Humillado por El Mandingo y su amigo

En aquella madrugada, Alfonzo (un amigo del Mandingo) me cogió por el culo sin mi consentimiento aprovechando que estaba dormido. Luego al despertar, el Mandingo me sometió, obligándome continuar dándole el culo a su amigo mientras lamia su polla. Fue la primera vez que estuve con dos machos al mismo tiempo. Luego su amigo (Alfonzo) le pidió al Mandingo un rato conmigo a solas, por lo que el Mandingo fue a dormir en el sofá y me indicó que debía complacer a su amigo o de lo contrario me castigaría.

Aunque tenía deseos de mastúrbame, no lo hice, me aguanté, pensé que si eyaculaba me sentiría peor con respecto a cuanto había sucedido aquella noche. Preferí mantenerme con cierta tensión o deseo sexual para facilitar mis deberes con aquel tipo.

Este hombre tenía una verga gruesa y venosa, de largo normal, se sentía muy rico dentro, a diferencia del Mandingo no importaba que la metiera completa, me hacía gozar sin sufrimiento. Después de un rato acostado, cuando él se recuperó, comenzó una faena, me cogió en distintas posiciones para finalmente acabar en mi boca.

Más tarde, cuando ya amanecía, el me despertó colocando su pinga parada en mi boca, tan pronto desperté comencé a chupar y lamer como una perra. Teniendo ese palo duro como el acero me llevó al recibidor donde dormía el Mandingo.

Me dijo, te vamos a hacer otra redoblona (es decir, dos contra uno) El Mandingo dormía plácidamente, Alfonzo me colocó en 4 patas en el piso y me incrustó aquella verga deliciosa. Estando así, me pidió que descubriera el pollón del Mandingo y comencé a lamer mientras me cogía.

El Mandingo despertó gratamente sorprendido. Aunque yo estaba gozando, estaba lejos del orgasmo. Unos momentos después, el Mandingo se colocó detrás de mí y me empalo, mi culo enseguida resintió la diferencia de tamaño. Quede en 4 patas recibiendo por el culo, pero dejaron mi boca libre. Entonces comenzaron a turnarse, un rato Alfonzo y otro el Mandingo.

A la segunda vez que tocó el turno de Alfonzo, me pidió que contara cada vez que me empujaba el palo. Así cada arremetida yo debía llevar la cuenta en voz alta. Entretanto el Mandingo me ponía la pinga en la boca, no para que se la mamará seguido, sino para un par de lamidas y chupadas.

No siempre podía pronunciar claramente cada número, en ocasiones, lo decía jadeando, otras entre dientes, otras casi como un quejido, dependía de lo que él me hacían sentir con cada embestida. A la cuenta de 30 me sacó la verga y fue el turno del Mandingo, quien aplicó la misma técnica. Después del empujón 19 ó 20, comencé a venirme, pronunciar cada número me era casi imposible, gruñía arrgg 21, uff, 22, ay 23 y así sucesivamente, me pareció una eternidad de placer llegar al 30.

En ocasiones me hacían contar y otras no, aunque ellos si llevaban la cuenta para ir turnándose. Así se alternaron varias veces, la verdad no sé cuantas. Ellos tenían un descanso entre un rato y otro, lo que hizo prolongar bastante la actividad, mientras para mí no había tregua, era como si un hombre insaciable me estuviera cogiendo.

Pasado un rato, habiendo acabado un cúmulo de veces, ya no tuve más orgasmos, sólo sentía el culo totalmente abierto y mucho cansancio. Estaba totalmente bañado en sudor. Por mis muslos escurrían mis jugos. La baba de mi recto estaba espumosa, había una especie de espuma en sus bolas de tanto mete y saca.

Finalmente, Alfonzo hizo que apoyará mi pecho en el sofá, quede de rodillas en el piso, pero con medio cuerpo sobre él sofá. Mientras me clavaba me tomó las manos llevándolas hacía atrás, en mi espalda, colocó mis muñecas juntas, con una cinta plástica (esas que se usan para juntar cables) rápidamente ató mis manos sin que yo pudiera hacer mucho. Aunque la cinta no es muy resistente, en esa posición y en esas condiciones me fue imposible zafarme. Sentí temor al estar tan indefenso, pues podían lastimarme.

El Mandingo acomodó su pinga en mi boca y me atragantó un poco. Verme en esas circunstancias excitó mucho a Alfonzo, me penetró con rapidez, una y otra vez hasta que acabo dentro de mí. El Mandingo luego tomó su lugar, follándome salvajemente a su antojo, mis quejidos de dolor, junto al ritmo salvaje de su penetrada hicieron que el también acabara en mis entrañas.

Todos estábamos extenuados, pero en especial yo, entonces me ayudaron a poner de pie, les pedí soltaran mis manos, pero dijeron que todavía no. Fuimos al baño, entramos al recinto de la ducha y me colocaron en una esquina de rodillas. Apenas había espacio para los tres allí. Alfonzo dijo abre la boca y cierra los ojos, su pinga aún estaba semi parada, no lo podía creer, esto iba a continuar. Entonces abrí la boca y cerré los ojos, me preparaba para mamar nuevamente.

Cuál fue mi sorpresa cuando sentí un chorro de orina en mi boca, de inmediato escupí, trate de quitar la cara, pero siendo que estaba en la esquina, atado y de rodillas, no tenía como cubrirme. Su orina caliente caía en mi cara. Unos segundos después sentí otro chorro, era el Mandingo desde el otro flanco, sentí su semen mesclado con orine. Aunque yo tenía la boca cerrada, sentí su sabor en mis labios y su olor. Como era la orina de la mañana fue muy abundante. Ellos reían mientras me humillaban de esa forma.

Luego me dejaron allí bañado en su orine como si yo no existiera, mientras ellos tomaban una ducha. Alfonzo finalmente me liberó.

Después de asearme, al entrar al cuarto, el Mandingo ya estaba vestido y Alfonzo en la cama. Me ordenó que me vistiera pues ya habíamos terminado y me llevaría a casa.

En el camino a casa yo me mantuve callado, me sentía sumamente humillado, también preocupado, pues pensaba que apenas una semana después del primer encuentro, este tipo me había sometido en muchas formas, yo había experimentado situaciones muy intensas y abusivas en tan poco tiempo, pensaba aún faltan 7 semanas.

Ciertamente me hubiera gustado un final mejor para aquel encuentro, pero cuento las cosas tal y como sucedieron.

Espero que te haya gustado y me des tus comentarios.

JP