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Historia de convención

~Quien la hubiera visto en ese momento, no habría imaginado que Andrea pasara ya de los veinte años, palmeaba y se agitaba como quinceañera.

Otakugirl: Hola.
Akira: Hola.
Otakugirl: ¿Supiste de la convención que va a haber?
Akira: Claro, si voy a ir hasta allá nomas para asistir.
Otakugirl: ¿Vas a venir? Qué bueno, a ver si nos reconocemos.
Akira: Me parece bien. ¿Vas a ir los tres días?
Otakugirl: Sipi.
Akira: Pues nos podemos ver el mismo viernes. ¿Va?
Otakugirl: ¿Pero cómo te reconozco? Nunca nos hemos visto.
Akira: Voy a llevar un Cosplay de Tuxedo Mask, asi no va haber pierde.
Otakugirl: ¿Enmascarado? Que misterioso.
Akira: Me gusta el misterio.
Otakugirl: Entonces yo puedo ir como Shina, si tanto te gusta lo misterioso.
Akira: Me parece.
Otakugirl: ¿Quedamos entonces?
Akira: Quedamos.
Otakugirl: Besos.

Hacia ya cerca de un año y medio que chateaba con ese muchacho y, fuera de una foto mal enfocada donde no se le podía distinguir con mucha claridad, nunca lo había visto. Apenas era lunes, asi que la semana seria, quizá, la más larga que recordara. Para empezar, tenía que conseguir el disfraz. A pesar de ser una Otaku de hueso colorado, no era de las que acudiera disfrazada a las convenciones. Pero esta era una ocasión especial...

Toda la semana fue de actividad continua, escoger la tela, hacer patrones, coser... y lo que hacía todo más increíble, es que Andrea no sabía nada de corte. La expectación le daba ánimos, y si bien, el resultado final no era espectacular, si resultaba bastante decente; que era más de lo que se podía decir de otros disfraces.

Por otro lado, Andrea era de las pocas que podían jactarse de tener un “cuerpo manga”, como alguna vez le dijera uno de sus amigos. Delgada, de cuerpo bien formado y ligeramente voluptuoso, parecía casi la inspiración para cualquier personaje. Al verse al espejo, no solo sonrió por el éxito de su primer ejercicio de costura. Aunque le costó trabajo aceptarlo, se sentía sexy.

El día de la convención, también se sentía simplemente soberbia. Sus amigos le dedicaron más de un piropo cuando la vieron y los otros muchachos volteaban para verla pasar. No podía negarlo, le gustaba, y su ego crecía mientras se abría paso entre los apretados pasillos. Estaba vestida para arrasar con todo y con todos, pero con solo un hombre en su mente, a pesar de que era alguien que nunca en su vida viera en persona... hasta ese día. Para quienes la conocían, el antifaz y el maquillaje solo ocultaban su identidad unos momentos, pero de otra forma, era imposible que alguien, que no la conociera profundamente, pudiera identificarla tras el disfraz.

Ella sabía que encontrar a una persona en una convención no es nada sencillo, por lo que, aunque llevaba una hora caminando entre los pasillos, aun no estaba desesperada. Lo que sí, era que el ansia la estaba devorando; con la mirada recorría todo el local, esperando encontrar a su tan esperada cita.

Por fin, su paciencia se vio recompensada un par de puestos adelante, alcanzo a divisar la figura alta, delgada, y vestida de negro. Por la foto, podía ser él, pero con el disfraz, no podía quedar ninguna duda. Como pudo, se abrió paso entre el grupo de curiosos y de un salto se abrazo de él. Realmente era mucho más alto de lo que lo imaginaba, pues, incluso, parada de puntas, difícilmente logro besar su mejilla.
-¡¡¡¡Hola!!!! Ya tenía rato buscándote.
El sonrió con seguridad y la tomo por la cintura, levantándola un poco mientras la apretaba contra él. En el chat, siempre le había dado la apariencia de ser un muchacho tímido, pero en ese momento, tenía una aura de seguridad que la cautivo. Era atractivo, no había duda, pues incluso a través de la máscara, sus ojos se clavaron en los de ella, y la hicieron sentir como si se estuviera derritiendo.
-Es un placer conocerte. ¿Puedo llamarte Shina?
-Claro señor Tuxedo- rio de buena gana.
El juego le pareció divertido, asi que le siguió la corriente.
-Creo que aquí esta algo concurrido. Si pudiéramos ir a un lugar más privado, quizás podríamos hablar más abiertamente.
Ella asintió con la cabeza, incapaz aun de responder. Se cogió del brazo que amablemente le ofreciera y, recargando la cabeza en el, lo acompaño por entre los pasillos.

