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Capítulo 20 (Agostina)
La tercera patada azoto con fuerza contra la inmovible puerta, completamente agitada di un cuarto golpe, aunque más débil que las veces anteriores.
—Es un camión blindado Mariza. No vas poder abrir esa puerta y aunque lo hagas liberarían una orden de captura. ¿Es eso lo que queres?
Escuche su comentario, pero lo ignore totalmente. Tome un poco de distancia y golpee con el hombro una vez y otra vez y otra vez. Hasta caer rendida contra una de las esquinas de esa irrompible caja
—Yo no tengo que estar acá soy inocente, no hice nada, nada.
—Tranquilízate. No es por vos, seguro es por mí.
El camión blindado siguió su marcha, totalmente ajeno a mis interminables suplicas. Mis patadas continuaron cada vez más débiles a medida que mi cuerpo comenzaba a cansarse nuevamente, de un momento para otro el vehículo se detuvo de golpe fue la misma inercia la que se encargó de darme una lección. Salí despedida dándome un fuerte golpe contra la parte delantera de la caja.
—Te dije que te tranquilizaras, se supone que tenés que ir sentada acá adentro.
—Claro… lo que digas – escupí mientras intentaba levantarme totalmente adolorida – por lo menos yo estoy intentándolo. Vos en cambio te quedas ahí, sentado como un idiota ¿no se supone que sos un súper soldado?
—¿Súper soldado? Soy un agente nada más, estamos en un camión blindado, rodeados de policías, solo tenemos que esperar.
Se acercó a mi arrodillándose a mi lado, acaricio mi rostro con suavidad y beso mi frente.
—No llores, yo voy a cuidar de vos.
—Siempre lo haces.
Las puertas se abrieron de par en par de un momento para otro, dos policías aparecieron nos gritaban y nos apuntaban sin piedad. Nos encapucharon escoltándonos a través de una entramada base, ignoro el tiempo que caminamos bajamos en un ascensor y llegamos finalmente a una habitación muy fría, tan húmeda que me recordó donde estuve cautiva al volver de Alemania.
—Muy bien, tienen que esperar acá. Vendrán a verlos en una hora más o menos.
—Esperen, esperen por favor… tengo derecho a hacer una llamada. – agregue
—Ves demasiadas películas –dijo acercándose hasta colocarse a mi lado– que linda que sos, podrías conseguir muchos privilegios si me tuvieras de amigo –su mano tomo mi cuello y sin medir palabra me beso.
Mi mente reacciono de inmediato, corrí mi rostro del suyo dándole una fuerte patada en los testículos. Mala idea, su compañero se acercó a mi dándome una fuerte cachetada que logro hacerme tambalear.
—Eh eh eh… se creen realmente tan hombres golpeando a una mujer indefensa.
—¿Tenés algo que decir? – dijo enfrentándolo uno de los guardias.
—¿Piensan que ustedes dos podrían encargarse de mí?
Estallaron en carcajadas mientras se miraban entre ellos.
—En primer lugar ¿para qué tendríamos que encargarnos de vos? Estas esposado y detenido dentro de una base subterránea llena de nuestros hombres.
—Si eso es verdad, pero… abrí mis esposas
Los dos agentes sacaron sus macanas atacando casi al unísono. El atrevido fue el primero en atacar, pero lo evito con suma facilidad antes noquearlo con dos golpes certeros en el mentón. Su compañero retrocedió dos pasos automáticamente. Michael se agacho para buscar la macana del hombre inconsciente. El segundo guardia lo observo durante unos segundos antes de atacar. Comenzó dando una serie de fuertes patadas, aunque ninguna de ellas logro tocarlo, retrocedió asustado y volvía a la carga. Tiro una fuerte patada, pero al fallar recibió un fuerte golpe en la frente. Un claro hilo de sangre comenzó a bajar por ella, notablemente mareado ataco una tercera vez recibiendo un fuerte golpe en el estómago, retrocedió dos pasos antes de dejarse caer de rodillas. Me observo con la mirada vacía durante unos pocos segundos antes que un fuerte golpe en el rostro lo dejara inconsciente como su compañero. Me apresure a tomar las llaves de mis esposas liberándome de una vez.
—Arriba Mariza, nos vamos agarra el handie. Apúrate – ordeno mientras espiaba por la puerta que no se acerque nadie – ¡Ya, ya, ya!
—Ya voy.
Salimos de la habitación hacia un pasillo completamente gris, pobres luces fluorescentes iluminaban nuestro camino, Michael me tomo del brazo obligándome a correr.
—¡Para! No tenemos idea de a dónde vamos.
—Seguime, no pienses.
Corrimos por un pasillo lo más rápido que podíamos, derecha, izquierda, derecha nuevamente parecía que sabía perfectamente a dónde dirigirse. Llegamos a un ascensor completamente negro, Michael contaba en silencio mientras el indicador mostraba claramente que alguien descendía del segundo subsuelo hasta el tercero donde estábamos nosotros, las puertas se abrieron. Nos acurrucamos lo más posible contra una de las paredes rogando que el guardia no mirara para donde nos encontrábamos.
