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Historias de oficina (Temporada 2 - Capítulo 3)

La situación podría ser delicada o no, depende de cómo se viera. Por un lado, tendría un mes completo de vacaciones con goce de sueldo, podría usarlo. Por el otro me pondrían a alguien que controlara mis actividades, esa parte ya no me gustaba, pero seguro podría resolverlo.



Volví al hotel donde me estaba alojando, comenzar las sesiones con Lamberg seria todo un martirio, pero me preocuparía de eso apenas volviera a la ciudad. La habitación se hallaba completamente en silencio, mire por pequeña y sucia ventana de mi habitación, debía admitir que me había acostumbrado a tenerlas en mi vida, comenzaba a extrañarlas – ¿qué tiene de malo una vida de civil aburrida y llena de rutinas? – me pregunte – ¿no es eso lo que todo el mundo busca? – continúe pensando mientras desactivaba todas mis alarmas, aunque sabía que sería inútil. Sin más que hacer solo me acosté en la incómoda cama tapándome con alguna frazada, no era el mejor ni el peor lugar donde había dormido, realmente el tema de los lujos y las comodidades era una frivolidad para mí, sin la menor importancia.



A la mañana siguiente me desperté cerca de las cuatro de la madrugada, maldije mi habito. Me mantuve ocupado revisando algunos de los expedientes que estaban en la base de datos de INTERPOL, al intentar acceder a algunos de ellos me apareció algo que no esperaba o al menos no tan pronto.



*ACCESO DENEGADO*



*NIVEL DE SEGURIDAD SIETE*



*ACCESO DENEGADO*



Niveles de seguridad y privilegios revocados, había que darles crédito se movían con eficiencia. Resignado tome mi teléfono, tras dos tonos contesto.



- ¿Señor? – comento aun con voz dormida.



- Buenos días Agostina.



- Son las cuatro de la madrugada – exclamo con un tono de molestia



- Lo sé, necesito que me traigas algunas de las investigaciones actuales. Continuare el trabajo desde fuera.



- Pero señor usted técnicamente ya no se encuentra al mando.



- También lo sé – dije cortando.



Intentar sobrepasar el sistema sería inútil para mí, no contaba con los conocimientos para hacer eso, la verdad nunca fue mi fuerte. Me tuve que conformar con ojear casos de menor importancia, pero al menos no estaría sin nada que hacer. Tras varios minutos de lectura decidí poner algo la televisión, música, noticieros, algo. Comencé a hacer un rápido zapping hasta que apareció el programa del perro estúpido, el capítulo consistía en que Lushu buscaba a un ladrón de galletas, que al final terminaba siendo Tipy que pensaba que las galletas eran suyas por haberlas encontrado. El programa terminaba con una lección acerca de cómo comportarse y pensar primero en los demás antes que en uno mismo. Realmente sabía de memoria cada capítulo, fueron muchas las noches que me quede mirándolas con Ana. Al terminar el programa apague el televisor continuando con la lectura pendiente de los informes, pasaron dos horas antes que tocaran la puerta.



- Adelante – respondí sin sacar los ojos de la pantalla



Agostina ingreso cargando tres carpetas, obviamente algo resumido de todo y algo que debería devolver inmediatamente.



- Te traje los últimos casos que estábamos investigando. El caso Dumont, tenías razón sobre Túnez. Las oficinas europeas descubrieron una brecha en esa región. Comenzaba acá en Latinoamérica luego pasaba para Brasil, Puerto Rico, Marruecos, Túnez y finalmente entra a Italia – dijo poniendo la carpeta frente a mi



- Bien – dije sonriendo complacido mientras comenzaba a ojearla.



- El caso Fischer, como habías dicho el dinero se transfería a distintos paraísos fiscales repartidos por todo el mundo hasta finalmente terminar en una cuenta en Suiza, seguimos cada paso, pero llegamos a un punto ciego, el dinero se esfumo y… no sabemos que paso.



- Se me ocurre algo que podrías revisar, tengo un contacto en el banco del Vaticano, seguramente el dinero se transfirió ahí.



- ¿Señor?



- ¿No tenía Fischer un familiar en los puestos más altos del vaticano?



Se quedo mirándome sin entender, tomo la carpeta y se puso a leer hasta que…



- Tiene un primo político que es miembro del episcopado – leyó antes de quedarse muda.



- Bien ya tienen donde comenzar a investigar, avisen a las oficinas en Europa. Vamos a necesitar toda la ayuda de este mundo, si nos estamos equivocando mejor que nadie se entere.



La puerta recibió dos pequeños golpes, Agostina dio inmediatamente media vuelta apoyándose contra la pared, desenfundando su arma.



- ¿Esperas a alguien? – pregunto espiando disimuladamente mientras movía una de las cortinas baratas.



- Pedí el desayuno – dije tomando las carpetas.



- ¿desayuno? – susurro – ¿Quién es? – grito



- Servicio al cuarto, traigo del desayuno para dos que ordenaron.



- ¿Dos? – dijo mirándome, sonreí sin decir nada.



Guardo nuevamente su arma abriendo la puerta, el adolescente ingreso arrastrando la orden mientras no le sacaba los ojos de encima a Agostina – gracias, adiós – dijo ella fríamente. Observo las dos tazas calientes de café, tostadas, mantequilla y mermelada de frutilla. Esta última seguramente fue algo que termino de impactarla ya que era su preferida.



- ¿Cómo lo haces? – pregunto



- ¿Hacer qué?



- Esto… ¿cómo sabias que vendría cuando llamaste? O lo de caso Dumont o lo del banco vaticano ¿Cómo haces todo esto?



Sonreí mirándola por unos segundos antes de acercarme a preparar una tostada.



- Somos lo que hacemos – respondí – sabía que vendrías por la misma razón por la que yo estoy leyendo desde las cuatro de la mañana, somos apasionados por esto.



- Supongo – dijo mientras se sentaba a mi lado – ¿puedo preguntar algo de su pasado?



- Claro – respondí.



- Cuando nos conocimos, tú estabas con Víctor tratando de salvar a Mariza como una especie de super justiciero, pero según tengo entendido antes trabajabas junto a ella ¿Cómo debería entender eso?



