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Historias del fotógrafo. ¡Qué pedazo aguantó!, la tenía como la de un

Este relato inicia una serie de historias y sucesos, propias y ajenas, testimonio de vivencias o recogido de primera mano, dignos de ser puesto en este sitio de relatos de erotismo y lujuria. Dicho lo cual aquí va el primero.

Amigos lectores, los voy a hacer partícipes de los sucesos que me tuvieron como observador privilegiado, y las emociones y sensaciones que pude captar y apreciar detrás de la lente.

Pedro se presentó en mi estudio para contratar mis servicios de fotografía, me pidió que asistiera el día y hora fijada, aunque se mostró bastante prudente en adelantar demasiado, tan sólo se limitó a imponer algunas condiciones, como que fuera solo, que el material grabado se quedaba en su poder.  Condiciones algo distintas o más bien extravagantes, que despertó en mí algo de prevención por que no estaba del todo claro el motivo ni la finalidad de la grabación, motivó que fijara el costo algo más que lo habitual, como forma elíptica de ponérsela difícil para desistiera de contratarme, pero ni lerdo ni perezoso se atajó, anticipando alguna negativa. Un amigo te ha recomendado para este trabajo, por discreto y reservado, que no tiene nada de ilegal, sino que es un trabajo digamos… de índole delicado y puramente privado, por eso mismo todas la salvedades y prevenciones, abonó una parte por anticipado y cerramos el trato.

Cumpliendo las condiciones de precisión en día y horario, me apersoné a la dirección consignada.  La zona y la casa revelaban que el señor disponía de un buen nivel económico. Era algo curioso que siendo una residencia de una importante envergadura, atendiera directamente el dueño de casa, sin personal de servicio, pero cada quien gasta su dinero como le place, hasta el señor me invita a pasar y se encarga de recibirme, de compartirme una copa y un café mientras preparo los elementos de filmación.

Me agrada cuando la gente va directo al asunto, ahora era distinto y fue natural y espontáneo para precisar todas las indicaciones…

—Quiero que nos filmes teniendo sexo, con mi mujer. Quizás parezca algo tímida, por eso escucha lo que te digamos, si te es necesario hacer alguna pregunta, trata de hacerlo con la prudencia del caso.  

Se nos agregó a la reunión, Ana, la esposa, con tres cafés.  Pedro la toma del hombro y sigue dando precisiones para la filmación del acto íntimo que deseaban guardar “como prueba de su amor”.  Acepté.

Habían dispuesto una especie de cortinado, tras él, podía desplazarme para tomar imágenes. Dispuse una cámara fija y otra manual para complementar las tomas, la tela ponía distancia óptica, de modo que ella no podía ver al operador de la cámara, y evitar sentirse “menos observada” y le permitía actuar con más libertad.

—¡Todo listo! —Me sentía un Fellini detrás de la lente.

Ana se presentó en escena, físico menudito, por eso se presenta subida a unos zapatos rojos tipo aguja, bien altos, portaligas rojo y soutién a reventar, apenas podía contener las tetazas erguidas, desafiando la ley de gravedad ¡de antología!, meneando el culo, pequeño, pero bien formado, con el hilo de la tanga enterrado entre sus nalgas.  Llenó el ojo de la cámara y me la puso al palo.

Toda su sensualidad desplegada para recibir a Pedro, en bolas, recostado contra la pared, observaba el striptease de Ana, mientras se toca la poronga, que aun sin despertar muestra un tamaño que predice algo realmente grandote.

Desnuda, evoluciona girando sobre su eje, mostrando las tetas, abriendo las piernas para que el zoom entrara en lo profundo de sus encantos, los labios abiertos de la almejita dejaron ver el interior de un tono rosado satinado y de aspecto cremoso. Arrodillada, gateando hasta llegarse entre las piernas del señor, tomó el miembro entre sus manitos, que ahora parecen más pequeñas ante el desarrollo del miembro, se lo muestra en complicidad a la lente, erguido, necesitó las dos manos para rodearlo y ni así pudo contenerlo todo.  ¡Qué bruto pedazo! Fue la única expresión que me surgió, solo para mis adentros.

En verdad nunca fuera de alguna película porno en las sección de “monstruosas” había visto una de semejante tamaño en largo y sobre todo en grosor, casi sentía lástima por esta mujer tan menudita que fuera sometida a esta poronga tan tan... grandotota.

Largo, gordo, cabezón, curvado hacia arriba, oscuro, notable contraste con la piel del hombre y mucho más colocado en contacto con la piel extremada blanca de Ana.  Asombra ver como la mujer puede abrir las fauces para meterse un buen trozo de poronga en su boca, miró la cámara ufanándose de las lamidas que le aplicaba a esa “anaconda” que deja asomar del ojo del glande los primeros atisbos del fluido producido por la incipiente calentura.  La expresión de la mujer, con expresión azorada y los ojos bien abiertos, gestiona una pose profesional de una actriz porno. Erotismo total y sobre todo con la realidad sin tretas ni trucos.  Movió a Pedro como quería, sin duda alguna una consumada mamadora.  

