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INTERPOL había llegado justo para salvarnos, hacía ya tiempo que las tropas de Michael habían llegado, ayudaban en cada cosa que se les ordenaba y cooperaba mayormente en los interrogatorios. Los primeros rayos del sol iluminaban las esperanzas de un nuevo día.
—Caballeros… —dijo Agostina acercándose a nosotros— ¿Ya los revisaron? Tenemos un puesto de enfermería por allá— dijo señalando con el dedo.
—Justo a tiempo— agrego Michael— estoy perfectamente, gracias. Sigo pensando ¿Cómo hiciste para dar con nosotros?
—Es menos glorioso de lo que te imaginas. Seguimos la señal emitida por el celular de Víctor.
—¿Mi teléfono? —agregue.
—Sí, lo venimos siguiendo desde la frontera. Nos llegó una alerta y movilice todas las tropas que tenía a disposición. Ahora tenemos no solo mujeres cautivas que necesitan tratamiento psicológico sino también mucho dinero de la red e inclusive muchas drogas y armamento pesado.
—Tu teléfono… no sé si agradecerte o acerté fusilar por imbécil —dijo Michael mirándome sonriente— De una u otra manera el plan resulto mejor de lo que esperaba, Sara escapo sí, pero su poder se desmorona.
—Y hay otra cosa chicos, tenemos una testigo que dice que solo hablara con ustedes dos. Como imaginaran quiero estar en esa charla y eso no es discutible.
—¿Quién es? —pregunte.
—Se llama Sofia Garica ¿Les suena? —ante la negativa casi instantánea de ambos ella continuo— lo único que dijo es que fue la única compañera de Mariza Márquez y que la ayudo cada vez que pudo.
—¿Que esperamos? —agregue
—En estos momentos está en enfermería, la habían lastimado.
—¿Y cuándo podremos verla entonces?
—Tranquilo, ella no ira a ningún sitio y nosotros por el momento tampoco — respondió Michael— ¿Dónde está mi gente?
—Están escoltando a las chicas capturadas hasta aquí, este lugar se convertirá de momento en nuestra base de operaciones.
—¿Y John?
—¿Tu empleado? Lo siento muchísimo, fue abatido.
No respondí nada, me preguntaba cómo había sido posible que John me hubiera traicionado, así como así.
—Estamos solo a un paso de la batalla final, todo terminara pronto —anuncio Agostina— solo falta encontrar a Sara y Hannah.
—Tengo algo para ustedes —dijo Michael poniéndose de pie
—¿Qué es?
Michael tomo el cuchillo que tenía en su cintura y sacándose el zapato derecho comenzó a cortar una pequeña parte de la suela, una vez que abrió una pequeña hendidura solo lo sacudió con suavidad y algo cayo, un pequeño pedazo de plástico al abrirlo nos encontramos con una tarjeta MicroSD.
—Ten— dijo entregándosela a Agostina
—Ciento treinta y dos GB —leyó— ¿Qué es esto?
—Información, es esto por lo que Sara y medio mundo deseaban verme muerto.
—¿información de qué? —pregunte
—Obviamente de la red —respondió Agostina— ¿es sobre la red sudamericana?
—Sobre la red, toda la red. En esa pequeña tarjeta tenés toda la información que necesitas. Nombres, fechas, números de cuentas, valores de las transacciones, bancos involucrados, empresas fantasmas, organismos corruptos o mejor dicho agentes. Hay una lista detallada sobre las chicas que incluye absolutamente todo, obviamente también hay políticos y hasta agentes de INTERPOL.
—¿De dónde sacaste todo esto? —pregunté, pero fui ignorado por ambos.
—¿Porque me lo das ahora? —pregunto en cambio Agostina.
—Podrías haberle alcanzado esta información antes a las autoridades y habrías salvado muchísimas vidas.
—Espiar una red de escala mundial como esta créeme que no es nada fácil —escupió molesto Michael— además si las cosas son como yo creo, podrían eliminarme y al menos quiero tener la seguridad que hice todo lo que estuvo en mis manos para detenerlos.
—Te juro que protegeré esta información con mi vida —dijo Agostina tomando la cajita con la tarjeta.
Las miradas entre ellos se mantuvieron por unos segundos y surgió una pequeña sonrisa cómplice entre ambos.
—¿Termino esta escena tan mediocre? —Agregue un poco molesto que estemos tardando tanto— debemos hablar con la chica esta.