- La red de Sara que tu conociste ya estaba debilitada, lo sé perfectamente porque fui yo quien la debilito.



- Entonces tu relación con Mariza no cambio nada, ya estabas planeando asesinar a Sara.



- Mi encuentro con Mariza me dio la oportunidad perfecta, encontré un lugar donde operar y sacarme de encima a la rata que Sara había puesto sobre mí.



- Luego de eso te fuiste a… ¿cómo se llamaba?



- El Sector-Dos.



- Eso… lo busqué por todas partes, pero solo encontré ruinas.



- El Sector-Dos está destruido y sus células dormidas.



- En estos años que hemos estado juntos realmente aprendí muchísimo estando contigo.



- Gracias – dije terminando mi café y poniéndome de pie – vámonos.



- ¿Qué? – dijo mirando su taza – ni siquiera comencé.



Se apresuro a tomar su café dando un gran sorbo para luego tomar una gran bocanada de aire, estaba demasiado caliente – cuénteme algo sobre Sara mientras ¿Cómo debilito la red? – dijo tratando de hacer tiempo. Me senté nuevamente a su lado recordando un momento en particular



*



Era un gélido invierno cuando Sara decidió reunir a su cúpula, los más grandes colaboradores se reunieron en un solo punto, era una oportunidad perfecta para mí. El objetivo era Antonio un español perteneciente al Parlamento Europeo en el cual tenía gran poder y decisión. Ante Sara me opuse rotundamente a que dicha reunión se llevara a cabo, pero tal como tenía pensado, desestimo mi opinión realizándola igualmente.



El lugar elegido era un antiguo depósito que había quedado en desuso, se hizo un espectáculo donde varias chicas bailaban recorriendo las distintas mesas que las rodeaban, en cada una de las puertas había hombres armados y sobre nosotros colgaban algunas jaulas donde meterían a las chicas para un juego previo a todo el espectáculo. Espere confiado en mí asiento sin siquiera mirar a mi objetivo, nadie debería sospechar. Pasaron las horas hasta que en un momento de la madrugada el sujeto se levantó seguido de sus dos hombres de confianza, saludo a Sara y se retiró saliendo por la puerta principal. Conte el tiempo, minuto cero dos, minuto cero tres, minuto cero cuatro… ¡Boom!



La gigantesca explosión creo una onda expansiva que abrió de par en par las puertas principales, de un momento a otro todo el mundo corría desesperado de un lugar a otro, desenfunde mi arma ante un enemigo que no estaba ahí escoltando a Sara y a otros hacia afuera mientras comenzaba a escuchar las sirenas de policías acercándose. Podría haberla rematado ahí mismo, pero no sería un trabajo limpio, matar a Sara no garantizaba nada solo el nombramiento de alguien más y la perdida de toda la información, debía esperar.



*



Para este momento Agostina me observaba emocionada – ¿qué paso después? – pero le hice una seña para que nos vayamos de una vez, pasamos por recepción pagando todo y partimos en su auto, ya que a mí me habían llevado hasta ahí para reunirme con el consejo disciplinario.



- Es mi turno de preguntar algo – le dije



- Claro señor – respondió.



- ¿Qué podría comprarle a Mariza? Hoy es su cumpleaños.



- Que pregunta complicada ¿habías pensado en algo?



- Bombones o flores.



- Ahgg por favor que básico ¿flores? Por favor, un padre puede regalarle flores, un hermano, un extraño a quien apenas conoce en una reunión de negocios, pésima idea. En cuanto a los chocolates más allá de que son el cliché más patético está el hecho de la figura de Mariza. Se debe cuidar constantemente si los acepta créeme cuando te digo que en el mejor de los casos los tira a la basura.



- Está bien – dije resignado – eres mujer no discutiré las respuestas.



- ¿Perdón? – luego de reír de forma irónica.



- Olvídalo, no dije nada ¿ropa?



- Ni siquiera lo pienses, si no estás seguro de que quiere o le gusta no te arriesgues a hacer nada. Además, no es por ser mala pero no tienes la mejor fama por seguir los gritos de la moda, siempre de traje.



- Lo clásico no pasa de moda.



- Lo ves – grito – por favor esa frase la podría decir mi abuelo cuando era joven, a eso me refiero. No se te ocurra regalarle ropa



- ¿Perfumes?



- Eso es más fácil, hay algunos que son típicos y que podrían salvarte ¿Cuál usa actualmente? – la mire sin decir nada – olvídalo… solo regálale algo que le recuerde a ti, esa no podrá fallar.



No puede fallar, bien – llévame al centro de la ciudad mejor – ordene a lo que simplemente asintió sin soltar una palabra, si las cosas salían como esperaba recuperaría mi trabajo en un tiempo mucho menor.



- Supongo que en este mes de inactividad iras a disfrutar un poco – dijo interrumpiendo mí meditación.



- Un mes – repetí sonriente – veremos.



- ¿señor?



- Déjame en esa esquina – ordene – Cualquier cosa que hable, muere contigo ¿entiendes lo que digo?



- Si señor. Por supuesto.



- Mírame – dije con tono serio – descansa, si las cosas salen como pienso se avecinan tiempos difíciles.



- ¿De qué me hablas realmente? – respondió.



- Hablamos mañana – dije bajando del auto.



Saque mi teléfono llamando a un oficial de muy alto rango de la fuerza aérea, recordándole la cita que tendríamos ese día. una idea había llegado a mi mente hacía ya algún tiempo, tendría que desembolsar algún que otro secreto. Si hay algo que se aprende trabajando en inteligencia es que la información es poder.



Llegue al pequeño bar designado encontrándome con la persona que buscaba. Ordenamos algo y empezaron las negociaciones. Pasados veinte minutos…



- ¡Es inimaginable! Una insensatez.



- Inimaginable…por favor no subestimemos la inteligencia del otro ¿puede ser?



- ¿Qué me estas pidiendo? Es una aeronave de más de ciento ochenta millones de dólares y pretendes usarla como un juguete.



