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Incidente en la selva

Luis y María eran una pareja normal, de clase media acomodada. Con estudios universitarios, ambos desarrollaban labores intermedias en empresas multinacionales. Se habían conocido en la universidad, llevaban diez años casados, y sus cuarenta años, no eran inconveniente para que se mantuvieran en forma, y tuvieran un aspecto físico, que hiciera su apariencia más juvenil.

La vida de la pareja era rutinaria, y aburrida. Doce horas a diario fuera de casa, el fin de semana aprovechaban para salir al campo y hacer senderismo.

Luis era más bien solitario, y un ser tremendamente celoso, si bien, nunca le había dado motivos María para que lo fuera. Jamás miró a otro hombre, desde que eran novios, que no fuera su amado Luis.

Sus vacaciones eran tal vez un poco alternativas, a las del resto de círculo de amistades. Odiaban los viajes programados, y procuraban que sus viajes fueran únicos, con rutas a pie por las selvas de África y América, alquiler de vehículos 4 x 4, y largas caminatas por senderos, que sólo conocía el gps con la única intención de fotografiar lugares pintorescos.

Aquel año decidieron viajar al centro de América. No era un lugar demasiado seguro. Así se lo habían advertido en distintos medios, pero ellos deseaban un viaje libre, sin más turistas que ellos, y la respuesta a tales consejos era siempre la misma. Los turistas tenemos un salvoconducto no escrito, jamás nos harán nada.

Así fue, como aquel día de noviembre, embarcaron en el aeropuerto, rumbo al país en cuestión. Estaba todo preparado. Todos los viajes y rutas estaban previstas, incluso alguna persona de contacto, que se encargaría de trasladarlos desde un punto a otro.

Después de unas largas horas de viaje, el avión aterrizó en su lugar de destino. A partir de allí comenzaba una aventura. Sus corazones latían por la incertidumbre. A pesar de los años que llevaban disfrutando de este tipo de viajes, no podían evitar sentirse inquietos en los primeros momentos, una vez en el lugar de disfrute de sus merecidas vacaciones.

La primera noche fue tranquila, en un hotel de calidad, propio de una capital. A la mañana siguiente, partieron temprano, en un autobús, aunque poco se parecía a lo que denominamos así en Europa. Con la carga en la baca, personajes que parecían haber salido de una película, y después de 8 horas de viaje, llegaron a su punto de destino. Allí debían contactar con Valdés, un oriundo de la zona, buen conocedor del terreno, quien los guiaría durante varios días a través de la selva, en lo que sería su recorrido por la selva.

La segunda noche que pasaron en el país fue en otro hotel, cuyo parecido al de la primera, sólo era que en ambos ponían las palabras, hotel, en la entrada.

A la mañana siguiente, partieron al amanecer. El viaje en el Jeep, resultó duro, pero merecía la pena. Cuando llegaron, instalaron las tiendas de campaña, y Valdés comenzó a preparar la cena.

Antes de dormir estuvieron conversando. El guía no se sentía muy seguro, había oído que la guerrilla se había acercado a la zona.

A María le hizo gracia, sacó la valiosa cámara fotográfica que había comprado para el viaje, y dijo que se llevarían un buen recuerdo para casa si los encontraban. Podrían presumir ante sus amistades de haber estado con la guerrilla.

Valdés la miró con rostro serio. Señora, no son gente con quien se juegue, no bromean. Luis comprendió perfectamente las palabras de su guía, pero María seguía en su mundo de fantasía.

Cuando se despertaron, se asearon un poco. Valdés les tenía preparado café. Al día siguiente se adentrarían en la selva. El guía les llevaría durante unas horas en el todoterreno, y acamparían para establecer una base, y realizar cortas excursiones.

María iba especialmente guapa esa mañana. No era muy alta, apenas llegaba al metro sesenta. Con su media melena rubia, sus pechos, si bien grandes, no excesivos. Su pantalón y camisa verde de explorador se pegaban a su cuerpo como una segunda piel.

Formando parte de la selva, camuflados entre la vegetación salieron unos quince hombres armados. Los tres viajeros se juntaron, fruto del miedo.

El que parecía el jefe del comando, separó a Valdés y lo llevó a unos metros donde mantuvieron una conversación. No se les podía entender, aunque gesticulaban bastante. De repente, un grupo agarró al guía, desapareciendo con él entre la vegetación selvática.

