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Historias de oficina (22) Adiós

Debía ser una pesadilla, Sara nuevamente estaba frente a mí con la misma sonrisa de mierda que la caracterizaba, mis ojos se posaron sobre el comisario que me miraba como si nada le importara. Debía ser totalmente normal para el venderse al mejor postor sin importar que llevaba en el pecho, esa placa completamente sucia y manchada de crímenes no merecía eso.



- Fue un increíble recorrido Srta. Márquez ¿Quién la ayudo?



No respondí nada solo observé la puerta de la celda abrirse, sentí una furia totalmente desconocida para mí, algo que raro que crecía en mi interior. Fijé mi vista en ese asqueroso comisario y apenas tuve la oportunidad le di el mejor gancho de toda mi vida haciendo que su cabeza rebote contra los barrotes de la celda.



Sara me observo visiblemente sorprendida, se apartó y guio mi camino con su brazo– Por aquí– aclaro. Deseaba con toda mi alma que ese hombre se muriera ahí mismo, para que no pudiera ayudar a ningún otro delincuente que ande suelto. Me llevaron inmediatamente de nuevo a la habitación que me había sido designada, solo que esta vez ahora esta encadenada Sofía con visibles golpes en su rostro.



- ¡Sofía! –Grite abrazándola– ¿Qué te hicieron?



No respondía solo mordía sus labios, temblando de miedo. Una vez más todo era culpa mía, la habían lastimado por haberme escapado, era una tortura verla así.



- Cada uno debe responsabilizarse por sus acciones Mariza –Agrego retirándose



Sentí fuertes deseos de matar a Sara, pero por más que lo deseara con todo mi corazón no podía hacerlo. Fue en ese instante que recordé las palabras de Michael –Solo tenemos que esperar– esperaría y cuando el momento llegase arreglaría cuentas con ella.



- ¿Qué te hicieron? –Pregunte viendo toda su ropa desecha– vas a estar bien. Lo prometo



- Tranquilízate mariza, no es nada que no me hayan hecho antes –susurro tan suavemente que apenas era la escuche.



Pasé el mayor tiempo que pude con ella hasta que me sacaron de la habitación dejando sola a mi amiga. Ataron mis manos, me amordazaron y me encapucharon. Caminaba como podía, siempre temerosa, sin saber que podrían llegar a planear para mí. Me obligaron a meterme dentro de algo para luego taparlo, por las características que podía imaginar suponía que era una caja. Solo cuando sentí que nos movíamos logre relacionarlo con el camino. Estaba en una caja de madera que era llevada dentro de un camión a quien sabe dónde –protégeme Señor– recé uniendo mis manos como pude.



No sé bien cuanto tiempo paso, pero fue el suficiente para que todo mi cuerpo se entumeciera. Sentí como descargaban mi caja dejándome caer con fuerza, una de las paredes cedió cayendo sobre lo que parecía ser césped. Me ayudaron a levantarme casi en el acto, se me hacía muy difícil mantenerme de pie mucho menos caminar. Me sacaron mi capucha y mordaza, el mundo se abrió ante mí… en forma de un inmenso jardín que llegaba hasta donde mis ojos desacostumbrados a la luz podían ver. Desde frutales hasta hermosos rosales, era un lugar precioso, la escena contrastaba perfectamente con lo otro que veían mis ojos, una hilera enorme de chicas siendo guiadas hacia uno de los sectores de la propiedad.



- Señorita Márquez –me di vuelta rápidamente encontrándome con un guardia– ¿Quiere acompañarme por favor si así lo desea?



- Si, gracias. Lo sigo –por supuesto que lo deseo, esposada y ante un guardia armado con una ametralladora creo que cualquiera desearía seguir las reglas.



Su español era muy tosco y muy evidente que apenas si sabía hablarlo, en ningún momento me puso una mano encima siempre que me hablaba lo hacía de la mejor forma que le salía.



Atravesamos ese bello lugar usando un camino de piedras blancas, tuve la oportunidad de ver una pareja de pavos reales. Fue como una gota de alegría en un sombrío mundo de tinieblas, ingresamos a la propiedad adornada con bellas pinturas e imponentes estatuas de mármol. Sentía como si de repente hubiera ingresado a un mundo de perfección y serenidad. Me escoltaron hacia un ascensor finamente decorado, tuve deseos de recorrer toda propiedad, aunque sabía que tarde o temprano me encontraría con las otras chicas secuestradas, todo el sueño caería como si fuera un débil castillo de cartas. Las puertas del ascensor se abrieron mostrando un interior cuyas paredes retrataban una escena del tormentoso viaje de Odiseo



- Gusta entrar por favor.



No respondí nada solo entre, subimos al tercer piso, las puertas se abrieron mostrando una enorme habitación tan ostentosa como el resto, en una de sus paredes había un gran balcón desde donde se podía apreciar toda la propiedad y la hermosa piscina que allí había.



- Srta. Márquez, buenos días.



- Buenos días, habla usted en un perfecto español.



