baja:
—Cómo me gusta tu polla, maricón.
La tienda de electrodomésticos y de mobiliario de cocina funciona perfectamente. Por la zona están construyendo mucho y hay muchas familias acondicionando sus hogares. Al frente de la tienda está Pilar, una joven de veintitrés años, hija de la prima de Inés, que tiene carácter y lleva adelante la tienda con buen criterio, con siete empleados entre vendedores e instaladores. Trata mucho con Inés y poco a poco también conmigo. Es simpática, agradable y me parece muy guapa. Inés no es tonta y se da cuenta de que la chica me gusta y que lo pasamos bien cuando estamos juntos.
Una tarde, después de un polvo tranquilo y relajado, Inés se pone seria:
—Mariano, al principio de nuestra relación te dije claramente que ambos debíamos llevar nuestra vida particular, personal, que podíamos ser amigos, y de hecho lo somos, pero que por diferencia de edad y otras situaciones, lo nuestro era sexo, estupendo durante todo este tiempo, pero sexo. Creo que tienes que buscarte novia y pensar en llevar adelante tu vida como cualquier otro joven de tu edad. Tu tienes la suerte de estar en una situación privilegiada en lo que a dinero y expectativas se refiere, aprovéchalo y busca una mujer que merezca la pena y de la que te puedas enamorar plenamente
Quedo un poco cortado, entre otras razones porque es cierto que Pilar me gusta mucho, pero me asalta el miedo de que Inés quiera cortar conmigo, de lo que me saca de dudas inmediatamente:
—Mientras no tengas novia formal o te cases me gustaría que sigamos con lo nuestro. No tengo edad de andar buscando pollas por ahí y tu me sabes dar gusto, te quiero mucho y, además, somos buenos amigos, ¿no te parece?
Perfecto. Había llegado a asustarme. Todavía con un cierto sobresalto en el cuerpo me apetece seguir con el sexo. Así que beso a Inés y comienzo a acariciar su cuerpo. Su reacción no es exactamente la que yo espero:
—Hace tiempo, desde la primera vez, que estoy deseando penetrar tu culo. Ya va siendo hora, que ya se que algo has practicado con las moritas y los moritos
No se qué decir, alguna experiencia he tenido en Marruecos, siempre con mujeres porque no me ha apetecido que un hombre, aunque fuera un guapo jovencito, me diera por el culo, pero de Inés se puede esperar cualquier cosa. Los prolegómenos buscando la dilatación de mi ano duran varios minutos, lo que me encanta, porque el masaje en el ano con labios, lengua y con los dedos impregnados de suave gel lubricante, resulta placentero y excitante. Me pone boca abajo tumbado en la cama apoyado sobre un par de gruesos cojines y va metiendo sus dedos cada vez más dentro de mi culo. Voy notando como sube su excitación.
—Qué culito más bueno tienes, mariquilla; me pone cachonda
Se separa un momento de mí y coge algo del cajón de la mesilla. Veo reflejado en el espejo que se trata de un consolador de color hueso, no muy grueso, que tras untarlo de lubricante lo pasea varias veces arriba y abajo de la raja del culo, hasta que se detiene a la entrada del mismo y empieza a empujar, con suavidad, pero de manera constante. Ya lo ha metido entero y tengo una no muy agradable sensación de quemazón, exactamente no es dolor y en un minuto se pasa, e Inés mueve el consolador lentamente adelante y atrás. No lo saca por completo y poco a poco aumenta el ritmo.
Se está calentando mucho porque respira fuerte y de manera entrecortada. Me habla en voz muy baja, susurrante.
—Date la vuelta
Estoy bocarriba, con las pierna elevadas apoyadas en los hombros de Inés, quien desde hace un par de minutos folla mi culo con un ritmo tranquilo y constante, al mismo tiempo que con la mano libre menea mi polla, crecida, pero no tan tiesa y dura como cuando soy yo quien me la follo a ella.
—Me gusta, y a ti también
Lo que de verdad me gusta es que empiece a mamar mi polla mientras sigue dándome por el culo. Ha aumentado un poco el ritmo y se está comiendo el rabo como si se lo fueran a quitar. Me voy a correr, no se lo digo y eyaculo en su boca durante mucho tiempo, como si lo hubiera hecho más despacio y con menos fuerza que de habitual. Traga mi lefa con gula, aunque algo le cae sobre las tetas, saca la polla de plástico de mi culo y se tumba a mi lado para tocarse el clítoris a mucha velocidad. En seguida cierra los ojos y en poco tiempo grita su orgasmo, largo y sentido.
