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Historias de sexo vergonsoso

~~La historia de esta serie es una fantasía actual con un tipo que me dobla la edad y al que no tengo, pero deseo con ansiedad creciente cada día. Y para no pensar en él, me he dedicado a contar a los lectores de Marqueze mis experiencias anteriores.
 Todo indica que le voy a ser infiel a mi novio. Ahora sé que Víctor también tiene novia. Habrá que esperar si él quiere serle infiel a ella conmigo. La semana pasada me dijo que si tuviera 15 años menos trataría de conquistarme. Yo le contesté que él no sabía cuáles eran mis gustos y él dijo que los iba a intentar descubrir. Así que seguimos hablando por teléfono y saliendo a comer.
 Pero no debo pensar en Víctor, encerrándome en mis recuerdos, encuentro a Pablo. La decepción más grande que he tenido a la hora del sexo, un poco largo de contar, más novela que relato erótico, interesante para los románticos decepcionados alguna vez… CAPÍTULO CUATRO. PABLO EL “DON JUAN” DE LA DECEPCIÓN.
 Como les conté antes, yo dejé mi virginidad a los 22 años, el mes de enero. Durante ese año tuve sexo con Ferney (capítulo 1), con Roberto, (capítulo 3) mi profe. Y con mi mejor amigo (capítulo 5). Para esa época había cambiado de nuevo mi forma de vestir. Ahora era más convencional, de traje en la oficina y jean los fines de semana; lo cuento para ilustrar como iba cambiando mi forma de presentarme y proyectar a medida que se sucedían las historias en mi vida.
 A finales del año había seguido encontrándome con los dos y además había estado saliendo con Pablo, un abogado de 34 años que no era muy apuesto pero tenía el don de seducción; no había mujer que se le resistiera y yo aún sabiendo eso, sentía cómo aplicaba su proceso fatal conmigo: palabras, detalles, dinero y portándose como un chico inteligente, desinteresado y gentil. Todo eso combinado con la apariencia que daba de estar necesitado de un cariño sincero y un buen polvo. El maldito sabe cómo seducir. Además de que es un excelente conversador y de buen humor, así que simpatiza con casi todo el mundo.
 Lo conocí como abogado asesor de un amigo de mi jefe, pero empezó a salir de viaje frecuentemente por negocios familiares entonces cambió de empleo, pero siempre que llegaba a la ciudad daba un tour por las oficinas y casas de sus amigos y sus conquistas. He tenido que quedarme un momento tratando de recordar como fue que este sujeto llegó a estar entre mis piernas… ¿cómo fue esa salida de viernes? En uno de sus viajes a mi ciudad, estuvo en mi oficina, durante la tarde saludando a sus conocidos entre los que estaba yo. Ese día me preguntó que qué hacía por la noche y le dije que estudiar y después ir a mi apartamento a seguir estudiando.
 Yo tenía clases nocturnas en la universidad y fue a esperarme después. Se había echado mucho perfume fino, ya conocía yo esa estrategia suya para seducir, lo había visto otros días llenarse de perfume y ponerse un paquete de condones en el bolsillo cuando iba para una conquista, mientras yo le echaba ánimos y me reía. Ese día era yo la presa y él el cazador. Me daba un morbo increíble, aunque un poco de desconfianza por aquello de las enfermedades. Lo que él parecía no saber es que las feromonas siempre hacen un trabajo mucho mejor que cualquier perfume, por más caro y fino que sea.
 Para no hacer largo el cuento, entramos a un bar que había cerca de la universidad, estuvimos hablando un rato y luego sin más se acercó y me besó. Un beso corriente, y yo sentí que el me besó con deseo pero no con esmero. Un beso a una boca de mujer, pero sin conciencia de que era la mía. Entonces yo decidí enfrentarme a él como hembra a un macho, sin conciencia de su propio ser sino solamente de su genitalidad.
 Esa iba a ser la primera vez que me acostaba con alguien por el simple hecho del polvo, sin más interés ni sentimiento. Me emocionaba mucho la idea de hacerlo con alguien con tanta experiencia, tenía la esperanza de que él iba a ser mi mejor polvo.
