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Categoría: Confesiones

INCIDENTE EN LOS PIRINEOS

Marcelo era un niño víctima del divorcio de sus padres y, había crecido miedoso, inseguro y desconfiado. Se sentía acorralado escandalosamente por una sociedad que deseaba destruirlo. Le era imposible esconder sus complejos, que a pesar de ser invisibles, estaban retratados en el espejo, y así tenía que asumir su destino, debería enfrentarse a un mundo que lo quería borrar porque no lo aceptaba como era, con conductas erróneas. Portador de esas taras, de esos objetos imaginativos, no parecía tener plena conciencia de su triste condición.

En un tratado psicológico el Dr. Merani dice: ‘‘El gran descubrimiento renacentista es la conciencia de la precariedad de la existencia, sobre cuya supervivencia celestial e infernal comienzan a surgir dudas. El hombre de la edad media, que se consideraba arrojado a este mundo de dolor y de males, encarnado provisoriamente en una existencia precaria para después gozar la beatitud eterna, es suplantado por el hombre del Renacimiento, que comienza así a recobrar valor una vieja concepción pagana del hombre, que por milenios se consideraba indigna de la condición humana; esto es, la concepción del hombre tal como es’’.

El humanista debe aceptar al hombre ‘‘TAL CUAL ES’’, ya que es la única forma de respetar la condición humana, aceptando sus virtudes y defectos, dejando que su vida discurra con naturalidad y por los causes de su propio destino; pero otra corriente coexiste con la precedente y es la del hombre ‘‘COMO DEBE SER’’. Estas dos escuelas se dividen, se enfrentan y luchan por imponer su ideal doctrina.

El Dr. Merani también dice: ‘‘El hombre vive en un mundo de mediaciones complejas que han sido cargadas sobre sus espaldas por el trabajo, la historia y la vida. De manera, que el primer contacto del ser humano con este mundo, a través del primer objeto manipulado, de las primeras necesidades satisfechas, de las más simples palabras escuchadas o pronunciadas, está dominado por estos intermediarios que someten en todo sentido cuya presión reafirma con sus primeras acciones. Y, sin embargo, cualquier esfuerzo posterior consistirá de esos intermediarios que lo dominan hasta el infinito y representan el tiempo que no es el suyo. Aquí, en este esfuerzo bajo semejante tensión, es donde la psicología debe asistir al hombre: en el aspecto claro y preciso de la afirmación de su pensamiento y acción’’. La psicogénesis de un individuo dependen de dos tipos de condiciones: las orgánicas y las otras relativas al medio del cual el hombre recibe los motivos de sus reacciones. Las actividades psíquicas son orientadas o jerarquizadas de una manera diferente, según los intereses predominantes de la sociedad.

Cuando el psicólogo de este cuento fue contactado por la Sra. Andrea Marianni se alegró sobremanera; de un tiempo a esta parte, la consulta estaba de capa caída, ya nadie quiere pagar estos extras con presupuestos tan precarios. Los seguros de salud, a parte de sus costos tan leoninos, no cubren las urgencias de salud mental. Pero este no era precisamente el caso, ya que en Lima con ciertos apellidos, manera de hablar y si el domicilio está ubicado en alguna ladera de los cerros de Las Casuarinas, en la Rinconada de Lago o en la Planicie, fácilmente se puede armar una suerte de IDENTIKIT . De hecho la llamada provenía de alguien con billetes.
La hermosa residencia en la parte más alta del cerro de San Francisco, dominaba todo el panorama. La verdad es que Lima es una megápolis de contrastes, donde se dan un abrazo rompe costillas, el lujo más oriental, propio de los jeques árabes, con la deprimente e intolerable pobreza de los asentamientos humanos de cartón y calamina, diseminados en los arenales; de todo hay en esta tres veces coronada Villa de los Virreyes, la mimada de España...pero eso es historia.

Marcelo era hijo único, tenía trece años de edad, así empezó a darle los datos para llenar el anamnesis de su hijo. Andrea era, como él lo suponía, una elegante, exquisita y hermosa mujer. De frente, ella, fue ‘‘al pan pan y al vino vino’’. Le explicó el motivo de su requerimiento de sus servicios profesionales:
- Mire Ud. Dr., mi hijo Marcelo, es un niño lindo, adorable, inteligente, obediente y es mi mayor tesoro, sin él me moriría; resulta que me han notificado de la Dirección del colegio que lo van a separar. Mire Ud., quiero que se haga cargo de toda la gestión, a mi hijo nadie lo va a pelotear, nadie lo va a expulsar del mejor y más caro colegio de Lima. ¡cueste lo que cueste! ¿OK?.. Mire Ud., yo tengo que volar, la empleada le dará todos los detalles extras..
Dicho esto la mujer, que todo el tiempo jugaba con la llave de su automóvil, salió a la carrera, mientras se despidió con repetidos: ‘‘Bye, bye, bye...’’

