Hace tiempo que no vais al cine. Pero hoy os habéis decidido. Bien, lo cierto es que yo os lo he ordenado.
Os he enviado las entradas y la hora que debéis estar allí.
He escogido un multi-cine con una peli ya conocida, así que, espero que haya poca gente en la sala.
A la hora convenida os veo aparecer, cogidos de la mano. Yo, sentado en una terraza del bar justo a la entrada os observo. Los dos vais mirando a lado y lado. Se os nota algo nerviosos. Tú eres la primera en verme, y me miras mordiéndote el labio inferior.
Protegido detrás de unas gafas de sol, levanto ligeramente la mano, para mandarte un saludo, mientras tú le dices algo a David cerca del oído. Seguro que le estás informando. Pero, inmediatamente, le sujetas la cabeza. Le estarás diciendo que no me mire. Bien…vas cumpliendo tu cometido.
Es verano, y llevas una camiseta ajustada que realza tus senos, y una faldita plisada a cuadros, de tonos grises, tipo colegiala. Y tal vez lo sea de tus tiempos, porque la verdad es que deja generosamente tus muslos al descubierto. Unos zapatos de tacón, rojo chillón y un bolso del mismo color, complementan tu vestuario. Todo en orden, de acuerdo a lo que te indiqué.
Os dirigís, hacia la entrada. Andas con contorneo y tu falda se mueve airosa.
Me dirijo detrás vuestro, a una distancia prudencial. Ya había calculado la hora para que la película estuviera empezada. Dejo un minuto de tiempo después de veros entrar, y entonces yo hago lo propio.
La oscuridad de la sala me sorprende. Espero que la película de mas luminosidad y, rápidamente observo el entorno. Allí estáis, como os indiqué, sentados en la penúltima fila, al extremo, justo pegados a la pared de la pequeña sala.
Solo hay unas pocas personas más, distribuidas en filas más próximas a la pantalla. Tal vez cuatro o cinco.
Lentamente, entro en la última fila y me coloco justo en la primera butaca, la que está pegada a la pared. Quedo detrás de David, y puedo observarte de esquilón.
Tardas solo unos segundos en ladear la cabeza y mirarme. Tus ojos brillan de una forma especial en la oscuridad de la sala. Le comentas algo a David, y de nuevo le coges la cabeza con la mano, para impedirle que se gire. Os cogéis de la mano, y tú las mueves hacia su entrepierna, y empiezas un suave vaivén de masaje. David se mueve nervioso en la butaca y suspira. Ahora llevas las dos manos hacia el centro de tu falda, y retiras la tuya, mientras te recuestas en la butaca para que tu pelvis quede al borde de la misma, y, aún a pesar del silencio de la sala, puedo oír como le indicas que te saque las braguitas.
Te apoyas en los reclinadores de los brazos y levantas tus nalgas para que no toquen el asiento.
David arruga tu falda y sujeta tus braguitas (son brasileñas….) y empieza el descenso. Se detiene cuando las tienes a medio muslo y empieza a acariciarte el sexo, primero con la palma de la mano, y luego con dos dedos. Tengo que inclinarme algo hacia adelante para no perderme detalle. Es entonces cuando puedo observar como tus pezones, erectos, se marcan ostensiblemente bajo tu camiseta. Prueba irrefutable de que también has cumplido mis deseos y no te has puesto sujetador.
Apartas las manos de David, y te bajas la brasileña hasta los tobillos. Levantas un pie, luego el otro, y con agilidad la coges al vuelo, para, sin dejar de mirar a la pantalla, lanzarla hacia atrás, con cierta inclinación, de tal modo que caen sobre mi regazo.
Es ahora cuando, mientras con tu mano masturbas el pene de David, que ha aflorado por la cremallera de su pantalón abierta, sus dedos se hunden entre los pliegues de tu faldita, para adentrarse en esa zona, a buen seguro, húmeda, que incluso me permite oír un repetido chasquido.
Los suspiros contenidos afloran lentamente. De repente, apartas la mano de David y te levantas para colocarte de rodillas encima de la butaca, mirando hacia atrás. David aprovecha esta posición para manosearte bien tus nalgas. Me miras, y con cara de niña buena, intentando contener los gemidos del placer que te están dando los dedos de David me interrogas:
-Perdona, ¿has visto caer mis braguitas por aquí?