—Andando —ordeno él
Sofía, como se llamaba la chica nos esperaba dentro de una de las habitaciones, estaba tomando un café negro, su cabello estaba alborotado y su rostro mostraba evidentes golpes. De sus hombros caía una gruesa frazada que se encargaba de abrigar su cuerpo. Cuando nos vio entrar pareció no darle absolutamente ninguna importancia, era evidente que no nos conocía.
—¿Sofía? comencé diciendo— me dijeron que querías hablar conmigo. Soy Víctor Vask y este es mi compañero.
Dejo la taza en el piso mientras se levantaba arreglándose el cabello.
—No tienes que molestarte por nosotros —Agrego Michael invitándola con la mano a que volviera a sentarse— ¿tienes algo para decirnos?
—¿Eres Michael cierto? —simplemente recibió una sonrisa como respuesta— debes darte prisa ella confía en que harás algo para rescatarla.
—¿Dónde está ella? —pregunto Michael.
—Se la llevaron a Brasil, a una de las propiedades de Emilio Santos.
—¿Cómo sabes eso? —pregunte.
—Por uno de los guardias que había acá, lo hombres hablan en la cama, si están contentos.
—¿Dónde queda? ¡Necesitamos más datos! —grite
—No los tengo, se los daría lo juro —agrego ella acurrucándose en su frazada, como si eso la protegiera de algo.
—Debes perdonar a mi amigo, hay veces que se comporta… como un idiota, pero en algo tiene razón el tiempo se nos termina necesitamos que nos digas todo lo que sabes.
—No sé nada más, realmente.
—¿Y para que mierda nos haces venir acá? —Agregue furioso— solo para perder el tiempo
Michael me miro de muy mala manera haciendo que me calle, su expresión cambio nuevamente para con Sofía.
—Por favor —prosiguió— necesito que hagas fuerza por recordar, cualquier dato serviría. Ayúdame a salvarla.
Sofía se quedó mirando un punto perdido dentro de la habitación, imagino que buscaría en su mente algún dato que nos pudiese ayudar o tal vez buscaba una mejor oferta.
—Lo siento, no me acuerdo —agrego finalmente
—¿Es acaso un problema de dinero? —Escupí agresivo— ¿Cuánto quieres?
—¿Cuánto quiero? —Repitió negando con la cabeza mientras miraba a Michael— juro que no, de verdad.
—Ignóralo por favor, pero necesito que por favor me digas cualquier dato que recuerdes.
Nos quedamos con ella un tiempo más, nos contaba todas las experiencias es ese lugar. Sencillamente no me interesaba en lo más mínimo todas las cosas que pudiese haber pasado, solo me importaba encontrar a Mariza, si fuera por mí el resto del mundo podría irse a la mierda.
La escena era muy empalagosa, Sofía se acurrucaba junto a Michael, supongo que se sentía menos intimidada por él. La cantidad de dinero que habíamos reunido solo con estas cinco propiedades era enorme, se ordenó un inmenso rastrillaje por todo Uruguay, cada dólar que encontrábamos era uno menos para Sara y su red.
Sofía susurro algo aun con su cabeza apoyada en el pecho de mi compañero.
—¿Dijiste algo? —pregunto él.
—Minas, los hombres siempre hablaban de minas ir a minas.
—¿Minas? —Pregunte— ¿Qué minas? Debe haber muchísimas minas repartidas por todo Brasil ¿La casa de Emilio está en una mina?
—¿Minas Generais? —pregunto Michael.
—No lo sé, realmente. Decían debemos llevarla a minas.
—¿Minas Gereais? —pregunte
—Es uno de los estados más habitados que componen Brasil o por lo menos creo que así se le llaman.
—¿Cómo carajos sabes eso?
—La lectura… una de las mayores bendiciones dadas a los hombres. No te haría nada mal leer un poco más.
Se levantó del suelo e informo a sus hombres a través del intercomunicador— comuniquen inmediatamente a todos, nos vamos a Brasil. Alpha fuera— hora de irse
—¿Se van ya?
—Debemos apresurarnos —agregue.
—Envíen saludos a Mariza y díganle por favor que ya creo en sus palabras.
No entendí eso último que dijo, pero realmente me daba igual, debíamos seguir moviéndonos lo más rápido posible, Sara no se escaparía de nuevo.
Nuestro equipo, tomo nuevamente provisiones, solo que en esta ocasión usaríamos los helicópteros de INTERPOL, seria emocionante viajar a una de esas hermosas bestias, subimos a la azotea de ese amplio edificio. Aunque en el momento que íbamos a partir un agente se acercó llamando mi atención.