Cuando el día lunes, muy temprano, el psicólogo se apersonó al colegio, veía la cara bonita de Lima, el campus era de verdad espléndido, todo cuidado con esmero inglés. Después de hacer una forzada antesala de media hora, la secretaria lo invitó a que la siguiera a las oficinas de Mr. Cormican. Después del protocolo y, ya con su tarjeta en sus manos, lo invitó a que le expusiera la razón de la cita.

Imitando el ‘‘Mire Ud.’’. que usaba Andrea, el psicólogo planteó su caso:

- Mire Ud., señor director, represento a la familia Marianni, resulta que el niño Marcelo será expulsado del colegio y yo estoy aquí para evitar, por todos los medios, que esto suceda.
El Director, hombre sobrio y educado, a todas luces; sostenía un folder con el expediente de su cliente, por llamarlo de alguna forma, y comenzó a informarle:

- Este jovencito ha sido nuestro alumno desde el kindergarten, así mismo su padre y dos de sus tíos. Trataré de resumir las razones por las que hemos llegado a tan ingrata decisión y, del porque es mejor para todos, que Marcelo no continúe en nuestra institución. Hace poco más de dos años, sus padres se separaron y con ello se fueron gestando cambios profundos en la conducta y rendimiento académico de Marcelo. A pesar de nuestras reiteradas solicitudes, los padres brillaban por su ausencia, se han sustraído a concurrir a cuanta reunión el colegio convoca, el niño se ha transformado en un ser huraño, ausente y hasta mal aseado y cuidado. Hace dos años que está con matrícula condicional, sus notas están en el límite más bajo, no presenta sus tareas, ni concurre a las asambleas y actividades extra curriculares a que es convocado. Ante los constantes requerimientos de nuestro Gabinete Psicológico para que sus padres asistieran a citaciones tampoco han tenido eco; Marcelo no es ya, el niño de antes e indudablemente necesita ayuda profesional aparente y, para colmo la morosidad en sus pagos, es ya casi una burla.

- ¿Qué cosa? ¡Pero si es una familia adinerada! Interrumpió él.

- No todo lo que brilla es oro, según cuentan por ahí, ¡eso no es así!, el padre ha viajado al extranjero, no hay noticias de él y la madre del niño trabaja como anfitriona en el Casino de un hotel de ‘‘Cinco estrellas’’, viven en casa de su abuela que es una venerable matrona de noventitrés años. Ellos fueron dueños de las más grandes talabarterías de Lima; ahora de aquello nada queda. Fue el comentario final del director.

Varias ideas invadían la mente del psicólogo y, para dar por terminada la reunión, se limitó a rogarle al director que le diera unos días para idear un plan de salvación del niño Marcelo. Y que, volvería a pedirle una cita, que por favor, le diera tiempo hasta el próximo día lunes. Mirándolo de frente y con fuerte apretón de manos vio en los ojos del maestro deseos de ser su aliado en esta operación de rescate.

Con su innegable belleza y el envidiado puesto de anfitriona Andrea no ganaba gran cosa, sólo era la excusa para no estar en casa y morirse de aburrimiento; esta libertad le permitía estar siempre asediada por algunos clientes del casino ganadores de premios que la tentaban con propuestas generosas e indecentes y hasta con ofertas de matrimonio. La verdad era que había descuidado a su hijo.

