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Gringo, mi perro y mi hermano Juan

~Recuerdo que cuando tenia 16 años, mi papá me sorprendió regalándome un perro al que le puse Gringo, un perro de regular tamaño, super regalón, juguetón y.. tengo que decirlo, caliente. Desde niña chica, acostumbraba bañar a mi regalón todas las semanas en una batea bastante grande. Casi siempre terminaba toda mojada pero lo disfrutaba plenamente. Gringo quedaba brillante y perfumado como ningún otro perro.
Esto cambió un poco porque después encontré más práctico bañarme junto con él ya que la batea era bastante grande. Le ponía agua hasta el borde, con la batea metida en la tina y ahí podía ducharme yo y aprovechar de bañar al perro. Todo iba bien hasta que la curiosidad enredó todo porque al sobajear el vientre de Gringo, éste desplegó su rojo pene, un poco y yo lo tomé para lavarlo también y este empezó a crecer entre mis manos. Me pareció divertido hasta que, con el objeto de tomar el champú que estaba en un extremo, me di vuelta quedando en cuatro patas y Gringo, ni corto ni perezoso, se montó sobre mí haciendo ese curioso movimiento que, en ese momento no supe interpretar, miré por entre mis piernas y el pene del perro estaba totalmente desplegado y se movía rítmicamente.
Me apretaba entre sus patas delanteras y trataba de alcanzar mi trasero. Por supuesto que no lo dejé y terminé el baño, lleno de dudas y curiosidad. Nada dije a mi papá ni a mi hermano Juan que tenía dos años más que yo.
A la semana siguiente, llegó la hora del baño y lo hice como siempre con la diferencia que a Gringo, se le comenzó a notar de un principio la punta roja del pene. Hice lo de siempre y como siempre pero, quise ver que pasaba si me ponía en cuatro, Lo hice y no se hizo esperar la reacción del perro patudo, me montó y comenzó a moverse tratando de violarme. Miraba por entre las piernas otra vez y el pene dejaba caer unas gotas de orina o no sé qué, lo cual me divertía. Me rozaba los muslos pero no me alcanzaba el culo.
Cada semana repetía la ceremonia y Gringo ya se había acostumbrado al hecho, no bien le daba la espalda, se montaba y cada vez estaba más cerca de lograr contacto con mi trasero. Ya había cumplido doce y seguía siendo divertido calentar a Gringo. Un día, metí mi mano hacia atrás y tomé su pene y no lo solté hasta que se corrió entre mis manos
Fue divertido entonces y lo repetí cada vez durante innumerables semanas. Sin embargo me estaba gustando mucho el juego de calentar al perro y parece que él esperaba los días de baño con ansiedad también. Pense que podía ir un poco más lejos la próxima vez y lo hice. Cuando me montó, tomé su pene con una mano por entre mis piernas, eché atrás un poco mi trasero y acerqué la punta a mi agujero chico. Lo sentí golpeando suavemente mi hoyo y el perro e encargó de empujar un poco más penetrando un poco al interior del recto. Sentí como me calentaba la entrada, bajé un poco mi culo y entró de un golpe hasta el nudo. Sentí como aceleraba el movimiento más y más empujándome con fuerza hasta que se quedó quieto llenándome de semen el recto. Esto lo repetí muchas veces hasta que cumplí los trece.
Pasé todo un año abusando del perro o aprovechándome de él. Parecía que no podía ser mejor el asunto pero me bajaron los deseos típicos del desarrollo, tuve mi primera regla, y mientas me masturbaba una noche creí que podía permitirme algo más. Ya contaba con unas pequeñas excitantes mamas que reaccionaban rápidamente a las caricias, Ya entendía muchas cosas más que antes y, en el baño, junto con Gringo, pasaban otras cosas. Ya disfrutaba de su lengua lo cual logré pintándome los labios vaginales con chocolate que le gustaba mucho al perro. Mientras yo me acariciaba las tetas, él lengüeteaba largamente mi vagina y yo volvía a pintarme hasta alcanzar un orgasmo. Estaba disfrutando realmente. Seguía permitiendo que me penetrara por el culo y lo disfrutaba pero, se produjo algo que cambió un poco las cosas.
Una vez me puse en posición para hacer lo de siempre pero, el perro comenzó muy rápido, no alcancé a agarrar su miembro para conducirlo al culo, yo perdí el equilibrio y el pene de Gringo, se metió o chocó con mi vagina. Me estremeció el hecho por impensado pero el pene no era muy grande y su punta entró sin dolor y sí sentí una sensación de calor extraña que me gustó. No traté de evitarlo y hasta que me acomodé a la altura adecuada fue entrando en mi vagina poco a poco, sin tener que conducirlo con mi mano.
El pene entró totalmente para agrado de ambos pues me hizo sentir una calentura intensa y un placer que no había experimentado salvo con mis dedos. Me gusta, me gusta, exclamé mientras Gringo me tomaba como una perra y su pene recorría mis entrañas con rapidez de perro hasta que se quedó quieto, señal de que había acabado llenándome de semen caliente que me produjo un placer extra. Es rico ser una perra pensé y me reí de eso. Al bajarse Gringo, noté que tenía un poco de sangre mezclada con semen entre las piernas, me había desvirgado un perro. No se lo podía contar a nadie por supuesto, pero mi hermano que pasaba por fuera de la puerta , me escuchó cuando exclamé me gusta, me gusta y me preguntó al salir que era lo que había pasado. Nada le dije y me alejé colorada y con el perro contento saliendo del baño limpio brillante y perfumado creyéndome su perra supongo. Pero, mi hermano me miró con una cara de pregunta increíble. Pasada la semana, volví a la rutina del baño cumpliendo como siempre con el enjabonamiento y aseo de Gringo que me lamía el chocolate mientras lo acariciaba. Esperaba que me agachara seguramente porque a cada rato, trataba de agarrarme una pierna y su pene ya se asomaba.