—¡Señor Vask… por favor espere!
—Debemos bajar —dijo Michael— podría ser importante.
Nos escoltaron hasta una de las habitaciones de la propiedad nuevamente, tan solo abrir la puerta vimos como una fuerte patada dejaba tirado en el piso a un hombre esposado y desarmado.
—¿Nos llamaron para ver el espectáculo? —pregunto Michael
—Es un hombre de Sara —aclaro Agostina— dejen que se levante, vino porque dice que tiene información que solo concederá a Víctor Vask.
—¿Y ustedes trataban de explicarle de una forma simple que a INTERPOL no se le oculta información? Retírense unos minutos por favor —Agostina y sus hombres dudaron por unos instantes— no sigamos perdiendo más tiempo por favor, retírense… ya les contaremos todo.
—Esperen afuera —dijo Agostina asintiendo, quien permaneció a nuestro lado vigilándonos.
El hombre escupió unas cuantas veces en el suelo antes de ponerse de pie, se lo veía muy afectado por los golpes, era obvio que esa patada que vimos no había sido lo único. Nos miró a cada uno antes poner su mano en su cabeza haciendo la venia.
—Descanse —dijo Michael.
El hombre bajo la mano satisfecho y volvió a dejarse caer, con las manos cruzadas sobre su pecho parecía que buscaba recuperar calor, observe a Michael pero él ni siquiera me dirigió la mirada, estaba atento a los movimientos de ese hombre.
—¿Quién eres? —Comencé diciendo simplemente— ¿Qué es lo que quieres?
—Mi nombre no importa realmente —respondió— Fui enviado por Hannah.
—¿Para qué?
—Para proteger la información —largo una tos muy rasposa limpiándose con la manga de su abrigo la sangre que salía de su nariz— ¿Conoce Tacuarembó Señor Vask?
—¿Es una ciudad? —pregunte
—Si —agrego Michael— queda relativamente cerca de acá.
—Si —dijo el extraño sujeto— debe ir a Tacuarembó, entre las calles General Rivera y Domingo Catalina hay un gran supermercado, el establecimiento cuenta con un servicio de lockers a disposición del cliente. Encuentre el número treinta y cuatro, hallara las respuestas que está buscando
Metió su mano en uno de sus bolsillos y saco una pequeña llave sin ningún tipo de nombre o distinción. Solo se podía ver el número del casillero escrito de forma muy burda con un color rojo fosforescente. Inmediatamente Michael ordeno— pongámonos en marcha.
Tras casi una hora transitando las rutas uruguayas llegamos hasta la ciudad, recorrimos sus calles hasta por fin dar con el supermercado que se elevaba sobre una de las esquinas de las calles señaladas.
—¿Qué piensas que encontremos? —Pregunte— ¿Crees que sea una trampa?
—Supongo que lo sabremos muy pronto —dijo descendiendo del vehículo.
Ingresamos por puertas separadas al establecimiento, aunque por mi parte no entendía que debía notar fuera de lo común ¿personas? Eso ya lo sabía ¿Michael buscaba algo más?
Miré para todos lados antes de acercarme a los lockers, seguí el orden hasta que lo vi. Numero treinta y cuatro. Coloque la llave y dando dos vueltas logre abrir la puerta. Dentro solo había una mochila, la tome entusiasmado, dos minutos después estaba afuera del supermercado. Me dirigí al estacionamiento. Sin siquiera entrar en el auto la abrí mirando por fin dentro.
—¿Encontraste algo?
La simple voz de Michael había conseguido asustarme ¿en qué momento había reaparecido junto a mí? Recupere mi aliento y tome la grabadora que había adentro de la mochila junto con un trozo de papel.
—¿Qué es esto? —pregunte
—Coordenadas de GPS —respondió simplemente— ¿tiene algo la grabadora?
—No la revise todavía —respondí.
Miré dentro de la grabadora y me encontré con un cassette. Increíble, creí que ya no existían más, pero sin embargo acá estaba, manteniendo lo que quizá sería la información que más buscaba. Play. La voz de Hannah lleno mis oídos y los de Michael que evidentemente también la reconoció de inmediato.
—Increíble —escapo de mis labios.
—Tenemos todo, nos vamos —ordeno Michael.
Toco nuevamente recorrer las rutas, esta vez volviendo a la base. Mi mente se llenó de pensamientos ¿Hannah estaba muerta? Me negaba a pensar que Sara hubiese podido eliminarla, sin duda debía estar entre lo mejor que tenía ¿se había animado a asesinarla?
