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Historia de la frontera 1: Lorena

Venia de acampar con unos amigos de las montañas del bosque nacional de Los Ángeles y entro a mi casa y escucho que el teléfono está sonando.  Contesto, y es mi primo, quien me pide que si puedo ir por el a la ciudad fronteriza de Tijuana.  Realmente estaba agotado, pero mi primo siempre ha sido buena onda conmigo, aunque realmente muy mala onda con las mujeres que ha tenido. Primeramente, se casó con una chica muy linda, cuyo único pecado fue parirle dos hijos y aumentar incontrolablemente de peso. Aun sin divorciarse, se juntó con una catracha de muy buena figura y aunque su rostro no era el más bello, lo compensaba el tremendo culo que se traía, pero después de un par de años donde le engendro un hijo y comprender que ella le llevaba por 10 años de edad, se había lanzado a su nueva conquista trayéndola ilegalmente hasta las tierras del tío Sam.

Me da el número telefónico del hotel donde se encontraba y me pide que le llame cuando yo ya me encuentre en la frontera.  Me voy al sur del estado haciendo esa travesía que ya he hecho en muchas ocasiones, pues mi madre trabajaba para una organización no lucrativa ayudando a los inmigrantes en los centros de detención los fines de semana y yo le asisto en muchas ocasiones.  En tres horas ya estoy en la frontera.

Le he llamado y me explica que es lo que debo hacer.  Para resumir, me dice que trae a su novia, quien pasara ilegalmente la frontera por lo que los traficantes de humanos denominan “la línea”, lo que significa que pasara con documentos alterados o simplemente adentro del baúl de un vehículo.  Me da detalles de cómo va vestida su novia, yo le doy detalles de que ropa visto, y él quien tiene ciudadanía del país, pasara caminando y nos encontraremos en un restaurante.  Después de más de una hora, veo llegar a una muchacha de vestido azul, igual al descrito, acompañada de dos individuos, que simplemente me saludan y se marchan en minutos.

Realmente, nuevamente el primo me sorprendía, pues esta chica de vestido azul era una chica muy bella.  Con su vestido bastante pegado a su cuerpo y con una falda que dejaba ver las rodillas, ella se miraba espectacular.  Ya por aquellos días y a mi edad de 18 años, podía entender que la suerte del primo con las mujeres, se debía a su personalidad amigable, pero más que todo a su salario de ingeniero industrial, que le facilitaba pagar la manutención de sus tres hijos, con dos mujeres diferentes y todavía complacer a otra novia.

Nos quedamos haciendo tiempo en el restaurante, seguimos tomando café haciendo una plática trivial, mientras esperábamos la llegada del primo.  Debo recalcar que, en la época de los ochentas, no contábamos con teléfonos celulares, e incluso por este tiempo, todavía no aparecían los “beepers”.  Por cuestión que estábamos en la frontera y que ya teníamos un par de horas esperando en el restaurante, he decidido salir junto a Lorena, y seguir con la espera en el centro comercial del lugar.  Como Lorena viste elegantemente, eso me da un poco de seguridad y creo que podemos pasar desapercibidos.  Otra hora pasa y ha comenzado a oscurecer y decido regresar para la ciudad donde vivimos.  Ya nos hemos presentado con Lorena, hemos hecho algo de plática y ahora me cuenta de su aventura cruzando la frontera:

—Esos hombres son unos abusivos: cree me dice que yo debo aparentar ser su esposa, que debo actuar con naturalidad, sin mostrar nervios, y el muy idiota me ha puesto la mano sobre mis piernas, me agarra el trasero y me comienza a besar.  Miré, como hubiese querido darle una bofetada, pero me contuve simplemente porque estoy en terreno ajeno.

—¿Esto sucedió en el coche cuando pasaban la frontera?

—¡No! Esto sucedió en el cuarto de hotel que ellos me llevaron.  Según el muy idiota, era para comenzar a practicar y que perdiera los nervios.

—Mire que primo, yo no sé por qué la dejo a usted con esos tipos, pues él sabe que las mujeres son muy vulnerables con gente como esa.  Especialmente usted, que realmente es una mujer muy atractiva.

—¡Gracias Tony! ¡Gracias por su cumplido!