Cuando asistió a la primera consulta con el terapeuta quien, con carácter de urgencia, la había citado a su consultorio, la joven mujer parecía haber comprendido la seriedad del asunto; pero sin abandonar ese aire de elegante displicencia y con un repertorio de mímica que repetía una y otra vez; el psicólogo, cronómetro en mano, advirtió que eran reiterativos, siguiendo una misma secuencia, cada lapso de tiempo; era una inconsciente y aprendida rutina: colocaba su estilizada y bien cuidada mano derecha alrededor de su cuello, su dedo índice separado del resto y mostrando un anillo coronado con un brillante, enorme como un garbanzo, pareciera querer lucirlo, luego deslizaba esa mano sobre la onda de su dorado pelo y se lo quitaba de la cara, sacudía levemente la cabeza, luego con destreza fina se empezaba a desabotonar los botones de su blusa con la mano izquierda, entonces cuando ya asomaban los encajes de su brasier y sus senos firmes parecieran desbordarse, cambiaba de mano y con la mano diestra apuradamente se volvía abotonar la blusa, entonces, cruzaba las piernas provocativamente, alternando de un lado a otro. Un respiro, segundos apenas, y otra vez repetía la morisqueta.
En su momento, Andrea le confió al terapeuta que su vida era como la de cualquier mujer bendita por la lozanía que da la juventud, confundida en este mundo de equivocados ensueños, hija de este siglo de vértigo y luces y, donde las distancias y los tiempos se ven reducidos, aveces, sólo a contenidos alientos, entonces, algunos pensamientos humildes y honestos sobre la virtud como: ‘‘Recomiéndales a tus hijos la virtud, eso los puede hacer más felices que el oro’’ o ‘‘Del templo de la virtud se pasa al templo de la gloria’’ no eran más que bellas citas literarias, máximas o adagios y punto.
Andrea era hija única, huérfana de padre desde muy niña y de una madre disforzada y caprichosa y, quien se había vuelto a casar y divorciar del mismo hombre dos veces, no era la figura maternal que toda niña añora y, que en la actualidad vivía en algún ligar de la Selva Negra alemana, con su nueva pareja, desde hacía tres años. Andrea, desde muy jovencita había jugado con el amor al ritmo errático y extraviado de su pensamiento adolescente, creía entonces, estar perdidamente enamorada, había encontrado a su hombre perfecto; desoyendo a todos y a todo, entregó su primicia y castidad, abandonó el sexto ciclo de la universidad y tuvo que casarse. La ceremonia del matrimonio fue fastuosa, vestida de blanco y, con adornos florales de azahares y azucenas la pareja se juró amor eterno ante Dios y el Registro Civil. Su madre y nuevo padrastro volaron desde la tierra de los nibelungos para celebrarlo. Más pronto de lo esperado, vino al mundo un hermoso niño y, con él, la algarabía y felicidad.

Como suele suceder, con el pasar del tiempo vinieron los momentos de spleen, tedio y hastío, conflictos con sus aderezos de la vida en pareja: discusiones y riñas ‘‘por quítame estas pajas’’, recién cayeron en cuenta que se amaban pero no se respetaban, que se querían pero no se toleraban; quizá, fruto de la inmadurez e inexperiencia, que parece ser la excusa de estos tiempos, para romper los sagrados votos de un sacramento bendito por Dios. Su joven marido había truncado su carrera naval, cadete del tercer año había tenido que pedir su baja, ahora trabajaba como vendedor de alarmas domiciliarias, faltaba dinero y los problemas económicos agobiaban a la pareja. Las riñas y discusiones eran más frecuentes, llegaban a faltarse de palabra y obra. Un sábado cualquiera, Andrea asistió a un pijama party, celebrando un aniversario de egresadas del colegio, el joven marido nunca estuvo de acuerdo de que asistiera, pero ella ´´erre con erre´´ se mandó mudar, cuando temprano en la mañana ella reapareció en el departamento que la pareja alquilaba en Santa Beatriz, él la esperaba iracundo y bajo los efectos de alcohol y marihuana. Esperó a que abriera la puerta y saltó sobre ella, la tomó de los pelos y la llevó a rastras hasta el baño donde una tina que rebosaba con agua de burbujas caliente la esperaba, con brusquedad la alzó en peso y la sumergió con ira inaudita, mientras vociferaba improperios del más alto calibre; luego la arrastró por los pasadizos mientras gritaba hecho un energúmeno: ´´putita de mierda, para esto te has dejado preñar y joderme, ya me cagaste la vida, yo vendiendo cojudeces y tú puteando como una veleta, yo cuidando a tu hijo, ninguna sirvienta te aguanta ociosa mal parida, perra como la bruja de tu madre´´. En un descuido, Andrea se libró de los poderosos brazos del hombre y de la sombra de su metro noventa de estatura y logró apoderarse de una sartén y empezó a zumbarla adonde fuera y dos o tres veces impacto en el rostro del marido, como estaban empapados en jabón, el gigantón resbaló pesadamente y ella se apoderó de un arpón de caza submarina. Ella, fuera de sí lo hubiera disparado, él logró correr y refugiarse en otro cuarto, entonces ella, como una enajenada preparaba el arma, quería disparar el arpón y luego patearle el rostro; justo en el momento que él cerraba la puerta, en buen romance, ella pateó el filo de la puerta con fuerza inaudita, el impacto fue terrible, dislocación de los huesos tarsianos ...cirugía, enyesada por un mes, luego rehabilitación y el hombre tuvo que dejar el empleo para cuidar del niño. Fueron años terribles y de inocultable odio e intolerancia. Hicieron las paces, pero ya nada era lo mismo, lo único que los unía era el hijo que ya tenía siete años y, una mutua dependencia y gula erótica; cuando esto último fue extinguiéndose, hasta convertise en asco y odio. Andrea optó por lo más sano y decidió refugiarse, con su hijo en el hogar de su abuela. El joven marido, también hijo único de un matrimonio en ruinas, ni corto ni perezoso, se mudó con su madre, con quien seguía unido por el cordón umbilical. Para el caso, era como si el cielo hubiera escuchado sus plegarias. La ruptura de este fugaz matrimonio se había consumado, después de todo, la humanidad sería otra si los jóvenes tuvieran la sabiduría de los viejos y los viejos la fuerza de los jóvenes. En el caso de Andrea y su marido se olvidaron de ese pensamiento de Shakespeare que dice: ´´Si dos cabalgan un caballo uno debe ir detrás´´ y que en el amor, el odio, el dolor y el placer siempre están en guerra.
En un acápite el psicólogo confirmó una premisa de que los matrimonios de hijos de padres divorciados son más proclives y vulnerables a divorciarse. Como si se constituyera en un estigma para las subsecuentes generaciones.