 Al día siguiente estuvo en mi casa desde la tarde. Anocheciendo, me metí en un vestido largo y de tela ligera y él jugueteo un poco con mi espalda mientras subía la cremallera. Yo estaba un poquito impaciente porque no se decidía pero eso era parte de su juego, aparentar querer mucho pero alargar el momento. De mi casa nos fuimos donde una amiga mía, con dos parejas más, íbamos de fiesta pero empezó a llover. Llovió fuerte y toda la noche, con frío y sin ganas de salir a la calle nos quedamos a dormir allá. Yo lo presenté como mi pareja y él se sumó al juego, entonces nos dieron una cama para los dos pero en el mismo cuarto que las otras parejas. Nos abrazamos y así dormimos hasta que amaneció. Esa situación me exitó mucho, estar juntos apenas rozándonos y con gente alrededor. Luego fuimos a mi casa y no más entrar, fuimos directo a mi cuarto yo me puse en la cama y él se puso sobre mí. Sus besos cambiaron de intensidad, subieron en pasión y velocidad, a veces se detenía y reía mostrándome que podía alargar y endurecer su lengua como un falo. Llevó su mano a mi espalda y bajó la cremallera del vestido, que después de eso cayó rapidito. Siguió con su lengua latigando mi cuerpo, bajó por el cuello, en medio de los senos y llegó al ombligo, sin detenerse llegó a mi sexo, metió sus manos bajo mis caderas e hizo desaparecer mi tanga. Empezó a darme sexo oral, yo hice todo mi esfuerzo por alcanzarle en su estado de exitación pues normalmente me gustan las cosas más lentas. Para lograrlo me safé de él y me senté para ayudarle a quitar la ropa, todo a gran velocidad, como si tuviéramos afán (no había ninguno) pero quería ponerme a su altura, a un hombre de ese recorrido no podía dejarle una mala impresión. Quedó en unos bóxer blancos, muy bonitos pero no le combinaban bien porque tiene la piel muy blanca; me empujó a la cama hasta quedar acostada de nuevo y volvió a mi cosita, yo sentía vergüenza porque ya cumplía un día sin lavarla pero él seguía su tarea. Sentí placer pero no demasiado, tuve que fingir un poco más satisfacción de la que sentía y alcancé a pensar en arrepentirme, pero después de tanto calentar, realmente necesitaba un pene adentro de mí y además no quería decepcionarlo.
 Yo retozaba, me gemía, reía, murmuraba, haciendo todo lo posible por excitarle más, intenté varias veces llegar a su entrepierna con mis manos, con mis pies, con mi boca, pero él no me dejaba, seguía empeñado en lamerme y mostrarme cómo podía penetrarme endureciendo su lengua. Mis senos los ignoró por completo y se lo agradecí, son algo para palpar con cariño y en esa escena sólo había morbo.
 En un momento se detuvo y echó mano de los preservativos, atención a esta escena: Yo estaba acostada, desnuda y el sentado a mi lado en calzoncillos destapando un condón. En esas escuchamos que se abrió la puerta de la calle y entró Sharon, mi nueva compañera de apartamento gritando: “¿Liz, ya estás lista?, ya nos vamos.” Recordé que habíamos quedado en ir juntas al gimnasio. Pablo y yo nos quedamos paralizados mirándonos y yo le dije “No voy a ir, nosotros deseamos que te vaya bien”. Dije nosotros para ver si ella caía en cuenta de que yo estaba acompañada, pero no entendió y abrió la puerta apenas nos vio gritó, dijo “qué vergüenza con ustedes” y salió roja como un tomate. Pablo y yo seguimos con lo nuestro pero ya la chispa se había perdido, un mete y saca rápido y eyaculó. Hablemos un poco de Sharon. Una chica de 23 años, no bonita, pero sí sabe maquillarse y vestirse bien y se pinta el pelo de colores claros. Su novio había sido asesinado hacía 6 meses y después de la escena que presenció por la mañana en mi cuarto me dijo que tenía mucha envidia y se había alborotado su líbido. Que después de la muerte de su novio no había vuelto a estar con nadie y citando sus palabras “con él lo hacíamos tan rico y tan frecuentemente”. Había un tipo, Armando, que la estaba rondando pero era un tipo simplón. No estaba tan feo y era bonachón pero realmente poco interesante. “el maluco” le decíamos por apodo, sin que él lo supiera. Sharon confesó estar tan desesperada que se resignaría a estar en la cama con Armando, pero él ni a eso se decidía. Siempre estaba metido en nuestro apartamento, ayudándole a ella hasta a lavar la ropa y mirándola como ternerito perdido, pero aparentemente no la rozaba ni con un mal pensamiento.