Pedro, el doble de tamaño corporal, la levanto del piso como si fuera una pluma, la llevó al lecho, colocó acostada, al borde de la cama, piernas abiertas en V, de tal modo de ofrecerme el mejor plano para mostrarse en las cualidades de excelente mamador de conchas. Por cierto, que también lo era, si parecía estar en el piso de un estudio de film porno, con los actores estrellas de la compañía, dentro mío pensaba qué buenos actores se estaba perdiendo la industria erótica.

A puro lengüetazo fue acosando la vagina de la mujer, lamía y mordía sin pausa, con una dedicación digna de admirar y copiar, la hizo llegar, ahogados aullidos placenteros y jadeos ahogados llenaron el ambiente de sensualidad, el delicado aroma de concha impregna la habitación y se mete en mi nariz, observador forzado a mantenerse atento a la evolución de los actores.  Un par de orgasmos robados por la boca acosadora del hombre le hacen perder algo la compostura cuando los estremecimientos le hacen sentir toda la lujuria transmitida por las tremendas lamidas.

Juegos de caricias prodigadas antes de trenzarse en un apasionado 69, imperioso y exigente, donde la princesa monta sobre el gigante Shrek. El señor cubre los labios de la vulva dentro de su boca, lame y encierra las nalgas en sus manazas, si parecen pequeñas manzanitas a punto de ser estrujadas, pero ella está delirando, sentirse apretujada es algo que la está colmando de goce auténtico, mientras tanto al otro lado del mundo erótico, ella contiene las bolsas escrotales en sus manitas mientras intenta dilatar al máximo la boca para poder entrar la cabezota del señor. 

La desarmonía de tamaños contrasta con la sintonía del placer, parecen estar hechos a la medida de sus deseos, la concordancia en el placer concedido los sube al topo del indicador de la lujuria. La estridencia de jadeos se multiplica y la mujer nuevamente en trance de experimentar un par más de orgasmos bien gemidos y mejor jadeados.

Ya es tiempo que el señor vuelva a poner sus pies en la tierra, bueno en el piso, y elevar las piernas de la mujer, elevarlas hasta que los talones de la mujer quedan apoyados en el pecho del hombre. Acomoda su postura, girándose para que pueda captar el mejor ángulo cuando realice la penetración. El ok, le autoriza al avance, apoya el monstruo cíclope entre los labios, entró en ella, lento, se tragó todo sin chistar, sostuvo de las caderas, elevándoselas, para ayudar a desfondarla.  Con el zoom pude captar como la concha de la flaca se engullía esa colosal poronga, increíble como con ese cuerpo frágil se tragaba semejante pedazo.

Movimientos, lentos, la expresión de Ana desafiaba toda racionalidad, encastrada esa masa de carne en sus entrañas, se notaba que el tipo tenía aguante para poder resistir sin venirse y Ana la mina resistencia física para soportarlo.  Se la sacaba hasta la puertita, asomar la cabezota brillante de jugos, después se la enterraba hasta los pelos, ambos gozan olvidados de mí presencia, le grita pidiéndole más verga, más acción, más rigor en la exigente cogida.

Me quedó tan grabada la expresión de Ana durante la cogida, el placer gestual durante esa intrusión profunda, si parecía que la verga le entraba hasta la garganta por el sonido gutural que emitía la mujer en los momentos de máxima excitación. La cogida se extendió tanto que les avisé que debía cambiar el casete, como para que no acabaran sin poder registrarlos... Cargado el nuevo, les indiqué que ya estaba todo ok, y ¡acción!

Realmente tenía buen aguante, Pedro salió de ella, la giró, de bruces, almohadón bajo el vientre para que la cola ofreciera un primer plano, bien levada, abrió las cachas, un dedote enjugado en su vagina fui directo al hoyo, entró y lo giró, luego ¡dos! dedotes fueron los que entraban y giraban dentro del culito de su mujer, un remedo de cogida le estaba produciendo los primeros gemidos placenteros.

La tomó de las ingles y la elevó para mostrar a la lente, el centro del ano, limpito de vellos, se podía notar el efecto estético de una tira de cola reciente, un sonoro y efectista “beso negro” coronó la presentación en primer plano de culito de Ana, dispuesto para el disfrute de su amo. Perfecto encuadre, el miembro, apoyado en el esfínter, apoyada la cabeza en una simetría perfecta entre el ariete y el aro anal. 

Todo está listo, dispuesto para el acto estrella de la película.

Ana le alcanzó un pomo con crema, Pedro aplicó en el marrón, los dedos llevaron parte de la crema al interior y otra parte se puso en la cabeza. No era posible que pudiera entrarle semejante poronga en ese agujero, las asimetrías de tamaños ofrecían una perspectiva de acoplamiento irreal, casi imposible sin causar daños irreparables, pero no parecía ser el caso, el afecto y la consideración no propiciaban un acto aberrante y doloroso, sino todo lo contrario, pues la pareja sabía cómo realizarlo y disfrutarlo.  Si no hubiera sido testigo y grabado la secuencia descreía lo que sucedió.  El señor sin mirarme me dedica una recomendación, prepárate para grabar que ahora viene lo mejor…

—¡Dale!, relájate, va a ser testigo de cómo se la traga todita.