—Por la puerta, vamos – ordeno mi compañero apenas paso el peligro.
Subimos por lo que parecía ser una escalera para casos de emergencia, iluminada por una tenue luz roja. Mi bolsillo comenzó a vibrar, alguien hablaba por el Handie.
—Ramírez, Urquiza ¿Dónde están?... ¿Me escuchan?... ¡Respondan!
Las alarmas se dispararon, las tenues luces rojas ahora titilaban un número infinito de veces mientras Michael prácticamente me llevaba a la rastra totalmente desesperado
—¡Dale, dale, dale! Deben estar registrando todo el edificio, piso por piso.
—¡Ya voy, va voy!
—Dale, tenemos poco tiempo.
—Dame un segundo – mi respiración estaba acelerada, tuve que sostenerme de la baranda de la escalera para no caerme – Me siento mal.
—Tranquilízate, te vas a hiperventilar.
—¡Ahora resulta que soy una prófuga de la justicia!
—Mariza.
—¡Nos van a agarrar o nos van a matar!
—Tranquila
—¡No me quiero morir acá!
Un fuerte cachetazo impacto contra mi rostro.
—¿Mejor? – Asentí más relajada, sus manos sostuvieron mi rostro mientras me miraba atentamente a los ojos – estas a salvo.
Subimos cuatro pisos hasta llegar al piso que creíamos el correcto. Apenas salimos nos encontramos con un guardia, levanto su arma contra nosotros, pero Michael lo sujeto apuntando su arma hacia arriba, tres disparos se escaparon en el forcejeo, la cabeza del pobre guardia fue golpeada tres veces contra la resistente pared de concreto antes de caer rendido al suelo. El escándalo que se produjo alerto a toda la seguridad, se escuchaba claramente como venían corriendo a nuestro encuentro, nos escapamos por uno de los pasillos mientras algunos disparos silbaban a nuestro alrededor, entramos por una de las tantas puertas trabándola con un pesado escritorio. Michael me tiro al piso cubriéndome con su cuerpo, un centenar de astillas cayeron sobre nosotros al compás de las armas automáticas, mire la puerta detrás nuestro que estaba llena de un numero desconocidos de orificios.
—Están totalmente dementes, quieren acribillarnos – agregue.
—Muy observadora Srta. Márquez. Arriba no tenemos tiempo que perder – Intentaban abatir la pobre puerta con fuertes patadas – A menos que desees quedarte.
Me levante con una sonrisa ante su sana actitud, me daba esperanza. No nos ganarían, podíamos resolverlo.
Ante nosotros un largo y oscuro pasillo nos condujo hasta una única puerta, pero al entrar todas las esperanzas se cayeron al piso. Nos recibieron los aplausos de Agostina mientras los dos agentes que la acompañaban nos apuntaban.
—¡Bravo! Muy bien, no podía esperarse menos de un agente del IAF – comento sonriente.
—¿Qué es todo esto? – agrego Michael
—Maravilloso Michael. Me sorprendiste mucho, tres minutos veinte segundos – Se acercó – bajen sus armas por favor – ordeno a sus hombres.
—¿Qué querés realmente?
—Hablar con vos. Desármenlo por favor
Los guardias se acercaron rápidamente listos para desarmarlo, pero él fue más rápido. Extendió el brazo con el que sostenía el arma, pero antes que pudieran tomarla disparo. La bala llego a la rodilla derecha del pobre guardia. Su compañero intento en vano golpearlo, Michael lo tomo del cuello. El pobre hombre lucho por zafarse, pero al cabo de unos segundos sus movimientos cesaron, dejo de luchar cayendo al suelo.
—¡Por dios! – escapo de mis labios – ¡Lo mataste! mataste a un agente.
—No está muerto – agrego defendiéndose – esta inconsciente.
Michael puso su pistola en la sien derecha del guardia herido. La mirada de Agostina mostraba preocupación, como si estuviera revolviendo en su mente buscando una solución a toda esta mierda que se había generado.
—Ordena que abran las puertas – comenzó Michael
—O sino… ¿qué? – contraataco Agostina – estas en un bunker, no estás en condiciones de dar ninguna orden.
—Voy a matar a tus agentes.
—¿Quieres matarlos? Adelante podés hacerlo – El guardia fijo sus ojos en Agostina, un pequeño espasmo había recorrido todo su cuerpo – podes matar a ese agente herido, a su compañero inconsciente, a cada uno de los agentes dentro de esta base si lo deseas. ¿Y después qué? Después de una semana ¿Qué? Después de un año ¿Qué? Después de cinco años ¿Qué? Michael ¿Vas a vivir escondiéndote? Nunca vamos a dejar de buscarte ¿Vas a morir debajo de un puente? morir como un don nadie.
—¿Me ofreces algo mejor?
Agostina soltó una corta risa que resonó dentro de la habitación, parecía que era la única que le encontraba algún tipo de gracia a todo lo que estaba pasando. Debía ser porque nadie había intentado acribillarla minutos antes.