La separación tuvo efectos traumáticos en Andrea; pero la vida seguía su curso y, como había llegado el momento de enfrentar al mundo, ella puso en práctica cosas aprendidas y conversadas con su madre y amigas. Después de la tormenta vino la calma, con la cabeza más fría se dedicó a buscar empleo, revisaba todos los diarios y concurría a innumerables entrevistas. Así las cosas y, gracias a las conexiones familiares, Andrea ingresó como practicante a una prestigiosa entidad turística con dedicación, humildad y muy poco sueldo. Increíble pero cierto, su hijo Marcelo, lejos de ser un óbice para su diario trajinar era una suerte de pasaporte: confirmaba su feminidad, había puesto su cuota para perpetuar la especie, le daba el sublime status de madre, le procuraba algunos permisos extraordinarios y lugares de preferencia en las colas de espera cuando realizaba algún trámite o para abordar vehículos o aviones y, lo más importante, su hijo siempre estaría bajo el cuidado solícito de una nurse, en casa de su abuela. En buen romance, le pagarían por ser libre; curiosa situación, dicho en otras palabras, ella recibiría un sueldo que, por ridículo que fuere, era la visa para salir temprano y regresar tarde a casa. En corto tiempo, ella era muy solicitada, la invitaban a almorzar, a cenar y algunos viajes fuera de Lima. Muy pronto tenía que anotar, en su agenda, sus promesas o despreciar, de plano, algunas invitaciones. Por movilidad no se preocupaba, se ganó la amistad de Aldo, un recién egresado, con honores, de una prestigiosa facultad de economía y un potencial ejecutivo; como no era su tipo de hombre: gordito y medio afeminado a él le endilgó el rol de un incondicional junior pal, amigo joven, o pelele para que le ayude a cargar su maletín o lap top PC, en fin minucias por el estilo, también para que la acompañe a una función de cine, teatro o ceremonias de menor relieve; era el compañero ideal para cuando la hubiesen dejado plantada o no tuviera un mejor programa. Aldo no disponía de dinero generoso, entonces, Andrea mediante mil aprendidas triquiñuelas lo quitaba del camino, como se deshace uno de la colilla de un cigarrillo, después te haberle succionado el sabor, con un beso en la mejilla y un conmovedor ‘‘eres mi mejor amigo’’, ‘‘te adoro, eres lindo’’... Adiós, chau, aduciendo que estaba cansadísima o tenía jaqueca. Además, habían por ahí, un par más de estos hechizados admiradores que, se ofrecían jugar ese rol, donde la demanda sexual o erótica sencillamente no existía, ella así lo había fijado desde un principio, por el placer de su compañía y presencia; los bobalicones se ofrecían para tareas de chófer y, de paso, ser su guardaespaldas.

Con el tiempo, gracias a unos cursillos y congresos ella se transformó en una figura indispensable, vendedora de imagen del gran casino; gracias también a los buenos oficios de don Benjamín, gerente de personal, que la admiraba mucho y la aconsejaba, ella le asignó el papel de senior pal o compañero viejo, sería su consejero y confidente, él era capaz de cortarse una mano por ella; la deseaba tanto que urgaba en su closet y besuqueaba la ropa sudada que ella dejaba por allí. Una suerte de tributo fetichista. Benjamín que era un leptosómico típico, con la pinta de un talibán afeitado, hiper erótico y ella lo veía reflejado en su mirada y en el fondo ella sabe que tendrá que compensarlo algún día. Benjamín es un solterón que vive con su anciana madre, quien con su carácter bonachón y servicial siempre estaba listo para ir en su ayuda, la rescatará de aprietos de cualquier orden, como tiene amigos y conexiones pasa por el hueco de una aguja con los brazos abiertos para estar al lado de su amor primaveral, este solo hecho lo hace sentir más joven y reafirma su virilidad y potencia. En los deslices económicos, que no faltan: pagos pendientes, recibos atrasados etc. él estará ahí, como un solo hombre para gritar ¡presente!. todo a cambio de compañía o algún encuentro sexual intenso y con la soslayada ayuda de alguna pócima mágica y nerviosamente esperando la nota aprobatoria de la mujer que lo calificará con un ‘‘excelente, que bárbaro, eres un bruto Benjamín’’ cuando en realidad, ella no ha obtenido goce alguno de la cópula ¡Échese Ud. a saber cuando ellas dicen la verdad!