—Despacio, siempre duele. —fue lo único que dijo la mujer, mientras se relajaba para soportarlo.

La cabeza encremada en la puertita del hoyo cerradito, sumisa abrió las nalgas con sus manos para ofrecer buen plano fotográfico y mejor comodidad para la poronga.  Fue entrando en ella, breve juego de avance y retroceso.  ¡Le entró toda! La poronga, parecía la de un burro, menudita pero aguantadora, se la comió todita, giró la cara para mostrar el rostro a la cámara, algo crispado por la dilatación que soportaba, sonríe algo forzado, como testimonio que es capaz de tragarse todo eso y no morir en el intento.

—¡Dale, dale, mi macho! —Incita al sodomizador— ¡Dale hijo de mil putas, rómpele el culo a tu putita! ¡Vamos, qué te pasa, dale, métela toda, toda, toda! ¡Cogete a tu putita, cabrón!

Más gritaba ella, más empujaba él, la hacía flamear en cada sacudida como una hoja en la tempestad, desarmonía entre la vara de carne y el conducto rectal, hacían pensar que en cualquier momento venía el inevitable desgarro. Era más que evidente que esto formaba parte de su juego habitual, cogían de forma salvaje y brutal, donde estaba toda la parafernalia de actitudes dominantes, las nalgadas le dejaron enrojecidas marcas en las nalgas, sujetada de los cabellos eran parte del acto en el mejor sentido del juego erótico de dominación.

Me equivoqué pensando que todo terminaría tan pronto el hombre eyaculara dentro, llenándole el orto de semen.  Demoró tanto como cuando la entró por adelante, qué aguante tenía, un maestro, perdí la noción del tiempo, se me consumió el casete y tuve que ir por otro nuevo y ellos en el metisaca por el culo.

Se la retiró del culo, sonó como sopapa si hasta parecía descorchar una botella, mientras se limpia el choto en la toalla Ana me ofrece un primer plano del orto para registrar la dilatación, mientras el semen vertido comienza a salirse con alguna flatulencia, espumándose en su contacto con el exterior.

La pija salida del ano, colgaba como una morcilla bamboleante, demoró buen tiempo en retornar al tamaño de relax, tamaño digno de envidia.

Sentada en el borde del lecho, esperó a Pedro, de pie frente a ella, la pija se bambolea como oferta nada desdeñable. Ana pajea y mama, las mandíbulas al límite de la apertura, la acabada está próxima, aceleró el trabajo sobre el choto a mano limpia, el hombre colabora agitando el choto. Ella entiende los gestos, las contracciones musculares de su pareja le anticipan el desenlace de la acción.

—¡Dale mamita, chupa y sacúdela fuerte! ¡Me viene, me viene, vieee!... —El gutural sonido del hombre acompañó la descarga de semen en la boca.

Acabó, sacudió varias veces, Ana giró la cara hacia la cámara, en el instante que recibe el premio de su pareja.  En la última sacudida cuando ella liberó la presión de los labios sobre la carne se le escurre algo de leche, juega con el efecto, la deja saltar hasta la teta derecha.

Maravillosa imagen en cámara lenta, estupenda toma porno.  La expresión lasciva quedó reflejada con fidelidad, los ojos brillaban de goce al dejar escapar esa parte del contenido lácteo.  

Se inclinó para mostrar la cavidad bucal, dejó asomar algo de semen sobre el labio inferior para recogerlo con la lengua en sensual acto que puso broche final a la escena.

—¿Cómo salió? —Preguntó Pedro.

—Creo que bien, muy bien. Buena actuación, ella es una estrella.

—¿Viste cómo se traga todo?

—Sí...

Mientras ellos se higienizan y visten, hago el trabajo de una edición simplificada, para ordenar, agregar algunos efectos y musicalizar las imágenes para entregar un trabajo aceptable en razón de la brevedad del tiempo que tenía para realizarlo. Concluida la tarea el señor Pedro me ofreció una copa mientras compartíamos la visión en la pantalla de led gigante que tenía en el living.

Cuando se apareció el “end” en la pantalla, el señor se sentía eufórico y con el ego más elevado que la cima nevada del Everest.

—¡Muy bueno, muy bueno! Encantado con tu trabajo. 

Me abonó el resto del acuerdo pactado, más el plus por la satisfacción que le había producido verse en las imágenes, totalmente de su agrado, obviamente ella no se apareció en la exhibición. Solo restó entregarle todas las cintas grabadas y la despedida con la consabida promesa de: - Estate seguro que te volveré a buscar para realizar otros trabajos para mí o de otros amigos, ¡Gracias!

Datos del Relato
  • Categoría: Dominación
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