IV-I. Tradiciones.
Una atribulada mujer de ojos verdes conduce a vuelta de rueda por Arcos de Belem rumbo a lo que en el siglo XVI dio en llamarse “el callejón del armado” y aunque ciertamente poco si no es que nada del citado callejón aún está en pie y de hecho la zona no es mas que un par de calles como cualquier otra del centro de la ciudad, en aquel sitio es común escuchar e incluso ver cosas extrañas, siempre y cuando se este dispuesto a quererlas ver y escuchar y ya que ella no tiene ningún problema con ambas cosas es la indicada para el trabajo, lo que sea que eso signifique.
Ha conducido cerca de una hora bajo el tráfico y de momento solo piensa en ir a dormir sin embargo, estaciona el auto cerca del lugar y espera un tiempo prudencial hasta pasada la media noche, “hora de fantasmas” según se dice en la tradición popular. Por supuesto, al ser una consumada agnóstica no cree en esa patrañas pero “los fantasmas” al igual que muchas otras cosas que no considera posibles, son en efecto reales y lidia frecuentemente con ellas crea o no en su veracidad.
Sale del auto y recorre un par de veces las calles, es extraño pero el cielo esta lo suficientemente despejado como para notar el brillo de las estrellas. Se detiene en una esquina y enciende un cigarrillo pensando que quizás debería empezar a considerar la posibilidad de dejar de fumar. Esta aún sumida en sus divagaciones celestes y cancerígenas cuando el fino vello en su nuca se eriza y entonces sabe que algo extraño y posiblemente improbable esta a punto de ocurrir. Ser una bruja tiene muchas ventajas y una de ellas es esa especie de imán para lo sobrenatural, no necesita buscar los problemas solo tiene que esperarlos.
En esos momentos solo desea que no se trate de un espectro arrastrando cadenas, tal cosa además de irritable es demasiado ridícula como para tener que soportarla a las 2 AM con una incipiente migraña. Piensa que de cualquier manera si se trata del mítico “armado” de la leyenda, no le va a ser muy difícil encontrar a un hombre en la típica armadura española con yelmo y todo, así que echa a correr guiándose por sus percepciones.
Al doblar en una esquina completamente agotada sorprende a un hombre vestido a la usanza antigua, caminando a paso lento y alejándose cada vez mas de ella. Usa un casco afilado como el de los soldados en la conquista, viste una casaca, medias y zapatillas, completando el juego con aquella extraña prenda inferior que a ella le parece un ostentoso pañal entonces nota que en definitiva no se trata del armado pero si que es un fantasma.
IV-II. Una compañía militar.
El espectro se vuelve, girando rápidamente al mismo tiempo que desenvaina su espada, dibujando una rúbrica de advertencia en el espacio frente al posible enemigo. Haydee sabe que no es otra cosa que uno de esos muertos que se niegan a aceptar que en definitiva ya no estaba vivos, comportándose igual o tanto mas que si aún fuesen capaces de tocar la tierra, ajenos a las posibilidades de si inmaterialidad. Aún así el fantasma se nota amenazante por lo que palpa en uno de los bolsillos de su cazadora un conjuro oriental de restricción para espectros.
Sorprendentemente, cuando la visión reconoce a su enemigo y ya que una mujer no es lo que él espera por contrincante enfunda su espada, haciendo una reverencia al mismo tiempo que en un perfecto pero espectral español antiguo apunta:
-Mi señora, capitán Rodrigo de Salamanca natural de Burgos a vuestra merced y servicio.
-Un poco lejos de su tierra lo le parece caballero? Que hace en Méx... la Nueva España?. Replica Haydee un tanto sorprendida ante la actitud servicial del español.
-Mi señora, hace mucho que perdí el rastro de mi compañía, tristemente casi el mismo tiempo desde que no era bendecido con tan bella presencia. Sería un honor escoltarla en el sereno a vuestra morada.
De inmediato Haydee piensa llevarlo a cualquier lado y en el proceso investiga mas a fondo el motivo de su presencia, sobre todo por que aún cuando concuerda con la leyenda del armado no viste en efecto una armadura. Así y con tan inusual compañía abandona la calle, escuchando durante el camino la historia del capitán Rodrigo y de cómo es (o había sido) miembro de una compañía militar hasta que una noche mientras bebía en una taberna local, escucha sobre “el armado”, un sanguinario villano y ladrón del callejón sin nombre a un costado del convento de San Diego.
-Poco después de la media noche fui al encuentro del armado y ahí, solo en el callejón me planté entre las ruinas. Llamé al bellaco y antes de que gritara tres veces y sin saber de donde, apareció el armado, sus ojos siniestros me lanzaron destellos de miedo tras la celada al ver la hoja de mi espada y oír mi nombre y rango, entonces le escuche implorar:
-“guardad ese acero... os esperaba”.
