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Categoría: Incestos

Hermano Hermana

Mi nombre es Diana, mi marido Karín trabaja en una compañía grande en la ciudad. Él tiene 30 años, yo 32 años de edad. Él es muy guapo. Y siempre muy alegre. Pero sufrió una pérdida enorme cuando su padre murió. El hombre murió en la ruina. Esto modificó mucho nuestra forma de vida. Acabé harta de las largas ausencias de mi marido, con ellas también perdí mi suministro habitual de sexo. Toda mi dicha se esfumó y me convertí en una mujer solitaria y amargada. Ni siquiera me he preocupado por visitar a mi hermano, quizá eso cambiara un poco mi rutina. A él le había ido peor.  Su esposa y sus dos hijos murieron en un accidente aéreo. Después de casi 5 años del suceso, mi hermano rehusaba casarse otra vez. Mi matrimonio no existía, nada me detenía al lado de Karín me separé de él y decidí irme a vivir al lado de mi hermano.               

El conservaba su casa y me propuse darle compañía. Sabia cocinar y mantener la casa limpia. Ahora, hacia todas estas cosas para mi hermano. Me ocupe de que tuviera buena alimentación y eso le agradó.

Desde el primer instante me aseguré de que Bernardo, anduviera bien presentable de ropas. Me propuse que su vida fuera lo más confortable y feliz posible.  Pude asear la cocina y todo el quehacer doméstico casi tan bien como lo hacía mi cuñada. Sin embargo, fui incapaz de darle el amor y compañía que su mujer le había dado. Pude ver la soledad en sus ojos y supe que en lo profundo de su ser se sentía mal.

Su estado de ánimo era sombrío la mayor parte del tiempo, sentí lástima por él.  Cierto día después de lavarla, llevé su ropa limpia a su dormitorio, para meterla en el armario. De pronto sentí curiosidad al abrir el cajón de su ropa interior. Bajo de ella estaba escondida una revista.  Eso me pareció extraño, desenrollé la revista. Y me lleve una sorpresa. La misma portada no dejó nada a la imaginación.

Era una chica muy joven casi una niña reclinada sobre la mesa. Ella tenía un pie en un taburete pequeño. Un joven muy fuerte estaba detrás de ella. Los dos desnudos, el joven estaba profundamente enterrado en su interior.  Pude comprobar que se trataba de una niña, pues no tenía en su pubis un solo pelo.

Llevé la revista a mi cuarto y me puse verla y leerla. El tema de la historia era incestuoso. Cópula entre un hermano y una hermana. Las imagines eran muy claras, pornografía infantil. El texto decía que los hermanos se amaban y formaban una clandestina pareja. Recordé que años atrás, había abrazado a Bernardo y había sentido su arpón dando sacudidas en contra de mi zona púbica, era muy chico y muy atrevido. Me estremecí al recordar lo duro de su firmeza.

Esa clase de emoción fue muy efímera, pero en este instante la recordé como si la estuviera sintiendo ahora mismo. Sentí como la dureza de mi hermano se incrementó a cada instante que se mantuvo abrazado a mí. Con la excepción de que ninguno de los dos hizo cosa alguna para fomentar nuestro estado. Deshicimos nuestro abrazo y fuimos a nuestros cuartos a dormir. Ahora, mirando estos cuadros, Estimé que esta revista mostraba en algo los auténticos deseos de mi hermano, me exalté al imaginar que Bernardo tuviera esas intenciones conmigo.  Había leído lo suficiente para sentirme excitada y al mirar esos cuadros, mi cuerpo demandaba que eso ocurriera. Quise a mi hermano para mí. Su ardiente y potente aguijón solo para mí.

Continué mirando las fotos de aquella revista la leí y releí acrecentando con ello mi excitación y deseo. Karín me había abandonado tanto tiempo y esa abstinencia me tenía al rojo vivo. Mi mano resbaló sobre mis ropas hasta posarse entre mis piernas. Mis dedos bailaban ansiosos sobre mi puchita. Respiré con dificultad, era palpable la humedad en ni interior, sentí mis pantaletas anegadas. Esto me convenció que el sexo con Karin nunca fue satisfactorio. Ahora menos, por qué sentía un deseo irrefrenable porque mi hermano me hiciera suya igual que la historia de la revista.

Bernardo llego muy noche a casa, llovía intensamente. Tanto que logró preocuparme su tardanza. Al escucharle llegar me fui a la cocina, ya trae puesta mi pijama y una playera muy delgados, tanto que revelaban que no traía sostén ni calzones. ---Diana. ¿Está lista la comida? tengo hambre---    ---está lista, pero debías cambiarte la ropa---     ---tu siempre tan atenta--- me abrazó, su brazo cerrado alrededor de mi cintura provocó que mojara mi playera, y mis pezones quedaron visibles, esto fue descubierto cuando se separó de mí y sus ojos llameantes permanecieron fijos unos segundos.   ----estás mojado, por qué no tomas un baño te voy a dar un brandy para que entres en calor----

Me sonrió y sus ojos se olvidaron de mis senos. ----Gracias, Di, no sé lo que haría sin ti. Cuándo entró al cuarto de baño. Mi curiosidad me venció y fui a espiarle para verle desnudo. Me incliné sobre la puerta del baño y miré directamente al hueco en la puerta. Observé a mi hermano bajo el chorro de agua, desnudo.