- Conozco bien el mercado que manejo Srta. Márquez. Me da gusto saber que los rumores eran ciertos. Es usted increíblemente bella. –dijo acercándose un sujeto extraño



- Gracias. Me gustaría saludarlo, como se debe, pero… –sacudí mis esposas haciendo que sonaran– no me siento cómoda.



- Por supuesto– dijo señalando a uno de sus guardias –retírenle esas esposas ridículas.



La persona que me había guiado hasta ahí se acercó sacando una pequeña llave de su bolsillo, estudié la situación una y otra vez hasta que por fin creí tener la solución. En cuanto el segundo cerrojo se abrió di un fuerte golpe contra el estómago del desprevenido guardia. Tomando el arma que tenía preparada en su cintura.



- ¡Quieto! –Ordene contra el educado sujeto.



- ¿quiere acompañarme con una taza de té? –dijo señalando la mesa servida.



Uno de sus empleados acababa de dejar la reluciente fuente de plata donde reposaba ambas tazas.



- No se mueva, es una orden.



Los hombres a su servicio intentaron rodearme, pero mi nuevo… amigo “Si pudiera decirle así” se encargó de mantenerlos quietos.



- Tranquilos, la Srta. Márquez no hará nada estúpido.



- No apostaría por ello.



- Srta. Márquez –comenzó diciendo mientras se acercaba, manteniéndose completamente frio aun cuando mi arma apuntaba constantemente a su cabeza– dígame una cosa ¿Qué gana asesinándome?



- Libertad y terminar con la pesadilla de todas esas chicas que vi.



- Mentira. Aunque me mate el destino de esas chicas no cambiara en absolutamente nada, piénselo. Por otro lado, usted estará rodeada por mis hombres y aun al alcance de Sara. Como ve ninguno de los puntos que expone se resuelve.



Dude durante unos segundos, pero no baje mi arma, solo ponía mi mejor cara de niña mala esperando que alguna clase de solución se presentase.



- Le demostrare algo más –prosiguió– podría mirar hacia allá ¿ve la ventana que tiene esa torre?



- La veo –dije mirando de reojo– ¿Qué tiene?



- Observe como se debe. Tranquila –di vuelta la cabeza en dirección hacia donde me decía– ¿Puede ver un hombre allá? Eso es un francotirador, por si no está familiarizada con el termino le explicare en forma simple que es un tirador de élite con un arma de increíble precisión ¿podría mirar a la terraza este? Se encuentra detrás de usted –di vuelta la cabeza con mayor recelo, pero ya bajando mi arma- ¿puede ver el otro francotirador?



Baje mi arma sin esperanzas, no había nada para hacer, el sujeto sonriente simplemente señalo la mesa una vez más, esta vez acepte. Entregué el arma al bandido que se la había sacado y me dispuse a seguir el juego de mi anfitrión.



Tomamos asiento manteniendo un fuerte cruce de miradas. Tomo una de las tazas poniéndola frente a mí.



- ¿Una cucharadita? –pregunto



- Dos –susurre.



Las agregó revolviendo dos o tres veces. Mire la taza con recelo, si esperaba que me tomará eso podría morirse ahí mismo ese hijo de puta. Sonrió con picardía, revolviendo nuevamente y dio un pequeño sorbo.



- Créame Srta. Márquez si quisiera matarla ya lo habría hecho. Además, envenenar no es mi estilo.



- ¿Cuál es su estilo?



- Prosigamos –dijo sonriendo– sepa que aunque podría ofenderla, no es mi intención asesinarla.



- ¿qué quiere entonces? Porque yo en este momento lo único que quiero es volver a casa. Hay gente buscándome.



- Justamente sobre eso quiero hablar –dijo manteniendo siempre la misma calma– ¿quién la busca?



- Que te importa.



Dejó escapar una pequeña risa. Su actitud distaba mucho de ser la de una persona peligrosa. En ningún momento busco intimidarme.



- ¿Puedo tutearte? –dijo dando un sorbo a su te amargó.



- No tengo opción realmente. Me gustaría poder hacer lo mismo, aunque no sé cómo se llama.



- Emilio Santos –dijo tendiéndome la mano.



- Mariza Márquez –dije aceptando.



- Verás mariza, recientemente llegue a un acuerdo con Sara, pero este negocio tiene un obstáculo.



- Lo sé, soy el problema que tienen en este negoció de mierda.



- Yo ofrezco algo que tiene clientes importantes y muy exclusivos, pero como entenderás un conflicto de estas magnitudes no deja que el negocio prospere como espero.



- Me alegro muchísimo.



- Busquemos llegar a un acuerdo



- ¿De qué forma?



- No somos enemigos, solo tenemos distintas formas de ver una misma realidad.



“Si, sígueme convenciendo de esta mierda. Hijo de puta”



Tomamos el té acompañándolo con exquisitos brownies. Mi cuerpo se relajaba con el paso del tiempo.



- ¿Quién está detrás de usted? –Pregunto nuevamente– deme información y prometo la liberación de las chicas que vio.



- ¿Qué seguridad tengo de eso?