Uno de los asaltantes subieron al 4 x 4 del desaparecido Valdés, mientras que la pareja prisionera, caminaron unos metros, hasta donde estaban el resto de los vehículos. Antes de subir, los inmovilizaron, y taparon sus ojos para que no pudieran reconocer el lugar donde eran llevados.

En una hora aproximadamente, llegaron al lugar de destino. Fueron introducidos en una cabaña de madera,y les destaparon los ojos. La casa no era lujosa, aunque de mucha calidad, nada de un refugio improvisado, sino que aparentaban ser hogares estables.

Alguien, quien parecía ser el responsable del lugar se acercó a hablar con la pareja. María lloraba mientras que Luis, aunque no lo hacía, se mostraba no menos aterrado.

Bien, preguntó el hombre, con aspecto de militar fornido, Sabemos que sois periodistas, o tal vez espías. Llevaba los pasaportes en la mano, Luis Fernández y María García, que nombres más vulgares, chafardeó el secuestrador.

La pareja estaba aterrada. Sabían que sus captores no se andarían con tonterías una vez que también habían secuestrado a su guía. Ser europeo, en esos instantes, no parecía garantía de nada.

Luis respondió al jefe del grupo- Señor, somos turistas españoles, hemos venido a ver la selva, a hacer fotos a los animales y a las plantas que aquí se encuentran. Viajamos así todos los años.

Un turista en esta zona del país? En ésta selva? Creéis que me voy a tragar eso? Jja, respondió el secuestrador.

Todos me llaman Yuma, comandante Yuma. Sé que habeis llegado hasta aquí con la idea de conocer nuestra ubicación, y sí, íbais encaminados no os hallabais demasiado lejos, pero nosotros os hemos localizado antes. Hemos encontrado en vuestro equipaje cámaras fotográficas con video, gps con mapas detallados de la zona, teléfonos móviles, y varios utensilios electrónicos para moverse y comunicarse en la selva.

Señor, dijo María, las cámaras fotográficas son nuestras, nos gusta fotografiar la selva, pero el resto de las cosas que usted ha dicho, no nos pertenecen, tal vez fueran de nuestro guía.

Conocemos bien a Valdés, es un chacal, un buitre, pero a él sólo le interesaba el dinero y jamás se metería en líos con gente que sabe que tiene más poder que él, respondió ahora el comandante.

Parece que esto no nos lleva a ninguna parte, señaló Yuma. Llevad al hombre al otro cuarto, a ver si la interrogación por separado, tiene más éxito.

Sacaron al hombre, que aún seguía atado por la espalda, de malos modos, zarandeándolo, pero sin golpearle, ni mostrar violencia física hacia él. Protestaba y se resistía por tener que dejar a su mujer en otro lugar.

Sentaron a Luis en una silla, y cerraron la puerta que comunicaba con la otra sala. Comenzaron a preguntarle el motivo por el que se encontraban en la selva.

La respuesta del hombre, era una y otra vez la misma. Estaban de vacaciones, un viaje de placer.

Las preguntas se fueron repitieron durante varios minutos, no obteniendo respuestas distintas. Llegó a explicarles como habían enlazado con Valdés, a través de foro, en internet, de viajes alternativos.

Un grito en la otra sala hizo estremecer a Luis. Era María. El chillido fue desgarrador. Todo iba sucediendo

Luis no podía moverse, y preguntó desesperadamente que le estaba sucediendo a su mujer.

Uno de los guerrilleros abrió la puerta, y miró lo que estaba pasando. La respuesta fue irónica, Parece que tu mujer tenía calor, y hemos deicidido quitarle la camisa, dijo riendo.

Soltadla, cabrones, sólo somos turistas¡ Intentaba explicar el marido.

El guerrillero trajo la camisa de María, y mostrándosela a Luis, la dejó en el suelo.

Los gritos de la mujer eran ahora mucho más sonoros, ya que la puerta ahora estaba abierta. No obstante, el ángulo no permitía al marido ver a su mujer, sólo oír los desgarradores chillidos.

Vaya, creo que sigue teniendo calor. De nuevo salió de la sala el guardián volviendo con sus botas, calcetines y pantalones.

