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INTRODUCCIÓN:
El Gato Feliz es una Disco-bar a las afueras de una populosa ciudad, los fines de semana funciona como una discoteca normal, entre semana es una disco de encuentros entre personas: amigos, amantes, desconocidos, que buscan evadir la soledad. Hay un día entre semana, el jueves, que el perfil de los clientes es de mujeres de 30 a 45 años, que se sienten solas, separadas, divorciadas, viudas, solteras e incluso casadas, que sus maridos están de viaje o trabajan fuera, todas ellas buscan una relación esporádica, sin compromisos, normalmente con hombres mas jóvenes y sobretodo buscan discreción, saben que en El Gato Feliz lo pueden encontrar.
Historias de El Gato Feliz son relatos independientes entre si, cuyo único nexo es la discoteca llamada El Gato Feliz. Mi nombre es José Antonio, fui por primera vez a esta discoteca con 16 años, y durante cuatro años me convertí en cliente asiduo, sobretodo de los jueves noche, al principio un imberbe que buscaba el polvo seguro y rápido con mujeres maduras, hasta terminar siendo el amante discreto de una noche o varias.
Dentro del local tenia un contacto, Katia, la camarera rusa, era difícil saber su edad, debía tener entre 25 y 30 años, rubia casi platino, con una buena delantera, siempre vestía provocativamente, pero no permitía el menor atrevimiento, muchos habían intentado llevársela a la cama, pero a todos les había dado calabazas, entre ellos estaba yo. Ella era la encargada de señalarnos los posibles objetivos.
ADELA
Como cada jueves por la noche, mis tres amigos y yo, teníamos un destino obligado, El Gato Feliz. Y como cada jueves hacíamos mecánicamente lo mismo, un vistazo general del local y nos separábamos. Yo como siempre me fui a ver a Katia.
- “Buenas noches, eres la dueña de mis sueños” le dije a Katia.
- “Buenas noches, soñador de imposibles” dijo.
- “Por intentarlo que no quede” dije.
Katia sonrió, su dentadura era perfecta, su blancura resaltaba en la tenue luz de la disco.
- “¿Que tenemos esta noche?” pregunte, ella sabia que mi debilidad eran mujeres solitarias, y a ser posible que no fuesen clientes habituales.
- “Para ti poca cosa” dijo.
- “¿Y si no fuese para mi?” pregunte.
- “En el quinto taburete de la barra, la del pelo castaño claro, suele venir bastante por aquí, tengo entendido que le va la marcha” dijo.
Mire hacia el lugar indicado por Katia, la mujer de pelo castaño claro (tirando a rubio), la recordaba de otros jueves por la noche, no era muy alta, vestía con un blusón largo color beige, y unos pantalones azules de pata ancha, unos 35 años. Me acerque a ella.
- “¿Que hace una mujer tan bonita sola en un lugar como este?” dije.
Me miro de abajo a arriba, sonrió.
- “Sola no estoy, aquí estamos muchas personas” dijo.
- “Me refiero sin compañía” dije.
- “Tal vez porque no ha llegado nada interesante” dijo.
- “¿No te parezco interesante?” dije.
- “No se, ¿Puedo comprobarlo?” dijo.
- “Comprueba todo lo que quieras” dije.
Sin decir nada mas me cogió el paquete con la mano, lo toqueteo, me quede parado por la sorpresa.
- “No esta mal, ven conmigo” dijo.
- “¿A dónde?” dije.
- “A donde va ser, a follar” dijo, me había soltado el paquete y agarrado de la muñeca.
- “Pero así, sin hablar antes ni nada” dije sorprendido por el descaro de ella.
- “Para que hablar, yo vengo aquí a follar con chicos jóvenes y tu a follar con mujeres maduras, o es que tu vienes a charlar” dijo tirando de mi.
Era la primera vez que una mujer era tan directa; pero realmente tenia razón, yo iba a ese local los jueves a follar.
- “Al menos nos podemos presentar, me llamo José Antonio, ¿Y tu?” dije, algo asustado.
- “Te podría decir cualquier nombre y nada cambiaria, pero me llamo Adela, ¿Nos vamos?” dijo.
Mire a Katia, no estaba sonriendo se estaba carcajeando, ella sabia como las gastaba la dichosa Adela.
Salimos, en frente había un hotel, que se llamaba igual que la disco El Gato Feliz, era del mismo dueño. No era la primera vez que yo entraba y por la forma de desenvolverse de Adela tampoco era su primera vez.
- “¿Cuanto tiempo?” dijo el recepcionista.
- “Una hora, será suficiente” dijo dejando el dinero sobre el mostrador.
- “Es la 24, en el segundo piso” dijo el recepcionista.