- Mi palabra vale millones.



- Prefiero hechos antes que palabras Emilio –sonrió sin dejar de mirarme, un cansancio repentino me invadió– Mucha gente está sufriendo



- Mucha gente sufre buscándola a usted también.



- Es precisamente eso lo que no me deja dormir por las noches.



Comencé a marearme, aunque ignoraba el porqué… podría ser por lo poco que estaba comiendo… la presión… el stress… el miedo… la sensación de que constantemente estaba en peligro… sencillamente tenía para elegir, cualquier psicólogo podría encontrar en mí una mina de oro.



- ¿Damos un paseo por la propiedad? –Pregunto terminando con su té– por favor mariza acompáñame.



Se levantó con tranquilidad tendiéndome su mano, la tome y sin soltarnos bajamos hasta la planta baja.



- ¿Puedo preguntarte algo? –Dijo educadamente mientras salíamos al hermoso jardín nuevamente– ¿Qué hace una mujer como tú involucrada con gente como yo?



- Sinceramente… no lo sé, las cosas se han dado así. Jamás en mi vida considere la idea de disparar un arma y sin embargo mírame.



- Lo entiendo bien, Víctor Vask… un hombre temperamental.



- ¿Lo conoces? –pregunte temiendo la respuesta.



- No, no personalmente si a eso te refieres –respondió sin más.



Apreté mis labios terminando la discusión ¿los negocios sucios de Víctor también llegaron a esta clase de gente? Me dio asco un momento cuanta gente sufría por culpa del armamento que Las Industrias vendieron durante años, pero me di cuenta fácil de algo. Si no fuera con el armamento Vask seria con el de otro.



- ¿Quieres conocer a “Incitatus”?



- ¿Incitatus? –Repetí pensativa– ¿No es el nombre del caballo de Calígula?



- Wow pocas personas sabrían eso, admito que eres más inteligente de lo que hubiera imaginado Mariza.



Sonreí un poco más tranquila, su actitud distaba mucho de ser el monstruo que en verdad era. Caminamos en dirección a las enormes caballerizas, pero antes de entrar nos desviamos por un camino secundario que llevaba hacia la parte trasera de la construcción. De color miel claro, con claras líneas dibujando su cuerpo, esbelto y con crines prolijamente recortadas, mis ojos quedaron encantados con su fino galope.



- ¿Te gusta? –pregusto apoyándose sobre el corral.



- Es precioso…



- Quince millones de dólares en cuatro patas, lo tengo como semental.



El hermosísimo caballo había logrado cautivar mi atención, estábamos a punto de volver a la propiedad cuando nuevamente volví a sentirme mareada, soló que en esta ocasión casi me caigo al suelo. Logre agarrarme de uno de los postes que conformaban el corral de entrenamiento de Incitatus.



- ¿te encuentras bien? –Pregunto Emilio tomándome en brazos– ¿Qué paso?



- No lo sé, creo que me bajo la presión.



- Volvamos a la propiedad. Debes recostarte



Me pareció un lindo gesto su preocupación, cada vez me sentía más mareada. Realmente nunca me había sentido tan mal, por momentos parecía que me faltaba el aire y por otros parecía que estaba a punto de dormirme. Me ayudo a caminar, mis pies casi no podían sostenerme, subimos a una de las habitaciones para que pudiera recostarme tranquila.



- Gracias –susurre apenas



- De nada ¿Doctor?



Un hombre trajeado se acercó a mí, toco mi cabeza, luego tomo mi pulso, reviso mis pupilas con una luz brillante.



- Tudo está bem. Podemos prosseguir –exclamo el doctor.



- Perfeito, aplicar soro –respondió él



La situación ya no me gusto, me asusté mucho. Trate de levantarme tirando manotazos y grite cuanto pude, pero estaba claro que nadie podía o quería ayudarme, ataron algo a mi brazo, lo siguiente que sentí fue un leve pinchazo. Ignoro que tiempo paso pero el cansancio aumento cada vez más hasta que todo se oscureció –¡Epinefrina!– fue lo último que escuche antes de caer en un vacío eterno y absoluto, las sombras me envolvieron.



Desperté de a poco, sentía mis ojos tan pesados que apenas podía levantarlos. Tenía un fuerte dolor de cabeza, no me acordaba absolutamente nada de lo que había pasado. Los rayos del sol se colaban por un enorme ventanal ¿Había dormido todo un día? Ni siquiera tenía fuerzas para levantarme. Me envolví entre las sabanas juntando un poco de calor hasta que me di cuenta de algo– Esta no es mi ropa –pensé, llevaba puesto un pijama simple. Solamente un short con una camisa, ambas eran de un color turquesa intenso– Que mal gusto– Trate de recordar con todas mis fuerzas, pero parecía que cuanto más lo intentaba más nebulosos se volvían mis recuerdos.