- Con todo respeto si la información que tengo sale a luz quien va a usarlo como un juguete a usted va a ser una corte marcial.



Suspiro resignado con una mirada que hubiera podido matarme y asintió – un gusto hacer negocios con usted caballero, pagué la cuenta – dije levantándome para retirarme. Bien, parte uno completa.



La siguiente etapa era pensar que podría regalarle, siguiendo las palabras de Agostina ropa, chocolates y flores quedaban descartados debía buscar algo más original. Durante mi tiempo en Inglaterra había llegado admirar su arte y conocer su historia. Tener la oportunidad de estudiar de cerca las distintas culturas del llamado viejo mundo me volvió poco a poco en un admirador. Desde las historias de las tierras altas de Escocia hasta los viajes de Magallanes en la costa sur de Argentina, desde las disputas entre Castilla y Aragón hasta Hideyoshi tratando de unificar Japón. De toda la simbología que tenía guardada en mi mente me decidí finalmente por uno de origen celta, lo que hoy es un gran país era en un comienzo fue un grupo de clanes independientes, tan feroces e indomables que lograron resistir los intentos de las implacables legiones romanas hasta que finalmente durante el gobierno de Claudio fue llevada a cabo la invasión definitiva que finalizo con la derrota del pueblo celta. tal vez Mariza pudiera apreciar de igual manera este intrincado arte.



Llegue tarde a casa, pude escuchar desde la puerta de entrada como Mariza discutía con Ana, amoneste a la pequeña y tranquilice a la cumpleañera, pero todavía no era el momento mire mi reloj, faltaban dos minutos. Pasado ese pequeño tiempo le entregue su regalo, lo tomo confundida – feliz cumpleaños – le aclare. Era tercera vez que se le pasaba su propio cumpleaños, supongo que tenía demasiadas cosas en la cabeza. Verla sonriente, pero aun cargando con todos sus problemas me hizo querer acercarme a ella, hasta que finalmente con un beso termine de coronar la noche.



Mariza



Acaricio mis cabellos, mordió mis labios y volvió a besarme. Mis latidos se dispararon a medida que mi respiración se alteraba, me soltó. Nos observamos mutuamente hasta que no pude contener una sonrisa. Sus manos tomaron mi cintura acercándome más a él.



- ¿Que? – dijo



- Un momento lleno de ternura – respondí volviendo a sonreír, observo mis ojos pensativo – ¿Qué sucede?



- Vamos a cenar esta noche



- Como siempre – dije.



- No, cenemos afuera, solo nosotros.



La puerta nuevamente se abrió solo que esta vez era Ana que volvía corriendo, Michael inmediatamente me soltó.



- ¿Qué hacen?



Me quede muda por dos segundos hasta que Michael lo resolvió de una manera bastante simple.



- Ven a decirle feliz cumpleaños a tu madre Ana.



- Mami – grito mientras venia corriendo hacia mí.



Me arrodille para que pudiera abrazarme, pero en lugar de eso comenzó a arrancarme las orejas - uno, dos, tres – comenzó contando, para mi fortuna solo pudo contar hasta diez antes de aburrirse, aunque estaba eufórica y no nos dejaba solos. Michael me observo, pero pasados unos minutos simplemente se fue.



- Seguimos hablamos en otro momento.



- Adiós Michael.



- ¿mami yo también tengo que regalarte algo?



- No amor, vos ya sos mi regalo dame otro abrazo, fuerte muy fuerte.



Esa noche me lavé los dientes y tras leerle un cuento a Ana, me acosté con la pequeña todavía a mi lado. Me había sorprendido, no tanto el beso sino lo que sentí. Fue tan …extraño, no era normal en él. Mire sobre mi mesa de luz, el regalo esperaba aun con su envoltura, tarde mucho en dormir, pero luego de vueltas y vueltas logre conciliar el sueño.



A la mañana siguiente comencé con mucha energía pudiera ser el hecho de un nuevo año o simplemente pudiese ser que estaba ansiosa con la cena que me esperaba. Me di un baño de sales con fragancia de rosas y quedé como nueva, al llegar a la cocina fui recibida por todos los empleados de la casa. Lo primero que escuche fue un gran aplauso, silbidos, vitoreas y los besos de mi hija, me regalaron un gran ramo de flores con la firma de todos – ojalá que estas flores en algún momento pudiesen alcanzar la belleza de su dueña – decía la pequeña tarjeta, un detalle cursi pero que recibí llena de ternura. Prepararon un gran pastel con el que desayunamos todos juntos, en ese momento agradecí la enorme cocina que esta casa poseía.



Tras todo el alboroto llevé a Ana a la escuela y me dirigí a la fundación, nuevamente me recibieron con aplausos, besos, saludos, regalos, llamadas y llamadas de gente que deseaba felicitarme. Termine completamente agotada apenas llegue a la oficina, mi teléfono sonó.



- Hola



- Disculpe Srta. Márquez tiene a la directora del proyecto Uruguay en la línea tres ¿La comunico?



- Si, muchas gracias.



El proyecto Uruguay era básicamente establecer una sede de la fundación en ese país, la directora seria Sofia Garica, una chica que estuvo conmigo acompañándome cuando caí en las garras de Sara, realmente si no hubiera estado en esa maldita habitación mi mente hubiera colapsado.



El teléfono volvió a sonar, tome una bocanada de aire llenándome de actitud positiva.



- Buenos días Sofia.



- Buenos días Mariza, que gusto volver a escucharte



- Me alegro de que aceptes mi oferta Sofia.



- Realmente – suspiro – no acepte nada aún.



- Sofia por favor, me gustaría que fueras tu quien se encargue.



- Realmente no tengo nada de experiencia.



- Leí que estudiaste administración de empresas, esta fundación se te dará muy fácil. Tendrás un jugoso sueldo si te pones al frente de esto.



- Si Mariza, pero lo hice hace años y en cuanto al dinero… no es problema. Me ayuda mucho, no voy a mentir. Es solo que no quiero decepcionarte.



- Tendrás todo un equipo ayudándote, lo único que quiero es que la fundación sea dirigida por alguien que sepa realmente por lo que estas chicas pasan día a día.