Por favor, dejadla en paz.¡ Las sonoras voces desesperadas de la mujer, no dejaban de hacer volar la imaginación de Luis. Estaba desnuda en manos de aquellos hombres.

Ahora ella no suplicaba, sólo gritaba, no¡¡, no¡¡, no¡¡, ay¡¡, ay¡¡, ay¡¡, con voz llorosa. Fue Luis quien suplicó entonces que no siguieran. Ah. Ah, los gritos hacían daño a los oídos.

Espera, que voy a mirar, dijo el guardián. Salió de nuevo y entró, ahora con el sujetador, tirándolo junto a la otra ropa. De nuevo volvió a comentar jocosamente. Parece que quiere hacer top less ahora.

Ahora, el guerrillero fue llamado por su jefe, volviendo a los pocos segundos. Afortunadamente, María había dejado de gritar.

De nuevo, con aspecto burlón, su captor le indicó que ahora debería visitar la otra sala, que su mujer la necesitaba en aquellos momentos tan difíciles para ella.

El dolor que le produjo ver a su mujer en esa situación le dejó sin palabras. María estaba ahora con nada más que un pequeño tanga, tenía esposadas las manos a la espalda, y su cuerpo echado para adelante, para intentar ocultar sus pechos.

Ataron a Luis en una silla, muy pesada, que le impedía cualquier movimiento.

María estaba sentada en un pequeño taburete, sin respaldo, echada para adelante, por lo que se veía el inicio de su culo, sólo tapado por tres minúsculas cintas, dos en la cintura, y otra en su rajita trasera.

Luis, preguntó Yuma, no tienes nada que decirnos?

Soltadla, hijos de puta, se revolvió el marido, aunque con poco éxito.

En ese momento se percató de algo que no había observado. Uno de los guerrilleros tenía su cámara y no paraba de hacer fotos, mientras que otro, tenía la de María, e iba haciendo lo propio.

Chicos, a ver, un recuerdito de las tetas de María? Preguntó el comandante.

En la sala se podrían encontrar unos quince hombres que observaban sin pestañear el desarrollo de los acontecimientos.

Otro de los guerrilleros tiró de su pelo hacia atrás, dejando ahora a la vista los pechos de la mujer. María tenía las rodillas muy juntas, intentando perservar su entrepierna.

Nada que decir, Luis? Volvió a preguntar.

Somos turistas, joder, turistas, dijo gritando el hombre.

Con una señal de Yuma, levantaron a la chica, dejándola de pie, sólo con su pequeño tanga negro, que era para más colmo, semitransparente.

El comandante se acercó a la mujer, y la acarició ligeramente los pechos. La pareja, cada uno como pudo gritó y les increpó, aunque Yuma ni tan siquiera paró, ni hizo el gesto de mirar a su marido.

Observó un poco por encima del triangulo de su tanga, y directamente procedió a quitarselo. Su sexo estaba totalmente depilado.

Cabrones, volvíó a gritar su marido, aunque no sirvió de nada. Las ráfagas de fotos se multiplicaron. María seguía esposada a la espalda, y volvió rápidamente a sentarse en pocos segundos. Ahora cruzó las piernas para intentar proteger su virtud.

Tu mujer es una preciosidad, sólo que nos quedaremos sin saber si es o no rubia natural. No tiene ni un solo pelo en ningún lugar debajo de la cabeza.

El marido seguí increpando, aunque ahora ya María sólo se limitaba a llorar.

Los hombres giraban sobre ella. La tocaban el pelo, la acariciaban por todos lados. Uno de ellos, la agarró y la echó para detrás, mientras que ahora con mucha fuerza, dos de ellos la agarraron por las rodillas y le separaron las piernas.

El culo de la mujer se apoyaba en la pequeña banqueta, un hombre la agarraba por detrás, mientras que otros dos, uno por cada lado, la agarraban por las rodillas y le separaron las piernas. Probablemente, nunca habría estado tan abierta, al menos, nunca en una situación con un hombre.

El que la sujetaba por detrás, le tocaba los pechos, su pelo, sus hombros, su cintura. Los otros dos hombres, acariciaban poco a poco sus piernas, sus rodillas, sus muslos, intentado evitar por el momento, llegar a su sexo. De vez en cuando sus manos se encontraban en los pechos.

Su vagina estaba tan abierta, que formaba un agujero enorme, por el que a simple vista se podría haber visto el útero de la mujer.