Después de cierta insistencia Andrea aceptó a Benjamín como su senior pal estable, las niñas para estos amantes son la renovación del amor, y lo presentó a su hijo Marcelo como el tío Benjamín, el bueno de la película, él solícito los llevaba a su casa de campo en Los Cóndores o sino a la playa, los pasea en su yate en el mar apacible de la bahía de Ancón y era, en resumen, el amante nutricio, protector y ético que toda mujer busca. Varias veces se ha quedado a dormir en casa, pero normal, Marcelo ve en él a la figura paterna substituta, ya que su padre natural, el cobarde que ha fugado de su responsabilidad y ahora es un fantoche disfrazado de cocinero en una pizzería de la pequeña Habana de Miami y enredado con una centroamericana gorda y ordinaria, que le ha dado la residencia y tres hijos.

Con sus altas y sus bajas la relación era sostenible, hasta que una noche Andrea le solicitó a Benjamín un préstamo fuerte, que él sabe que ella no tiene propósito alguno de devolver. En estas circunstancias, don Benjamín que ya es ducho es estos menesteres, sabe que su deseada pieza erótica está en algún enredo, tiene que hilar fino, ensartar hilo en la aguja antes de cada puntada; una sílaba mal dicho, un gesto inapropiado y todo el castillo de naipes colapsará y su princesita se irá para siempre. El sabe que ella sabe que él está loco por ser su marido. La parte crítica y decisiva es la cantidad de dinero que él esté dispuesto a invertir en esta aventura. Ella le ha dicho ‘‘cuando tu mami se vaya al cielo, hablaremos de casarnos’’ y, esto a él lo irritaba y sacaba de las casillas, discutían y esto era motivo para que ella le negara complasencia de entregarle sus caricias pero ella pícara le clausuraba la ´´aduana´´, ni pizca de sexo y, sólo después de muchos perdones y algún preciado regalito se prometían días venideros de paz y amor...

Con la repentina muerte de la abuela, Andrea se mudaría a un inmueble más ad hoc, la casa de su abuela era demasiado gasto; su madre, como queriendo pagar algunos pecados se la cedió como herencia para educar a Marcelo. Por ahora, precisaba de hacer arreglos y alquilarla en la brevedad posible.
Entonces ella recurre a Benjamín para que le preste dinero grande para una cuota inicial de un departamento frente al Club de Golf y pagar siete meses de atraso en las pensiones escolares de su hijo Marcelo. Hasta allí llegaron. Como perseguido por el mismo diablo el bueno de Benjamín, recogió sus chivas y se fue como administrador a la sucursal del Cuzco, donde el aire es puro y se sentiría libre como un cóndor.