—Deja a ese agente por favor, acaba de ser padre hace apenas tres días – comento esperando pacientemente hasta que Michael guardo el arma – Queremos que trabajes con nosotros ¿Quieres poder vivir sin esconderte? Puedo limpiar tus antecedentes ¿Te gusta el nombre Michael? Te lo doy ¿te gustaría trabajar en alguna agencia gubernamental? Lo puedo conseguir.
—Es una gran propuesta, pero no tenés el poder para hacer absolutamente nada de eso.
—Claro que no. Yo no tengo ese poder, pero mis superiores sí. Estoy autorizada a cerrar el acuerdo. Sí o sí.
—Quiero poder vivir tranquilo – la sonrisa esperanzada de Agostina reapareció – Hay otra cosa. Quiero que aseguren también la libertad de Víctor Vask y Mariza Márquez – La sonrisa desapareció.
—¿Qué? Víctor Vask ¿Por qué? No, el acuerdo solo te incluye a vos.
—Bien. No hay acuerdo.
El ambiente estaba cargado con una pesada energía. Las miradas desafiantes de ambos parecían competir una contra la otra ¿Ahora también protegería a Víctor? La situación me confundía mucho. Se escucharon pasos acercándose, la puerta se abrió de una tremenda patada, todas las armas ahora apuntaban contra nosotros en cuestión de pocos segundos nos rodearon mi cuerpo se llenó de puntitos rojos provenientes de sus miras. Levante los brazos rindiéndome de forma casi automática.
—¡Basta, bajen sus armas manga de imbéciles! Ayuden a estos agentes. Necesito una conexión segura con Mando Uno ¡YA!
Se movieron rápido sacaron a los dos agentes que estaban todavía tirados en el suelo, uno de ellos parecía que usaba una pequeña mochila, se alejó un poco de nosotros y extrajo un teléfono de ella.
—Estrella Solitaria a Mando Uno ¿Me reciben?... Estrella Solitaria a Mando Uno…
El agente espero unos cuantos segundos antes de llamar a su jefa y pasarle el teléfono.
—Michael ¿Puedo preguntarte algo? – comencé diciendo
—¿Quieres que te diga cómo sabia a donde tenía que ir? – adivino mirándome con una sonrisa, simplemente asentí – conté los segundos que caminamos – respondió sin dar mayores explicaciones – no más preguntas intento saber que dice Agostina – dijo mientras la miraba fijamente.
—¿Cómo vas a saber eso? – susurre incapaz de callarme
—Estoy leyéndole los labios y antes que me preguntes. Si de verdad puedo hacerlo, soy un agente de élite entrenado para misiones de inteligencia. Ahora por favor, necesito silencio.
Muchas veces me hacía sentir como si fuera una nena tonta, pero realmente me sorprendían todas las cualidades que poseía Michael. Los agentes se paseaban a nuestro alrededor con la mirada siempre puesta en mi compañero. A varios metros nuestro Agostina discutía con sus superiores.
—Bien, todo arreglado. – exclamo Michael sonriendo.
Lo observe sin entender absolutamente nada. Recién cuando vi que Agostina se acercaba nuevamente a nosotros pude entenderlo.
—Es un trato – dijo tendiéndole la mano a Michael – Atención a todos. Desde este momento Michael trabaja junto a nosotros.
Se produjo un ambiente casi sepulcral, algunos agentes la miraban fijamente otros simplemente observaban un punto perdido en la habitación, uno de ellos se acercó a nosotros, dio una rápida mirada a Michael antes de observar a Agostina nuevamente.
—Señora, me informan que Víctor Vask y otro sujeto esperan pacientemente afuera.
—¿Cómo mierda hizo para encontrarnos? – pregunto extrañada – En fin. Bien Srta. Márquez hora de irse.
—¿Qué hay de Michael?
—No debe preocuparse por él, ahora trabaja con nosotros.
—No creo absolutamente ninguna palabra que sale de tu boca – contrataque enojada
—Mariza. Podes estar tranquila. Ellos me necesitan más de lo que yo los necesito a ellos – Explico Michael con paciencia.
—No quiero que te lastimen – conteste angustiada – no quiero que te hagan nada.
—No te preocupes por mí. Es hora que te vayas, Víctor vino a buscarte
Una pesada puerta se abrió ante nosotros, al otro lado esperaba un simple estacionamiento. Al cruzar Agostina hizo una rápida seña y la puerta volvió cerrarse. Observe a Michael mientras la puerta me dio tiempo. Su confiada actitud se mantenía inamovible, me saludo con su mano mientras mantenía su sonrisa tan característica.
Me escoltaron fuera del recinto en un vehículo completamente negro, tanto como sus cristales. Al detenernos en el exterior ya estaba esperándome Víctor junto a un hombre que resulto intimidante para mí. Supuse que ese era John, la persona en la que tanto confiaba. Subí al vehículo y esperar solo unos cuantos segundos antes de que podamos irnos a casa nuevamente.