—¡Disculpe Lorena!  No es ningún cumplido, usted es una mujer muy bella, que realmente no sé lo que usted le ha visto al primo, pero de gustos hay gusto.  -le he dicho riendo.

—Mire que usted es muy guapo.  Realmente a mí nunca me han atraído los hombres con cabello largo, pero en usted se mira muy masculino.  De hecho, cuando lo vi en el restaurante, lo he visualizado a usted como uno de esos guerreros romanos.  Imagino que ha de tener de mujeres.

—No se crea, lo guapo o lo bello, es cuestión de percepción. -le he dicho.

—Bueno, usted me parece muy guapo, que si no sabría que usted tiene 18 años y que es primo de mi novio, quizá intentaría conquistarlo. – lo decía con una sonrisa para encubrirla como broma.

—Mire, le voy a dar un consejo, no le vaya a decir al primo lo que usted me ha dicho.  El primo es muy celoso.

—¡Usted cree que le voy a decir a mi novio que me gusta su primo!

—¡No! Me refiero a que ese tipo la haya manoseado.  Aunque haya sido circunstancias inesperadas, a mí no me gustaría que mi novia me contara algo así.

—¡Usted cree!

Llevábamos de camino quizá una hora y habíamos dejado la ciudad de San Diego atrás, y nos encontrábamos por esa zona desértica de la zona.  Vi en Lorena que se sentía incomoda, como queriendo decir algo, pero que tenía pena decir.  En algo intuí, pues eso de convivir con mi madre y una hermana, en algo conocía a las mujeres.  Interrumpo lo que hablábamos y le digo:

—Lorena, si desea pasar a algún lugar, hágamelo saber.

—¿Cuánto falta para que lleguemos?

—Dos horas y media, más o menos.

—¿Podemos parar por alguna gasolinera?  Es que con tanto café que he tomado, quiero orinar.

—¿Cree que aguanta 20 minutos?

—¡Pues intentaré aguantar! – decía con una sonrisa.

Acabamos de pasar un lugar poblado, pero conociendo el área, calculaba que la siguiente área con acceso a un baño estaba a quince o veinte minutos.  La zona del sur del país por estos meses de invierno, las noches se tornan frías, y para alguien que no está acostumbrado, el frio parece ser más cruel, y Lorena con su vestido ajustado y aunque he ajustado la calefacción a los parámetros de mi juicio, parecen que no es lo suficiente para ella.  Cinco minutos después, es ella la que cambia la conversación:

—Tony, creo que ya no podre aguantar…¡uh… que pena con usted!

—Lorena, ninguna pena.  Lo único que por aquí no hay nada.  ¿A menos que quiera que pare por aquí en este desierto?

—¡Lo siento, pero creo que lo tendrá que hacer!

Me salgo de la autopista y he tomado una calle solitaria cuya elevación me da la oportunidad de ver el mar del Pacifico.  Busco donde parar para que Lorena desahogue su tensión de la vejiga urinaria.  Paro y veo que se queda paralizada, y cuando habla simplemente dice:

—¡Tengo miedo!

—Bueno, el miedo le hará que se orine adentro de mi carro.

—Tony, tengo miedo… tengo miedo salir yo sola.

—No querrá que yo le acompañe, ¿verdad?

—Pues si quiero que me acompañe, no quiero salir yo sola.

He salido del coche, ella ya ha abierto su puerta, veo que se mueve de prisa, pero tiene problemas en remover su panti medias, que parecen ser una sola pieza, y antes de quitarse el calzón, debe remover su panti medias, y debido que su vestido es muy ajustado el proceso es muy lento y debido al frio de esta noche, no ha aguantado y se ha orinado en los calzones. De todas maneras, los remueve y ahora orina plácidamente sobre el desierto californiano.

Yo que esa mañana llegaba de acampar, con suerte tenia algunas toallas y una cobija en el baúl del coche.  Ella las ha remojado con el agua que todavía conservaba fortuitamente y se ha limpiado lo mejor que ha podido. Obviamente, su primera expresión fue de pena:

—Tony, ¡qué pena con usted!

—No se preocupe Lorena. Imagino que no será la primera ni a la última persona que le pasa algo así.