Pero como Andrea es una chica encantadora, así se lo ha repetido mil veces el Dr. Danilo, Presidente del directorio y, que la ha piropeado tantas veces, le ha enviado flores y, como a ella le encanta y se merece ropa fina y costosa, asistir a un gimnasio o spa y salones de belleza exclusivos; lucir y adornarse con joyas finas, de oro y brillantes, cuanto mejor. Es justamente allí donde ha calzado perfectamente el Dr. Danilo para ser su senior lover , amante viejo o Sugar Daddy, como le llaman los gringos. El sabe que tiene que ser regalón con ella si quiere obtener los favores de la bella Andrea, donde proyectar su erotismo y lascivia. El reconoce que ella es una deliciosa criatura y ella será más complaciente cuando sea generoso y haga realidad sus caprichos y sueños que ella bien se los merece. En instancias, el precio por esta transacción del tipo ‘‘TOMA Y DAME’’ suele sobre pasar todas las expectativas y racionales cálculos. No será raro que en algunas ocasiones especiales las demanda de la mujer puedan sacarlo de su sano juicio ya que rebasarán su imaginación: recibir el año nuevo en la Costa Azul de Francia, participar de la emoción de la Feria de San Fermín o pedirle que le compre un pent house con vista al club de golf. Mientras tanto, Claudio, un elegante purser de una línea aérea internacional es su nuevo junior lover o amante joven, un nuevo alocado gran amor verdadero; como él es un atleta consumado, practica el remo y juega al frontón o corre olas en su tabla hawaiina, bronceándose para estar regio en la próxima fiesta luau del Yacht Club. El día sábado por la noche serán la pareja más admirada, como salida de un cuento, todas sus amigas la envidiaran, claro que su príncipe azul no es nada más que un Narciso, atorrante e engreído y la dejará, cuando así estime conveniente. Ella sabe que el joven oficial está en la lista de los solteros más deseados y cotizados. Andrea sufre varios desengaños y frustraciones tratando de llevarlo al altar o simplemente vivir en pareja, tan en uso en estos días, sin bendición de Dios ni nada o, hasta que desengañada, opte por cambiarlo por que lo adora pero ya no lo quiere, es lindo es regio pero ya no ya; mientras tanto como una forma de supervivencia cambiará de pareja de baile en el tango de la vida. Buscará a un símil de ALDO, BENJAMÍN, CLAUDIO O DANILO, porque sólo así podrá aglutinar las virtudes y cualidades que ella precisa para satisfacer todas sus expectativas y caprichos. Algunas mujeres, fueras de serie: artistas y profesionistas exitosas, bailarinas, modelos, anfitrionas, por mencionar algunas, sufren espectaculares metamorfosis, y otras, cual mariposas de la noche, parásitos de lujo, pescadoras y coleccionistas de fortunas; otras se refugiaran en alguna secta mística u organización filantrópica, algunas para siempre, otras por un lapso prudencial, cuando regresan a recoger sus pasos perdidos y retornan con fuerza y visos de revanchismo contra los hombres, que ellas atribuyen, se burlaron de su inocencia, su entrega, su sacrificio y su nobleza. ¡Vaya Ud. a saber! Y buscan como pareja a muchachos que podrían ser sus hijos y, con los resultados fáciles de deducir.

¿Será que nunca aprende la mujer...será que tiene que sufrir desengaños o perder la razón...¿será que es parte de su sino vivir de adiós en adiós, de beso inicial a beso final...?, con la esperanza que alguien la esperará para cuidar de ella y de algún hijo que tuvo cuando era niña aún...?

El psicólogo, como estudioso de las conductas humanas y como tal había llegado a la conclusión que el joven Marcelo había sido testigo y actor de su tragedia, por ejemplo, el niño había observado como don Benjamín manoseaba a su madre y hasta los había sorprendido en sus sesiones de entrega total; una noche se las había ingeniado para espiarlos y había escuchado el siguiente diálogo íntimo:

- ¡Benjamín, espérame, no te vayas todavía!
- ¡No te preocupes mamacita, yo te esperaré, para irnos juntos!

Esa noche el niño no pudo pegar los ojos, temía lo peor, su madre y su tío se mandarían mudar y lo dejarían librado a su suerte. Lo desconcertante para él era que, la mañana del día siguiente, su madre estaba alegre de la vida, lucía contenta y hasta tarareando alguna tonada. Marcelo, disimuladamente, observaba si su madre tenía alguna huella de tortura o maltrato y nada aparente justificaba esos jadeos como si la estuvieran crucificando. Sus ejercicios voyerísticos continuaron cuando el nuevo tío, o sea, don Danilo también se quedaba esporádicamente en casa y dormía con su madre. Marcelo había presenciado y escuchado, escondido tras las cortinas, las más encendidas confesiones de amor y placer; Marcelo también le confió al terapeuta que él había urdido un plan para mantener a su madre lejos de esos lobos que la hacían sufrir y la torturaban hasta hacerla lanzar ayes lastimeros. Entonces, por todos los medios, él la esperaría despierto hasta que ella estuviese acostada y, en forma impositiva, dormiría con ella, era la forma silente de protestar por los devaneos de su madre.

Nada es tan peligroso como los buenos sermones y consejos cuando van seguidos de un mal ejemplo.