El viaje de vuelta fue un auténtico martirio para mí, Víctor por alguna razón estaba enojado, no me dirigía la palabra apenas si me miraba, creo que incluso su hombre de seguridad se dio cuenta de eso.
Llegamos a casa y tras tata de entender que era lo que estaba pasando por su mente comenzamos a discutir, tal vez estábamos algo cansados o tal vez estábamos ya agotados de toda esta situación. Dijimos cosas que no debíamos decirnos, es algo que ambos teníamos que reconocer. Termine llorando en su cama abrazada a una de sus almohadas, su perfume entraba por mi nariz alterando mis sentidos, me levante solo para enterarme que Víctor se había ido hace mucho.
Reuní a todo el personal doméstico y les di la noche libre, corrí hacia la puerta norte los guardias me detuvieron con la típica excusa.
—Ya se ya se… que uno venga conmigo vamos rápido.
Recorrimos la ciudad comprando las cosas que creía necesarias para la cena de esa noche, intentaría copiar un platillo que mama hacia siempre que mi padre se enojaba, era como un pasaje hacia la reconciliación de ambos, tal vez con Víctor sucediera la mismo.
Con la cena ya resuelta me dispuse a comprar algunas otras cosas que darían un detalle más íntimo al asunto, la discusión seguía tan firme en mi mente. Rogaba que todo hubiera sido presión del momento y que Víctor estuviera realmente arrepentido de haberme lastimado. Mis guardaespaldas estaban intranquilos por haber detectado un vehículo que nos seguía, realmente yo también me sentí muy intranquila al saberlo, pero que no nos atacaban me hacía pensar en dos posibilidades. Podría ser gente de Michael, siguiéndome como siempre había hecho o podría ser gente de mis nuevos amigos de INTERPOL.
De una u otra forma volvimos a la mansión. Comencé con todos los preparativos, parecía como si el tiempo volara a una velocidad exagerada. Me coloqué mis auriculares y empecé a bailar al ritmo de la música, el delicioso aroma comenzaba a llenar la cocina, necesitaba preparar la salsa. Pato a la naranja con salsa agridulce y papas a la francesa, delicioso.
Me había alejado tanto del mundo que no percibí el momento en el que entro, al voltearme pude ver que me observaba, mi cuerpo se paralizo al momento, no lo esperaba… todavía no estaba lista la sorpresa. Se acercó a mí, retrocedí… noté como eso lo había lastimado. La discusión logro hacer que nos sinceráramos tanto así que Víctor lloro frente a mí, pobre amor mío. Me acerque a él besándolo con todo el amor que tenía en mí. Nuestros cuerpos no podían estar peleados, nos necesitábamos. Mordía mis labios, tiraba de ellos como si estuviera desesperado. Nuestras lenguas se encontraron, se exploraban como si fuese la primera vez.
Sus manos acariciaron mi cuerpo, desabrocharon mi blusa un botón a la vez sin que nuestros labios se separasen en ningún momento. Llego a mi cintura, desabrocho mi cinturón tomándose su tiempo y haciendo que me impaciente. El fino pantalón por fin cayo junto con mi ropa interior. Sus manos tomaron posesión de mis nalgas y sin previo aviso me levanto en aire depositándome sobre la barra de la elegante cocina. Un espasmo de frio se causó cuando la parte más delicada de mi piel toco la fría superficie. Me reí solo durante unos pocos segundos antes que nuestros labios volvieran a encontrarse, acaricio mi rostro apartando los clásicos mechones rebeles que como siempre querían caer sobre mis ojos.
Arrodillándose ante mí y sin previo aviso su lengua se perdió en mí ya impacienté sexo. Tome una fuerte bocanada de aire dejando escapar un suspiro tan ansiado. Mis piernas lo aprisionaron mientras su habilidosa lengua trataba con éxito de volverme loca. mis manos tiraban de su cabello mientras lo aprisionaba aún más contra mí.
—Esto no quiere decir que te perdone – dije totalmente agitada – todavía tenes que esforzarte mucho más.
Fue en ese preciso momento que sentí como sus dedos entraban en mí, gemí de forma casi involuntaria, mordí mi labio inferior sin soltarlo en ningún momento. Su lengua se concentró pura y exclusivamente en mi clítoris. Mi respiración aumento de forma gradual, todo mi cuerpo comenzaba a retorcerse de placer antes sus toqueteos.
—¡No, todavía no! – grite deteniéndolo
Lo traje traje una vez más hacia mis labios rodeando su cuello con mis brazos. Era momento de desvestirlo a él, como siempre había hecho mis manos destrozaron una nueva camisa, sonrió tirando la prenda al suelo, pero me privo del placer de seguir desvistiéndolo. Fue el mismo quien se sacó el pantalón quedando solamente con un bóxer color negro. Estaba a punto de sacárselo cuando lo detuve. Me miro extrañado como si pensara que nuestro encuentro terminara ahí.