Decidí darle de lo mismo y pase el chocolate por su miembro , me puse debajo y metí su pene en mi boca y se lo chupé un poco, luego me di vuelta y me puse en posición. Gringo me montó de inmediato y no tuvo problemas para enfilar por mi vagina, comenzó a bombear y bombear hasta descargarse en mí. Mi hermano entró en ese momento y me dijo, Ya me imaginaba que era lo que te gustaba y te voy a acusar con mi papá. “No por favor” le dije “él no puede saber nada”. “Haré cualquier cosa para que no le digas. Lo que tu quieras”. Miraba desesperada su rostro pero noté que su entrepierna estaba abultado y adiviné que había visto lo que había pasado con el perro. Era evidente porque Gringo tenìa su pene colgando y goteando. Me estaba mirando seguramente. Me puse de pie, seguida por Gringo y me arrodillé delante de él para pedirle que no me acusara.
Apoyé mi cabeza sobre su pene con lágrimas en los ojos abrazando su cintura y le repetía que haría lo que él quisiera. Movía mi cabeza contra su miembro para calentarlo y lograr convertirlo en mi cómplice, mientras tanto el perro seguía inquieto alrededor mío intentando montarme pero no lo dejaba, me habría muerto de vergüenza aunque estaba segura de que el había visto todo. A todo esto ya había deslizado el cierre del pantalón de Juan y éste no sabía que hacer. El pantalón cayó .y él repetía tontamente “te voy a acusar”. Logré bajar el calzoncillo de Juan y tomé su pene que no era despreciable, (en ese momento no lo sabía), y lo comencé a acariciar y besar para comprometerlo.
Comenzó a ponerse rojo su rostro y se sometió. Le acariciaba suavemente su pene, yo no sabía que hacer y él se sentó en un piso bajo que había en un rincón. Me agaché para seguir acariciando y besando su pene totalmente erecto y Gringo me montó .Traté de sacármelo de encima pero Juan me dijo, déjalo que ya ví como actúa contigo. Así, mientras masturbaba a Juan, el perro me metía de nuevo su verga y acababa dentro de mí. No supe en que momento, me metí en la boca el pene de mi hermano, tiene que haber sucedido cuando logré el orgasmo que me provocó Gringo. Más, más me dijo Juan y yo sin experiencia en el asunto chupaba y chupaba hasta que sentí gemir a mi hermano que sujetó mi cabeza y se vació en mi boca con un quejido largo y entrecortado. “Cállate” le dije “que puede escuchar mi papá”. “No te preocupes”, me dijo, “él salió y por eso te estaba espiando.
Ahora ya te tengo capturada y tendrás que someterte a lo que yo quiera para no delatarte”. “Si le dije yo, haré lo que digas o me pidas de ahora en adelante” .El perro miraba la escena buscando la puerta pero salió mi hermano y yo me quedé secando su cuerpo pensando en la locura que estaba resultando. Para que les cuento que Juan comenzó a pedirme cada vez que podía que le chupara el pene hasta acabar en mi boca. Una noche en que mi papá tuvo que quedarse en casa de una tía, Juan se fue a mi dormitorio, se metió en mi cama y comenzó a acariciarme completamente y besarme los pechos lo cual me puso muy caliente y con su mano sacó mi calzón y me acarició la vagina suavemente diciéndome que quería que fuera suya como una mujer o como una perra. No podía negarme y tampoco quería hacerlo porque estaba tan caliente que habría hecho cualquier cosa.
Chúpamelo me dijo y yo lo hice pero ahora él manejó mi cabeza subiéndola y bajándola primero suavemente, luego lo metió a fondo y comenzó a hacerlo mas rápido pero no acabó y me pidió que me pusiera como perra. Lo hice y él se acercó y me lo metió suavemente hasta el fondo y recordé a Gringo, pero mi hermano era mejor que él porque lo tenía más grueso. Después, antes de acabar, me lo sacó y comenzó a intentarlo por el chico. La presión era grande pero yo lo quería adentro así es que me relajé y entró primero el glande y luego todo su grueso y duro pene.
Eres una verdadera puta me dijo cariñoso y es una suerte que seas mía y no de otro. Ojalá dejes de lado al perro porque no quiero compartirte con él me dijo. Para no embarazarte lo vamos a hacer por el culo y con la boca, te lo voy a meter igual por delante pero no acabaré adentro nunca.
Gringo fue atropellado por un camión cuando cumplía mis catorce y mi hermano, poco a poco me ha dejado libre porque ya tengo novio y él encontró también una muchacha que lo satisface bien. Esta es mi historia y les digo que es tan real que grabé varias veces lo que pasó con Gringo y las imágenes son la evidencia. No me las pidan porque en todas sale mi rostro y no quiero que nadie sepa quien soy (no sé editar videos para suprimir mi rostro o escenas).

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