 En la noche, fueron Pablo y Armando “el maluco” a nuestro apartamento. Era domingo y los domingos en mi ciudad tienen un aire especial a nostalgia y vagabundos. Hicimos sonar música vieja y pronto tuvimos deseos de beber algo más fuerte. Yo tenía una botella de ginebra guardada para alguna fecha especial. Ese era el día. Empezamos a tomar y al rato yo ya estaba andando en cuatro patas. Mi idea era marearme un poco para desinhibirme y disfrutar más de la evidente revolcada que tendría más tarde con Pablo, pero me pasé de copas y empecé a contar chistes malos y me puse de payasita. Mientras tanto “el maluco” se acercaba ¡por fin! A Sharon y empezaba a juguetear con ella a las manitos calientes. Pablo se divertía como nunca con la escena hasta que yo tuve suficiente trago adentro para arrastrarlo de la camisa hasta mi cuarto.
 Pablo procedió a desnudarme y a desnudarse él, se acostó en mi cama y luego me dijo “chupe”. Yo obedecí, estaba muy borracha pero me acuerdo del olor y sabor a sudor, nada agradable a comparación del olor de los perfumes que usaba. Yo hice el mejor trabajo que pude que en esos tiempos no era bueno porque de los anteriores ninguno se empeñó en enseñarme bien, pero en el fondo de mi cabeza sentía el eco de la incomodidad de saber que al tipo no le importaba quien estuviera allí, solo se estaba masturbando con mi boca y podía ser la boca de cualquiera.
 Yo subía lamiendo por su miembro, daba unas vueltecitas por el glande con mi lengua y bajaba otra vez hasta las bolas, él guiaba el ritmo hundiendome la cabeza y volviendola a subir, a veces se golpeaba con mi paladar pero parecía gustarle. Entre suspiros me dijo que se había cansado acostado y que me arrodillara en el suelo. Estaba de madrugada yo tenía frío y sueño pero su tono era tan autoritario que obedecí. El se sentó al borde de la cama y ahí seguí chupandole como una muñeca, sin arte ni pasión, hasta que me dolieron las mandíbulas. Cuando por fin se dio cuenta de mi desánimo, sacó un condón y se lo puso, me dijo “prepárese porque yo me demoro mucho en terminar”, se acostó y cuando estaba tomándome de la mano para acostarme escuchamos un estruendo en la habitación de enseguida… fuimos corriendo a mirar y vimos a Sharon y “el maluco” habían roto la cama y estaban revolcandose de la risa en el suelo. Nosotros hicimos coro de risas hasta que nos cansamos de reirnos y volvimos a mi habitación.
 Me puso encima de él, yo estaba seca y nada exitada y le dije que sentía ardor pero él no me hacía caso. Me ayudaba a subir y bajar y un poco lubriqué entonces me ardía menos y empecé a disfrutarlo. Las posiciones se sucedían una a una, coordinadamente las piernas de ambos iban girando y se entrelazaban con las manos del otro, perrito, misionero, cabalgata y otros nudos más iban pasando despacio. Yo no gemía, sino que aullaba, unos sonidos guturales y a volumen elevado que llenaban la habitación y Sharon y “el maluco” celebraban con más risas al otro lado de la pared… Tenía razón, se demoraba en terminar y como yo no estaba tan a tono como hubiese querido no lo aproveché lo suficiente y esa indiferencia suya me congelaba. No sé en qué momento me dormí.
 Al día siguiente, Pablo hizo el desayuno y me lo llevó a la cama. Otra vez volvía a ser caballero pero yo ya no le creía, ya había conocido al macho posesivo e indiferente que tiene adentro.
 Se fue de viaje y cuando regresó a los 10 meses, traía el pelo largo, sandalias y estaba hablando de ángeles y el amor universal. Yo en ese entonces hice el papel de escucha y consejera y la verdad me gustó más que el de amante.
 Y hablando de decepciones y volviendo al presente, ¿será que me voy a decepcionar con Víctor? Noche a noche cuando me acuesto, lo imagino conmigo, satisfaciendo todas mis fantasías y las de él… ¿será que me pasa un chasco como este? Espero que no, porque el leve roce de sus dedos me lleva a las nubes… Se me corta la respiración si lo imagino dentro de mí… Me emociono tanto que hasta me dan ganas de llorar… Hay algunos lectores de Marqueze que me han dicho que están impacientes por ver como acaba el asunto con Víctor… Yo estoy impaciente por ver como empieza y hago lo que puedo pero el viene, me tienta con su sonrisa, pone en mis oidos dos o tres palabras bonitas y luego desaparece. Me está enloqueciendo de ganas y curiosidad.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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