“No amor, todavía falta para ganarte el perdón”
Baje de la barra totalmente ansiosa pero aun así quería que el disfrutara al máximo del placer del perdón. Arrodillándome ante él me tome mi tiempo para acariciar la clara erección frente a mí. Mi lengua recorrió toda la extensión de su miembro por sobre la delicada tela que lo cubría. Volví a lamerlo por completo, mis dientes lo apretaron poco a poco soltó un bramido. sonreí maliciosamente mientras me dedicaba a bajar esa prenda tan molesta. Lo tome entre mis manos jugando con él, lo majeaba mientras mis ojos no se apartaban de los suyos. Poco a poco lo fui introduciendo en mi boca, sus ojos estaban fijos en los míos mientras sus manos acompañaban el movimiento. Su miembro llego a mi garganta tosí sacándolo de mi boca, sonrió mientras me observa hacer un nuevo intento. Disfrute cada momento que mi lengua tuvo contacto con su miembro, mis dientes raspaban su superficie, me encantaba poder conocer su gusto, su esencia. Poco a poco fui poniéndose de pie mientras iba dejando un reguero de besos desde su pelvis hasta su pecho. Nuestras bocas volvieron a unirse. Me apoyé contra la barra sintiendo como a poco a poco se iba hundiendo en mí, un gemido ahogado escapo de mis labios, mis piernas volvieron a rodearlo sentí un placer inmenso en lo más profundo de mi ser mientras aumentaba cada vez más.
Mi cuerpo era movido como un trapo mientras él se hundía en mí, mis pechos caían víctimas de su boca…de sus dientes. Mis pezones completamente duros eran sensibles a cualquier contacto…. Cualquier simple rose desataba una explosión tras otra en mi cuerpo sobrecargándolo de estímulos. Tome sus cabellos entre mis manos tirando de ellos, su respuesta fue un bramido seguido de una renovada explosión de energía. Volví a tirar de ellos, la misma situación se repitió, entre en un círculo vicioso volviéndolo cada vez más loco, mientras mi cuerpo soltaba un gemido tras otro. Envueltos en una tormenta de placer y casi al unísono alcanzamos el clímax terminando rendidos contra la barra que seguía sosteniéndonos. Las piernas de Víctor fallaron en un momento por lo que casi nos caemos, me deposito sobre la estructura mientras ambos comenzábamos a reírnos llenos de felicidad.
—¿Hice méritos suficientes para ganarme mi perdón?
—Digamos que… estas a prueba – dije sonriente mientras volvía a besarlo.
Fue entonces cuando lo notamos, la cocina apestaba a humo. Recordé entonces que estaba cociendo antes que el viniese a interrumpir mi estrategia de reconciliación, aunque a fin de cuentas no me había hecho falta.
Todo estaba quemado, desde el pato pasando por la salsa e inclusive las papas. Nos sentamos juntos respirando todavía un poco de humo.
—¿Cómo está la cena mi amor?
—Delicioso – luego de meditarlo durante unos segundos, dio otro bocado – no sabía que cocinaras tan bien.
Me reí por lo bajo viendo como devoraba el tercer bocado, dijese lo que dijese sus gestos no mentían tan bien como el ¿buscaba que lo perdonase o simplemente no quería que me sienta mal? Fuese cual fuese la razón me sentía bien, estaba a punto de deshacerse de una de las cosas más importantes de su vida solo para complacerme ¿Cuántas más pruebas de amor podría necesitar?
—¿Pedimos comida a domicilio?
—Por favor… – respondió rápidamente lo que causo la inmediata risa de ambos.
Este tipo de momento que compartíamos me hacían creen que todo estaba bien, me hacían olvidar de toda la porquería que nos rodeaba a diario ¿Sera que lograríamos vivir en paz? A mi parecer contábamos con todo lo necesario, teníamos a Michael y sus hombres además de los agentes de INTERPOL seria solo cuestión de tiempo para ver caer a Sara y sus aliados.
Por fin el día que tanto anhelaba se hizo realidad, las industrias Vask pasaban oficialmente a manos del grupo norteamericano Hudson. Eva como persona elegida por ambas partes se haría cargo de todo. Se hizo un gran evento donde mi amiga totalmente envalentonada hablo sobre devolverle la gloria a las industrias, la multitud la aplaudió rindiéndose ante sus encantos. Golpe maestro de mi amado, la gente la ama.
A la mañana siguiente todo comenzó bien, entre besos Víctor logro despertarme. Desayunamos en su despacho viendo lo bien que había caído la intervención de mi amiga, pero cuando las cosas se ponían más interesantes entre nosotros fuimos interrumpidos por el chofer y mi nueva suegra la señora Lucrecia Vask. La charla continua de forma animada hasta que en un momento aparece Michael, me quedé tan sorprendida de verlo ahí que no pude disimularlo. Mi sádico amigo hablo unas palabras con lucrecia y luego pido hablar a solar con Víctor. Me despedí de ambos contenta, me llenaba de alegría que por fin pudieran hablar educadamente.
Mis planes eran visitar a Eva antes que arrancara el ocupadísimo día que le esperaba como CEO de Industrias Vask, pero antes que pudiera irme fui interceptada por mi nueva suegra.