—Joder Mariano, qué excitante. Lo repetiremos a menudo, ¿vale?
Poco a poco voy tratando más con Pilar, quedamos a tomar algo, vamos al cine, paseamos por el cercano parque de la Fuente del Berro, hablamos de todo un poco, nos reímos, nos besamos. Quedamos casi a diario. Nos parece natural cogernos de la mano y besarnos, sin prisa, con deseo, sí, pero sin la urgente necesidad de tener sexo, bueno, o más o menos, porque se me van las manos con facilidad y Pilar no es ninguna mojigata que no reconozca sus ganas. Una noche, en el bar de copas que frecuentan las parejas para meterse mano, me dice:
—Lo he pensado mucho, y tu me gustas. Me siento bien contigo y quiero que follemos. Por las noches y antes de levantarme me estoy matando a pajas. Necesito hombre. Vamos a tu casa, pero por favor, no te corras dentro
Nada más entrar, Pilar se gira, coge mi cara entre sus manos y me planta un beso de los de película de enamorados, o película porno, porque a renglón seguido, sin dejar de comernos la boca, nos desnudamos uno al otro a toda velocidad. En cuestión de segundos estamos en el dormitorio y me detengo en la puerta a admirar a la mujer.
Alta, delgada, guapa, con grandes ojos grises en un rostro de finos rasgos, cutis perfecto suavemente tostado y bonitos labios gruesos. Melena aleonada de pelo levemente rizado de color muy negro, que llega hasta rebasar sus hombros. Espigada, de piernas largas, delgadas, torneadas, con un bonito culo redondo que parece un prieto melocotón, el sexo está adornado con una espesa mata de negro vello y, destacando por encima de todo, unas impactantes tetas de buen tamaño: altas, redondas, duras, suavemente morenas, igual que toda su piel, con pezones grandes y areolas más oscuras del tamaño de una galleta maría. Tremendas.
No se si ya lo he dicho, pero me fascinan las tetas, y en particular, los pezones de mujer. Para mí son algo muy especial. Me gusta besarlos, chuparlos, mamarlos, morderlos con distinta intensidad, darles pellizcos, estirarlos, retorcerlos y, desde luego, sentir que pasean por todo mi cuerpo: por el pecho, la espalda, los huevos, la polla, el culo (me excita que hagan intención de penetrarme con los pezones). Me pone a mil por hora jugar con unos pezones cuanto más grandes mejor y que las mujeres jueguen con los míos tal y como les venga en gana. Según Inés es un síntoma de que soy medio marica y un poco cabrón, lo que habitualmente me dice mientras disfruto de sus pezones rojizos.
Ha sido algo natural, sin necesidad de pensar nada de nada, y tras unos breves preliminares en los que me he puesto ciego con sus excitantes tetas, penetro el coño de Pilar, tumbada boca arriba en la cama. Está muy mojada, me abraza y hemos coincidido en el ritmo y la velocidad de la follada desde el primer momento. Qué ganas tenía de follar con ella y, a lo que parece, ella también.
—Sigue Mariano; no pares, estoy muy salida
Tumbado sobre Pilar, con las manos apoyadas en la cama, le estoy dando unos pollazos de los de premio gordo y me siento gratificado cuando noto que se pone tensa como una tabla y oigo una especie de largo siseo que acaba muchos segundos después con un grito prolongado:
—Ahhhhhhhhhhhh; ya, sal, sal por favor
Saco la polla y me tumbo a su lado. Pilar está recuperando el resuello, todavía con los ojos cerrados y la boca abierta. Nota que me estoy tocando el rabo tieso y duro.
—Ahora tu
Se gira hacia mí, besa mi boca y coge la polla con la mano para menearla arriba y abajo con buen ritmo, mientras me habla al oído y con la otra mano acaricia mi pecho.
—Me gusta, es un pollón grande, muy duro y Nano se va a correr con mucha lechecita blanca y espesa
No puedo más. Me eyaculo como si se fuera acabar el mundo y la sensación de placer se acompaña de la confirmación de una idea que me lleva rondando últimamente: quiero a esta mujer para mí.