Una vez llegado a destino revisamos inmediatamente las coordenadas que nos habían dejado en el papel. Por fin una pista segura de donde estaba, solo teníamos que ir por ella, todo estaba a un solo paso de terminar. La computadora mostraba un punto en el gigantesco mapa de Brasil.
—Ahí estas amor —dije hablándole a la pantalla.
—Sara responderá por todo —comenzó diciendo Michael— ¿Qué hay en el futuro?
—Una gran boda —respondí— me casare con mi bella Mariza, todo esto finalmente tendrá un final feliz.
—Ya lo creo ¿Tienes pensada la fecha?
—Ni idea —respondí sin sacar lo ojos de la pantalla— de todas maneras… primero tengo que sobrevivir a esta noche —agregue con humor
—Indudablemente —contesto— en fin, ya es hora de ponernos en marcha
Tomo el papel y lo guardo en su bolsillo, dio instrucciones a sus hombres a través del intercomunicador y con una seña me dejo pasar primero.
—Ohh… Víctor espera, casi me olvido… —dijo de repente.
—¿Qué pasa ahora?
Me di vuelta ya con mala actitud, fue lo único a lo que tuve tiempo. Vi como uno de sus puños vino a toda velocidad hacia mí, la violencia del golpe fue tal que logro derribarme contra uno de los muros a mi alrededor desvaneciéndome en el momento.
Poco a poco fui despertando, sentía un fuerte dolor tanto en mi mandíbula como en la zona de la nuca. Fue recién cuando traté de llevar las manos a mi cabeza que me di cuenta de una realidad, estaba esposado a la cama donde me encontraba.
—¿Pero… que mierda? —grite.
Dos hombres junto a mí se pusieron de pie al instante, asintiendo a forma de saludo.
—Buenas noches Señor Vask —dijo uno de ellos.
—¿Se encuentra bien? —agrego el otro.
Confundido trate de sentarme sobre la cama, fue ahí que note la nota que había sobre mi pecho— Ponte hielo. Michael —decía en un trozo de papel arrugado y cortado así nomás.
—¿Pero…? ¡Qué hijo de mil putas! Desátenme inmediatamente —vocifere con furia.
—Lo lamento señor, pero no va a ser posible.
—¿Cómo…? Imbécil ¡Estoy a cargo de esta operación!
—Lo siento —dijo nuevamente— pero según nuestra información la operación es dirigida por la Srta. Agostina y el Sr. Michael quien dio expresas órdenes de no dejarlo salir, para que permanezca seguro.
—Me harán permanecer esposado ¿Qué pasa si tengo que ir al baño?
—Sera escoltado por uno de nosotros… y antes que lo pregunte. No, no le será posible escapar y si lo intenta tenemos órdenes de volver a apresarlo. Es todo por su seguridad.
**********
Desperté con la mirada de Hannah cargada en mi mente, supuse que me costaría mucho olvidarla. Un nuevo día comenzaba, recorrí la hermosa casa unan vez más, admiré las pinturas, las esculturas y la arquitectura de tal majestuosa propiedad. Moría de ganas de ir a visitar a Incitatus, aunque sabía que era una estupidez, había quedado enamorada de él.
Visite casi todas las habitaciones, hasta que por fin me cruce con lo que tanto temía, las otras chicas. Algo había pasado, algunas estaban formando un círculo alrededor de una de ellas, otras la ignoraban y otras se deshacían entre sollozos. Me acerque a la formación con cierta duda ¿me dirían algo? Tal vez me creían parte de toda esta mierda.
La chica en el medio lloraba contra una pequeña manta, sus lágrimas parecían no tener fin, por un momento por mi mente paso la idea de ser yo misma esa chica.
—¿Qué le ha pasado? —pregunte con miedo.
—Se llevaron a su bebe —respondió una de ellas.
—Nació muerto —dijo otra.
—Sea como sea, no pudo ni siquiera tenerlo más de dos minutos en sus brazos —agrego una tercera.
Mi corazón se helo, parecía como si mi pecho solo contuviera un enorme vacío. Las voces enmudecieron a mi alrededor y solo pude escuchar los sollozos de la pobre mujer. Veía como cada lágrima caía hasta ser absorbida finalmente por la suave tela.
Me acerque lentamente para tratar de que no se asuste. Me arrodille a su lado abrazándola con fuerza. Por un momento pareció que no me tomaba en cuentas, pero sus brazos me rodearon envolviéndome entre ellos. Sus sollozos aumentaron mientras se desahogaba contra mí, de pronto sentí otros brazos sobre mí, alguien más me abrazo y luego otros y otros. Todas las chicas del gran círculo ahora estábamos juntas alrededor de la pobre chica.