—Mariza ¿podemos hablar? – comenzó diciéndome, siempre acompañada por el chofer de mi amor.
—Claro Sra. Vask ¿En que puedo ayudarla?
—Realmente cuando te vi dude si eras la mujer ideal para mi hijo primogénito – comento mirándome de arriba a abajo – Estas desalineada, tu cabello es un asco, lo mismo que tu forma de vestirte, tienes mala postura, veo que tampoco sabes comportarte en sociedad también me comentaron que no eres la luz más brillante de la cuadra, no creo que valgas la pena.
“¿porque me dices todo eso? Linda forma de presentarnos que tuvimos” las palabras frías y su dura actitud me habían hecho recordar a Lorena, baje la mirada humillada. Pero al levantarla vi que me sonreía.
—Tranquila – susurro – eres hermosa – tomo mi rostro en sus manos y dio un beso en cada una de mis mejillas – no sabes los años que espere para ser la madre celosa. Hace tantos años que no tenía una conversación así con mi hijo. Creo que eres responsable que mi hijo encontrara finalmente la felicidad.
—Yo no estoy haciendo nada especial. Creo que me sobrevalora – admití
—Sea lo que sea que estás haciendo no te detengas.
—Ya me estaba asustándome con todo lo que me había dicho, le juro que por favor no quiero más enemigos.
—Te pido una disculpa por haberte asustado, tranquila. Te prometo que lo último que haría sería ser tu enemiga.
Ni siquiera puedo entender porque lo hice, pero me acerqué abrazándola con cuidado, lucrecia lejos de apartarme, se dedicó a acariciar mi cabello mientras tarareaba una canción. Ese simple gesto había hecho que me relajase, me trajo recuerdos.
—¿Me harías un favor? – pregunto – De verdad quiero que te apresures en tener un hijo.
Me aparte de ella, totalmente extrañada. Que petición tan extraña.
—Bueno es algo que deberíamos ponernos de acuerdo con Víctor.
—Mariza…. Voy a ser sincera contigo.
—Lucrecia por favor – interrumpió el chofer.
—Déjame Lucio – Lo amonesto – Mariza me estoy muriendo. Se me termina el tiempo.
—No debe hablar así.
—Es la verdad en todo caso. Si espero a Alex podría no pasar nunca. Entiendo que suena raro y patético, pero realmente quiero poder abrazar a un nietito antes de morir – Expreso con actitud desolada con un brillo muy especial en sus ojos.
Esta vez seria yo quien la consolara a ella, la tome en mis brazos abrazándola totalmente conmovida. Pasaron los minutos antes que pudiera soltarme, por mi mente paso la idea de cómo una mujer tan poderosa podía verse tan derrotada.
Llegue al edificio de Eva acompañada por la seguridad quien se negaba a obedecer alguna de mis ordenes solo importaba lo que Víctor pudiese decir, me baje del auto blindado acompañado por dos agentes mientras ellos esperaron en la puerta me dirigí a los ascensores, llegue al departamento siendo recibida por los abrazos de mi amiga. conversamos sobre las ideas que tenía para el comercio con oriente y la reestructuración de las industrias. Era increíble pensar en que ella ahora como nueva CEO podía cambiar las cosas demostrar que se habían terminado los pactos con los gobiernos de factos y los grupos terroristas, el tiempo paso mientras conversábamos hasta que un gran estruendo proveniente de la calle pudo escucharse, me asome para ver por la ventana encontrándome con una columna de humo negro que se elevaba hacia los cielos.
—¿Qué está pasando? – pregunto confundida Eva antes lo que aparecía ante nosotras
—¡vámonos! – le grite tomando mi bolso.
Por mi mente paso la idea de que había llegado mi tiempo de proteger a alguien. Saque mi pistola nueve milímetros asustando todavía más a mi amiga. salimos al pasillo donde copie un truco de mi sádico amigo, espere pacientemente para ver cuantos segundos tardaba el ascensor en recorrer la distancia de un piso a otro.
—¡Por la puerta ya! – ordene a Eva.
Corrimos por la escalera de emergencias mientras podíamos escuchar como comenzaban a bajar también sea quien sea que nos persiguiese ¡Teníamos que salir a los pasillos, y encontrar ayuda… quien fuera! Dos disparos pasaron a nuestro alrededor mientras dábamos gritos espantadas, ignoro cuantos pisos bajamos hasta que salimos a uno de los pasillos solo para encontrarnos con dos hombres apuntándonos, levante mi arma apuntando a la cabeza de uno de ellos. Imagino que entre lo agitada que estaba y el hecho que estaba asustada – aunque no tanto como cuando me apuntaron por primera vez – sería un factor para no ser intimidante para ellos.
Retrocedí lentamente mientras mantenía mi arma lo más firme que podía, sentía la respiración asustada de Eva sobre mi oído y luego uno de sus gritos al ver que los otros hombres nos alcanzaban, tomándola de sus cabellos la apartan de mi lado poniendo un cuchillo en su cuello.
—¡Mariza! —grito desesperada.