La había seguido como un autómata, sin decir nada, y cuando ella se dirigió a las escaleras yo la seguí. Llego a la puerta de la habitación, abrió y entro. Yo la seguí a dentro, dejo el bolso sobre una silla, se acerco a la cama comprobó la dureza del colchón y seguidamente se acerco a su bolso.
- “Antes de nada, sin besos en la boca, no chupo pollas, ahí tienes, escoge” dijo tirando algo sobre la cama.
Mire mas detenidamente y eran preservativos, había de diferentes colores, y al tocarlos comprendí que también eran de diferentes texturas. Cogí uno.
- “Este vale” dije.
- “Desnúdate” dijo.
Sin esperar a que yo lo hiciera ella se quito el blusón, dejando ver un sujetador blanco, sus tetas sin ser muy grandes parecían se iban a salir, al quitarse el sujetador aparecieron sus tetas, eran blancas y no eran muy grandes, pero las aureolas de los pezones y los mismos pezones si que eran grandes y oscuros.
- “Date prisa que la hora pasa rápido y yo he venido a follar” dijo.
Se termino de desnudar, con lo ligera que era esperaba ver un coño totalmente depilado, pero no fue así, tenia abundante vello púbico. Se tumbo sobre la cama, encogiendo las piernas y abriéndolas, dejándome ver su coño.
Me puse el preservativo en los dientes, y me desnude, si yo estaba sorprendido mi polla no lo estaba menos, pero estaba tiesa.
- “Supongo que sabrás usar la gomita” dijo.
La sabía usar, era lo más normal en las relaciones surgidas de El Gato Feliz, aunque no terminaba de gustarme.
- “Claro que si” dije
- “Bien ya sabes las condiciones de cuello para arriba nada de nada, y la polla solo con gomita” dijo
A otro tal vez le habría intimidado, pero a mi no. Me acerque a ella, deje el preservativo sobre su ombligo, mis manos se posaron sobre sus pechos, ella dio un respingo, estaban algo frías, los manosee, acerque mi boca a uno de los pezones y lo chupe con fuerza, ella se removió en la cama, gimió, yo seguí con las caricias, baje mi mano y la pose sobre su vello púbico, lo acaricie, haciendo como si lo desenredase. Adela estaba muy excitada, cuando mis dedos tocaron su clítoris, y su rajita la tenia húmeda, muy húmeda. No necesite chuparme el dedo y ensalivar el coño, mis caricias con los dedos surgían efecto, sus pezones parecían haberse duplicado en tamaño y endurecido, me separe de ella y metí mi cabeza entre sus piernas, si bien ella no chupaba pollas a mi si que me gustaba chupar coños. Mi lengua y mis labios acariciaban una y otra vez su clítoris y sus labios vaginales, tal era su excitación que alcanzo un primer orgasmo, aproveche los fluidos de su coño para lubricarme la polla, y delante de ella me comencé a masturbar.
- “Ni se te ocurra metérmela sin el preservativo” dijo mientras se acariciaba sus pezones con una mano y el clítoris con la otra.
Por un momento por mi mente paso el metérsela a pelo, pero debía ser consecuente, me puse la goma, y me acerque a ella, apoye mis manos en sus rodillas para tomar cierto impulso al penetrarla, dio un grito. Comencé el vaivén, hacia delante hacia tras, ella cruzo sus piernas sobre mi espalda obligándome a que la penetración fuera profunda y completa. Por mi parte le agarre las tetas y las estruje, sus jadeos iban en aumento y a mi me excitaba mucho, no tardaría mucho en correrme, con mi boca volví a buscar sus pezones, los mordisquee, eso pareció excitarla mas y sus movimientos fueron mas rápidos y fuertes, yo la acompañe con mis movimientos de caderas.
Unos minutos después me corría, mi leche salía y se quedaba en la goma, ella estallo en un grito al alcanzar su segundo y definitivo orgasmo.
Unos minutos después ella aflojo sus piernas de mi espaldad.
- “Sal de dentro de mi, con cuidado de no derramar ni una gota” dijo.
Con cuidado salí. Me quede de pie delante de ella observando su desnudez, ella sin darle importancia se levanto fue al lavabo, unos minutos después salía y se vestía, me miro sonrió.
- “Esto se acabo, yo he disfrutado espero que tu también” dijo.
Que podía decirle, que no había disfrutado, lo cierto era que había disfrutado, tal vez no había sido el mejor polvo de mi vida pero no había estado mal. Yo también me vestí, bajamos al vestíbulo del hotel, y ya en la puerta.
- “¿Y ahora qué?” dije.
- “Tú no sé lo que harás, pero yo me voy” dijo.
Se dirigió al parking de la disco, vi como cogía su coche y se marchaba. Dude un instante y volví a la discoteca de El Gato Feliz, cuando entre vi a Katia, sonreía, me acerque a ella.