—¡Es que usted me ha visto todo!

—Bueno, es una emergencia…¿qué podía yo hacer? Hubiese querido asistirla removiendo su panti medias, pero no me pareció prudente.  Aunque créame, hubiese querido ayudarla.

Recogíamos las cosas, y las colocábamos en una bolsa plástica, cuando vimos la luz de automóvil que se acercaba.  Cierro el baúl de mi coche y le digo a Lorena que se acerque a mí.  La tomo entre mis brazos, como si la estuviese besando, pero en realidad solamente le murmuro al oído lo siguiente: No se preocupe, usted diga que es mi novia, que venimos de Rosarito y que vamos para Los Ángeles.  El vehículo se ha acercado y cuando esto sucede es cuando se me ocurre pasar mis manos por sus ricas nalgas.  Ella no dice nada, pero siento que su cuerpo tiembla.  El vehículo es de la policía de caminos, pues lleva sus luces y el oficial así se ha identificado:

—Policía de Caminos. ¿Todo bien con ustedes? – la conversación es en inglés, mientras el agente nos ilumina con una potente lámpara.

—Todo bien oficial.  Venimos de Rosarito y hemos salido a flexionar los músculos.

—¿Déjame ver tu licencia por favor?

—La tengo adentro de mi vehículo… debo entrar para mostrársela.

—¡Está bien! La muchacha que se quede ahí, sin hacer ningún movimiento.

Le digo a Lorena que no se mueva, que debo pasar al coche para obtener mi licencia.  Ella sigue mis instrucciones y espera.  El oficial parece ser buena persona, da un vistazo a mis documentos, no me pide nada más y se despide con una sugerencia:  Tienes el derecho de estar aquí si gustas, esto es un lugar público, pero no te lo aconsejo, estos lugares son muy peligrosos.

Lorena ahora no solamente tiembla del miedo, pero también del frio.  Regreso al baúl del coche y le traigo la cobija que usé en mis días acampando.  Ella sigue quejándose del frio y me pide que le toque sus manos, y realmente las tiene heladas; las tomo y las intento calentar con el calor de mi aliento.

—Tony, esto no se lo contaremos a su primo, ¿verdad?

—De que te visto desnuda y te has orinado en tus pantis.

—¡Y que me has tomado del trasero!

—Lorena, disculpa, realmente fue un instinto provocado por la tensión del momento.  No quiero que me compares con esos tipos que te manosearon.

—No, no te puedo comparar con ellos… sabes, esto que te voy a decir tampoco debe saberlo tu primo.  Esa sensación que me has visto desnuda, que me has tocado el trasero, me ha gustado.

Yo intuyo lo que está pasando por su cabeza, y a mis 18 años las mujeres me han hecho que sea directo con ellas.  Incluyendo a mi querida madre, quien me enseñó a ser directamente expresivo y sin andar yendo por las ramas.  Tomo el valor y se lo propongo:

—Lorena, tu eres una linda chica, y solamente porque eres la novia de mi primo quizá no me he sobrepasado.  En realidad, no culpo a esos tipos que te manosearon, pues honestamente, eres una gran tentación. Ahora imagínate, que te veo desvistiéndote, que te despojas de tu prenda más íntima, que he tocado tu trasero, pues realmente a mi excita; nos soy de palo o fierro.  Si tú quieres que demos ese paso, que a mí me gustaría dar, pues nos olvidamos del primo por un rato, y te aseguro, al menos por mi parte que, por mí, él nunca se va a enterar.

—Tony, ¡es que no sé!  Hay algo en mí que me dice: atrévete.  Pero, no sé… después pienso en que pensaras tú de mí.  Eventualmente quizá seriamos familia.

—Lo que yo piense de ti, que te valga un comino.  Mira, todos pasamos por lo mismo, pero si esto te va a pesar por toda la vida o por un buen tiempo de tu vida, pues desde esa perspectiva, no vale la pena.  Para mí, si es que tú lo quieres, serás una bella chica con la que tuve sexo y nada más. Mañana será otro día y es todo.

—¿Me prometes que esto queda aquí?

—No te lo tengo que prometer… a mí no me gusta hablar de mi vida personal, mucho menos de mi vida sexual con nadie.