Me encontraba totalmente impotente, quería llorar de bronca al saber que ya no había nada que pudiéramos hacer. El cuchillo acaricio suavemente su piel. Mi vista estaba fija en eso.
—¡Atrás! – dije poniendo el cañón del arma en mi sien derecha – un paso más y me mato.
—¡Mariza, No! – grito desesperada mientras se retorcía tratando de liberarse, las lágrimas inundaban sus ojos cayendo sin control.
“Perdón amiga, pero es lo único que se me ocurre para que no piensen en tocarte y para ganar algo de tiempo.”
—Están a un solo paso de fallar en su misión ¿Qué piensan que hará Sara con ustedes? – se quedaron inmóviles durante unos segundos.
—Está bien – pronuncio el hombre que sostenía a Eva – tira tu arma y a tu amiga no va a pasarle nada.
—¡No! – grito ella desesperada, por lo que fue golpeada en el rostro.
—¿Es un trato? Yo me entrego y no pueden tocarla – pregunte aun con el arma firme en mi cabeza.
—Es un trato. Baja el arma deposítala en el suelo y patéala hacia mí.
Cada segundo se me hizo eterno mientras trataba de encontrar alguna alternativa a todo lo que estaba sucediendo, pero realmente no encontraba ninguna. El cuchillo en el cuello de Eva comenzaba a hacer presión contra su piel. Baje mi arma siguiendo cada una de las indicaciones. Tardaron solo una fracción de segundo en apalancarse sobre mí, las ultimas cosas que pude ver fue como la cabeza de Eva golpeaba contra una de las puertas cayendo inconsciente y siendo abandonada en cuanto a mí que me removía rasguñando, pateando o mordiendo, el mismo hombre que ataco a mi amiga levanto su puño contra mí y al bajarlo todo poco a poco comenzó a desvanecerse.
Poco a poco comencé a despertar, mi cabeza me dolía muchísimo lo mismo que todo mi cuerpo. A medida que mi cuerpo se acostumbraba a la tenue luz pude ver que estaba en una habitación muy sucia, escuche ruidos a mi alrededor – ¿Quién anda ahí? – pregunto mi mente, aunque dudo que haya salido de mis labios, me levante como pude, poco a poco el mundo se detuvo, mi vista pudo centrarse. Alguien se sentó a mi lado.
—Hola – dijo la extraña chica —¿Estas bien?
—¿Dónde estoy? – Pregunte confundida y muy adolorida.
—Bienvenida a Uruguay, el mareo que posiblemente sientas es por las drogas que te inyectaron.
—¿Me drogaron? No entiendo nada ¿Por qué estoy aca?
—No lo sabemos las otras chicas y yo tenemos prohibido hablarte, me mandaron a ver si habías despertado ya. Nada mas
—¿Que es este lugar? No entiendo nada ¿Eres también una rehén?
—Esto es una sucursal al infierno. Llevo años acá, bueno acá, acá no. Te van cambiando de lugar, siempre pueden llamarnos. Políticos, empresarios, nobleza, gente con mucho dinero ¿Qué más da? Las mujeres siempre somos un buen negocio.
—¡Que espantoso! – escapo de mis labios comprendiendo lo que me decía – tenemos que salir de acá.
—No hay salida de acá – agrego pesimista.
En otra ocasión abría invertido mi tiempo en convencerla de que me acompañase, pero viendo el escenario frente a mí me di cuenta de que sería inútil y que lo mejor sería escapar sola y volver con ayuda. Camine por la habitación tratando de no hacer ruido, pero estaba claro que el sigilo no era una de mis habilidades más destacadas. Apenas había salido de la habitación donde estaba recluida cuando un guardia pudo darse cuenta de que estaba despierta se acercó a mi tratando de poner sus manos sobre mí, fue en ese momento que las clases de Michael venían una vez más a mi mente.
**
El Sector-Dos rebosaba de leales hombres a mi sádico amigo, me habían permitido quedarme, por lo que en esa semana me esforcé al máximo en cumplir con sus exigencias en cuanto a entrenamiento.
—Mariza, mariza… ¿Puedes prestar atención? Esto podría salvar tu vida algún día. No quiero tener que repetirlo – me llamo la atención Michael.
—Lo siento Michael – respondí inmediatamente.
—No lo sientas, solo presta atención. Bien en algunos casos un enemigo podría optar por un ataque frontal – Levanto la mano y con una seña llamo a uno de sus soldados – Ok, quiero que ataque a Mariza, trata de sujetar su cuello – le ordeno
—No estoy muy segura de esto – admití.
—Tranquila, no pasa nada. Bien, una opción Srta. Márquez seria usar la palma así – explico levanto su mano su mano en un arco vertical – y golpear con fuerza el tabique del atacante. Lo que podría causar que este se rompa dándote la oportunidad de irte. ¿Listos? Ahora.
Observe como él venía rápido hacia mí, lo esquive haciéndome a un lado y retrocedí. Se abalanzo de nuevo sobre mí. Esta vez siguiendo cada paso levante mi palma lo más rápido que pude cumpliendo mi objetivo.