El rostro recibiendo el líquido y sus manos sujetando su verga enorme, moviendo de arriba abajo el prepucio.  El contemplar mis senos y la cercanía conmigo, seguro lo había excitado. Estaba de pie allí con su mano derecha empuñando su tieso trozo, movía su mano rápidamente de arriba abajo a lo largo del tronco. Puse mi mano derecha entre mis muslos.  Y enterré mi dedo severamente entre los padres de mi vagina. Me entusiasmé y empecé a batir mi dedo dentro de mi vulva. Aun dentro de mi propio estremecimiento le oí gemir, y miré su estirada verga soltar a presión grandes chorros, y estrellarse sobre la pared. Rápidamente me levanté dejé de acariciarme con el temor de gemir y ser escuchada por mi hermano. Regresé a la cocina. Lavé el jugo que había escurrido de mi vagina en el fregadero. Me sentí gratamente sorprendida cuando mi hermano detrás de mí, puso sus fuertes brazos alrededor de mí, y me dio un abrazo rosando tenuemente mis senos. Su cuerpo contra el mío fue una sensación maravillosa. Desde ese momento estaba segura que correspondería a lo que el deseara. Él estaba dispuesto, lo sé porque sentí el contacto de su verga entre las mejillas de mis nalgas. Se endurecieron mis pezones y sentí mi panocha muy mojada.  Sentí la necesidad de corresponder a su abrazo y cuándo estuve de cara a él, le besé. No fue un beso del hermano a la hermana. Fue un ardiente beso de mujer excitada. Bernardo debía estar excitado también. Entonces ambos buscamos nuestras bocas y las unimos en un tierno y delirante beso. Prolongamos esa caricia no sé cuánto tiempo. Mis tiesos pezones chocaban contra su pecho desnudo. Mis manos posadas detrás de su cabeza impidiendo romper la sensación que me estaba embriagando. Mi lengua resbalaba entre sus labios, debajo en mi cuerpo mi panocha fluía como un rio desbordado. Y su verga empujando con fortaleza entre mis piernas. Yo también comencé a empujar mis caderas y gemí en anticipado deleite sexual. 

No sé qué seria, pero rompí el contacto de forma brusca.    

---no perdón, creo que no puedo---   

---oh no Di. Perdón, yo soy el apenado. Perdí el control y creo que llegué demasiado lejos. --- Bernardo se puso rojo, pero no podía ocultar su excitación, su estirada verga sobresalía desafiante al frente de su pijama. Un tanto balbuceante agregó ---comeré después de tomar un brandy, ¿tomaras un trago conmigo Di? no deseo tomar solo. ---   tratando de disipar el momento le sonreí y le dije; --- no bebo a menudo, no me gusta en realidad, pero si me serviré una copa para acompañarte. ---    ---la bebida me hace sentir tranquilo y hasta un poco pícaro, pero será solo para ti. --- eres demasiado pícaro para tu hermana, dejaste mis pezones duros y mi chochito humedecido. Le mostré la mancha que se destacaba al frente de mi pijama.      --- ¿por eso tienes la cara enrojecida? ---      ---supongo. --- termine mi copa y Bernardo me sirvió otra. Acepté la bebida y después comimos en silencio. Bernardo debía seguir pensando en el beso y nuestros cuerpos frotándose. Porque cuando se puso de pie, su verga permanecía erecta, se notaba tan potente como cuando apremiante intentaba alojarse en mi hueco. Al terminar lavamos los platos, él se ofreció lavarlos y yo los sequé, y enseguida los alcé. Luego pasamos a la sala a ver televisión. Parecía una trampa. Veíamos una película inglesa, estaba interesante llena de acción, pero las escenas fuertes no tardaron en aparecer. Bernardo se había sentado un poco separado de mí, la pareja en el film hacia el amor de manera muy explícita más parecía una película porno. Me acerqué a Bernardo y me acurruqué. ---Diana, tu cercanía está despertando mi deseo y temo perder el control. ---   --- ¿te disgusta que este cerca de ti? ---    ----si no te apetecen mis caricias tu no deberías hacer eso. Viste y sentiste lo que sucedió cuando nos besamos, no debes jugar con fuego. --- una copa me aturdía, y ya llevaba tres. No estaba borracha, pero si desinhibida.   --- ¿y quién te dijo que no me apetecen tus caricias?  Me apetecen. Y plenamente me sentí entre las llamas del infierno. ¿Y a ti? ---    ---- me apetecen y lo haría, aunque me condenase. Pero resulta que soy tu hermano y no tu marido, ahí en la cocina quise tumbarte al piso y atravesar tu vagina tan fuerte como me fuera posible. Quisiera romper esa barrera que no me permite invadir tu cuerpo como yo quisiera. ---   quien había perdido el control irremediablemente era yo. Mi vagina ardía y derramaba su fuego, como volcán en erupción. Copulemos, que hay de malo en ello, no seremos los primeros, tú me amas yo te amo. ¿Porque no podemos demostrar uno al otro nuestro amor? ---                                                                ---Cariño estás sugiriendo que tú y yo... si alguien se entera, estaríamos fritos. Tu reputación sería tan mala que no habría rincón donde esconderte---                                      