—¡Está bien! Demos ese paso.

He conducido otros veinte minutos hasta un lugar que se me es familiar y que considero seguro.  Estos lugares son semis desiertos, con pocos habitantes y en esta época de luna tierna, bastante oscuros.  Llegamos a un lugar donde mi coche no se podía ver en ninguna dirección de la solitaria calle.  Lorena y yo ya hemos recuperado el calor y ahora nos invade el calor de lo que sabemos vamos a hacer.  Intento acomodarme en el asiento del pasajero junto a ella, la cual es una faena bastante difícil para mí altura de un metro ochenta y seis.  Lorena tampoco es pequeña, ella debería de medir alrededor de un metro setenta.  Tengo muchos recuerdos de este momento, pero me llamaba la atención su voz grave y bastante pausada.

Incomodos, pero eso no importaba, he puesto mis manos en sus piernas y nos enredamos a besos.  Poco a poco, veo que nuestra transpiración ha hecho que los cristales del vehículo se empañen.  Con la asistencia de Lorena he podido removerle el sostén, y como he podido comienzo a mamarlos y mis manos han llegado por donde siento su afeitada conchita.  Ella ya está bien lubricada, pues debido a que orino su panti y ahora no las usa, el acceso de llegar a ese espacio divino ha sido más fácil.  Yo me doy gusto mamando sus pezones, pues observo que Lorena lo disfruta gimiendo. Mis dedos se hacen espacio adentro de su vulva y ella ha gemido profundamente.  No hay muchas palabras, solamente gemidos de satisfacción.  Sabemos que estamos muy excitados y queremos cogernos el uno al otro.  Necesitamos colaborar los dos, pues hacerlo en un vehículo deportivo no es nada fácil el maniobrar.  Me he tenido que mover al asiento del chofer para poder deshacerme de mis pantalones y mi bóxer, ella simplemente ha subido la falda de su vestido, pues no lleva calzón.  Regreso, y Lorena ya me espera con las piernas abiertas, pero antes que me acomode por sobre ella, me ha tocado la verga y hace la observación:  Imagine que tenías un miembro grande por tu altura, pero no la imagine así de grande.

Como hemos podido, nos hemos acomodado y hemos descubierto que Lorena debe subir sus piernas que casi tocan el parabrisas del coche, y yo le he dejado ir toda la verga que exquisitamente se ha deslizado entre una vibración divina, que no si es provocada por el frio, o por el nerviosismo de ella. Los movimientos son lentos, y veo y siento como todos los vidrios están bloqueados por nuestra excitada transpiración y el movimiento de mi coche que se mueve como si fuera una hamaca.  En esa posición no logro mamarle los pechos, pero me entretengo en su cuello que también descubro le llena de mucho placer.  Ella me abraza fuertemente y solamente me dice susurrando al oído: Tony, eres divino, que rica esta tu verga.

Realmente pude aguantar, pues este tipo de sorpresas son muy excitantes, y la razón que pude aguantar, es porque la noche anterior aun acampando, me he cogido a Gaby en una faena de dos palos.  Así, que no tengo los testículos en alta tensión, y manejo esta cogida a Lorena a mi antojo.  Con este control, le hablo a Lorena al oído, mientras de vez en cuando con la punta de mi lengua acaricio alrededor de su oreja: Quiero meterte esta lengua en tu conchita, te la quiero mamar, quiero que mi lengua saboree tu culo, quiero meterte la lengua en culo, es más quiero meterte la verga en tu rico culo.  Y le preguntaba:

—¿Sentís mis huevos en tu culo?

—Si, ¡que rico siento que me peguen en el culo!

—¿Quieres sentir mi verga en tu rico culo?

—Si Tony, yo te doy mi culo, cógeme el culo si quieres. -luego agrega. -Tony, eres un loco, pero que rico coges, sigue con tus locuras que me vuelves loca.

Aquello me estaba diciendo cuando escucho elevar los decibeles de sus gemidos, veo como hace muecas de excitación con su rostro, sus labios los frunce, sé que está a punto de tocar el cielo, y yo como he podido le doy velocidad al taladreo, y violentamente literalmente le vergueo su conchita hasta que siento sus uñas que me han agarrado las nalgas y explota con un grandioso orgasmo:

—No pares Tony, pégale… dame verga, así, así, dame verga.