- “¿Que buen polvo?” dijo Katia.
- “No ha estado mal” dije moviendo la mano como si me temblara.
- “No te preocupes muchos han pasado lo que tú” dijo marchándose.
Aquella noche me sentí utilizado. Aunque pensé muchos hombres les gustaría ser utilizados como yo lo había sido.
Pasaron las semanas, Adela seguía siendo una asidua de los jueves, cada jueves un chico nuevo, nunca repetía.
Dos meses después de aquella noche tan poco romántica, un martes por la mañana, estando en el instituto se iba a proyectar una película sobre la evolución, mi sorpresa fue encontrarme con Adela, era la mujer de un profesor del instituto. También ella se sorprendió porque me reconoció, y se dio cuenta de que yo también la había reconocido.
Comenzó la proyección de la película, solo habían pasado cinco minutos cuando sentí que me tocaban el hombro, reconocí a Adela, la vi salir de la sala, un minuto después era yo el que salía, me estaba esperando.
- “Tenemos que hablar” dijo Adela, había perdido la arrogancia de aquella noche.
La conduje a una clase.
- “¿De qué quieres hablar?” le dije.
- “Puedes imaginarlo” dijo.
- “Supongo que es sobre El Gato Feliz” dije.
- “De eso mismo” dijo.
Sabía que la tenia cogida, era el momento de mi venganza, debía ser una venganza placentera.
- “Ven” le dije, cogiéndola de la mano.
- “¿Donde me llevas?” dijo.
- “Ahora lo veras” dije la conduje a uno de los lavabos.
- “¿Qué hacemos aquí?” pregunto.
- “¿Te acuerdas las condiciones que pusiste en el hotel?” dije.
- “Si, nada de besos…” no la deje terminar.
- “Pues bésame” dije.
Me miro, juntó su boca a la mía, con la boca abierta nuestras lenguas se buscaron. Cuando nos separamos.
- “Contento” dijo.
- “A medias” dije.
- “Qué más quieres” dijo.
- “No lo imaginas” dije.
Me desabroche el pantalón y me saque la polla, ella la miro, se arrodillo, la cogió con una mano, me masturbo hasta que mi polla estaba totalmente tiesa, primeo lamio la punta con la lengua, para terminar metiéndosela. Como me la chupaba, no era una novata, sabía hacerlo, le cogí del pelo para marcar el ritmo, cada vez más rápido estaba a punto de correrme, me pareció que la venganza había sido suficiente. Hice que parar, la mire a los ojos.
- “Estoy a punto de correrme, será mejor que termine yo solo” dije.
Sonrió, me hizo un guiño.
- “Ya que he llegado hasta aquí déjame terminar” dijo, y volvió a meterse mi polla en la boca.
Tan sorprendido estaba que no hice nada, y unos minutos bastaron para que mi cuerpo sintiera un escalofrió y me corriera, mi leche salió disparada en su boca, ella se trago mi leche y termino limpiándome la polla.
- “¿Qué te ha parecido? ¿Sorprendido?” dijo.
- “Ha sido genial” dije mientras me arreglaba.
Salimos del lavabo, primero entre yo en la sala y unos minutos después lo hacia ella. Al terminar la proyección, salimos el profesor, marido de Adela, estaba junto a mí.
- “Para el jueves quiero una redacción resumen de la película” dijo el profesor.
- “Entonces el jueves nos veremos” dije mirando a Adela.
Adela a sintió con la cabeza, me había comprendido.
El jueves siguiente, por la noche, entre como siempre en El Gato Feliz, y allí estaba en la barra, Adela, me acerque a ella la cogí de la mano y nos fuimos, ante la mirada asombrada de Katia, al hotel.
- “¿Cuanto tiempo?” pregunto el recepcionista.
Adela me miro sonrió.
- “Toda la noche” dijo poniendo el dinero encima del mostrador.
- “La 28, segunda planta” dijo el recepcionista entregando las llaves.
- “Segura, ¿Tu marido?” dije.
- “Esta fuera, en una reunión vuelve el sábado” dijo.
Comprendí porque no había estado por la mañana en el instituto.
Entramos en la en la habitación, aquella noche fue una noche de sexo, y más sexo, sin limitaciones, sin condiciones y sin preservativos.
EPÍLOGO
Adela siguió yendo a El Gato Feliz cada jueves, y siguió acostándose con diferentes chicos cada vez, solo conmigo repetía de vez en cuando, cuando finalizo el curso, me fui de vacaciones, a la vuelta supe que el profesor, el marido de Adela había sido trasladado a otro instituto en otra población, y nunca mas volví a ver a Adela, El Gato Feliz había perdido a una de sus parroquianas.
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