El momento fue cortado repentinamente por un par de guardias entro a la habitación desarmando el grupo con violencia, separaban a las chicas tomándolas con fuerza de sus brazos y empujándolas al suelo como si simplemente fueran de trapo. Hubiera dicho algo, pero en todo caso solo me hubiera valido una buena cachetada ¿Qué caso tenía? No podía detenerlos.
A medida que el tiempo pasaba, el ambiente dentro de la casa se veía más alterado. Sara gritaba a cada uno que se le cruzaba en el camino ¿Qué mierda estaba pasando? Todos estaban alterados. A excepción de Emilio, él se mantenía sereno. Tomaba té sin ninguna preocupación mientras miraba el paisaje que su casa le ofrecía.
La noche llego y con ella llego la razón por la que todos estaban tan alterados, había llegado por fin INTERPOL. Desde mi habitación tenía una vista maravillosa de como los agentes descendían por esos cables de los helicópteros mientras unos camiones raros con sus siglas volteaban los enormes portones principales. La puerta de mi despacho se abrió, un hombre sacando un arma se acercó— llego la hora Mariza —me dije a mi misma. El sujeto mantenía sus ojos fijos en los míos, pero de repente… prácticamente de la nada Michael entro a la habitación, mis ojos se fijaron en él, el sujeto se dio cuenta automáticamente de que algo pasaba, aunque solo tuvo tiempo de voltearse antes que su garganta fuera abierta de lado a lado. Cayó al suelo desangrándose entre quejidos ahogados, tratando desesperadamente de tapar la herida con sus manos.
—Mi querida Srta. Márquez es un placer volver a verla —dijo al tiempo que guardaba el cuchillo nuevamente en su cintura.
Verlo ahí frente a mí, tan sonriente como siempre me lleno de felicidad, me sentí de nuevo tan segura y protegida, sentía que ni siquiera Sara misma podía tocarme, como si el hecho de estar con mi sanguinario amigo formara un campo protector o algo por el estilo. Me tire contra él abrazándolo con todas las fuerzas que mi cuerpo podía darme, no quería que me suelte, no quería volver a estar en peligro.
—No tenemos tiempo —dijo solamente haciéndome a un lado.
—¿Y Víctor? —pregunte entusiasmada.
—Se quedó en la base.
—¿No quiso venir? —pregunte desilusionada.
—Él quería, pero le explique amablemente que era demasiado peligroso.
Me costó creer que Michael lograra tal cosa, pero por el otro mi corazón se alegraba muchísimo, me ponía muy contenta que por fin se estuvieran llevando bien. Se sacó el chaleco que estaba usando —Police INTERPOL— podía leerse con letras bordadas en un color blanco brillante. Desenfundo su arma y espió si había alguien en el pasillo.
—No puedo usar esto, vos también tenés que protegerte.
—Rápido —ordeno ignorando mi comentario.
Había vuelto a ser esa especie de persona que oculta sus sentimientos. Apenas si me miraba simplemente daba órdenes— abajo, muévete, rápido, apúrate, silencio— ¿no me había extrañado?
Recorrimos el largo pasillo hasta llegar a una de las escaleras.
—Quédate acá, callada —dijo alejándose.
Escuche tres disparos seguidos de unos gritos de dolor, alguien toco mi hombro. Grite con fuerza.
—Te dije que hicieras silencio —me reprendió con mala cara.
Bajamos las escaleras poco a poco, estábamos a un paso de la puerta. Un solo disparo se escuchó. La blanca camisa de Michael ahora mostraba un pequeño agujero, rápidamente la sangre comenzó a brotar de la herida, la toco… miro su propia sangre manchando sus dedos. Trastabillo dos pasos hacia atrás cayendo finalmente contra una pared.
—¡No, Michael! ¡Mírame…! ¡No, mírame…mírame! Vas a estar bien.
—No le mientas a un moribundo Mariza. Te dije que todos deben pagar por sus acciones.
Sus balas se habían acabado, la pistola nueve milímetros así lo hacía enseñando su cañón.
—No necesito, una pistola para eliminar a alguien tan insignificante —dijo al momento que sacaba una navaja de su bolsillo— ¿terminamos nuestra relación?
En un rápido movimiento me incorpore, tomando el arma de Michael.
—Si ¡Hija de mil putas! Terminemos —Grite disparando las últimas dos balas.