Tardo unos segundos en responderte mientras te taladro con la mirada al tiempo que relamo mis labios con la lengua.
-Sí- te respondo al tiempo que dirijo mi mirada a mi pene erecto cual mástil, que, también salido de mis pantalones está sometido a un masaje de vaivén causado por mi propia mano, que lo rodea con tus braguitas.
- ¿Me las puedes devolver?
-Ven a buscarlas- te respondo de forma escueta y tajante.
Te colocas de nuevo en la posición correcta y David y tú empezáis a hablar, cada vez de forma más atropellada… Al final puedo oír tus últimas palabras.
-Digas lo que digas, voy a ir. No voy a volver a casa sin bragas.
Te levantas y te diriges al pasillo central, para entrar después en esa última fila donde me encuentro. David te sigue con la mirada. Poco antes de llegar a la butaca contigua a la mía, le espetas con voz autoritaria, pero algo trémula por la situación.
-Te he dicho que no mires.
Te sientas a mi lado. Tu falda muestra generosamente gran parte de tus muslos, y miro descaradamente. Te vuelves a levantar, para airear tu falda de la parte de atrás, y al sentarte de nuevo, la colocas de tal modo que no solo puedo ver tus muslos, sino también tu coñito que brilla chispeante en la oscuridad, a causa de su más que evidente humedad.
Es entonces cuando colocas tu mano sobre la mía, y empiezas a marcar tú el ritmo. Me estas masturbando, mirándome fijamente a los ojos y respirando agitada. Retiro mi mano y ahora eres tú sola la que me masturba, mientras con la otra mano recoges tu brasileña, húmeda de tus efluvios y de las gotas del líquido pre seminal que han aflorado de mi más que prominente tranca.
Por un momento detienes tu movimiento y te colocas de pie delante de mí. Es entonces cuando, inclinando ligeramente tu cuerpo, le susurras al oído de David
-Ya tengo mis bragas-al tiempo que se las pasas por la cara mientras sigues hablando
-Huele, están empapadas de mí, por lo que me has hecho, niño malo, y por el olor de un MACHO que tiene una polla enorme y rica, jugosa, firme. Huele, huele, ¡y no te gires!
Poco a poco, inicias un movimiento de descenso, girando la cabeza para que vea como te muerdes el labio para no chillar, mientras con una de tus manos agarras mi polla y la direccionas, para que entre en ti.
La bajada es muy lenta, para saborear bien el placer de sentir como las paredes internas de tu coñito se rozan y se adaptan al tamaño de mi miembro. Me gusta como lo haces, y así te lo digo
-Buena chica, perversa y caliente.
- ¿Sabes, muchacho? Me está follando, ella a mí. Tienes una novia exquisita.
-Sí, cariño, no te gires, no lo hagas, yo te lo cuento. Este señor tiene una verga deliciosa que me llena todo el coño, y voy a bombearlo hasta que sienta su leche dentro de mí. ¿Me dejas?
-Sí, sí, fóllatelo, vamos, muévete rápido, que se corra y sepa cómo es mi novia- Responde David desde la hilera de delante, mientras agita su polla masturbándose.
-Cariño, ahora me ha metido las manos debajo la camiseta y me pellizca los pezones, bufff, que morbo, vida, creo que me voy a correr yo antes.
-Ahh, sí, ohhhh, no puedo más cielo, este hombre me llena toda, que rico. Me corro, ¡me corrooo!
Te aprieto bien sobre mi regazo, para que la sientas toda dentro, y disfruto de tus gemidos entrecortados que afloran de tu boca cerrada. Te detienes, respiras hondo. Acaricio suavemente tus pechos con un masaje, y te ayudo a levantarte.
- ¿Y tú? No te has corrido.
-Otro día- No se ganó Zamora en una hora.
- ¿Quieres que te la mame y te corres en mi boca?
-Hoy, no, aguanta. En otra ocasión. Hoy se la mamas a David, pero con la condición de que no se corra dentro de tu boca.
Te recompones y te diriges hacia el pasillo central, donde ya te espera David. Está ansioso para volver a vuestra casa y que se la mames.