María no paraba de gritar, su marido de increpar, pero todos estaban metidos en su papel.

Le enseñaban a Luis como sus manos se acercaban poco a poco al sexo de María, pero no llegaban a tocarlo.

De nuevo volvió a preguntar el comandante, y la respuesta la misma. Cree que no le habríamos contestado si lo supieramos?

Las manos de los hombres que le sujetaban las piernas, estaban cada vez estaban más cerca. Las máquinas no paraban de fotografiar, y los dedos estaban ya al final de sus muslos.

Pero fue el hombre que le masajeaba los pechos, quien bajando por su estómago, llegó a su ombligo, y de allí al inicio de sus labios vaginales. María no llevaba nada puesto, a excepción de una pequeña medalla que se ajustada sin demasiada holgura a su cuello, y su anillo de casada, que nunca se lo quitaba. Al principio, sólo era el dedo que pasaba por encima de su sexo, pero no tardó demasiado en meter la punta de este en la vagina, de ahí a medio dedo, después el dedo entero, dos dedos.

La veda se había abierto, la tocaron por todos los lugares, metían el dedo, los dedos, por su vagina, por su ano. Besaban sus pechos, la besaban en la boca, aunque ella intentaba oponerse, poco podía hacer a parte de gritar.

Otro de los hombres que aún no había participado, se colocó entre las piernas de María, se arrodilló y comenzó a acariciar primero y a besar después.

No tenía prisa, lo hacía con esmero, tomándose su tiempo. Sus compañeros se encargaban que los labios vaginales de la mujer estuvieran totalmente expuestos, que mostrase su clítolis, llegando sin ninguna dificultad al botón de María.

Su sexo brillaba por la saliva que dejaba las caricias bucales a las que estaba siendo sometida.

Ella no paraba de chillar, no había dejado de hacerlo durante mucho tiempo. Por su parte, Luis comenzaba a agotarse moralmente y ya apenas decía nada. Sólo miraba a su mujer con una tremenda pena, en el que los celos y el odio le hacían mantener su semblante serio.

El hombre que la sujetaba por detrás la hizo incorporarse de nuevo. Sacó su pene y se lo ofreció a la mujer, que rápidamente giró la cabeza, en señal de rechazo.

Le bastó con enseñar su pistola. Apuntó a la cabeza de María durante unos segundos, pero rápidamente cambió de idea y apuntó a Luis.

No hicieron falta palabras. María comenzó la felación de forma intensa, como si fuese a su esposo a quien se la estuviera haciendo. Según metía y la sacaba de su boca, se movían de forma rítmica sus pechos, lo que provocaba aún, una mayor excitación de los hombres que allí se encontraban.

Con su pelo agarrado, iba empujando a la chica, que hacía que su boca se moviese a la velocidad que el hombre deseaba. Con una felación así, con una imagen como la que mostraba, no tardó demasiado en descargar toda la furia de su semen en la boca de María.

Dos hombres se acercaron a ella con las mismas intenciones. María no tuvo más remedio que someterse a los caprichos de aquellos hombres. A pesar de su madurez, su cuerpo era el de una chica de 20 años, sus pechos, aún se mantenían firmes.

Cuatro hombres la agarraron. Dos por los brazos, que aún seguían atados y otros dos por las piernas, para llevarla en volandas a una mesa que estaba próxima.

María era consciente de lo próximo que iba a suceder. Ahora tocaba la penetración.

De nuevo, dos manos separaron sus piernas, y otro hombre por detrás la agarró los hombros. Su sexo estaba mojado, fruto de la lengua de uno de los soldados.

Otro de los hombres, en este caso un negro de casi dos metros de alto, y un pene que pasaba de los 20 centímetros, totalmente desnudo, se acercó y entró en María. Sabía hacerlo, no tenía prisa. La sacaba y metía totalmente. De fuera hacia dentro, de dentro hacia fuera.

María intentaba girar su cara. De vez en cuando veía el rostro del resto de los hombres. Otras veces a los improvisados fotógrafos, pero intentaba evitar a Luis, aunque no siempre conseguía no mirarlo, y ver su ojos lloroso, totalmente abatido.

El negro se corrió fuera de María, para que todos pudieran ver la cantidad de semen con el que la mujer era obsequiada.