Sus gemidos y alaridos, su vagina contrayéndose, ver su rostro disfrutar esta cogida me llevan a mí a la vez a esa luz sin retorno.  Acabo adentro de su vagina.  Nos quedamos así tendidos, yo sobre ella por algunos dos tres minutos.  Luego ella se ríe, y su risa llega a carcajadas y dice: No te muevas, siento extrema cosquilla al tener tu verga adentro de mí.  Seguía riéndose y al igual que se desconecta un aparato eléctrico, así nos hemos desconectado rápidamente.

—¡Qué rico me he corrido!  Imagino que esa chica en turno la has de tener enculada de esa verga.  Realmente Tony, no es un cumplido, pero que rico me has hecho acabar.  Quiero más.  -me dijo.

—Espera, ahorita le toca a ese culito recibir la bienvenida a USA.

—¡Tonto, eso ni loca!

—¡Pero dijiste que me lo ibas a dar!

—Bueno, me tenías bien clavada y dándome rico placer que le decía si a todo lo que tu decías.

—¿Nunca te han cogido por ahí?

—¡No, ni Dios lo quiera!

—Bueno, si no me lo das, mi primo sabrá todo esto.

—Tony, realmente eres así… no me lo esperaba de ti.

—¡Tonta! ¿Cómo crees?  Nunca extorsionaría a nadie, menos a una bella chica que me ha causado tanto placer. ¿Pero si me lo darías otra vez, en otra ocasión?

—Probablemente, lo más seguro que me costaría decirte que no.  Me lo has hecho tan delicioso que estaría ansiosa por probar esa rica verga que tienes.  Pero sabes, ¿de veras quieres mis nalgas?  Es que me han contado mis amigas que duele demasiado.

—Bueno, si llego solamente a quererte a desvirgar el culo sin mucho cuidado, pues obviamente te dolerá, pero si nos tomamos el tiempo, pues puede ser tan rico como lo que acabamos de experimentar.

—Bueno, solamente porque me gustas y me lo has hecho bien rico, te voy a dar el chance a ti a que seas el primero.

—Te juro que haré el intento que lo disfrutes.

—Si, para luego quedar enculada de ti, ¿verdad?

Mi verga aun esta lubricada y el líquido seminal provocado por esta platica, me lo he frotado por todo mi miembro.  Lorena esta húmeda, pero sin la tensión que teníamos hace unos minutos atrás. Nos tomamos el tiempo y hemos reclinado los asientos hacia adelante para tener más espacio en el asiento trasero, que es uno solo.  Siempre es incómodo, pero las ganas mitigaban la situación.  Asomo mi glande al ano de Lorena, ella se mantiene tensa y comenzamos a hablar para relajar la situación:

—Relájate, no te pongas tensa.  Piensa en la primera vez que te hicieron el amor.

—No, eso no me gusta.  No fue una buena experiencia.  Mejor pienso en tu verga que me acabo de coger.

—Bueno, es otra opción, piensa en el orgasmo que acabas de vivir.

—No es fácil. Sentir tu verga en mi ano es para asustarme. Y sentir tus dedos me causa pena.

—Olvídate de mis dedos, ellos ya han tocado tus nalgas, han halado tus pezones, han estado adentro de tu vagina, han estado sobre todo tu cuerpo que me provoca excitación.

—Tú, pareces sexólogo.

—Disfrútalo, no te juzgues.  Si te gusta, lo haremos otra vez, y si no, pues nos olvidamos de ello.