Me di cuenta de una llamada en espera por lo que le pedí a Sofia que me esperara d unos cuantos minutos.



- Dije que no me molestasen cuando estuviera hablando con Sofia.



- Lo siento Mariza, pero es que llamaron recién de la escuela. Ana se encuentra con fiebre y vómitos.



- Ok, gracias. Cancela todas mis juntas y discúlpame con cada uno.



- Mariza perdón por la opinión, pero tal vez debería ir a buscar alguien más a Ana. Hoy se deberían cerrar varios acuerdos muy importantes.



- No lo suficiente, cancela todo.



- Si Mariza.



Me despedí rápidamente de Sofia mientras salía corriendo lo más rápido posible. Al llegar a la escuela todos me esperaban en la pequeña enfermería que allí tenían, le habían dado algo que contuviera los vómitos y habían reducido la fiebre.



- Buenos días a todos – dije entrando en la habitación y mirando únicamente a Ana.



- Buenos días – fue el saludo que todos dieron.



- Mami.



Me observo con una carita de enferma que logro partir mi corazón. Tenía los ojos llorosos y la carita roja. Me acerque besando su frente, efectivamente la temperatura era normal. Me levante acercándome al médico que allí había.



- Quiero irme a casa – dijo lloriqueando.



- Ahora nos vamos amor espera que hable con el señor – dije.



- Srta. Márquez – dijo tendiéndome la mano el profesional.



- ¿Qué le pasa? Me dijeron que había pescado solo un resfrió, no le di mayor importancia.



- Creemos que solo es algo que comió, algo muy pasajero.



- En mi casa no, toda la comida es natural. Supongo que es otra de las irresponsabilidades del padre.



- No hay otra cosa que hacer más que vigilarla, por el momento todo es normal. Por cierto, feliz cumpleaños.



- Se lo agradezco.



Regresamos a casa nuevamente y lleve a Ana a su habitación, nos pusimos a ver las aventuras de Lushu hasta que se durmió, supongo que los medicamentos le hacían efecto. Fue entonces cuando recordé, el pastel. Fue lo único raro que había comido, me dirigí a la cocina a pedir explicaciones a todo el personal, pero me dijeron que el pastel había sido preparado de forma natural. El resto del día lo pasé al lado de Ana, realmente no dormí casi nada cualquier pequeño movimiento o sonido me alertaba.



La pasaron las horas hasta que llego Eva, hablamos de todo. De Ana, de Víctor, de que podría haber hecho para enfermar a Ana, del proyecto en Uruguay, de los costos o beneficios… hasta que por fin abordamos el tema de Michael.



- Entonces apareció, nos abrazamos, me dio un regalo y me beso.



- Si, es evidente que pasa algo entre ustedes.



- No, no. No entiendes. Me beso, lo sentí.



- ¿Qué sentiste? – pregunto confundida.



- A él, lo sentí a él – Eva simplemente levanto las cejas con un gesto – ya se cómo suena, pero no. Lo sentí…distinto.



- Mira voy a ser clara con vos – dijo tomando mis manos – cuídate, cuídate de este hombre.



- ¿De Michael? Por favor Eva, mira lo que decís.



- Este tipo es un sociópata en potencia, te lo digo de verdad. Cuídate… y a Ana.



- Michael no hará nada para lastimarme mucho menos a Ana.



- Eso no lo sabes, nadie sabe. Es un misterio lo que pasa por su retorcida mente.



- Te lo digo de verdad. Michael es incapaz ¿podes cuidad a Ana entonces?



- Por supuesto nena, déjame con mi sobrinita postiza.



- Gracias, le dieron paracetamol asique fiebre ya no tiene.



- Bien. No te di tu regalo de cumpleaños todavía.



- Si es alguna perversión sexual, me lo das cuando venga,



- Es un hecho entonces – dijo sonriente.



La charla se fue desviando hasta que comenzamos a reírnos, entendía lo que ella debía pensar, lo que todo el mundo podría llegar a pensar. Michael era un sujeto extraño nadie podía decir lo contrario, pero el hecho que el pudiera llegar a lastimarme era imposible ni hablar de lastimar a Ana. Inimaginable. En medio de la charla mi celular sonó – Michael – anunciaba.



- Es él – susurre mientras contestaba – hola, si, ajá. Nos vemos



- ¿Qué te dijo? – pregunto ella.



- Dijo que usara ropa cómoda, me pasaran a buscar para ir a la base Bismark.



- Es la base militar de la fuerza aérea ¿Qué mierda planea?



- ¿Acaso no lo dijiste recién? Nadie sabe que pasa por su mente – agregue sonriente.



Mire el reloj – bien tengo una hora – le explique a Eva. Me di un baño, mientras Eva preparaba mi ropa. Me arreglé lo mejor que pude pintando mis labios con un labial carmesí – resaltan tus ojos celestes – dijo Eva. La mire sonriente, no podía evitar estar nerviosa a pesar de que Michael era algo de lo más común en mi vida, sentía que ese día seria especial. Termine justo a tiempo, un auto se detuvo frente a la puerta principal, el chofer se bajó dando la vuelta al vehículo abriendo la puerta trasera.



- Tú puedes amiga – dijo dándome una fuerte nalgada – enséñale quien manda.



Me puse colorada mirando al chofer quien disimulaba mirar para otro lado como si nada hubiera pasado. Avance a paso rápido ante la mirada de aquel sujeto hasta que una idea cruzo mi mente. Venganza.



- Disculpé – dije poniéndome frente al chofer – mi amiga es ninfómana, se humedece toda, especialmente ante los hombres rudos con traje.



El sujeto se acarició el traje de manera casi inconsciente, antes de saludar con cara de idiota a mi amiga, quien ajena a todo devolvió el saludo alegre – tonta – pensé sonriente.



El vehículo llego a la base pasando sin siquiera detenerse en la entrada, todo estaba preparado al parecer, el vehículo recorrió la base deteniéndose en un hangar en particular. Descendí del vehículo observando el enorme jet frente a mí, sin duda era un avión de combate ¿nos subiríamos a él? la idea era excitante e intimidante en igual medida.



