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Categoría: Voyerismo

Haciendo que dormía

Mi nombre es Sandra, tengo 38 años, y llevo casada 10 años. Me conservo bien, mis amistades dicen de mi que soy mona, y lo cierto es que aún a mi edad, mis pechos se mantienen firmes, mi piel tersa, y mi cuerpo en línea, aunque mis sacrificios me cuesta el evitar engordar.



La relación con mi marido, Juan, es excelente. No tenemos hijos, y nos dedicamos totalmente el uno al otro. Excepcional, al menos así la clasificaría yo. Jamás he sido infiel, puesto que nadie me podría ofrecer en ningún aspecto más que él, y supongo que desde que estamos juntos, él tampoco ha estado con otra mujer que conmigo, aunque eso, es algo por lo que no se puede poner la mano en el fuego.



Nuestras relaciones sexuales son intensas y siempre intentamos meter alguna fantasía en ellas, algún producto de sex shop, como vibradores, ropa íntima erótica, aunque lo que más nos gusta es imaginar que nos encontramos en alguna situación y lugar distintos al de la tranquilidad de la cama.



En los últimos encuentros, la fantasía consistía en que había alguien más con nosotros mientras hacíamos el amor. Imaginábamos que estábamos en algún lugar público con otras personas, y al final terminaban tocándome e incluso llegaban a follarme a veces.



Todo esto sucedía a la vez que hacíamos el amor, nos tocábamos, nos masturbábamos el uno al otro, pero no pasaba de ser un simple fantasía, hasta que un día, mi marido me preguntó si me gustaría que eso pasara realmente.



Fruto de la excitación del momento, le dije que si, siempre que él quisiera, aunque después, ya en frío, pensé que no era buena idea, incluso, me daba mucho reparo hacer algo así, y que alguien me pudiera ver, y mucho menos tocar.



A pesar de que soy bastante desinhibida en la cama, luego tengo ciertos prejuicios en cosas sencillas y cotidianas, como por ejemplo, el simple hecho de estar en la playa y quedarme en top less.



Juan me ha animado muchas veces a hacerlo, pero lo cierto es que al final, no me he atrevido, por si aparecía alguien conocido, o quizá por simple tabú.



A raíz de esa primera vez, que me preguntó si me gustaría que alguien más estuviese íntimamente con nosotros, o simplemente me pudiera tocar, mi respuesta era negativa, ya que era consciente que no bromeaba, y su fantasía llevaba visos de hacerse realidad.



Una tarde, estuvimos paseando y Juan volvió a sacar la conversación. Le gustaría que alguien, o tal vez más de una persona, estuviera con nosotros cuando hacemos el amor?



De nuevo, volví a rechazar la proposición, haciendo hincapié en que era algo personal entre él y yo, una fantasía que no debía llegar a hacerse realidad.



Juan, le respondí, tú crees que yo voy a follar con otro tío delante de ti. En realidad, ni delante, ni detrás. Jamás lo he hecho, y jamás lo haré. Con qué cara me mirarás la próxima vez que hagamos el amor, seguro que después de esto, pensarás que soy una vulgar fulana.



No, respondió él. No pretendo que te acuestes con nadie. Simplemente dejar que te acaricie un poco, nada más.



Ya¡¡¡¡, respondí riendo. Cogerás a alguien, te lo traes a casa, y le dices, toca un poco a mi mujer. Ah, no, se me olvidaba, antes de eso me lo presentarás.



Juan, por favor, sabes que hacer eso me da mucha vergüenza. Como le miraré a la cara? Como te miraré a ti despues? Y sobre todo, como me mirarás tú?



No te preocupes por eso, es algo consensuado entre los dos, respondió él.



Tengo la solución, si tú quieres, evitaríamos tu timidez y tendríamos la ocasión de ver cumplida esta fantasía.



Sabes que entro de vez en cuando en un chat erótico. Conozco a un par de hombres, que estarían dispuestos a hacer lo que queremos.



Lo haríamos de la siguiente forma. Te harías la dormida. Yo les diría que te he dado un somnífero, y que pueden tocarte.



La verdad es que aunque no lo reconocía, la idea empezaba a gustarme. Dos hombres a los cuales no conocía, tendrían la oportunidad de acariciarme.



Para poder pensarlo con tranquilidad, le dije a mi marido que lo pensaría.



A los pocos días, volvió a sacar el tema. Estábamos a martes, y quería que ese fin de semana, el sábado en concreto, fuese el día en el que lo haríamos.



Ante su insistencia, acepté, eso si, poniendo ciertas condiciones. Yo llevaría puesto un camisón por encima de las rodillas, sujetador y tanga. Podrían quitarme las dos primeras prendas, pero no me quitarían las bragas. Yo me haría la dormida y podrían tocarme y besarme, los pechos sobre todo. No llegarían a pasar sus manos por encima del triangulo de mis bragas.



Esa situación me excitaba, puesto que mis pechos son muy erógenos, y que otras manos los tocasen me daba cierto morbo.



Juan se encargó de todos los detalles. Ese sábado, los dos estábamos muy nerviosos. En torno a la 1 de la madrugada había quedado con sus amigos virtuales, y estos vendrían a casa. Mi marido preparó una cámara de video para grabar todo lo que me hicieran, lo cual era una de las condiciones que les había puesto, para disfrutar con las imágenes en su intimidad.



Tuve que tomarme una pastilla para serenar los nerivos y así poder estar quieta durante el tiempo que estarían conmigo.



Cuando sonó el timbre de la puerta, mi corazón se puso a mil. Antes de abrir la puerta, Juan me dio la mano y soriendo me dijo........ cielo, duerme¡¡¡¡



Los dos hombres entraron en la casa, y se dirigieron al salón. Los oía hablar. Se notaba que eran educados y hablaban bien.