Mi verga se deslizaba libremente por toda la rajadura de sus ricas nalgas, que, si no llegaba a los 90 centímetros, bien llegaban a los 80.  Al ver su trasero, descubrí que tenía un lunar con la forma de un corazón, pensé que era un tatuaje, pero ella me aclaraba que era un lunar.  Minuto a minuto le fui poniendo presión con mis dedos a su ano, le metí uno, y lo tolero sin quejas, le metí dos, y aunque gimió con un sentido de dolor, se mantuvo en contra de mi pecho.  Le he puesto mi glande, el cual ya estaba desesperado por entrar.  Lo empujo y siento como su esfínter pone presión a mi cabeza.  Ella me dice que le duele, pero me quedo quieto hasta que ella asimile el grosor de mi glande.  Empujo otra vez, y sé que mi verga está adentro, no en su totalidad, pero sé que solamente en minutos podre taladrar su rico culo.  No se la muevo, y me mantengo quieto y con mis manos he llegado a su concha que esta súper mojada.  Esta sobre mojada que sus jugos vaginales están ya por su entrepierna.  Ella gime de placer cuando mis dedos acarician toda su concha haciendo énfasis en masajear su abultado clítoris, que siento que vibra con gran intensidad.  En aquella posición puedo besar su cuello.  Ella dice que la vuelvo loca cuando beso su cuello.  Ella ha sentido el placer combinando el dolor de mi verga en su culo y mis dedos masajeando su concha. No sabe qué hacer, pues el espacio es reducido y la posición en algo incomoda, pero siento que ha comenzado a mover su pelvis.  Quiere buscar el ritmo que le llevara de nuevo a tocar el cielo.  Lo hemos logrado, ella se siente libre de decirme que le gusta, que hay un dolor pero que irónicamente el dolor le gusta.  Se mueve en contra de mi verga y yo correspondo con otro choque.  Ella dice que siente rico y me pide que le bese el cuello.  Yo lo hago y el vaivén de su rico culo se vuelve más intenso y violento.  Ahora toda mi verga se sume en su rico culo, mientras mis dedos violentamente golpean su clítoris.   Sé que está a punto de llegar al cielo y yo no dejo de taladrar su culo.  De repente: Tony, no pares, que rico tu verga en mi culo, dale, dale… no pares. Y explotó con un intenso orgasmo que golpeo su cabeza en el cielo del auto, pero no dejaba de gritar: ¡Que rico Tony! ¡Qué rica tu verga! Cógeme, dale verga a mi culo.  Decía mientras elevaba sus gemidos como una loca.

Aquello fue tan excitante que al igual que ella terminaba, le dejaba ir toda la leche que tenía en su rico culo.  Yo lo seguí taladrando obviamente sin la misma intensidad, y Lorena simplemente gemía con enorme placer.  Nos hemos recuperado después de algunos minutos, obviamente cansado y con nuestra respiración profusa; fue tanta la condensación que hemos provocado adentro del carro, que parecía llovía adentro del vehículo.

—Tony, usted si sabe lo que hace.  Pensé por su edad que yo le iba a enseñar algo, pero resulta que usted me ha dado tremenda clase de cómo coger.  Que rico y que lástima que solo tenga 18.

—¿Por qué lástima que tenga 18?

—No sé, me hubiera gustado que fuera de mi edad, que me siguiera cogiendo por toda la vida.

—¡Lo podríamos hacer las veces que quieras!

—No lo veo posible… quizá alguna otra vez.  ¡Veremos!

Nos hemos alistado y proseguido con nuestro camino.  No la llevo al apartamento de mi primo, pues es de mi conocimiento que todavía vive ahí la catracha y nos hemos ido para mi casa, y para suerte mía, mi madre y mi hermana me han dejado una nota diciendo que se han ido para el centro de detención de Chula Vista, que me han dejado comida y que volverán hasta el domingo.  Hemos pasado al baño a ducharnos juntos, y ahí con las luces de mi casa, pude apreciar el culo que me había cogido y de alguna manera pasiva, envidiar el culo que se estará cogiendo mi primo por algunos días.  En la ducha, Lorena me da una mamada y yo le he devuelto el favor en la cama.  Le saque otro orgasmo con mi lengua.

Llamo a mi primo, quien contesta al segundo timbrado y le digo que estamos en casa.  Llega, veo que ellos se abrazan y besan, el primo me da las gracias diciendo que cuanto le debo.  Yo digo nada, pero conociendo a mi primo, veo que se lleva la mano al bolsillo y me da enfrente de Lorena $500.00 diciendo: Gracias por cuidar de ella, no hubiese confiado en nadie más que tú.  Lorena sonríe y se despide con un beso en la mejía y apenas logro entender que me susurra al oído: Usted es muy malo.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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