No tuve el valor para matarla, aunque si para penetrarle su rodilla, para mí ya enorme mala fortuna, el otro disparo lo erre. Cayó en un grito de dolor y furia increíble.
—¡Te cortare poco a poco, puta barata!
Me persiguió como pudo escalera arriba, podían escucharse disparos desde el exterior. Se escucha como seguían llegando helicópteros. Ya fuera por Michael antes o por los policías afuera Sara caería en ese mismo lugar.
—¡Todo se terminó! —le grite mientras la veía subir las escaleras— estas acabada, ya está.
—Esto no se ha acabado —gruño— ¡Esto no se acaba hasta que yo lo diga!
Ataco con su cuchillo tirando rápidos ataque, que hubieran podido abrirme la garganta si no hubiera sido porque me moví antes. Su rabia aumentaba a medida que danzábamos una a la otra. De su boca solo salían insultos y cosas desagradables.
—Tienes miedo Mariza.
—Si —confesé— pero es la primera vez en la que no tengo ganas de salir corriendo.
—¿De qué tienes ganas entonces? —pregunto.
—De acabar con todo esto ¡Se terminó!
Dio un paso más lanzando una puñalada, la evadí, pero lo que no pude esquivar fue un golpe contra mi estómago. Caí de rodillas mientras ella se reía triunfante las últimas puertas estaban cayendo, INTERPOL de seguro estaba rescatando las chicas a las que alguna vez vi. Me puse de pie tambaleante, sentí el ardor en mi brazo derecho ¿en qué momento me había lastimado? la sangre corría por mi piel. Tiro de nuevo un golpe, lo evadí y golpeé con todas mis fuerzas contra su mentón. Retrocedió dos pasos mientras antes de volver a la carga con las fuerzas que le quedaban, corrí hacia ella dando la patada más fuerte que alguna vez pude. Retrocedió rápidamente mientras perdía el poco equilibrio que tenía cayendo por la baranda de la escalera, temerosa me acerque para verla tirada en el suelo, no se movía ¿Estaba muerta?
Caí al suelo y me puse a llorar contra mis rodillas, me pellizque y me golpee para comprobar que no era una especie de sueño, las lágrimas brotaban en una mezcla de felicidad y amargura.
—¡Michael! —dije poniéndome de pie de inmediato.
Baje las escaleras a toda velocidad encontrándome de frente con Sara, seguía sin moverse de su lugar. Tome el cuchillo que estaba en el suelo apretándolo con fuerza. Un deseo macabro me invadió, sentía ganas de apuñalarla una docena de veces— esa no soy yo, no soy así —pensé en cambio tirando el cuchillo lo más lejos que pude. Si era mentira que estaba inconsciente por lo menos le costaría más atacarme por atrás. Tomé a Michael como pude y puse su brazo rodeando mi cuello, realmente estaba más pesado de lo que había supuesto.
—Vamos Michael —le dije zamarreando su cara— por favor ayúdame. Michael.
Daba pasos cortos ayudándome a cruzar el salón, había perdido tanta sangre que trataba de que mi vista no se cruce con la enorme mancha roja sobre su pecho. La puerta principal cerrada, que suerte de mierda. Recorrer la casa como una actividad me había dado un gran conocimiento de ella, mire atrás por última vez, Sara seguía en el mismo lugar ¿La había matado?
Michael se tropezó, apenas pude sostenerlo… su cuerpo cayó al suelo a excepción de su cabeza que fue lo que yo pude sujetar. Lo arrastre por el piso, era lo único que podía hacer. Me sentía cansada, ya casi no tenía fuerzas, miraba constantemente para atrás asustándome la idea que alguien pudiera venir y simplemente liquidarme luego de todo lo que habíamos tenido que pasar.
Me quede sin fuerzas… tire de él otra vez, pero resbale en el suelo mi cuerpo ya no podía más, se había rendido. Me levante tirando de nuevo gritando y maldiciendo a todo el mundo por no tener más fuerzas para seguir recorriendo la casa. Tome uno de los cuantos objetos decorativos que había a mi alrededor y lo tire con fuerza contra una ventana— ¡¡Ayúdenme!! —grite con todas las fuerzas que mi cuerpo pude juntar luego de inhalar unos segundos. El grito se mezcló con mi impotencia con mi desesperación, pero fue tan potente y tan lleno de vida que recorrió una distancia completamente desconocida para mí, alertando a los hombres que nos buscaban. La puerta principal directamente estallo dando paso a decenas de agentes. Vieron a Sara, nos rodearon, ignoro cuanto tiempo paso, pero fuimos trasladados en camilla a afuera. Solo que a mi sanguinario amigo se lo llevaron en helicóptero, trate de irme con él, lo intente con todas mis fuerzas, pero me sujetaron y me aplicaron algo. Sentí un fuerte pinchazo y antes de siquiera contar a diez, ya estaba desvaneciéndome.