Unas semanas después, a última hora de la tarde, tras cerrar la tienda de electrodomésticos, Pilar me da un leve beso en los labios y dice:
—Nano, quiero contarte algo que me preocupa y que quiero que sepas. No soy ninguna mosquita muerta y algo he vivido. En Embajadores, barrio en el que antes vivíamos, tuve un novio varios años mayor que yo. Me desmadré totalmente, primero con el sexo, que me gusta a rabiar y después con alcohol, porros y cualquier cosa que me propusiera Manolo. Estaba loquita por él y cuando empezamos a robar coches y dar algún que otro palo en tiendas del extrarradio, mi madre reaccionó rápidamente viniéndonos a vivir aquí, cerca de su prima y buena amiga Inés. Y hasta ahora todo bien, pero ha reaparecido Manolo después de cuatro años, quiere follar conmigo, quiere dinero y me amenaza con soplarle a la policía los robos que hicimos juntos; no se qué hacer, porque mi madre le ha visto por el barrio y es capaz de cualquier cosa
Le aseguro que no tiene que preocuparse, que en pocos días quedará arreglado el asunto. En primera instancia el cuerpo me pide marcha, y como un caballero andante estoy decidido a buscar al tal Manolo y darle la paliza de su vida, pero Inés me hace ver que eso podría atraer la mirada de la policía sobre mí y que mejor lo consulte con Feliciano. Así lo hago telefónicamente y el portugués me indica que al día siguiente, en una conocida y concurrida cafetería del centro, se presentará un tal Sánchez al que debo darle los detalles de la situación.
Entro en el café a la hora convenida, me siento al fondo y antes de que el camarero traiga mi consumición, un hombre de mediana edad, como de cuarenta y cinco años, bien vestido, me saluda educadamente en nombre de Feliciano, se sienta, y tras una breve charla, se despide sin más.
Han pasado tres días y esta tarde hay bastante revuelo en el barrio. Han detenido a un tipo, un tal Manolo que últimamente se dejaba ver por los bares de la zona, al que acusan de exhibicionista, pederasta y manoseador de los niños que estaban saliendo de un cercano colegio. Parece ser que tres o cuatro de los padres de los niños le han dado una paliza bestial, de manera que cuando ha llegado la policía, en vez de llevarle a la comisaría, han tenido que avisar a una ambulancia porque el tipo estaba muy mal, con varios huesos rotos y la cara destrozada. De los padres que han defendido a los niños, nadie sabe nada ni eran conocidos, han desaparecido, pero han dejado unas fotografías del tal Manolo abusando de unos críos. Lo lleva claro.
Desde la primera noche Pilar sube a mi casa a menudo y follamos como locos. Desde luego no es ninguna tontita, le gusta meter de todas las maneras y por nada se corta. Y, lo venía venir, llega el momento de hablar de otras situaciones.
—Desde que te conocí se que Inés y tu sois amantes. Soy buena amiga suya, la aprecio y estoy muy agradecida por la ayuda que nos prestó a mi madre y a mí cuando vinimos al barrio, por lo que hablamos a menudo y, últimamente, hablamos mucho de ti. Te conozco ya más de lo que te puedas creer. Si te has planteado la posibilidad de tener algo serio conmigo, yo sí, queda claro que no podemos mirar hacia otro lado en la situación de Inés. Así que deberíamos hablar con ella a ver qué dice
Al día siguiente, en casa de Inés, prácticamente ni me dejan abrir la boca:
—Mira Mariano, está muy claro que Pilar y tu ya sois pareja. Se ve que os queréis y en cualquier momento os casaréis. Yo no quiero ser ningún obstáculo, por supuesto, y creo que tengo que dejar paso a la mujer que va a compartir su vida contigo, aparte de mi cariño por ambos y que espero seguir manteniendo nuestra amistad
—Pues yo creo que no, Inés. No sólo se trata de Nano y de mí, sino también de ti
Cara de extrañeza y sorpresa, tanto de Inés como mía y más aún cuando Pilar continúa hablando:
—Mi opinión es que en el sexo todo vale, siempre y cuando nadie esté obligado ni pasándolo mal. A mí me excita Mariano, claro, pero físicamente también me gustas tu y no tendría inconveniente en que nos lo montáramos los tres cuando tuviéramos ganas. No creo que os escandalice lo que digo. Si vosotros dos os seguís acostando, no me va a molestar, a no ser que me sienta discriminada amorosamente o poco atendida sexualmente. Somos adultos, pues como tales lo podemos hablar según surjan los problemas, ¿no os parece?
¿Qué decir?. Un beso en mis labios y otro en los de Inés parecen sellar un trato que exige follar, está claro.
Nos hemos estado besando durante mucho rato, como si a los tres nos diera vergüenza pasar a algo más serio, hasta que las dos mujeres toman la iniciativa y se desnudan completamente, acarician mutuamente sus tetas y empiezan a comerse los pezones de manera alternativa. ¡Qué espectáculo!. Ya sin ropa no se muy bien por donde empezar, así que mis manos parecen los tentáculos de un pulpo que van pasando del culo a las tetas, de los muslos al coño. Joder, cómo me estoy poniendo, ¡burraco a tope!.