Contemplaba como el sol se preparaba para ocultarse tras el horizonte, antes de ver como mi sádico amigo llegaba, le daba algo al chofer quien inmediatamente se iba, se acercó dando un beso en la comisura de mis labios mientras su mirada se encargaba de intimidarme – no juegues con esto Michael – pensé.



- ¿Lista? – pregunto



- Siempre trato de estarlo.



- Bien – dijo sonriente.



Tomo mi mano llevándome hasta ese avión, subimos por una especie de escalera con esteroides y entramos. Michael se sentó frente a los controles colocándose una especie de casco raro, sentándome yo en su falda, acomodamos los cinturones y como pudimos nos aseguramos mutuamente.



- Estamos atados el uno al otro – dije algo nerviosa



- ¿No es así desde siempre? – contraataco



Lo único que hizo fue hacer que mi cabeza trabaje más que antes. El avión comenzó a desplazarse de manera lenta hacia la pista.



- Atención torre de control ¿me copia?



- Copiado Michael. Ten cuidado por favor estas a bordo de una aeronave de más de ciento ochenta millones de dólares. Te recuerdo que tu si quieres puedes desaparecerte de este mundo, pero yo no sé hacerlo si esto trasciende me colgaran de los huevos en la plaza.



- Copiado, águila uno corta.



Sonreí mirando la expresión tranquila que tenía mientras aceleraba cada vez más, hasta que de pronto nos elevamos alejándonos de la tierra a una velocidad sorprendente.



- Nunca me dijiste que sabias volar.



- Srta. Márquez, los IAF éramos fuerzas especiales entrenados en aire, tierra y agua. Capaces de hacer lo que hubiera que hacer.



- Muy impresionante señor Michael



El avión se elevó a miles de kilómetros, daba zigzagueos entre las nubes mientras giraba sobre su eje. observaba maravillada cada parte del recorrido



- ¿Quieres ver algo que hacía cuando estaba aquí arriba?



- ¿me dará miedo verdad?



- ¿Confías en mí?



Demore solo unos segundos en responder, observe primero sus ojos, luego su sonrisa y nuevamente sus ojos.



- Más que en nadie.



Dio un brusco giro y caímos en picada, de un momento a otro el dio un giro de ciento ochenta grados quedando paralelo a la tierra solo que de cabeza.



- Cuando entrenaba solía hacer esto – comenzó diciendo – mira eso.



Ante nosotros la puesta de sol ahora lucia como un hermoso amanecer pintado en el horizonte.



- Cuando entrenaba solía hacerlo todo el tiempo, pensaba que tal vez haciendo que el sol saliera por oeste el tiempo podría volver atrás. Evitar toda la mierda del pasado– El avión dio una rápida vuelta volviendo a la normalidad – pero nunca fue así, el tiempo no vuelve.



Lo observe cargar con su pasado mientras miraba hacia la inmensidad del mar, nuestras miradas se cruzaron y un momento se creó. Algo nuevo sucedía con Michael algo nuevo surgía, casi sin darnos cuenta nos acercamos más hasta que por fin nos besamos. Hundió una de sus manos en mis cabellos, me acomodé más sobre él atrayendo su boca a la mía, mordí sus labios sintiendo sus toqueteos por mi cuerpo.



- ¿Quieres volar? – dijo alejándose



- No sabría por dónde empezar.



- Solo relájate.



Tome esa especie de palanca de cambio y guiada por sus manos surcamos los cielos, la velada iba de una forma maravillosa, nos miramos a punto de volver a besarnos cuando nos interrumpieron.



- Águila uno ¿me copias?



- Aquí águila uno – respondió, Michael de manera profesional.



- El tiempo se acabó, debes volver inmediatamente a la base.



- Bien – dijo resignado – águila uno corta.



Pasados unos minutos volvimos a ver la pista, bajamos despacio hasta que aterrizamos y comenzamos a detenernos.



- El viaje termino – comente sonriente.



- Sigamos con la cena mejor – dijo desabrochando los cinturones de seguridad.



Me ayudo a salir y en minutos vino el mismo chofer, llevándonos al centro de la ciudad. El restaurant elegido por mi sádico amigo fue Les Orchidées. El lugar estaba ubicado frente a la plaza independencia y a su lado se encontraba la majestuosa catedral, era famoso por sus increíbles platillos que lo dieron a conocer en todo el mundo.



Al llegar nos encontramos con un empleado hablando por teléfono, organizaba una cita mientras esperábamos frente a él.



- Buenas noches – comenzó diciendo apenas termino de hablar.



- Buenas noches – respondimos juntos.



- ¿Tienen reservación?



- Realmente no – dijo Michael – ¿tienen una mesa para dos?



Dio un rápido vistazo al papel frente a él, negando con la cabeza – no, nada de nada – respondió sin mirarnos.



- Y si esperamos unos minutos – insistí mirando a Michael que lo observaba con mala cara.



- Imposible, no pueden esperar acá. Lo lamento.



- Mejor vamos a otro lado – concluyo Michael.



Dimos media vuelta acercándonos a la puerta principal cuando de pronto alguien nos detiene.



- Un momento – comento un hombre que apresuradamente vino a saludarnos – Sra. Márquez, es un gusto contar con su presencia.



- Gracias estábamos yéndonos.



- Pero por favor…



Trato de tomar mi brazo, pero Michael puso una mano en su pecho empujándolo un paso atrás. Evidentemente estaba enojado, ya fuera por la irrespetuosidad del empleado o el simple hecho que haya querido tocarme. El sujeto volvió a mirar a mi sádico amigo e intento otra forma.



- Sra. Márquez le aseguro que mi empleado está muy arrepentido, no debió reconocerla. Le conseguiremos una mesa y podrá disfrutar de nuestros servicios sin costo alguno ¿le parece bien?



- Muchas gracias, pero no hay nada que disculpar. Prefiero simplemente irme.



- Srta. Márquez – comenzó diciendo esta vez el empleado, quien intento sujetar mi mano



La respuesta con él fue más contundente, Michael lo empujo exactamente igual que al otro sujeto solo que a este logro derribarlo.