El terapista quien era un ecléctico, solía usar la meditación y el sueño inducido, o sea hipnosis, con excelentes resultados, en este estado crepuscular logró hurgar en el inconciente de Marcelo. Y, es así, como él se imaginaba la situación: para el niño su madre era lo máximo, su padre no era una figura significativa en su corta existencia, para Marcelo le daba lo mismo que hubiera muerto en alguna guerra o que cobardemente hubiese huido para evadir responsabilidades, era el prototipo del padre nuestro olvidado. Su madre si le brindaba momentos de ternura y ejemplo y, tan era así, que una serie de mímicas, manías y repertorios de conducta los había adquirido como una suerte de adelanto de legítima de falsa herencia; por ejemplo, repetía exactamente el manojo de muecas y ademanes que el psicólogo había cronometrado y anotado de las entrevistas con su madre, ¡sorpresa! El niño la imitaba con exactitud meridiana, es más, a pesar de no ser zurdo, como si era su madre, ejecutaba la rutina de desabotonarse la camisa con una destreza asombrosa, considerando que la camisa de hombre se abrocha de forma opuesta, es más todo el amaneramiento seductor y femenino de su madre él lo había adoptado, de allí que sus compañeritos de aula lo fastidiaban con apodos y burlas, lo tildaban de mariquita y lo manoseaban, la cosa era brava en el gimnasio, donde los osados y atrevidos lo tiraban al suelo y jugaban a violarlo y hasta lo regaban con semen...estos incidentes habían llegado a conocimiento de los bedeles y consecuentemente al departamento de disciplina y hasta la dirección; tremendo problema, a parte de que, como Marcelo solía esperar a su madre, tosudamente escondido tras los tules de las ventanas. Andrea, debido a su horario laboral no aparecía hasta en horas de la madrugada, esto resultaba en que su hijo Marcelo no preparaba sus tareas, veía programas de TV no aptos para su mente extraviada, de chiquillo que no sabe nada y patológicamente pendiente de la hora que llegaba su madre, cual fiera al acecho, había agudizado sus sentidos al extremo que escuchaba los cuchicheos y oteaba los movimientos de su madre, aveces no muy recatados antes de despedirse y abandonar el automóvil; entonces, él corría, raudo como una saeta y, se acostaba en su lecho fingiendo estar profundamente dormido. Percibía cuando su madre se acercaba a él y le depositaba un ósculo en la frente o la mejilla, aveces percibía el aliento alcoholizado de Andrea, quien aveces se olvidaba que con la primera copa la mujer bebe vino, la segunda vino bebe vino y la tercera el vino bebe a la mujer. Luego de un tiempo prudencial, cruzaba el hall, pretendiendo que se acababa de despertar y se metía en la cama con ella. Como esta rutina se le hizo costumbre y, le era muy gratificadora, sobre todo en los meses de invierno, en que se acurrucaba a ella de lo lindo. La joven madre se sentía incómoda de tenerlo a su lado acariciándola y sintiendo sus erecciones.
Cuando cumplió los trece años Andrea lo sorprendió con un nuevo juego de dormitorio que incluía TV, un computador de última generación y muchos juegos de enciclopedias, obsequios de ella y del tío Danilo, le explicó ella a su hijo. En su momento la madre le conversó al hijo que ya no era dable que él se trepara a su cama en las noches y, que de ahora en adelante estaba terminantemente prohibido de ello. Que ella precisaba de un reconfortante descanso después de tan largas horas de trabajo en empinados tacos y apretados atuendos. El niño aparentó obediencia y parecía haber entendido el mensaje. Sin embargo, el remedio fue peor que la enfermedad, se desarrolló en él onicofagia, insomnio, enuresis y pavor nocturnos. Todas las mañanas la mucama vociferaba sus protestas y aspavientos de tener que recoger la ropa de cama mojada, apestando a berrinche. Marcelo amanecía malhumorado y somnoliento, por la estrechez del tiempo, muchas veces, iba al colegio sin tomar un buen baño, sus compañeros de aula le rehuían no querían sentarse a sus inmediaciones y lo tildaron con una serie de apodos despectivos, el niño empezó a sentirse rechazado por los amigos que antes lo adulaban.

En una de las sesiones, Andrea le confió al psicólogo esta conmovedora confesión: ´´Desde la terraza contemplo el paisaje y veo que el viento tibio sopla en mi cara, la pena me atormenta más cada día, pienso que no soy una chica con suerte, desde hace algún tiempo pienso en rehacer mi vida ...Nunca quisiera perder mi forma alegre de ver la vida, me siento tan pequeña cuando estoy frente al mar, me gusta bailar...trato de vivir sin amargura...espero que el cielo me ayude algún día...Las cosas por acá no cambian mucho, día tras día lo único que me ayuda a vivir es mi hijo, el es mi ángel, con él quiero perseguir el arco iris, cuando me miro en sus ojos y veo su cara cuando nos despedimos con lágrimas rodando sus mejillas y aflojando su mano nos separamos, muchas cosas me ha enseñado mi hijo. En mis noches en vela despierto llorando y busco sus brazos él llora un ratito, luego se recupera con inocente valor, sabe como olvidar y perdonar o decir adiós sin que sea tan doloroso, odio admitirlo pero él es más fuerte que yo...ahora quiero ver crecer a mi hijo sano y feliz, quiero pasar mucho tiempo con él, no quiero que la enfermedad de mi hijo se agrave cada día, pienso en él y me agobia la tristeza...´´

El terapeuta le explicó a Andrea que en psicología, aveces no hay enfermedad pero hay enfermo y, que ya tenía esta tentativa de solución para Marcelo:

- Le he dado vueltas al asunto y quisiera recomendarte que retires a tu hijo de esa escuela, que conozca otros maestros, otros niños y haga nuevos amigos. Esto lo liberará de cualquier recuerdo no grato. Será como un borrón y cuenta nueva.