Despertaba… mi cuerpo se sentía pesado, muy cansado. Poco a poco abrí mis ojos, la luz me molestaba, debía cerrarlos y trataba de abrirlos nuevamente. Observe a mi alrededor, estaba en un hospital ¿Por qué tanto blanco? Me deprimía una habitación tan aburrida, recién cuando trate de incorporarme note algo. Eva, dormía sentada en una silla con su cabeza apoyada sobre mi cama, podía verse como el maquillaje se había corrido con sus lágrimas y se la notaba muy agotada, tenía grandes ojeras y un aspecto bastante pálido.
—Eva —dije acercándome un poco.
Su rostro se contrajo, como molesta que la despertaran.
—¡Eva! —dije esta vez mas alto.
Despertó de inmediato incorporándose sobre la silla, no dijo nada. Solo me observo, sus grandes ojos se fijaron en los míos, se llenaron de lágrimas y por fin me abrazo.
—Con cuidado Eva —dije abrazándola también.
—Perdón, perdón, perdón —dijo soltándome al instante.
Se levantó de la silla abriendo la puerta de la habitación— ¡Doctor, despertó! ¡Mariza despertó! —pude escuchar como gritaba por el pasillo. El primero en entrar fue Víctor “¿no se supone que debería haber sido él quien me vea primero?” acalle los pensamientos que rondaban mi mente abrazándolo con fuerza. Me beso con amor y ternura tomándome con delicadeza.
—Por fin despertaste —dijo arrodillándose a mi lado.
El doctor llego acompañado por Eva. Quien me miraba emocionada, se sentó en la silla donde estaba antes abrazándome de nuevo.
—Buenos días —dijo el doctor.
Bueno realmente no él sino un soldado que se encargaba de traducir lo que me decía.
—Nos dio un gran susto, es bueno tenerla de vuelta en este mundo. Llevaba inconsciente más de treinta y siete horas.
Mire a Eva quien me confirmo lo que el doctor dijo, sonriente me miraba, tratando de que no me dé cuenta de que lloraba nuevamente.
—¿Dónde estoy? —pregunte.
—Se encuentra en Sao Paulo, en el hospital militar central —respondió el soldado.
—¿Dónde está Michael?
—Descanse y lo vera más tarde —respondió.
—¡Quiero verlo ahora!
El soldado trato de responder nuevamente, pero la puerta se abrió dando espacio a Agostina. Quien me miro sonriente asintiendo y guiñándome un ojo.
—¿Qué son esos gritos? —interrogo al soldado.
—Le explicaba a la señorita que primero debería descansar antes de levantarse para ver a su amigo.
—Deberías descansar —agrego Víctor.
—Sera solo un vistazo ¿verdad mariza?
Asentí ilusionada, mientras agradecía que estuviera de mi lado en esta discusión. Me dolía mi cuerpo y me sentía muy cansada pero solo un poquito de ejercicio no hará nada. Llegamos a la habitación donde estaba Michael. El doctor saco una tarjeta de su bolsillo en un momento las puertas se abrieron, dentro había como cinco soldados fuertemente armados. Una mujer se acercó apenas entramos entregándole unos papeles al soldado que nos escoltaba.
—Ahh los informes —dijo firmando— tenemos informes de sucesos cada una hora que notifican si hay alguna alteración— miro su reloj sonriente— Diecisiete horas, ni un minuto más ni un minuto menos —lo mire entendiéndolo, quería demostrar algo de liderazgo y eficiencia— Tranquila —dijo el traductor al ver mi cara— INTERPOL insistió que pusiéramos todas as herramientas que tengamos para asegurar la seguridad de su amigo. Por aquí por favor.
Me escoltaron hacia otra puerta a su lado había una serie de pantallas que mostraban lo que ocurría dentro, nuevamente se necesitaba una tarjeta de acceso, dentro solo había tres hombres y la camilla donde Michael se hallaba. Tenía unos electrodos conectados a su pecho y un vendaje sobre su herida. Se dieron cuenta que necesitaba unos minutos y me dejaron sola con él
—Michael… por favor. No me hagas esto… por favor —dije arrodillándome en el piso.