El tiempo paso mientras intentaba reconstruir parte del día anterior –mente fría– diría mi sádico amigo, lo intentaba, trataba de pensar como él lo haría, sin duda de momento lo hacía mal. La puerta de mi habitación se abrió, una mucama ingreso trayendo consigo una bandeja con mi desayuno, sinceramente me estaba muriendo de hambre, pero estaba tan asustaba que volvieran a drogarme que dudaba si comerlo, la joven me miró fijamente durante un segundo y acomodo la servilleta nuevamente



- Espero que você goste –dijo retirándose



- Espera por favor… por favor quédate.



Mi suplica llego a oídos sordos, se retiró tan rápido como había llegado. Por más que intentara negarme debía comer algo, necesitaba recuperar mis energías para estar lista a cualquier situación. Una Taza de té, un recipiente con leche caliente, tostadas doradas a la perfección, manteca, mermelada, yogurt, un manojo de cereales y un jugo de naranja.



Decidí empezar tomando el té con leche, pero recién al echar uno de los sobrecitos con azúcar mi lenta mente recordó un detalle, cuando la mucama trajo el desayuno acomodo dos veces la misma servilleta ¿era una señal de algo? Decidí comprobarlo en ese mismo momento levantando la servilleta, pero no había nada. Supuse que todo debía ser un intento desesperado por mi mente para brindarme algo de tranquilidad, tomé la servilleta nuevamente abriéndola de una sacudida. Fue entonces que un pequeño papel salto libre cayendo sobre mi desayuno.





Era una carta tan simple, pero sirvió para darme a entender que por lo menos no estaba tan sola como yo había creído, Michael seguía ahí, su gente seguía siéndole fiel, aunque no recibieran órdenes directas de él.



Deje que el estado de pesadez se me pasara, la mucama vino a verme nuevamente pero apenas me miro ¿era una de las agentes de Michael? Imaginaba que no ¿Por qué no me dijo nada entonces? Me sentía bastante normal o al menos… eso creía. Me puse a tratar de recordar que había pasado ayer y toda mi mente era una gran tormenta de confusión ¡no podía recordar absolutamente nada!



**



- ¿Quién es Michael?



**



Un fragmento del recuerdo había visto la luz, me congele en el momento ¿Qué más había dicho? Me tome mi tiempo para tratar de tranquilizarme, me relaje sentándome sobre la cama, tenía que mantener fresco el recuerdo, tome aire y exhale con serenidad –Tranquilízate Mariza, todo estará bien– repetía para mí misma en una especie de mantra.



**



- ¿Quién es Michael? –pregunto la voz nuevamente.



- Es… mi… amigo –me escuche repitiendo



- ¿Es policía?



- No.



- ¿Es un civil?



- No



- ¿Es un agente? –no hubo respuesta a su pregunta- ¿Es un espía?



- No lo sé.



- ¿Quién es Michael?



- Un amigo.



**



Si lo que había venido a mi mente era cierto, no había de que preocuparme. Realmente tampoco había mucho para preocuparme si no fuese solamente eso, prácticamente no sabía nada de Michael… solo que era un peligroso homicida.



Me vestí saliendo de la habitación y encontrándome de frente con un guardia armado con una ametralladora. Me congele, creo que trague con tanta fuerza que toda la mansión pudo escucharme.



- ¿Você quer dar um passeio? –Pregunto observándome.



- ¿Qué? –pregunte negando con la cabeza



- ¿Pasear? –Respondió



Asentí suavemente, tomo el arma que tenía entre sus manos y se colocó una correa alrededor de su cuello, levanto indicando el camino que podía seguir, la bella propiedad chocaba de forma tan evidente contra el horrible negocio que se llevaba a cabo en ella.



Me encontré con ese psicópata estúpido que me drogo ¿Qué mierda me había dado? Me observaba tranquilo algo en su mirada había cambiado, aunque no sabía que era.



- ¿Descansaste Mariza? –pregunto tomando una taza de té, no respondí– ¿enojada?



- Me drogaste… hijo de puta.



- El tiopentato de sodio comenzó a usarse en su la década de los sesenta ¿Quién es Michael?



- ¿No lo sabes ya? Me drogaste para tratar de sacar información de mí.



- Realmente… no existe un suero de la verdad como tal, la teoría dice que baja la velocidad de conexión entre una neurona y otra quedando en un estado entre la conciencia y la inconciencia o sea en palabras simples que el sujeto tendría complicaciones para mentir por lo que lo único que saldría de su boca seria…la verdad. La cosa es que también se descubrió que podrían ser simples delirios causado por el mismo sedante o una mentira que el sujeto esté dispuesto a hacer pasar por verdad.



- ¿Para qué me drogaste entonces?



- Nunca está de más experimentar… Me contaste una linda historia… Michael, INTERPOL, Víctor Vask, policía alemana… imagino que también otras agencias del mundo deben estar mirando la situación, pero podría ser verdad o podría ser un delio causado por las drogas que recorrían tu cuerpo. De todas maneras, si eso es así esta mujer tiene demasiados enemigos… ¿una taza de té? –no respondí.



Sonrió levantándose de su silla, le hizo una seña a su guardia y se retiró. Era hora de volver a mi habitación, pase mi día leyendo los libros que me traían ¿Qué más podía hacer? No soy una agente, no soy una policía… no soy nada capaz de detener a este sujeto.