- ¿Pero dónde vamos a encontrar vacante en un colegio de esta categoría?

Fue la inmediata respuesta de ella.

El le retrucó:
- Yo asesoro un colegio donde se brinda escolaridad especializada, son doce alumnos por aula y me he tomado la libertad de pedir una vacante como si yo fuera su padrino, eso hará que la pensión sea muy económica; los profesores y psicólogos le darán una especial dedicación y preparación para que en marzo, del año entrante, supere airoso sus exámenes de ingreso al Colegio Militar y con la ayuda que tú le vas a brindar todo será más sencillo y podrás disfrutar de tu hijo, por el tiempo que les quede; tú sabes que los hijos son en realidad hijos del destino, algún día, cuando menos lo imagines, el saldrá disparado como flecha en busca de su espacio y llevado por su vocación llegará a ser un piloto de nuestra Fuerza Aérea que es lo que secretamente me ha confiado. Domina los juegos de Nintendo y otros en su computadora, además es un maestrito jugando el ajedrez.

Antes que se diera cuenta ella se acercó a él seductoramente y sin mediar mayor trámite le rodeó el cuello con sus brazos y mirándolo en los ojos le dijo:

- Lo quieres como si fuese el hijo que nunca te dio la vida ..¿verdad?

- Sí, la verdad que sí. Respondió el psicólogo de manera lacónica.

Ella provocativamente le rozó la mejilla con sus labios.

Cuando el segundo domingo de mayo, o sea el Día de la Madre, Andrea y el psicólogo fueron a recoger a Marcelo al campus de la academia militar, presenciaron un impecable desfile y los nuevos cadetes les presentaron su arma de reglamento a las autoras de sus días y juraron con voces henchidas de fervor y nacionalismo defender a la patria. Marcelo en su flamante uniforme de verano, un cordón rojo lo identificaba como Cadete Distinguido; era todo un hombrecito, sobresalía entre la mayoría de sus compañeros de tez canela o bronze; que es el denominador común en nuestra tierra. Ahora tenía porte de hidalgo, mirada franca y orgulloso de sí mismo y de su Alma mater.

El almuerzo en el Cortijo de Barranco fue extraordinario, cortes especiales a la parrilla y chorizos, pan al ajo y salsas argentinas y brindaron con vino de Surco, delicioso y terminaron la tarde brindando y prometiendo ofrendas para el mañana. Así por ejemplo Marcelo se prepararía desde ya para ingresar a la Escuela de Oficiales de la Fuerza Aérea. Andrea, su madre había reingresado a la universidad, obtendría su Licenciatura en Psicología. Entre sus proyectos estaba el realizar allá arriba, al final de la Subida de San Francisco, en la casona de su abuela, ´´Encuentros vivenciales´´ o ´´Ven como estés´´ . Que son en realidad, terapias grupales siguiendo ciertos marcos teóricos, como el del Dr. Ellis quien postula: ´´Mi filosofía sostiene que la gran mayoría de los seres humanos, en cada parte del mundo, están mucho más perturbados de lo que podrían estar, simplemente porque no se aceptan a sí mismos como humanos falibles y propensos a cometer errores´´...El asunto es rescatar a seres confundidos y ayudarlos a encontrar sus mejores opciones de vida.

A la hora del brindis levantaron sus copas de vino tinto y el consejero ensayó este pensamiento: Cada uno de nosotros trata de ser y hacer lo mejor que puede, en lo que puede o en lo que sabe hacer...lo mismo que tú Marcelo. Cada persona se equivoca... lo mismo que tú Andrea...Cada uno está aprendiendo, experimentando ...lo mismo que yo. Nadie es perfecto...lo mismo que cualquiera de nosotros.

Los tres se abrazaron con inmensa ternura y desde ya Andrea, le ofreció a su amigo psicólogo y, nuevo tío de su hijo, la asesoría y consejería de su proyectado CentroTerapéutico, allá en la Cima de la Colina.



Autor: Michael A. de la Flor III
Lima, 18 de Febrero del 2002
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  • Categoría: Confesiones
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