Juan, como buen anfitrión, les ofreció algo de beber. Los tres tomaron unos whiskys que sirvieron para iniciar la conversación en lo que iba a suceder.



A los pocos minutos, oí como mi marido les decía que yo estaba dormida en el dormitorio y que podrían pasar a verme.



El trípode con la cámara de video ya estaba colocado en un lugar privilegiado, al final de la cama.



Yo me encontraba despreocupada, tumbada en la cama, con los ojos cerrados, aunque los entreabría a veces, para observar a los dos invididuos que había invitado mi marido. Mis piernas estaban descubiertas hasta un palmo por encima de mis rodillas.



Cuando entraron en la habitación, los dos alabaron mi cuerpo. Le decían a Juan que tenía una mujer guapísima, lo cual me hacía sentir aún más atractiva ante dos desconocidos.



Podemos tocarla? Preguntó uno de los invitados.



Por supuesto, respondió él. Para eso estais aquí. Podeis tocarla y si os estorba, le podeis quitar el camisón. Le puse un sedante en la cena, y no tengais problema, que no despertará bajo ningún concepto. Yo mientras, pondré la cámara a grabar.



Estupendo, dijo el otro, mientras que ambos se pusieron de rodillas, a ambos lados de la cama.



Comenzaron acariciándome la cara y el pelo. Lo hacían de forma suave y sensual.Sus manos acariciaron mis pechos, por encima de mi ropa.



Bajaron sus manos, siempre por encima del camisón, hasta tocar mis piernas.Subió un poco la prenda, hasta que mi braguita quedó al descubierto.



Uno de ellos volvió a subir sus manos hasta mis pechos, lo apretó con fuerza y pidió permiso a Juan para quitarme el camisón.



Si, podeis quitárselo, ya sabeis hasta donde podeis llegar.



Dicho esto, uno de ellos me agarró las piernas hacia arriba, el otro levantó mi tronco cuidadosamente, mientras el otro conseguía sacarme el picardías por la cabeza.



Siguieron acariciándome, me besaban los pómulos de la cara, los pechos por encima del sujetador, me acariciaban las piernas, eso si, evitando pasarme la mano por encima del tanga.



Antes que lo pidieran, mi marido les indicó que me podían quitar el sujetador si lo deseaban, aunque recomendo que me dieran la vuelta, así podrían ver mi culito, a la vez que desabrochaban el sujetador.



Procedieron con la misma parafernalia, me tocaron la espalda, y el culo. Pasaron sus labios y hasta su lengua por todo mi cuerpo. A estas alturas, ya me estaba excitando, y la verdad es que comenzaba a desear que terminase la sesión, y quedarme con Juan a solas para que él terminase de hacerme llegar al orgasmo, aunque aún les quedaba disfurtar de mis tetas.



Me volvieron a voltear, y sacaron el sujetador. Mis brazos los echaron de nuevo para atrás. Por primera vez, mostraba mis tetas a otro hombre que no fuese Juan. Sus manos se centraron en ellas, las masajearon, las tocaron. Me estaba excitando, el hacerme la inconsciente, había hecho todo esto más fácil, pero deseaba que se marcharan ya, y estar con mi marido, y disfrutar del sexo como nunca. Suponía que se correría varias veces teniéndome con él y recordando o mirando en el dvd todo lo que había visto.



La erección de los hombres iba en aumento, y además de los besos en mis pechos, a veces, la mano se escapaba y pasaba por encima de mi braga. Eso me enojaba un poco, puesto que había dejado claro a mi marido que no deberían tocarme mi coño, aunque lo entendía por el subidón que llevaban.



Entonces sucedió algo que no esperaba. Uno de los invitados le pidió a Juan si podían apartar un poco la braga para ver mi sexo.Mi marido no contestó y continuó con sus filmaciones. El hombre que había hecho la pregunta comenzó a pasar con insistencia el dedo por encima del tanga.



Esperaba que Juan hiciese parar al hombre cuando les dijo que podían quitarme la braguita.



En esos momentos estuve a punto de levantarme y parar el juego rápidamente. Me retuvo la cara que pondrían los hombres, y el enfrentarme a la realidad de que averiguasen que era todo un montaje.



Entre los dos me sacaron el tanga por debajo de mis piernas. Mi sexo, totalmente depilado, salvo un pequeño felpudo sobre mis labios vaginales quedó a disposición de las miradas libidinosas de nuestros invitados.



Me separaron las piernas, quedando totalmente expuesta ante dos desconocidos.



Ya no preguntaron, directamente comenzaron a pasar el dedo por mi clítolis y a meterlos en la vagina.



Su siguiente pregunta era sin podían penetrarme, a lo que afortunadamente, Juan no accedió, aunque les dijo que podían utilizar la lengua a su antojo.



Su autorización no se hizo esperar y uno de ellos separó mis piernas por los muslos y agarrándolos bajó su boca y su lengua comenzó a acariciar mi coño.



Me sentía totalmente humillada por el atrevimiento de mi marido, pero mi cuerpo respondía a la lengua de mi contrincante, haciendome tener un orgasmo.



Juan, que me conoce bien, se dio cuenta, porque tuve que morderme los labios para no chillar. En ese momento, dio por concluída la exhibición y los hombres salieron de la casa.



Cuando regresó a donde yo estaba me mostraba enfadada y avergonzada. Pensé en no volver a hablarle en mi vida, pero comenzó a besarme y a proyectarme las imágenes que había grabado, lo que hizo que hiciésemos el amor de forma apasionada, y volver a crear fantasías, esta vez mucho más atrevidas.


Datos del Relato
  • Categoría: Voyerismo
  • Media: 7.83
  • Votos: 6
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