La noche llego mire por la ventana de la elegante habitación que me habían dado, una brisa cálida hacia que los árboles se moviese de un lado a otro ¿Cuándo terminaría esta mierda? Resonó en mi mente, era una pregunta que se repetía una y otra vez, pero otra muy apreciada comenzaba a tomar fuerza ¿Cómo terminara?



La mañana siguiente comenzó con un verdadero escándalo, por primera vez vi el regreso de Hannah, me despertó en el momento que coloco una cinta en mi boca y me saco de un tirón de mi cama– nos vamos, silencio– salimos de la habitación a escondidas. Armada con una pistola en su cintura y un cuchillo en sus manos recorrimos los pasillos de la propiedad, bajando de una sola vez al sótano. Un guardia apareció frente a nosotros– espera acá –ordeno.



Se acercó rodeándolo y tras saltar sobre el tapándole la boca abrió de par en par su garganta.



- Shh shh shh –pronuncio mientras sostenía el cuerpo que se sacudía por última vez. Hizo una seña para que me acerque y así lo hice colocándome a su lado– Imagino que estarás confundía, no hago esto por ti, sino por Víctor.



Asentí sin poder decir nada más por lo que tomando la cinta la arranco de un solo tirón.



- ¡Mmm! –pudo escucharse solamente una vez que tape mi boca con mis manos.



- Silencio –ordeno una vez más.



Nos subimos a uno de los autos, solo le tomo un minuto hacer algo con unos cables bajo el volante, acelero y… tenemos auto ¡Fantástico!



- ¡Ponte el cinturón! –grito mientras ella lo hacía.



Apenas tuve tiempo de cumplir lo que me dijo cuándo el auto arranco, dio un par de vueltas a gran velocidad dentro del garaje antes de embestir con fuerza la puerta de fina madera. Un sin fin de balas pudo escucharse a nuestro alrededor, fue algo casi instantáneo, mi corazón bombeaba a diez mil revoluciones por minuto mientras recorríamos el fino camino de piedras en dirección al gran portón de la propiedad. Un último guardia se paró frente a nosotros mientras disparaba.



- ¡Abajo! –grito.



El auto en ningún momento disminuyo su velocidad, cerré mis ojos con fuerza mientras notaba como aceleraba. Avanzamos llevándonos por delante tanto al guardia como la puerta, lo habíamos logrado, salimos de la propiedad. Recorrimos un gran camino mientras vi como otros autos comenzaban a seguirnos, escuchaba como nos disparaban, los vidrios fueron abatidos por las balas que casi nos vuelan la cabeza.



Sentí un fuerte empujón en la parte trasera del auto, trataban de sacarnos del camino, eran más rápidos que nosotras, un segundo empujón más fuerte que el anterior pudo sentirse con total claridad en la rueda tras de mí, nos despistamos al momento y tras unos pocos volantazos fallidos perdimos el control, volcamos dando no sé cuántas vueltas. Diría que fue una de las sensaciones más aterradoras que tuve alguna vez en mi vida, pero estaría mintiendo, podría decir que estaba en una especie de top five. Un nuevo golpe hizo nos empujó contra unos árboles para que un fuerte golpe nos detuviera por fin.



Apenas tenía fuerzas para moverme, seguro seria por el golpe tenía en mi cabeza y por la sangre que resbalaba por mi rostro, no había salido como pensaba, solté mi cinturón de seguridad cayendo al techo del auto, recién ahí me di cuenta de que estábamos boca abajo como pude salí, encontrándome con los hombres de Emilio que me ayudaron a ponerme de pie, pero era inútil, necesitaba estar en el suelo. Vi cómo se acercaban a Hannah que con las pocas fuerzas que tenia se defendió hiriendo a uno de ellos con su cuchillo, hasta que un fuerte golpe en su rostro la saco de combate, levanto la cabeza una vez más antes de recibir un fuerte culatazo en la frente.



Nos llevaron nuevamente a la mansión de Emilio, rodeados de hombres nos encontramos con que ahora también estaba Sara con mi educado anfitrión.



- ¿Asique así estamos? tenía mis dudas con respecto a ti, pero jamás espere tal cosa o tal vez si, pero no imaginaba que lo llevaras a cabo.



Sara se veía de alguna forma más aterradora que de costumbre, con el ceño fruncido y una mirada llena de furia se enfrentaba a Hannah quien pese a sus heridas se mantenía firme frente a semejante peligro.



- Supongo que cada una seguía sus propios objetivos –continuo– es una alianza que esta alianza termine de esta manera ¿Cuál era tu plan? Dime me muero de la intriga ¿Querías sorprenderme para cuando llegue aquí? Dime ¿entregarme a INTERPOL? No, eso imagino que no. Te meterían presa antes, a menos que me cambies por tu libertad ¿Querías que quedara sola y sin opciones?