Tome una de sus manos y llore sobre ella. No se suponía que fuera así, él había podido hacer de todo para salvarme ¿Qué mierda estaba haciendo yo?
Me levante apretando los puños, tenía muchísima bronca, no era para nada justo. Respiré tranquilizándome— pon cara de niña buena —me dije a mi misma. Salí afuera encontrándome con todos los soldados pendientes de mí.
—¿Y Sara?
—Acompáñeme —dijo el soldado.
Salimos de la habitación fortificación y fuimos hasta otra mucho más pequeña. Me llamo la atención que no hubiera ni siquiera un solo guardia.
—¿y la gente que protege a Sara? —pregunte extrañada.
—No hace falta. Sara no puede moverse, esta cuadripléjica.
Mi mente quedo en blanco durante unos segundos ¿había sido culpa mía? mi mente quedo un poco golpeada con eso, aunque no tardo en dejar de importarme. Ingresé a la habitación encontrándome con ella acostada en una cama llevaba un cuello ortopédico y algo que no entendí bien la sostenía.
—Mariza Márquez —pronuncio suavemente— ¿Cómo está tu brazo?
Di un rápido vistazo a mi brazo derecho, la venda cubría la herida por completo, levanté un poco el vendaje viendo el corto cubierto de alguna sustancia médica de color amarilla.
—Mejor. Bastante mejor debería agregar —respondí tranquila.
—¿a qué mierda viniste? Tenías ganas de celebrar la victoria ¿no?
—Yo no soy así, no soy como vos. Vine para decirte que te perdono, deseo que te recuperes tanto física como mentalmente.
—Me perdonas… —repitió suavemente— que hipócrita que suenas. Qué final de mierda tuvo esta historia ¿no?
—Este es tu final no el mío. No me importa si me crees o no. Te deseo mucha suerte —dije dando media vuelta.
—Sabes… recuerdo —comenzó diciendo— recuerdo bien cuando te escapaste. Tome esa amiguita tuya y la golpee hasta aburrirme. Luego se la di a mis hombres, realmente ignoro cuantas veces violaron a la putita esa, pero créeme que escucharla gritar mientras pedía por favor fue una experiencia muy placentera. Bueno supongo que necesitaban un entretenimiento.
Me acerqué lentamente apretando los puños, su sonrisa seguí ahí provocándome.
—En una ocasión dijiste que todo el mundo debe pagar las consecuencias de sus actos, me alegra saber que estés pagando las consecuencias por los tuyos. Recuerdo que un momento te dije que me dabas pena, me equivoque, antes solamente estabas loca, pero ahora también estas sola —fue en ese instante que su sonrisa se borró— ¿Dónde está Emilio? Supongo que estará bastante lejos ya ¿dónde están esos policías tan leales? —no respondía nada— Si yo fuera tu empezaría a ponerle nombres a las manchitas de los vidrios porque serán la única compañía que tendrás en mucho, mucho tiempo.
Di media vuelta retirándome ahora si triunfante, sé que no es lo correcto burlarme del mal ajeno, pero en esa ocasión que bien lo sentí.
Tras dos días en observación fui dada de alta y ya que no tenía nada más que hacer recorrí Sao Paulo. Quede profundamente enamorada de la ciudad sobre todo cuando visite la catedral metropolitana y el museo de arte. Al pasar una semana volví al hospital, Víctor me acompaño, aunque por la forma en la que actúo me di cuenta de que era por simple compromiso. Nuevamente llegamos a la primera habitación donde estaba Michael solamente que ahora no había nadie lo cual me pareció muy raro y por la cara que puso el soldado que me estaba escoltando. Momentos después llego una enfermera que fue rápidamente interrogada.
—¿y el informe? —me pareció escuchar que susurraban
—Algo no está bien —susurre a Víctor
—¿Por qué lo dices? —pregunto el mirando al soldado.
—Creo que están diciendo que el informe no llego —mire el reloj en mi celular— son las diecisiete y tres minutos.
—Bueno… no hagamos un mundo de tres minutos tampoco.
—Disculpé —comencé diciendo al soldado— ¿Está todo bien?
—Si… claro, es solamente un error en el mecanismo de la segunda puerta —se disculpó él— prenderemos las cámaras y al menos podrá verlo así.
Las pantallas se encendieron, pero lo único que mostraban era estática, el soldado simplemente retrocedió unos pasos sin dar crédito a lo que sus ojos veían.
—¡Soar o alarme! —se escuchó que gritaba.<
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