- Ya basta Michael – dije amonestándolo, aunque dudo que haya tenido en cuenta mi queja, sus ojos seguían fijos en ambos sujetos – Tengo poco tiempo y prefiero no inmiscuirme en un problema más, nos retiraremos y no causaremos más inconvenientes.



- Sra. Márquez por favor.



Tomaron mi brazo, solo que esta vez al dar vuelta la mirada descubrí que fue Michael. Se acerco un poco más susurrándome.



- Si es cierto que no quieres causar problemas deberíamos quedarnos.



- ¿por qué? – replique – Estas enojado y yo harta



- ¿Ves a ese empleado? – dijo refiriéndose al joven que nos había atendido y que ahora discutía en susurros con su jefe.



- Si – respondí sin mayor importancia



- Siempre que elijo un lugar donde ir, me tomo el trabajo de investigar a la gente. Eso me da la tranquilidad de saber quién es cada persona.



- Parece algo innecesario.



- Tal vez ahora lo sea, son gajes del oficio supongo. Ese empleado que nos rechazo es padre de dos niños, su esposa está embarazada nuevamente. Si te vas y rechazas el ofrecimiento van a echarlo a patadas eso te lo aseguro.



Pensé durante unos segundos, mirando hacia el gerente – disculpé – comencé diciendo mientras me acercaba a ellos.



- Estos últimos días solo han sido problemas, creo que descargue un poco de mi ira aquí. Estaría encantada de aceptar su oferta siempre y cuando sea atendida por este caballero – dije señalando a la persona que nos había atendido inicialmente.



- Por supuesto, será un gusto preparar una mesa para ustedes – respondió entusiasmado el gerente – rápido prepárale una mesa a la Sra. Márquez.



Cenamos devorando los platillos que nos habían preparado, parecíamos una pareja más del montón, me sentía aliviada de no tener que cargar con ningún guardaespaldas, aunque claro teniendo a Michael ahí dudo que alguien pudiera acercarse. Uno de los camareros trajo una botella de champagne junto con dos copas, la destapo frente a nosotros sirviendo primero a Michael, degusto y aprobó.



- Bien Srta. Márquez – dijo llenando mi copa – ahora así podremos brindar como se debe.



- Se lo agradezco señor Michael, pero brindar con un abstemio tiene poco sentido para mí.



- Hay quienes consideran que los abstemios son aquellas personas que abandonaron el alcohol de forma voluntaria debido a algún problema o creencia y otras que consideran que jamás lo probaron en su vida. Siguiendo esta última teoría, no soy abstemio asique no hay ningún problema – tomo la botella y sirvió en su copa, pero en una medida bastante menor a la mía – aunque tratándose de ti podría hacer una excepción a la regla.



Sonreí aceptando la copa, el clásico “chin chin” cerro el mágico momento. Estaba contenta, conocía a la perfección al verdadero Michael ¿me enseñaba su corazón realmente o era una pantalla? De pronto el empleado que había elegido para que nos atienda, se acercó.



- Disculpe Srta. Márquez ¿necesita algo más?



- No, gracias. No podría comer un bocado más.



- Disculpe Srta. Márquez. Solo quiero decirle que si la moleste o le falte el respeto pido perdón.



- Tranquilo, todo está bien. La verdadera razón para irme era que mi amigo estaba un poco enojado ya.



- Ya veo – dijo mirándolo durante unos segundos – puede resultar alguien intimidante – susurro bajo la mirada de Michael.



- Eso te lo aseguro, dime algo ¿tienes familia?



- Si, tengo dos hermosos hijos. Mi esposa está embarazada es una niña esta vez.



Que sorpresa, mi loco amigo tenía toda la razón. Sonreí



- Felicitaciones – le dije tendiendo mi mano. La miro, luego miro a Michael – no te preocupes por él, tengo una niña también.



- Gracias.



Tomo mi mano soltándola rápidamente sin sacar los ojos de Michael, no paraba de mirarlo como si fuese a matarlo en cualquier momento.



- Gracias señorita, parte de mi cansancio es debido a eso, estoy trabajando doble turno desde hace unos días.



- Te entiendo perfectamente, dile a tu jefe que no podría aceptar irme sin pagar.



- Gracias señorita. No duden en decirme si necesitan algo más



- Bien – concluyo Michael.



El pobre muchacho, sonrió de forma nerviosa y se alejó rápidamente.



- ¿Te gusto tu regalo? – comenzó diciendo



- No lo he visto todavía – tome mi bolso sacando aun el regalo envuelto – no lo quería ver si no estabas conmigo.



Sonrió nuevamente, nos quedamos unos segundos alejados del tiempo y el espacio sosteniendo esa mirada cómplice que siempre habíamos tenido.



Rompí el papel ansiosa de ver por fin que me había regalado. Bajo el papel había un pequeño estuche y en su interior una especie de colgante. Hecho de plata, sus lazos se entrelazaban una vez tras otra en una especie de nudo.



- Gracias – dije sin entender lo que era, pero maravillada igualmente – ¿Qué es?



- Es un nudo Perenne los antiguos celtas creían que representaba amor y unión eterna. Es un nudo que no puede deshacerse jamás ya que no tiene principio o fin – no dije nada – ¿Sabes qué? Tienes razón es una idea estúpida.



- ¡No! Es precioso, gracias – dije conmovida – trague con fuerza y junte una lagrimas que aún no había podido escaparse de mis ojos llorosos – es solo que no me esperaba algo como esto.



Sonrió de manera tan clásica de él que no pude evitar sonreír con solo verlo.



- Llevamos tanto tiempo juntos que sé que no necesitamos títulos, pero…podríamos intentar ir un paso más allá.



- ¿Un paso más allá? – dije sin entender a qué quería llegar - ¿Qué me estas proponiendo?



- Te propongo que blanqueemos esta situación.



- Blanquear… – repetí sin entender – ¿me estas pidiendo que seamos novios formalmente?



- Podríamos intentarlo.