---Bernardo escucha, nadie tiene que saber. Seremos tan cuidadosos que nadie tiene que enterarse, y nosotros no se lo diremos a nadie. El rostro de mi hermano se ilumino y sus ojos comenzaron a brillar de lujuria. Tal como lo advirtió perdió el control. Comenzó a desnudarme hasta con cierta violencia motivo de su excitación y deseo. Me Uni a su impaciencia y le ayudé a despojarse de su pijama. Ambos quedamos desnudos en segundos. Mi mano derecha estaba entre las piernas de mi hermano. Acariciando su delicioso aguijón, escuché como se aceleró su respiración, algo también estaba acelerado en mí, palpé su rigidez y la alta temperatura que enrojecía su candente perno.  No deseaba precipitar las cosas, pero tenía un deseo irrefrenable por llevar su hombría a mi boca, la cabeza estaba tan dura como el acero, y tan sensible que al cubrirla con mis labios Bernardo gimió y tambaleo un poco. Me aferré con ambas manos a sus nalgas y conservé su dura verga en mi boca. De hecho, la hundí dentro lo más profundo posible. La succioné golosamente hasta arrancar las primeras gotas de su eyaculación. sin embargo, Bernardo no retrocedió un solo paso, al contrario, movió sus caderas con fuerza atizando su erección más allá de mi garganta, mi satisfacción no tenía limite, estaba haciendo muy feliz a mi hermano y oscile mi boca de arriba abajo con más rapidez, chupando y arrancando sus quejidos de placer. Sabía que lo que le estaba haciendo, difícilmente podría contenerse y no me equivoqué, no pudo contenerse y se vino en mi boca. Su descarga fue abundante y deliciosa. Yo misma me sorprendí de la forma en que tragué hasta la última gota de su lechosa descarga, le di un beso en la punta de la verga. Me enderecé frente a él y le besé. Perversamente quise que probara el sabor de su semen, esto parece no le importó demasiado y se unió al baile de nuestras lenguas, batiendo con la suya su propio semen.

Las manos de Bernardo estaban en mis senos, y besaba mis labios. Mis pezones estaban tan hinchados que me dolían. Mi panocha fluía de deseo como un río. Succiona mis pezones, por favor. Necesito tu boca caliente en ellos, tal como mi marido lo hace. Él no tuvo que ser requerido dos veces. Permanecimos en el sofá alrededor de cinco minutos. Hasta que mi hermano requirió que fuésemos a la cama.

Tomó mi cuerpo desnudo en sus enérgicos brazos, me levantó y me llevó hasta su cama, me puso en el piso y observó con atención mi desnudez, extendí mi mano invitándolo a acercarse a mí. Lo recibí con otro tórrido beso, enseguida le arrimé mi zona púbica, para acariciar su verga, vencida por las caricias que le había aplicado con mi boca, pero recuperé muy pronto su enérgica erección. Bernardo abandono mi boca y volvió a succionar mis pezones por algunos segundos, después continuo su camino hacia mi panocha, enterró su nariz en mi raja cepillando mi clítoris que palpitaba fuerte haciendo eco en mi cerebro. Estaba tan a gusto tan sensible que me vine en su cara, esa noche tuve tantos orgasmos que no recuerdo cuantos fueron. Mi hermano parecía amar el sabor y el olor de mi panocha. Aun no puedo describir las sensaciones que me provocó como lamió y succionó los labios interiores de mi vagina, y cómo clavó su lengua profundamente en mi chochito, ardiente y empapado. Gritaba como loca me estaba enloqueciendo Karín ni soñando me hubiera dado tanto placer como Bernardo me daba en aquel momento. --- ¡oh ya basta! házmelo ahora, métemela Bernardo meteme tu verga, ya por favor mi puchita está ardiendo. Hermano te lo suplico métemela ya, como el hermano de la revista se la mete a su hermana, esta noche yo quiero ser esa hermana, esa que tú has deseado toda la vida y que también te desea ¡métemela ya! --- Bernardo se desconcertó un poco por mis palabras. Pero nuestros pensamientos y deseos eran los mismos. Bernardo se colocó entre mis piernas abiertas y ansiosas y siguiendo el instinto de su dura verga la colocó en mi abertura, abrigué con mis piernas su cintura y lo jalé con violencia, sepultando su verga de un solo golpe hasta el fondo de mi panocha. Sentí aquel potente trozo separar mis viscosos pliegues. La diferencia era demasiada. La verga de Bernardo era más gruesa que la de Karín. Sentí su espesor hacer mucho más grande mi hueco. Fue tanta mi emoción que lloré, mis lágrimas rodaron hasta mis oídos.

