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Horacio y sus hermanas

¡Acompáñame a casa!, me dijo Horacio, el chico con el que apenas había comenzado a salir. Era lindo, había estudiado ingeniería y supervisaba una obra en la zona conocida como Mocambo. Trabajaba para una constructora.



Apenas habíamos tenido algunos escarceos y no me había entregado a él. Fui observadora, pues tenía algunas actitudes que no me desagradaban, pero se me hacían extrañas. Hablaba con mucha frecuencia a casa, tanto, que llegué a pensar que era casado. No me hubiera importado por supuesto, sin el afán de ser presumida yo atraía a hombres casados a 10 kilómetros a la redonda. Pero no, Horacio no lo era. Así que acepté su invitación y le acompañé a su casa.



Su madre había muerto hacía más de un año y su padre hacía 10 años. Independientemente de la herencia familiar -que administraba muy bien- le correspondía cuidar de sus hermanas. Flora de 20, Anabel de 18 y Sofía de 16. Eran lindas y veía en ellas una especial fascinación hacia su hermano. Lo trataban como si fuera el rey de la casa. Me recibieron muy bien, ningún tipo de celo y hasta me sirvieron café y un postre que habían preparado.



Dentro de todo, me llamó la atención que si bien habían ido a la escuela sólo tuvieron su enseñanza básica, es decir, preescolar, primaria, secundaria y bachillerato. No más. Según él, me dijo que ellas habían determinado atenderlo y se prepararían para casarse algún día. ¿Debiera parecerme raro? No, era una familia singular, reitero.



Poco después, las tres jovencitas salieron a realizar compras, algo que Horacio aprovechó para conquistarme y se lanzó a fondo. Me besó con pasión en el sofá de su casa y comenzó a meterme mano. Uno, dos, tres dedos en mi vagina que comenzó a mojarse muy rápido, desabotonó mi blusa e hizo a un lado el sostén para mordisquear mi teta izquierda y vaya que comenzó a calentarme. En tres minutos yo estaba calientísima y le pedí que me poseyera.



Me hizo subir corriendo hasta su cuarto y allí, me despojó de mi faldita y lo que me quedaba de ropa y él también se desvistió. ¡Oh, oh, oh!, vi su pene erecto como un cañón listo para disparar. El tipo tenía un gran pito y por supuesto que ello me motivó a premiarlo antes de que me hiciera feliz. Lo lamí por todos lados, le chupé los testículos y tome con mis manos ese mastil que estaba durísimo y que prometía que me haría ver estrellas.



Fue un acto sexual fabuloso. Realmente el tipo era un prodigio y me ensartó por el culo hasta hacerme gritar. Mientras me rompía el ano fue pasando sus dedos por mi vulva y eso me hacía sentir doblemente feliz. Poco después me cambió de posición y me puso en cuatro patas para atacarme mi vagina y arremeter con su estupenda arma que me repartía duro y bonito. Me hizo gracia que aparte de las nalgadas que me daba, tomaba su marro y me golpeaba con él en las nalgas ¡toma, te castigo, toma" y comenzaba a reír.



¡Anda papi, sígueme clavando! le decía yo, al borde de la locura. Yo quería más de esa esplendorosa verga y al final, varios minutos después, descargó una buena carga de leche en mi boca, por supuesto, yo tomé hasta la última gota y él gritó también al vaciarse.



Fui al baño y me enjuagué y volví a vestirme. El resto de la tarde tomé café con él y sus hermanas y posteriormente me llevó a mi casa.



Dos semanas después decidí ir a su casa. Había estado algo enfermo, un poco de gripa y fiebre y no lo había visto en dos días. Compré unos chocolates y decidí ir a verle para estar un rato con él y ver si habría oportunidad de que me diera un buen palo y con ello, ayudarle a que se sintiera mejor.



Fui hasta su casa y toqué el timbre de la puerta. Bajó Flora, la hermana mayor quien me recibió nerviosa pero con una amplia sonrisa. Me hizo pasar y vi que a cada rato volteaba hacia la parte de arriba. ¿Me puedes esperar un momento? dijo y vi que no sabia si subir o salir, pues se veía que tenía que hacer algo con urgencia. ¡Ve, yo te espero aquí y al rato subimos a ver a tu hermano!, le dije, para que se fuera tranquila. Apretó un papel y se marchó rápidamente.



Yo esperé un rato, con ganas de ver al enfermito. Escuché risas que provenían de arriba y decidí unirme a ese buen rato que estaban pasando sus hermanas, suponía que contentas por su hermano, quien posiblemente ya estaría mejor.