Me quede congelada ¿me estaba proponiendo esto en vedad? Lo miré sin siquiera saber que decirle, sentía algo fuerte por Michael, pero no quería jugar con sus sentimientos, ya había sufrido tanto que una cosa más… por otro lado me perdí en su mirada, tomo mi mano. Me sentí tan segura y contenida.



- Realmente no…no me esperaba esto – dije bajando mi mirada.



- ¿Eso es un no?



- Es un vamos despacio.



- ¿más? Hace cinco años que nuestra relación va, viene, vuelve a ir, vuelve a venir y no termina de venir que ya se está yendo de nuevo.



Sonreí y tras un rápido movimiento de mi mano oculté mi pequeña risa que se convirtió en incertidumbre acaricie mi copa, pensando su propuesta ¿cambiaría algo entre nosotros si aceptaba? Evite su mirada directa, mirando a las mesas contiguas. Este había sido un día perfecto hasta ese momento ¿Por qué tenía que salir con esto ahora?



- Te estoy hablando – se quejó.



- Te estoy escuchando.



- ¿Acaso Víctor es el problema?



- ¿Víctor?



- ¿Sigues pensando en él?



- Por supuesto que no, no se trata de eso.



- ¿de qué se trata? – desvié mi mirada a las otras mesas



Note que hizo una seña – la cuenta – ordeno, voltee nuevamente para verlo, su clásica actitud controlada volvía a estar ahí. Su armadura frente al mundo.



- ¿Qué sucede?



- Nos vamos – respondió con seriedad.



- Está bien – respondí



Observe como tomaba su abrigo y dejaba un puñado de dólares sobre la mesa ignorando si algo sobraba, un sentimiento de culpa se apodero de mi corazón al mismo tiempo que un frio recorría mi cuerpo. Al salir del restaurante tras una emotiva despedida por parte del personal descubrí que el mismo auto seguía ahí, el chofer estaba esperándonos. Hizo una seña con su mano a Michael, una reverencia conmigo, abriendo la puerta. Me pareció notar algo raro en él, juraría que su labio estaba hinchado ¿habían intentado asaltarlo?



El camino de regreso fue completamente en silencio, se mantenía frio, mirando por la ventana. Llegamos a casa tiro su abrigo sobre el sofá y subió las escaleras ignorando a Eva – buenas noches Srta. Márquez, Srta. Simmons – agrego antes de irse.



- ¿Qué paso? – Pregunto Eva.



- Nada. No sé.



- ¿segura? – contraataco.



- ¿Tomamos un té? – dije resignándome fácilmente – te cuento todo lo que paso.



- Dale.



¿Qué diferencia había en contarle ahora o no? Tarde o temprano terminaría contándole todo de igual manera. Nos fuimos a la cocina, encontrándonos con dos empleadas.



- Buenas noches Mariza ¿se le ofrece algo?



- Simplemente tomaremos un té



- Claro – dijo levantándose una de ellas.



- No se preocupen, vayan a descansar enseguida lo preparo.



Ambas asintieron mientras mostraban una gran sonrisa, me gustaba tener buena relación con mis empleados, sobre todo si eso significaba no molestarlos por una estupidez. Preparé ambas tazas de té colocándolas sobre la mesa, en un momento sentí como Eva se tiraba sobre mí, presiono mi cuerpo contra la mesa y de una en una varias nalgadas fueron cayendo mientras yo me quejaba retorciéndome.



- ¿Te gusto?



- ¡para estúpida! – grite – ¿Que estás haciendo?



- En un momento apareció el chofer de mierda que te vino a buscar. Con una botella de vino en una mano y dos cajas de preservativos en la otra, pero supongo que tengo que aceptar como la ninfómana que soy.



Largue una carcajada mientras ella seguía dándome su castigo también tentada, supongo que debido a mi risa. Me soltó y nos acomodamos sobre la mesa cada una con una taza de té caliente.



- ¿Cómo te fue?



Le conté sobre cómo se habían ido desarrollando las cosas a lo largo de la noche, hablábamos de lo elaborada que había sido la salida, lo que había preparado.



- Wao – comenzó diciendo Eva – realmente, me dejas sin palabras



- ¿Verdad?



- Si, no es solamente la actitud que me dices. También lo que hizo ¿sabes lo que le abra costado ese viajecito en el avión? – dijo tomando un sorbo de su te.



- Me pidió que fuéramos novios.



Mi amiga se sorprendió tanto que se atraganto mientras comenzaba a toser y a largar té por su nariz.



- ¡Que! – dijo aun sin recuperarse – ¿Qué respondiste?



- No supe que responder, inventé algo de momento.



- Ahora entiendo porque esta así – agrego – ¿Qué vas a hacer?



- No lo sé, ahora es el momento donde me viene bien una mejor amiga.



- Es una situación complicada, pero debes resolverla ahora.



- Lo sé, trato siempre de hacer lo mejor, tanto para mí como para Ana.



- Si es por Ana, creo que es lo más cercano que tiene a un padre.



- Antes dijiste que Michael no me convenía. Que era peligroso.



- Sigo pensando igual ¿Quién pudiera pensar que Michael no es extraño? Es un sujeto intimidante, pero si es la persona que eliges no voy a entrometerme – sonreí y nos abrazamos fuerte – será mejor que me vaya, necesitan hablar. Te veo mañana, aun necesito darte tu regalo – comento divertida guiñándome un ojo



Fue cuando quede completamente sola, de nuevo ¿Qué debía hacer? Pensaba si no funcionaba… ¿cambiaría algo entre nosotros? me sentía estúpida ¿Por qué no? Michael había estado ahí siempre que lo necesite, era evidente que pasaron siempre cosas entre nosotros. En estos cinco años habíamos estado prácticamente conviviendo – ¿sigues pensando en él? – su pregunta me lastimaba ¿Por qué tenía que traerlo a la discusión? No es que no pasaran cosas, sino volver a sentir dolor, volver a sufrir por amor. Mire las escaleras una y otra vez, no me animaba a subir.