Mientras Bernardo taladraba mi reducto con energía. --- ¿qué te parece Di, tener a tu hermanito dentro de ti? ---   ---no pares por favor, aunque me mates hermanito lindo, que verga tan deliciosa tienes---     ----toma, tragátela todita, que tu panochita también me mata de placer, que hueco más rico y apretado tienes---   ---con esa verga tan gorda que tienes es imposible no apretarla, me tienes la panocha repleta de tu carne. --- estrujaba tenue mente mis pezones con sus manos. Su cuerpo desnudo transpiraba y su enorme verga, empujaba entrando y saliendo a cada rato de mi puchita, como un pistón candente. ---Di...tienes un chochito tan generoso... tan suave... tan mojado…eres mucho mejor que cualquier puta--- te gusta una mujer ardiente---   ---…Te amo Di.... Tu eres más ardiente que una puta ---    ---...Sí soy tu puta, una hermana muy puta de panocha insaciable... pero soy una hermana puta sólo para ti---     ----eres mi hermana puta...solo para mi verga…---- levantaba mi panocha para coincidir con sus embates, de pronto Bernardo metió un dedo en mi culo, sentí miedo ante su asalto después de todo mi culo era virgen. Apreté con todas mis fuerzas, sin embargo, la sensación me era un tanto grata, así que poco a poco fui relajándome dejando que su dedo se internara en mi recto. La sensación fue creciendo en mi gusto. --- Nooo que sabroso nene, dame toda tu verga. --- y nos mecimos alojando su verga hasta el fondo. Pujamos gemimos y nos besamos con furia, no tengo palabras para describir lo que gozamos aquellos momentos. Nuestros cuerpos y nuestras almas estaban unidos de todos los sitios posibles, vivíamos la dicha inmensa uno con el otro. Bernardo volvió retirar su verga por completo de mi panocha, le miré y pregunté por qué lo había hecho. ---te quiero montar hermana, te quiero en cuatro patas como una perra. --- obedecí y dejé mi culo expuesto a sus caprichos preguntándome que pretendía.

De pronto sentí una fuerte bofetada en mis nalgas, lejos de molestarme, me gusto la sensación en mi trasero, ni siquiera grite. Que cosas tiene la vida Diana, tanto tiempo soñando con meterte la verga y prácticamente el destino te trajo a mí para devolverme la vida, ahora te voy a coger como tantas veces lo soñé. Me encanta la posición del perrito. De espaldas como estaba no podía ver las acciones de mi hermano, solo sentí como colocó su verga en mi vagina y en un solo envión me la atascó hasta el fondo, era una sensación diferente y muy grata sentir sus pelotas chocar en mi pubis. Gemí llena de placer. Bernardo aplicaba cada vez más fuerza en sus embates, percibí su dureza rosar en mi vientre solo que por dentro. De pronto empecé a gritar como loca. ---duro hermanito más duro más adentro métemela con todo y bolas. Oh que lindo me llevas al cielo...hermano... me vengo oooooh me ven...Go aaaahh. Me desplomé. Bernardo me sostenía de las caderas sepultando con rabia su poderosa verga hasta derramar su ardiente leche en mi interior, se agarró de mi cabello, sacó su sable y todavía alcanzó a bañar mis nalgas con su semen. Yacimos juntos en la cama, totalmente desfallecidos. Lo atrapé entre mis brazos, quedando su rostro entre mis senos. Froté dulcemente su espalda, hasta que se quedó dormido. Dormí junto a él, sabiendo que nuestras vidas apenas iniciaban, en un matrimonio que ambos ocultaríamos a los ojos inquisidores de la gente. Pero que había iniciado de manera brutalmente pasional. Increíblemente, la relación conyugal con mi hermano resultó ser fabulosa.

Nada parece modificarla. Cogemos, mamamos, y temerariamente dejé que metiera su gorda verga en mi culo. Me desfloró. Me dolió mucho pero ya lo superé. Ahora disfruto tanto o más, que cuando me mete su gruesa verga en mi panocha. Jamás pensé que fuera tan delicioso coger por el chiquito.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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