- Ya estás sola y sin opciones –respondió finalmente Hannah– esta última alianza es lo único que te queda –dijo señalando a Emilio quien sonrió tirándole un beso– Aigner era más inteligente, el no subestimaba a sus enemigos.



- No, mucho peor no subestimo a sus aliados. Lo vendiste a Víctor y ahí termino todo.



- Se suponía que podrías mantener un negocio como este. Te entregue todo en bandeja de plata, pero fuiste tan incompetente que derrumbaste todo en tiempo récord. Felicitaciones.



- Hora de despedirnos –dijo sonriente Sara al momento que tronaba los dedos.



Tres disparos certeros entraron por su espalda, uno de los guardias tras nosotros había hecho los disparos, Hannah mal herida cayó de rodillas, me apresure a tomarla en brazos antes que se cayera.



- Perdón –dijo en un susurro casi inaudible



- Patético, desháganse del cuerpo– ordeno Sara mientras trataba de sostener a Hannah con mis pocas fuerzas.



Me pidió que le diera la mano y repitió una vez más –perdón– tosía y se esforzaba en respirar, su mano temblorosa y cada vez más fría apretaba con fuerza– te perdono –le dije mirándola a los ojos. Sonrió como pudo y comenzó a orar.



- Padre… nuest… nuestro que estas en los cie…



No pudo ni siquiera terminar la primera parte, su cuerpo dio unos últimos espasmos, la vida la abandono, su mano cayó al suelo y esos ojos quedaron fijos en mí, clavados en los míos. Los planes no salieron como ella lo hubiera deseado, me gustaría decir que me alegro de su muerte o algo parecido, pero la realidad es que no puedo. Abrace el cadáver, ninguno de los hombres de Emilio me toco, respetaron mi tiempo, ignoro que hicieron con ella, supongo que uno simplemente cosecha lo que siembra y que luego de arruinar la vida de tantas personas por fin la vida vino a pasarle factura de todas sus atrocidades ¿Cuándo le tocaría a Sara pagar por las suyas?



**********



Ver a Eva en una cama herida y obligada a permanecer en el hospital me hizo ver que no solo Mariza, cualquier persona que tuviera contacto conmigo estaba en peligro.



Cuarto día sin mi amada, la casa ahora rebosaba de gente, mis hombres analizaban a los suyos que ni siquiera se movían, con sus armas listas mantenían la misma postura desde hacía ya una larga hora.



- No se cansan –exclame entonces.



- ¿Quienes? –contesto poniendo la filmación de la cámara de seguridad una vez más.



- Tus hombres… Hace una hora que están… ¿Qué piensas encontrar? –pregunte en cambio– Ya está, ya atrapamos a los tipos.



- Que resolución de mierda… algo no me gusta de esta grabación



- Si, la resolución.



No contesto solo siguió poniéndola una y otra vez. Las puertas de mi despacho se abrieron, dos soldados entraron haciendo la venia militar.



- Señor Michael buenos días



- Descansen. Buenos días ¿Qué pasa?



- El señor John acaba de llegar a la propiedad.



- Bien gracias ¿olvidaron de saludar a Víctor? –pregunto



Los soldados se disculparon, saludándome con la misma formalidad.



- Buenos días –dije asintiendo



Observe la pantalla durante unos segundos antes de notar que Michael me observaba, luego a sus hombres y nuevamente a mí. A voltear la cabeza me di cuenta de que todavía seguían con la mano firme esperándome.



- Descansen –dije dudando.



Los soldados asintieron retirándose



- Tienes un grupo de fanáticos



- No, mis hombres son disciplinados y es más de lo que puedes decir con respecto a los tuyos –respondió sin siquiera mirarme– Momento hombres no se vayan todavía –ordeno nuevamente antes que salieran de la habitación



Los dos soldados dieron media vuelta poniéndose a nuestro lado en una especie de guardia.



- ¿todos tus hombres son dirigidos por John?



- SI ¿Por qué lo preguntas?



Nuevamente no hubo respuesta. Las puertas del despacho se abrieron nuevamente, pero en esta ocasión para darle paso a John, caminaba con paso confiado y decidido, aunque hizo uno pausa cuando nos vio juntos.



- Buenos días Víctor



- Buenos días John –respondí.



- Asique… Michael, bueno es todo un honor –dijo tendiendo su mano de forma amigable– Me costó demasiado averiguar de tu vida, eres todo un misterio.



- No averiguaste una mierda sobre mi vida –dijo guardando sus manos en los bolsillos– tienes parte de mi pasado. Bravo… ¿Y?



- Detecto un fuerte rechazo –expreso John con mala cara– te recuerdo que si alguien sobra en esta habitación sos vos.



- Sos una basura –respondió con mala cara



- Ten mucho cuidado como me hablas –dijo acercándose amenazante



- Muchachos por favor –trate de intervenir– Michael exijo que te disculpes con John por tu comportamiento.