Paso cerca de una hora hasta que mi mente ordeno todo, el avión, el restaurante, la propuesta, el viaje a casa… ¿Por qué no intentar? subí lentamente las escaleras, recorrí el pasillo sintiendo como mi corazón se aceleraba más y más a cada paso ¿Por qué estaba tan nerviosa? Era Michael, no debía estarlo. Me pare frente a su puerta ¿debía tocar? No lo creí necesario, su habitación estaba completamente oscura, solo la luz de luna colándose por la gran ventana permitía ver algo. Me acerque despacio haciendo a un lado las sabanas y frazadas acostándome a su lado. Fue cuando note sus ojos, me observaba, pero no decía nada.



- Hola – pronuncie con timidez, temiendo que ahora sea el quien me rechazara.



- Hola – respondió – ¿te equivocaste de cama?



- No – respondí



Me acerqué besándolo – podemos intentarlo – dije antes de besarlo nuevamente – lo intentaremos – sus brazos me rodearon y esta vez fue el quien se acercó. Volvimos a besarnos, encendió el velador que se encontraba sobre una pequeña mesa contigua.



- ¿Segura? – pregunto.



Negué con la cabeza – no, pero ¿Quién puede estarlo? – sonrió asintiendo, me beso acariciando mi rostro. Dimos una vuelta sobre la cama quedando el encima de mí, su cuerpo fue pegándose al mío, a medida que me tocaba. Prendio la luz y volvió a besarme lo vi sonreír mientras tomaba mi blusa, levante mis brazos y suavemente la prenda se deslizo siendo tirada al piso. Acomodo mis cabellos y tomo mi mentón entre sus dedos.



- Te vez hermosa – dijo sonriente.



- Cállate y bésame.



Sonrió en su forma característica mientras comenzaba a sacarse su camisa. Mordí mi labio inferior antes de tirar de su cinturón hacia mí. Beso mi cuello hasta que de repente debe haber recordado mi punto débil, el lóbulo de mi oreja. Lo tomo con sus dientes tirando de él mientras yo soltaba un largo gemido – Si…Michael – susurre. Volvió a besar mi cuello mientras bajaba poco a poco, llego a mis pechos, tomo uno de ellos besándolo mientras su mano descendía poco a poco hasta llegar a mi entrepierna. Ya para esta altura estaba humedeciéndome mucho, introdujo su mano bajo mi ropa llegando a mi entrepierna. Comenzó a acariciar mi clítoris, disfrute cada roce, cada caricia, cada pequeña gota de humedad que mi cuerpo liberase al ritmo de sus manos hasta que dos de sus dedos se hundieron en mí. Gemí llena de éxtasis mientras comenzaba a masturbarme, sus movimientos cada vez aumentaban su intensidad. Mi respiración estaba descontrolándose junto con mi corazón y mi mente.



- ¡Por favor! – rogué entre dientes



- ¿Qué quiere Srta. Márquez? – pregunto sin detener sus movimientos.



- A ti – articulé como pude entre jadeos – por favor, te quiero a ti.



Sonrió deteniéndose, lamio sus dedos y libero su miembro de su bóxer, con suavidad y lentitud fue entrando en mí. Poco a poco, casi desesperándome. Sentir como iba llenándome, tan despacio tan carente de energía.



- Uff más, dame más Michael. Por favor.



Sonrió hundiéndose en mi de una sola vez. Salió, respire. Volvió a hundirse con fuerza, gemí de forma prolongada mientras sus penetraciones aumentaban tanto en velocidad como en violencia. Abrí mis piernas recibiéndolo gustosa mientras escuchaba como bufaba sobre mí, tomo uno de mis senos apretándolo – por favor sigue – rogué sujetándome del cabezal de la cama.



Lamia mi cuerpo, chupaba mis pezones y tironeaba de ellos. Mi cuerpo se llenaba de espasmos. Me retorcía mientras con respiración entrecortaba dejaba escapar un orgasmo, sus envestidas muy por el contrario aumentaban mientras sentía que me elevaba hacia los cielos aun apretujándome contra él. Me beso, acaricio mis labios. Le sonreí cansada.



- ¿Qué pasa Srta. Márquez? – pregunto – ¿se rinde?



- No todavía – respondí – tu no acabaste.



- No ¿Quieres ayudarme?



- Claro – sonreí.



Nos besamos mientras tocaba mi cuerpo, era mi turno de estar arriba. Lo bese mientras comenzaba a “jugar” con su miembro. Sentía su dureza en mi mano, como gemía suavemente en mi boca. Me calentaba muchísimo tanto que comencé a tocarme, notaba la humedad en mi entrepierna, mis dedos estimulaban mi clítoris mientras poco a poco mi boca fue bajando por su cuerpo. Llegue a su miembro, lo bese con cuidado. Mi lengua recorrió su extensión, lo engullí en un solo movimiento mientras clavaba mis ojos en los suyos, era tan excitante ver el deseo en su mirada, tan extraño, tan ajeno a él. Como dije algo cambio.



Sus manos acariciaban mi rostro, mantenía la vista clavada en mi y en mi…labor – ven – dijo con voz llena de autoridad, nos besamos. Acariciando mis senos llevándolos a su boca, gemí mientras colocaba su miembro en mi vagina. Descendí lentamente sintiendo como empezaba a llenarme, nuevamente gemí con fuerza besándolo. Sus penetraciones aumentaban junto con mis gemidos y jadeos.



Ignoro cuantas veces tuve relaciones con él, pero esta vez era distinto. Esta vez sentía que por primera vez no estábamos teniendo sexo, estábamos haciendo el amor. Nos besamos con pasión, mordíamos nuestros labios, sentíamos las caricias, la respiración, el corazón, los sentimientos del otro. Entre sonrisa y palabras dulces…mías, acabamos juntos quedando agotados y agitados. Nos miramos con una sonrisa y nos acostamos uno al lado del otro.



- ¿Y ahora qué? – pregunto acariciando mi cabello.



- No lo sé – respondí, dando un beso en su pecho acostándome nuevamente sobre él – dejemos que las cosas simplemente sucedan.



- De acuerdo Srta. Márquez



- ¡Deja de decirme así!



- No – respondió sonriendo.


Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
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