Otro de los captores, echó un cubo de agua sobre el vientre de María, por el que quedó limpia.

Los guerrilleros jalearon al niño del grupo. Un chico de no más de 14 años que convivía con ellos.

Todos le animaron y abrieron aún más las piernas de la mujer para que no tuviera ningún problema. Sus hombros quedaron también más apoyados en la mesa para facilitar la penetración del chaval.

El chico lo hacía de forma rápida y anárquica, gritando y chillando, lo que provocaba las risas de los guerrilleros. Poco tardó en relajar su cara y su miembro, corriendose dentro de María.

Otro de los captores, una vez terminadas las penetraciones, dijo.

Ahora nos toca a los que queremos un poco de sexo más fuerte.

Cuando María notó que la agarraban y la volteaban y la depositaban en el suelo a cuatro patas, sabía que sería violada analmente.

María había practicado alguna vez sexo anal con su marido, aunque no era lo que más le gustaba en el sexo. Ser violada por detrás, a parte de la humillación le provocaría un dolor físico importante.

Uno de los hombres le agarró las cachetadas del culo, separándolos y dejando su ano lo más abierto posible. Escupió de forma consistente en él, y le comenzó a meter el dedo de nuevo.

María seguía chillando, ahora los gritos eran más secos, y añadía. por favor, no, no, no.

Tampoco esta vez tuvo éxito. Los hombres le agarraban los brazos, y el otro comenzó a penetrarla. De forma lenta, pausada, disfrutando el momento. La penetración iba seguida de unos cachetes en el culo, fruto de la excitación.

No fué el único que penetró su culo. Tuvo que soportar a tres hombres más haciéndolo. El último, le dolió muchísimo. Los compañeros jaleaban sus embestidas, mientras gritaba.

Poco a poco, fueron abandonando a la pareja. Al rato, Yuma dijo que no tenían nada en contra de ellos, y que de nuevo los llevarían a un pueblo para que pudieran volver a su lugar de origen.

No les habían robado nada, las cámaras estaban intactas, incluso con sus tarjetas de memoria, que soprendetemente, no tenían nada, como si la sesión de fotos, hubiera sido sólo simulada, las gafas de marca, relojes, anillos, pendientes. Todo volvía con ellos.

A los dos días, llegaron a la capital, y allí permanecieron hasta que terminaron sus vacaciones e iniciaron el vuelo de regreso. Sólo había una máxima, que era no decir nada a sus allegados de todo lo que había sucedido en el cuartel de la guerrilla.

Al mes de estar de nuevo en España, Luis recibió un sobre que llevaba su nombre. Dentro de él había un CD y una carta, que sólo decía. regalo de Yuma.

Luis estaba solo en casa, e inició el disco. No podía creer lo que estaba viendo. Eran fotografías, todas en orden cronológico desde su llegada al cuartel.

La parejita. María y él cuando llegaron.
María sola. Estaba esposada.
María desatada. Dos hombres sujetaban los brazos de María.
María sin camisa.
María sin zapatos.
María sin pantalones.
María sin sujetador. (Estaba de pie, sujeta, y con los pechos al aire)
María sentada. (Estaba esposada, con las manos atrás, y ligeramente agachada, tal y como la vio Luis)
Maria poco a poco 1,2,3.9. Todas las fotos cada una de ellas con las bragas más abajo.
La apertura de María, 10 fotos de como le separaban las piernas.
Masaje a María, 42 fotos, siendo acariciada y besada por todos los hombres.
La felación de María, 85 fotos con los hombres que disfrutaron de su boca.
Gorila y boy follando a María, 57 fotos. EL gigante y el chico con María.
Sexo anal con María, 112 fotos. Con todos los detalles, desde el escupitazo en su ano, hasta la última eyaculación.

Las reacciones de Luis eran contradictorias, odiaba lo que había sufrido su mujer, sobre todo, en su orgullo de marido, que hubiera sido mancillada por otros hombres, pero no podía dejar de contemplar las fotos.

Siguió viéndolas, detenidamente, y por último escondió el disco, en un lugar donde no pudiera ser encontrado por su mujer.
Datos del Relato
  • Autor: Pedigre
  • Código: 20211
  • Fecha: 29-08-2008
  • Categoría: No Consentido
  • Media: 5.14
  • Votos: 81
  • Envios: 0
  • Lecturas: 4930
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