Esta mañana, lo primero que hago es abrir el ordenador e introducirme en Internet. No podéis imaginar la alegría que me ha causado recibir los mensajes de Pedro, Juan y Oscar, a los que agradezco sinceramente sus palabras de elogio, que junto a los ciento veinte lectores, me dan ánimos para continuar escribiendo, cosa que al principio tenía mucho reparo por el temor de qué lo que escribo no pudiera interesar a nadie.
Con el portátil en la mano, tal como estoy, me voy a la habitación de Roberto para enseñarle el loable resultado de mi primera experiencia literaria, en la que de forma tan decisiva él ha participado al corregir mis múltiples incorrecciones gramaticales.
Roberto, cuando entro en su habitación, todavía duerme. Con mucho cuidado le retiro el embozo, descubriendo su lingam casi tieso del todo. Como su roce y sabor me gustan mucho, me lo pongo en la boca y lo acaricio con la lengua, él da un respingo y se despierta, y al verme así dispuesta, con una gran carcajada, me dice: ¡Qué, dispuesta para las abluciones matutinas? Le miro a los ojos directamente con expresión de asentimiento, pero sin abandonar su lingam, que ahora lo encuentro más delicioso al ponerse duro como un hierro. Sé que no tardará ni un minuto en llenarme la boca de su jugo, porque cuantas veces se lo hago al levantarse antes de que él orine, la reacción es inmediata. Y en efecto, así sucede, y cuando tengo la boca llena de ese jugo blanquecino, desnuda como voy me tumbo a su lado en la cama y le aplico un fuerte beso para que los dos compartamos ese zumo mientras nuestras lenguas lo paladean en la boca del otro. Cuando ya no queda ni una gota de ese desayuno improvisado, le enseño la página del ordenador, y Roberto palmotea lleno de alegría, felicitándome por mi éxito. Yo le digo que el éxito es más suyo que mío, pues sin sus correcciones hubiese resultado una página ilegible, y que de inmediato voy a comenzar a escribir otro capitulo, pues parte de la noche me la he pasado recordando cosas para contar. Cuando intento saltar de la cama Roberto, con su abrazo, me lo impide, y separándome las piernas se pone a besar y pasar la lengua por mi yoni, que comienza a rezumar el líquido matutino que todavía no he vaciado, y que él se bebe con gran premura y afición, tal vez con idea de que no moje la sábana y colchón de su cama y tenga que darle explicaciones a mamá. Como le ha ocurrido a él, tampoco yo tardo ni un minuto en obtener el orgasmo. Y como su garganta no puede tragarlo todo a la vez, los chorros impresionantes de líquidos que salen al unísono por ambos conductos de mi yoni, le inundan completamente la cara.
Al ver a Roberto con el rostro beatífico todo perlado del líquido de color dorado, no soy capaz de contener la risa, y conmiserándome de la situación que mi impudicia le ha causado, acerco mi lengua a su rostro para una a una ir limpiando todas las gotas.
Y cumplido tan grato cometido, me retiro a mi habitación para redactar cuanto os llevo contado.
Como veo que al escribir lo anterior me he extendido más de la cuenta, acabo y en la próxima vez os contaré más cosas.
¡Ah, muchas gracias por leerme! ¡Os adoro!
Bueno, pero definitivamente 16 años no tienes. Digo yo, por las cosas que sabes.Debes decidirte por un nombre, o Parvita o este. En fin, bueno y detallado, aunque lo supongo de más agrado para el público femenino.Mi humilde opinión, confirmando lo expresado ayer, es que no te apresures en escribir. Hay que corregir más y aprovecho de darte otra bienvenida.