A pesar de la aglomeración, el joven se movía con una gracia casi felina. Daba la impresión de conocer cada palmo del lugar, por lo que no le resulto tan extraño a Andrea, que al dar una vuelta en un recodo, terminaran en un pasillo de servicio, totalmente solitario. En ese momento, parecía haber olvidado cuando él le comento en chat, que era su primera vez en la ciudad. O quizá no le importaba.
-Bueno- dijo ella con la mejor de sus sonrisas -por fin nos conocemos. ¿Qué te gusta que hiciéramos?
El no dijo nada, como única respuesta la tomo entre sus brazos y le dio un beso largo y apasionado. En un principio, Andrea no supo cómo reaccionar, pues el hecho la tomo por sorpresa. Pero lo inesperado de la situación logro excitarla, y en menos de unos segundos respondía al beso con la misma pasión que su misterioso acompañante.

Por lo visto, Tuxedo no solía perder el tiempo, pues en cierto momento pudo sentir como sus manos alcanzaron sus senos y jugueteaban con ellos con cierta brusquedad, pero que lograba que el deseo de la muchacha aumentara a cada momento. En todo el tiempo que tenia de conocerlo, cuando menos virtualmente, nunca se imagino que se pudiera llegar al sexo, pero en ese momento, ya no le importaba nada. Extrañamente estaba dispuesta a todo, sin pudores o reflexiones.

Sus manos bajaron casi por instinto al cinturón, desabrochándolo apresuradamente. Los labios no se habían separado en ningún momento, pero las manos de los dos estaban lejos de permanecer quietas. Andrea había deslizado su mano dentro del pantalón y jugueteaba con sus dedos en toda la superficie del miembro. Su misterioso acompañante, por su parte, tenia sujeta firmemente la entrepierna de la chica, estimulándola lentamente a través de la ropa. A pesar de que ella no era sexualmente muy experimentada, era notorio que su apasionada pareja no era especialmente hábil, pero lo poco que sabía, y especialmente lo excitante de las circunstancias, era más que suficiente como para que sintiera como su sexo se mojaba más rápido de lo que nunca se hubiera imaginado.

No dijeron nada, ni hubo acuerdo fuera de una mirada que se cruzo entre ellos. Andrea levanto la pierna alrededor de su cintura, permitiéndole hacer a un lado sus prendas para que en un solo movimiento rápido la penetrara hasta el fondo. Andrea solo lanzo un suspiro entrecortado, que se ahogo por el ruido de la convención que se realizaba apenas a una pared de distancia. Era algo que nunca hubiera imaginado, pero que disfrutaba de forma extraordinaria, como un sueño.

Andrea se abrazo con fuerza a su misterioso amante, recargando su espalada contra la pared. Tuxedo movía sus caderas de forma frenética, respirando de forma entrecortada, mientras sus manos la tomaban por atrás, empujándola en forma desenfrenada. Al principio, Andrea intentaba contenerse, a pesar de que con el ruido que había afuera, no podían ser oídos. Pero según fue aumentando la pasión, se olvido de precauciones y comenzó a gemir sin ningún freno, ni limitación.

Todo duro unos segundos apenas, aunque para ella pareció eterno. Tras de algunos embates mas, Andrea sintió como todo su cuerpo se tensaba y grito presa del orgasmo más violento que hubiera sentido en toda su vida. Materialmente clavo sus uñas en la espalda de Tuxedo, estrujando la tela entre sus dedos. En ese instante, pudo sentir como el inundaba sus entrañas completamente. El se separo con lentitud, mientras ella se apoyaba en la pared, recuperando el aliento.

Increíblemente, su antifaz no se había movido de su sitio, aunque el maquillaje alrededor de su boca estaba completamente corrido. Tomando aire, levanto la cabeza buscando s su misterioso amante, estaba lista para desenmascararse y esperaba que el hiciera lo mismo.

Cuando levanto el rostro, ella estaba sola en el pasillo.

Durante todo ese día, y los otros dos que duro la convención, busco fructuosamente al misterioso hombre. Extrañamente no se sentía usada, sino que esa atmosfera de misterio que Tuxedo le dio a todo el encuentro, la excito aun más. Solo hasta la tarde del domingo, cuando era obvio que no se presentaría mas, fue cuando la frustración y el desencanto la abatieron, sumiéndola en la depresión, a tal grado que no entro en el chat durante toda esa semana.

Cuando por fin se decidió, su vista salto de inmediato al nombre de Akira. Él le debía una explicación y aun albergaba en su corazón la esperanza de que hubiera una explicación razonable.

Akira: Hola, creo que te debo una disculpa.
Otakugirl: Si, creo que sí.
Akira: Este fin de semana se me presento un trabajo urgente para entregar en la escuela y ya no pude ir para allá. Espero que no estés enojada.
Otakugirl: ¿Entonces no llegaste nunca a la convención?
Akira: No, pero créeme que fue por causas de fuerza mayor.
Akira: Otakugirl. ¿Estas ahí?
Akira: ¿Estas?
Akira: ¿Estas?

Datos del Relato
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