Entonces no sabía quien era o si aquel me conocía, fue que me pidió leer la insignia en mi espada y a cambio el recitaría la nobiliaria en su acero, ambos lo hicimos tras lo cual el villano clamó: “esta noche la maldición de la familia ha de terminar. Mi codicia y mi cobardía, caerán ante vuestro valor. Clavad vuestro acero sobre mi pecho, sabéis bien que atravesará mi cuerpo”.
Me negué entonces a darle muerte hasta saber quien era, y ya que el cobarde se mostraba renuente a descubrir su rostro, con un movimiento de mi espada levanté la celada de su yelmo, descubriendo que era tan solo un espectro descarnado implorando el descanso. En tal caso clavé mi acero en su pecho y luego....
Con el correr de la historia la casualidad los lleva hasta una casa antigua, abandonada como cualquier otra y que probablemente es un picadero o alguna basura de ese tipo pero que de momento parece desierta y Haydee sabe que funcionará. Les basta muy poco para entrar al lugar pues para un abruja y un fantasma que pueden hacer las simples y mortales cerraduras?. La historia del capitán concuerda con lo que ella sabe de la leyenda del armado aunque el final no es del todo feliz, al menos para el natural de Burgos ya que como ha leído:
“desde aquella noche, no volvió a aparecer en aquel callejón, el espectro del sanguinario armado”.
Así las cosas parece que el español ha redimido al original armado de su maldición, cualesquiera que ésta hubiese sido y de momento Haydee no puede hacer mucho por el infortunado capitán y se lamentaba ese hecho ya que en realidad no le hace mal a nadie. En realidad detesta tratar con fantasmas pues la mayoría de ellos, testarudos, rencorosos y en resumen unos verdaderos imbéciles no tienen la afabilidad del español que le hace olvidar que es un espectro, seguramente al igual que al propio capitán ya que la mano otrora enguantada y que ahora sostiene delicadamente con la suya efectivamente no esta ahí y el fino contacto es tan solo producto de su imaginación, tan es así que cuando los labios aunque pálidos y espectrales buscan los suyos con mas simpatía que desenfreno, le devuelve vehemente el beso, permitiendo además que sus manos divaguen a placer sobre su cuerpo. Haydee sonríe pues podrá tratarse de un caballero pero al parecer eso no lo exime de satisfacer ciertas apetitos.
IV-III Ella parecía una niña.
No le importa demasiado que tras el beso y los furtivos escarceos en el portal de la casa, el burgalés desee ir un poco mas allá, tocándole ambos senos sobre la cazadora, ávidamente y quizás hasta con un dejo de sorpresa por su turgencia, jugando con ellos en círculos mientras la besaba de un modo un tanto menos tierno y mucho mas lujurioso que al principio. Sus fríos labios cada vez le parecen mas ardientes y su boca mas sedienta por sus labios entreabiertos.
Haydee sonríe una vez mas e incluso deja escapar una risita que el español no puede descifrar, en realidad le causa un tanto de gracia que un hombre muerto sea el responsable de tan apasionados besos y ardientes caricias y por primera vez en muchos años piensa acerca de la muerte. Haydee se apoya en su hombro y deja que él siga su curso, sintiendo como las manos de su exaltado caballero, van una y otra vez de amasar sus nalgas a estrujarle los pechos al mismo tiempo que restrega discretamente contra sus caderas el bulto que asoma imponente entre sus ropas. Luego y en un acto que sorprende a la excitada Haydee, la levanta en brazos llevándola instintivamente al interior de la enmohecida casa hasta hallar lo que en algún momento había sido una alcoba.
El español acaricia a Haydee sobre la ropa, besando y lamiendo toda la piel que lentamente queda al descubierto conforme descubre la manera de hacerla desaparecer. Por sobre el escote pronto asoman sus abundantes pechos y el español se prende a sus pezones para chuparlos y lamerlos uno y otro a la vez, en una actitud que parecía tenerlo fascinado tanto por la plasticidad de la piel tibia como por la dureza de sus pezones. Haydee por su parte se entrega pasivamente a las sensaciones ya que ha comprobado en un par de ocasiones al tratar de acariciarlo en la entrepierna, que la integridad física del espectro no se mantiene en todo su cuerpo y esta va y viene. Aún así, el español se las arregla bastante bien y con algo de ayuda de Haydee termina de desnudarla. Cuando finalmente sus ajustados pantalones quedan fuera y la minúscula braga está a la altura de sus rodillas, el depilado y humedecido coño de ella queda al descubierto y a la completa vista del español que exclama:
-Cuando os miro la entrepierna vos parecéis una niña... pero vuestros pechos, por mi patria que prosperáis como nodriza...