Cuando las dos al mismo tiempo chupan mi polla con ganas, como con hambre, de nuevo me doy cuenta de que soy un hombre afortunado. Qué delicia, estoy tumbado en la cama y la tengo dentro de Pilar, que se mueve arriba y abajo sobre mi polla; Inés está sobre mi boca, y mientras le como coño y culo, ellas dos se besan, se comen la boca y las tetas. Lo veo reflejado en el gran espejo que cubre la pared derecha del dormitorio de Inés, y me parece que voy a correrme muy pronto.
—Aguanta Nano, sigue con Pilar y aguanta para mí
A Inés le parecerá fácil, pero no se yo, me falta poco. El silbido suave que precede los orgasmos de Pilar se deja oír, seguido de un largo grito de placer que me indica que debo sacar rápidamente el rabo del escondite maravilloso que es el chocho de mi chica para tratar de no correrme y satisfacer a Inés. Difícil.
¿Quien dijo miedo?. Llevo por lo menos cinco minutos encima de la pelirroja dándole un metisaca de los que a ella le encantan y a mí me ponen verdaderamente orgulloso de mi polla. Días así es cuando nos deberían sacar fotografías para poderlas enseñar a los nietos dentro de unos años y que sepan quién era su abuelo y cómo empujaba para darle placer a una mujer.
—Sí, sí, sííííííííí …
Oh, las contracciones del coño de Inés... qué corrida, qué bueno, qué gusto.
El sábado a la hora de la siesta subo a casa de Inés con ánimo de charlar de una partida de herramientas alemanas que le tengo reservada a bajo precio y, si puede ser, a echar uno rapidito, y me llevo una sorpresa. En la terraza están Pilar e Inés tomando el sol completamente desnudas. Qué gustazo ver a dos tías buenas que se muestran en su plenitud, una madura y otra joven, sabiendo que me follo a las dos y que, además, soy querido por ambas. Bueno, menos poesía porque tengo la polla tiesa y dura como el mango de una pala y ellas se han dado cuenta perfectamente. Al asunto, que hoy tengo ganas de sentirme su dueño y que se ocupen ya mismo de mí, como más les apetezca, pero ya. Me conocen, joder si me conocen, mi culo es chupado, lamido, mordido y penetrado por una lengua casi mágica que me excita y pone muy burro; la polla es comida y mamada por otra lengua maravillosa, con tal dedicación e intensidad que me hace sentir que jamás ha estado tan grande, tensa, hinchada, roja y sensible. Saben darme gusto, sí señor.
Han pasado catorce años desde que empecé a trabajar en el taller de reparaciones de Inés. Mi vida ha cambiado mucho porque me casé con Pilar hace ocho años y hemos tenido dos hijos gemelos, la parejita. Pilar sigue a cargo de la tienda de electrodomésticos, con bastante éxito, porque ahora tenemos una sucursal. El taller de reparaciones se mudó a un local más grande y mejor organizado situado unos portales más arriba, en la misma acera. También han abierto una moderna ferretería. Inés se lo traspasó a buen precio a la cooperativa que formaron los empleados y ella está retirada de cualquier trabajo. El antiguo local es ahora el garaje de la finca en la que vivimos mi familia y yo, porque el regalo de boda de Inés fue el tercer piso, el más grande y principal de la casa, más dos plazas de garaje. Generosa, como siempre. El tío Jesús sigue en su pueblo, está mayor, le hemos ido a visitar en alguna ocasión y él sigue feliz paseando por el bosque con sus perros. Mi madre se mudó definitivamente a Segovia para vivir junto a mi hermana, pero viene a casa de vez en cuando, le encanta coger el tren. El mesón gallego sigue siendo el local preferido del barrio y lo hemos ampliado y modernizado. Hemos abierto una panadería-pastelería de la que se encarga la madre de Pilar. ¿El contrabando?, bien gracias. Feliciano y Abdul se hicieron cargo del asunto tras fallecer Mohamed Taha. Hace poco Hans y sus socios alemanes nos han ofrecido comprar el negocio porque quieren expandirlo, y hemos decidido venderlo. Me va a suponer una importante cantidad de dinero. ¿Inés y yo?. Sí, claro que sí. Ya no batimos récords follando, utilizamos lubricante sexual porque ya no se moja como antes y, además, su fijación por mi culo ha ido en aumento. Quedamos al menos un par de veces al mes en su casa, unas veces con Pilar y otras no, según las ganas que ellas tengan. Tengo suerte, mucha suerte, me alegra reconocerlo.
--Fin de la parte II-- FINAL del relato--
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