- Es el quien tiene que disculparse –dijo sin mirarme– ¡Vos entregaste a Mariza!– grito



- ¡Que estupidez! –Se defendió– No vas a creerle a un asesino, que coopero con Sara en el pasado –dijo mirándome



- Por tu culpa tus hombres están muertos, por tu culpa lastimaron a Eva y por tu culpa tienen a Mariza –grito al fin



John se abalanzo sobre él, pero los soldados fueron más rápidos, con una patada en la rodilla y un fuerte golpe en su nuca lograron inmovilizarlo en el suelo. Sus armas lo apuntaban ahora esperando sus órdenes.



- ¿Qué hacemos con el señor?



- Sáquenlo de mi vista –grito



Los soldados lo arrastraron hasta la puerta de mi despacho hasta que lo detuve con una sola orden.



- ¡Nada de eso! Déjenlo –Los soldados dudaron al no escuchar las ordenes de Michael– ¡Seguridad! –me apresure a gritar.



Nuestros hombres se apuntaban mutuamente mientras se estudiaban unos a otros, estábamos a un paso de que todo se convirtiera en una balacera. Un fuerte chasquido se escuchó, con un simple movimiento de la mano los soldados bajaron las armas volviendo a tomar la posición de guardia.



- ¡Bajen sus armas! –Ordene



- Víctor este hombre…



- Este hombre defendió a mi familia toda la vida, me conoce desde que soy un bebe. Asique no me vengas con estupideces.



Observe a mis hombres que ignorando mi orden seguían con sus armas apuntando a Michael. Tuve que repetir la orden otras dos veces hasta que por fin todos lo hicieron.



- No voy a hablar más frente a él. En fin –dijo Michael– analizare todo está información y te aviso cuando tenga algo firme –Aclaro mientras intentaba irse



- ¡No, No, No! –Grite deteniéndolo– No te vas. La última vez desapareciste, quiero participar de todo.



- Víctor… mi equipo puede hacerse cargo de esto solo.



- Si, pero resulta que no están solos y esa información también es de mi propiedad.



Suspiro negando con la cabeza, fijo sus ojos en mí mostrando una estúpida sonrisa –Bien –acepto. Sin embargo, se negó a usar mi casa para nuestras reuniones y sobre todo estar cerca de John. Prepare todo lo que pudiese necesitar para ponernos en camino a un lugar que llamaban el Sector-Dos.



Me llevaron con los ojos vendados un largo camino, hasta que nuestro vehículo se detuvo. Me retiraron la venda dejándome bajar del auto, mire atrás viendo como los poderosos portones se cerraban tras de mí, todo el lugar era una trampa mortal para cualquiera que quisiera meterse ahí.



Con un gran patio central y varias torres con un rango de visión de trescientos sesenta grados entrar ahí era un suicidio, claro a eso debía sumársele la cantidad de armamento y hombres que allí había.



- ¡impresionante! –deje escapar



No sabía si todo era puesto en escena para mí o no. Sus hombres marchaban al unísono en rondas continuas de vigilancia sobre el perímetro de toda la propiedad. Me sentía pequeño frete a todo eso. Este era el lugar que todos hablaban.



- Sector-Dos –pronuncie mirando a Michael– ¿hay un Sector-Uno también?



Me miro durante unos segundos –sígueme– dijo finalmente



Me guio al interior de edificio principal, atravesamos una oficina llena de computadoras donde por lo que pude ver analizaban y recopilaban datos tanto de los medios como de las frecuencias policiales que podían escucharse.



- Estarás seguro acá –comenzó diciendo– puedes hacer lo que quieras dentro de las instalaciones, ninguno de mis hombres te va a molestar.



- Gracias… supongo ¿Qué es este lugar?



- Este es el Sector-Dos fue acá donde traje a Mariza cuando desapareció una semana.



- ¡Fuiste vos entonces! Vos la ayudaste



- La estoy ayudando desde que la conocí. El tema importante acá no soy yo sino John.



- ¿John? No entiendo porque seguís con eso ¿Qué tiene que ver John en todo esto? Es uno de mis colaboradores más antiguos ¡sirvió a mi padre toda la vida!



- acompáñame por favor



Nuevamente era volver a caminar, llegamos por segunda vez a la oficina llena de computadoras, se detuvo frente a uno de ellos tocando su hombro.



- ¿Podrías reproducir un video por favor? –pregunto a un soldado dándole un USB



- De inmediato señor –respondió– ¿Es acaso este video señor? –pregunto mientras exploraba entre los archivos



- Ese mismo –Respondió



- Tus hombres te tratan con mucho respeto –susurre



- Los respeto y ellos a mí nada más –respondió mirándome.



El video comenzó a reproducirse. Se podía ver como llegaba uno de los autos manejados por seguridad de las ex industrias Vask todos bajan, pero solo Mariza entraba en el edificio. Pasaban largos minutos, el auto era atacado volando por los aires, luego seguía una débil seguridad privada y por último se veía como un grupo se llevaba a Mariza inconsciente.



- ¿Cuál es el punto? –pregunte



- ¿No notaste nada raro en el video?



- No, nada



- Reprodúcelo de nuevo –ordeno



El video comenzó, busque por toda la pantalla algo que llamara la atención, la escena final llegaba y… nada.