Ansiosa y divertida por la aseveración del español, abre las piernas echándose de espaldas sobre la cama, uno de los pocos muebles que la casa contiene y que no recordaba existiera en aquel cuarto al momento de entrar. El burgalés aprovecha su posición para besarle el cuello y los hombros mientras le acariciaba los pechos, acercándose cada vez mas para que su sexo coincida con el de Haydee.
Como esperaba, el español es bastante convencional y rápidamente se monta sobre ella en una típica posición de misionero. Haydee empuja las caderas hacia el frente buscando y un par de centímetros del instrumento del español la penetran. No obstante de su variada y en ocasiones poco convencional vida sexual, nunca antes había tenido un encuentro de ese tipo con un espectro ya que por lo general, estos implican vísceras y desmembramientos pero todo eso es secundario pues para su regocijo el instrumento que en esos momentos la penetra rítmicamente se siente igual de bien que si se tratara de uno vivo y aunque el resto del cuerpo se mantiene entre lo etéreo y lo tangible, la polla es bastante dura y mas rígida de lo que nunca hubiese esperado de un fantasma.
Su vagina estaba tan mojada para entonces que no tiene ningún problema para acostumbrarse al visitante y poco a poco empieza a moverse mas rápido, ganando mas hierro dentro de ella. El español acelera el ritmo de sus movimientos y todo su miembro está dentro de ella quien le lleva las manos hasta sus tetas y así, apoyado en ellas, comienza a estrujárselas con delirante pasión mientras se la folla como no lo había hecho a una mujer en mucho tiempo.
Haydee no desea mas que recompensar tanto como le sea posible al desafortunado español y se desliga de su abrazo girándose debajo de él hasta darle la espalda. Luego, le dirige el instrumento hacia su orificio posterior y aunque no estaba segura algo le dice que esa no es una práctica a lo que él estuviese acostumbrado al menos no fuera de las filas de la milicia pero si disfrutará ampliamente lo mismo que ella pues aunque no lo admite con mucha frecuencia, lo cierto era que disfruta de igual forma ya sea por delante que por detrás.
Con lentitud y sin entender mucho lo que pasa, el español introduce su instrumento entre las opíparas nalgas de Haydee, entusiasmado por sus repentinos gemidos mezcla de placer y expectación. El burgalés siente dentro de lo que su condición espectral le permite la presión del estrecho orificio sobre su verga y el delirante masaje con que las nalgas de Haydee le cobijaban el miembro conforme éste se abre paso por entre su abundante trasero. Embargado por la excitación, apenas logra introducir la mitad de su instrumento cuando inicia un ritmo acelerado, ella se tumba lánguidamente sobre la cama jadeando de placer con la intensidad del bombeo del español, abandonándose a las bizarras sensaciones de sentir un miembro muerte dentro del culo.
Ella está al borde de un orgasmo, sus gemidos ganan intensidad y su respiración es cada vez mas fuerte cuando el español se sujeta a sus pechos y comienza a gemir en algo parecido a un orgasmo. Haydee aprieta con fuerza su esfínter y empuja hacia atrás las nalgas sintiendo que aquel duro pedazo de carne sigue en su interior sin embargo, no percibe nada mas, si él se ha en efecto corrido o no es desconocido para ella, lo que en realidad no importaba porque llegado a este punto no puedo continuar. Un avasallador orgasmo anal se apodera de ella y comienza a gritar con todo su ser, a agitarse frenéticamente suspendida un metro por encima del suelo... es cuanto el viejo indigenete que observa agazapado desde la oscuridad del cuarto contiguo, se pregunta si la vivida alucinación de la puta que parece coge con el hombre invisible puede ser o no real.
IV-IV. Una aparición no hostil.
Mas tarde Haydee se despide del Burgalés con un beso y piensa que al día siguiente reportará a Tageslicht que “la aparición no hostil de arcos de Belén”, es en realidad el otrora capitán Rodrigo de Salamanca natural de Burgos, buen hombre, magnifico soldado y patriota (amén de buen amante a pesar de estar muerto) que tras haber liberado el alma maldecida del original armado, se encontró a él mismo maldito y negado al descanso de los muertos por una maldición absurda.
Sin encontrar respuesta en su aún atribulada cabeza se pregunta si acaso es eso justo, merecía ser castigado el burgalés por hacer lo que el buen juicio y la misericordia le dictó cinco siglos atrás?. Así es como se recompensa al justo en el otro reino?. Haydee franquea la puerta de su edifico y tras subir las escaleras piensa que la muerte no está exenta de injusticias y que al igual que la vida, está plagada de ellas pero todo eso se desvanece hasta ser de importancia igual a cero tan pronto como se sumerge en el sopor de una botella de whisky.