Hace unas dos semanas fuimos de vacaciones al mar, luego a mi tía en la montaña y al final, una noche la pasamos en la casa de la hermana de mi suegra. Vive cerca de la montaña, en la mitad de un paisaje precioso. Y su casa también es preciosa. Como una auténtica casa de montaña.
Después de llegar allí y acomodarnos, dejamos a nuestra hija y mi suegra en el piso de abajo y yo con mi marido subimos al piso de arriba para ver la vista y relajarnos un poco. En uno de los dormitorios tienen una terraza con vista preciosa. Así que nos pusimos muy cómodos, yo con un poco de jugo y mi marido con vaso de vino. Platicamos algo y luego mi marido me dice:
—Mira que me gustaría follarte aquí mismo.
Yo no podía creerlo.
—Vaya, creo que el vino se te la puso dura.
—Sí, vamos a follar. Quiero verte parte de este paisaje.
—Pero, vamos que no podemos. La gente está abajo.
—Cerramos la puerta.
Y es lo que hicimos. Entramos en el cuarto y Cerramos la puerta e inmediatamente después empezó a quitarme los pantalones y luego mis calzoncillos.
Saber que alguien podría venir arriba, nos ponía a cien. Sin decir ninguna palabra más, me empezó a besar y con un apuro, empezó a dármela fuerte.
Dios, yo estaba en el cielo. Estaba tan excitada que después de un minuto tuve un orgasmo. Querría gritar, decirle cosas, pero temía que alguien me oyera y me concentré en alegrarme de esta nueva cara de mi marido.
Después de unos minutos él también tuvo su orgasmo.
—Aun así, tengo que follarte bajo la luz de la luna así que prepárate.
La noche vino. Yo era bien deseosa de que cumpliera con lo que me dijo. Después de poner a nuestra hija a dormir. Me sacó de las sábanas a la terraza. El tiempo estaba perfecto. No hacía frío, ni calor.
Y el sexo vino. Como me lo prometió. A la luz de la luna. Empezamos a besar. Me tocaba toda. Me subió el vestido y me pidió que me sentara en el sofá con el culo hacia él. Vaya, mi posición preferida. Estaba con el culo al aire, esperando que me metiera su polla grande en mí. No podía esperar más. Lo que sucedió por la tarde solo me hizo querer más. Y sus dedos empezaron a jugar con mi clítoris.
—¡Te quiero dentro!
Y luego me la metió. Al principio dolió un poquito, pero sus movimientos, el coche de sus huevos en mi clítoris me puso s cien y me abrí más, más. Vaya, mi primer orgasmo en la noche vino enseguida. Como una bendición. Y empecé a gemir.
—Eso es mamasita. Quiero oírte. Déjame saber cuánto te gusta.
A continuación, se paró y me pidió que me bajara del sofá.
—Agárrate de esta barandilla.
Y eso hice. Con la cara a la montaña y mi espalda a él, me agarre fuerte de la barandilla y me cogió otra vez. Una nueva explosión dentro de mí y casi me gritó, pero no quería levantar toda la casa. Así que grito en mi interior.
Luego me doy la vuelta y es cuando me fijo que hay algo en una esquina del techo que parece como una cámara vídeo y me asusto un poco.
—Hay una cámara ahí.
—¿En serio? —me contestó seguir besándome. Perfecto. Hagamos una película.
Y se sentó en el sofá. Su polla estaba luciendo por mis jugos. Me venía a comerla. A metérmela toda otra vez. Sentirla. A la mierda si es una cámara. Quiero follar a mi hombre. Y me puse en su regazo. Su polla entró en mí.
—¡Qué bien está!
Estaba delicioso. Podía besarlo también. Sentir sus gemidos. Ver cómo se quedaba sin aliento. Como me devoraba en besos y me daba palmadas en las nalgas. Cada nalgada transmitía una ráfaga en mi interior. Cada mordisqueo en mis senos.
—"Eres perfecto. Te amo. Dios como sabes volverme loca." No sé lo dije. Pero él lo sabe.
Lo monté hasta que no pudo más y se dejó llevar por su orgasmo. Y yo al mismo tiempo que él tuve otro orgasmo.
Luego me dio otra palmada suave en el culo. Sabía que era el momento para separarnos. Lo besé una vez más.
—Gracias mami. Fue increíble.
Y nos fuimos a dormir. Hace tiempo que no dormimos tan bien.
Por la mañana, fui a ver si había una camera. Estuve un poco decepcionada cuando vi que no lo era. ¿Tal vez un día hacemos una película?