Subí lentamente mientras guardaba mi polvera, me había retocado los labios. Me dirigí hacia el cuarto de mi amado. Les juro que a esa edad (23) ya había visto muchas cosas y sabía de otras locuras que habían hecho amigos, amigas, primos y muchos conocidos. La puerta no estaba cerrada y de repente me asomé y vi a mi flamante novio con su pito completamente erecto, perfectamente encebado y a sus dos hermanas, Anabel y Sofía lamiéndolo y metiéndolo en sus bocas. Las dos aprovechaban para juntar sus labios, se besaban y reían. Me quedé viendo fijamente a Horacio quien al verme se alegró. El tipo todavía tenía el descaro de sonreír y no parecía importarle que yo le hubiera visto a él y sus hermanas en un acto extraño.



Por supuesto, luego pensé: "Pero si mis primos y mis primas nos hemos cogido muchas veces". Exacto ¿De qué me extrañaba si yo había pasado momentos gratos con familiares?



¡Ven!, me dijo y yo me acerqué, todavía un poco confundida y fui hacia él e hizo el esfuerzo de sentarse para darme un beso. Sí, lo besé pero seguía extrañada. Eso sí, sus hermanas me habían visto pero ellas seguían muy entretenidas con el pitote de su hermano que poco rato después ya no pudo soportar más y lanzó una buena descarga que cayó en sus rostros. Las chiquillas estaban encantadas y lamieron cada gota de semen que cayó en ellas.



Se marcharon y yo le pregunté: ¿Qué pasó? -Nada amor, yo cuido de mis hermanas y ellas cuidan de mí. Sólo nos divertimos un rato, me dijo.



Aunque seguí un ranto seria durante un rato, el tipo me convenció y me comenzó a besuquear por mi cuello y de verdad que hacía el esfuerzo por contentarme. Al final, me suplicó que le diera una lamida a su pene, que se había vuelto a erectar. ¿Cómo negarme si tenía una verga de ensueño? No sólo era larga sino gruesa, no exagero, realmente era un pito que si lo veía alguna mujer, lo deseaba de inmediato.



Me quité el pantalón que llevaba y decidí sentarme en su pito y ¡oh! enloquecí de placer al sentir ese marro dentro de mí. El tipo sujetaba mis nalgas con sus manos y me empujaba hacia él. Yo sentía que me volvía loca de placer y tuve una, dos, tres, ya no sé cuántas corridas y él como si nada, hasta que me avisó que se vendría y entonces saqué su pito de mi y salté a probar su deliciosa miel.



Una semana y media después, que fue la última vez que cogimos, tuve la oportunidad de acariciar a Flora. Las dos más chicas no estaban y encontré a Flora completamente desnuda chupando el pene de su hermano. Había entendido por qué lo querían tanto si se las cogía a las tres. No sólo eso, supe por medio de una de ellas que el tipo se había cogido a su mamá. Había visto en fotos a la señora, de una gran belleza y finura.



Flora acarició mis senos cuando los vio desnudos y se acercó para besarme. Yo le correspondí al beso. La chica olía delicioso. Tenía bellas piernas y una vulva perfectamente húmeda y rasurada a los alrededores. Ambas chupamos el pito de Horacio y luego nos dimos cariño. Nos abrazamos, nos besamos, nos metimos los dedos en vulva y culo y fue algo curioso que le seguí besando de su cuerpo cuando ella estaba sentada en el mastil de Horacio. Ella tuvo un orgasmo y me besó. Me conmovió ver como le escurrían lágrimas tras sentir su corrida. Ella no era experta con los dedos pero creo que a partir de esa noche, con la lección recibida podría dar cariño a quien se le pusiera enfrente.



Por su parte, Horacio me clavó por la vagina y el culo. Lo hizo con maestría y me arrancó varios gemidos y yo alcancé hermosos orgasmos. Al final, por última vez, besé a Flora y ambas chupamos el pito de su hermano cuando él lanzó su semen.



Esa noche en casa decidí que no lo vería más. Algo me decía que esa relación no terminaría bien y no me refiero tanto a la relación entre él y yo, sino de él con sus hermanas. Supe que la más chica se casó, pero Horacio murió en un accidente de auto dos años después de que habíamos sido novios.



A su hermana Flora la vi como tres años después. Era hermosa y estaba con un chico guapísimo, pero no me acerqué a saludarla. Sólo la observé. Su graduación se publicó en los periódicos de Veracruz. De Anabel no supe más. Creo que en todas nos quedó un bonito recuerdo de Horacio, un tipo que pese a todas sus locuras, nos hizo gritar de placer las veces que estuvimos con él.


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