- ¿Lo viste? –pregunto por segunda vez.



- No



- De nuevo –ordeno– alto, ahí ¿Podes hacer un acercamiento a la cara de ese sujeto?



- Podría hacerse señor, pero se vería más borroso de lo que ya se ve.



- Hazlo –ordeno



Unos cuantos movimientos y la zona habían sido ampliada. Si, era uno de mis empleados de seguridad ¿y?



- ¿Tus agentes de seguridad usan alguna manera de contactarse?



- Si, la más común es hablar por una especie de intercomunicador o no sé. Fue Lorena quien instauro eso.



- ¿Dónde se lleva puesto?



- En la oreja derecha.



- ¿La misma que ese tipo se está tocando ahora mismo?



- ¿a qué quieres llegar? –pregunte sabiendo la respuesta.



- A que John esta atrás de todo esto. Mira –apunto a la pantalla, el video comenzó de nuevo– Mariza llega, esta gente se baja para acompañarla a la puerta, pero el líder toca su auricular, recibe una orden y… se quedan.



Me negaba a creer que esa teoría fuera cierta por lo que lo mire con mala cara.



- Es una acusación muy seria, necesitas más pruebas.



- Si tuviera más pruebas ya lo hubiera hecho ejecutar –respondió



Nuevamente chocaban con gran fuerza nuestras miradas, no me dejaría intimidar y mucho menos someter por una persona como él ¿Cuánto poder tendría sobre mi si así fuera?



Recorrí admirando cada uno de los sectores en los que estaba dividido esa especie de base, mi teléfono comenzó a sonar, me distraje solo algunos segundos



- Vask –conteste.



- ¡Hola mi amor! –pude escuchar claramente



- ¡Mariza! ¿Dónde estás? ¿Estás bien?



- Si, si estoy bien. No sé dónde estoy, es un pueblo llamado tranquera o tranqueras… no sé.



- Tranquila… mi amor ya está, quédate en un lugar público o anda a alguna comisaria. Voy a buscarte inmediatamente.



- Apúrate –dijo angustiada



- Ya voy mi amor, contra el tiempo hasta que llegué –dije cortando la llamada



Salí corriendo por la base buscando a Michael. Hasta que lo encontré comparando un mapa con las indicaciones de Tuco



- ¡Michael! –entre gritando a la habitación.



- ¿Qué pasa? No grites, estoy tratando de concentrarme.



- Llamo Mariza.



- ¿De verdad? Increíble ¿Cómo hizo para comunicarse? En fin, solo tenemos que buscarla y una vez sin ella en peligro enfrentaremos a Sara con total tranquilidad ¿Dónde te dijo que estaba?



- En un pueblo llamado tranquera o tranqueras, no sabía.



- Tranqueras, si. A menos que me equivoque está cerca de la frontera con Brasil.



- Ahh conoces –dije sorprendido– posees muchas cualidades.



- Decime que tu única cualidad no es tener dinero, porque eso amigo sería algo muy triste. Volviendo al tema mariza tenemos que movernos ya.



- Si, le dije que vaya a una comisaria.



Se quedó mirándome unos segundos, como si no me creyera lo que acababa de decirle. De pronto sonrió y comenzó a reírse.



- No puedo creer que me creí toda la historia. Estamos ocupados, no podemos perder tiempo– respondió sonriente, mientras volvía a fijarse en los mapas.



- Yo no estoy perdiendo tiempo.



La sonrisa desapareció, tomo aire mirándome con el ceño fruncido. Dejo que su cabeza descansara en su muñeca y tomo aire por segunda vez.



- ¿Mariza llamo realmente?



- Si



- ¿y a vos no se te ocurrió una mejor idea que mandarla a una comisaria?



- Si ¿Cuál es el problema?



- Pero… Vos… ¡Eres un imbécil, un idiota irrecuperable! –grito soñándome furioso con el dedo– pero como mierda… –Tomo aire nuevamente– Sara llega a una red de tráfico de personas ya armada, pero a vos no se te ocurre pensar que tiene decenas de hombres trabajando para ella, no solo policías sino jueces, fiscales, prensa y demás, pero a ti se te cruzo la idea de enviarla a una comisaria.



- Está bien, me equivoque. No lo pensé de esa manera –respondí de mala gana, aunque me costara aceptarlo, tenía razón.



- Revisemos de nuevo esto –dijo Michael despegando un mapa de Uruguay– ¿Tienen los datos que solicite? –grito a algunos de sus hombres.



- Si señor –dijo uno entregándole un plástico enrollado



Eso llamo mi atención. Al desplegarlo sobre el mapa del país, pudo verse un montón de puntos rojos, cada uno de ellos representaba un prostíbulo o al menos un sector dominado por ellos.



- Bien… tranqueras, esta acá –comenzó diciendo Michael– eso quiere decir que Mariza… tuvo que salir de alguna de estas cinco propiedades.



- Señor ¿Cómo seguimos?



- Debemos ir al pueblo y recorrerlo hasta encontrarla ant



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