Los demás soldados aplaudieron y se burlaron de su compañero adolorido en el suelo.
—Bien hecho Srta. Márquez – me felicito sonriendo mi sádico amigo.
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Con un fuerte golpe en la nariz del guardia logre incapacitarlo. Muy asustada y sabiendo que mi tiempo era limitado corrí lo más que pude esquivando las cosas regadas por el suelo, entre ellas otras chicas que habían caído rendidas a las poderosas drogas que les habían suministrado.
Me encontraba en un espacio muy oscuro tanto que apenas si podía ver hacia donde me dirigía, el olor que se respiraba era nauseabundo, era algo que no podía describir, podía escuchar como el guardia corría detrás de mí, en dos ocasiones logro sujetar mi ropa, pero en cada ocasión pude liberarme. mi esperanza resucito cuando vi una luz al final de un largo pasillo, un amplio salón se abrió frente a mí. Busque algún sitio donde escóndeme, pero al no hallarlo me entrar por una de las puertas, craso error. Me recibieron con un fuerte golpe en el estómago, mi cabeza fue empujada con fuerza contra la firme pared de madera revotando como si de una pelota se tratase. Caí rendida a los pies de un grupo de hombres, aunque ninguno de ellos se movió ni un solo centímetro luego de eso, el guardia que se supone debía mantenerme cautiva por fin me había alcanzado, aunque se acercó temeroso a sus compañeros. Podía escuchar como alguien se acercaba a mí, escuchaba sus pisadas cada vez más cerca. Mi cabeza daba vueltas, pero cuando por fin pude observarla bien, vi a una mujer sin ningún tipo de brillo en los ojos. Parecía que su expresión fuera vacía, carente de cualquier sentimiento.
Vestida con un elegante traje y un cabello prolijamente recortado mostraba una apariencia totalmente profesional, mi vista se centró en la pistola que llevaba en su mano derecha. Se puso en cuclillas a mi lado y con una voz suave me hablo.
—Mariza Márquez... al fin. sabes cuantos problemas me has causado? – comenzó diciendo – como puede ser que a mi gente le haya costado tanto y mi.... me resulto tan aburrido, eres muy predecible.
No me sentía con las fuerzas para responder absolutamente nada simplemente la observe mientras daba vueltas a mi alrededor
—Señora, discúlpeme... no se volverá a repetir, fue un descuido – dijo el guardia al que yo misma había lastimado
—por supuesto que no se volverá a repetir, estoy segura.
Con rapidez levanto su brazo efectuando un disparo en el estómago del pobre hombre.
—Escolten a la mariza de nuevo a su habitación y estaba vez encadénenla inútiles o serán los siguientes.
—Si señora ¿que hacemos con el herido?
—Dejen que se desangre, odio a los inútiles.
Mi cuerpo fue levantado como un simple trapo de piso llevándome nuevamente hacia el área de confinamiento, las lamentaciones de ese guardia y sus quejidos resonaban en mi mente mientras nos alejábamos paso a paso del lugar, finalmente Sara en persona había aparecido. que terrible mujer.
**********
Los contactos de John habían pasado el dato de donde podría estar alojada Mariza. Según parece era un refugio subterráneo donde llevaban detenidos para interrogatorio. Volví a llamar a la Sra. Hudson disculpándome y ofreciéndole cenar esa noche para poder afinar todos los detalles.
El vehículo por fin se detuvo frente a un gran edificio, parecía ser una plaza de estacionamiento como cualquier otra.
—John… ¡John! ¿Seguro que es acá?
—En efecto Sr. Vask fue la dirección que me pasaron, debem – de pronto hizo silencio metiendo la mano dentro de su elegante chaleco gris, contesto un teléfono que ni siquiera había hecho un pequeño sonido – Hola…correcto… ¿cargo?... ¿nada?... ¿Cuándo la sueltan?... OK, si esperamos.
—¿Y? – dije apenas corto – John ¿Qué te dijeron?
—No está detenida, no hay ningún cargo en su contra. Están por soltarla.
—¿Y porque esta acá entonces? – Interrogue.
—Según parece el operativo era para detener a Michael y ella por estar con él fue detenida.
Mi mente se nublo de un momento para otro, una mano temblorosa subió hasta mi cabeza en un intento de contenerme, pero era tarde mi furia salió despedida mientras golpeaba con todas mis fuerzas el volante.
—Señor, señor… relájese. Ya van a soltarla. Tranquilícese.
—No es por eso. Es ella, estoy tan harto John… tan cansado.
Me miro durante unos segundos fijamente, parecía que una idea se cruzara en su mente, pero no lo diría, sus pensamientos siempre eran un misterio.
La espera duro bastante más de lo previsto, tuve tiempo para pensaren varias cosas y sacar cuentas rápidas, analizar el panorama desde varios puntos de vista. Las puertas comenzaron a abrirse, una hermosa camioneta negra apareció ante nosotros. Nos bajamos del vehículo y esperamos que ellos hicieran lo mismo. Apareció en escena Mariza y junto con ella una mujer más o menos de su
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