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Soy comercial y estoy habituado a pasar noches de hotel. Se hacen largas y aburridas, a la espera de reuniones, un pequeño descanso entre pesados días de trabajo fuera de casa. De hecho, por mi carácter introvertido y por mi forma de ser, jamás me he planteado que estas situaciones, en las que te cruzas con multitud de mujeres, pudieran ser una oportunidad para gozar de experiencias sexuales. E incluso jamás se me ocurriría tener esa fantasía respecto a las clientas con las que trabajo, ya se sabe que de donde sacas la olla…etc.
Por este motivo cuando me dijeron que tendría que dormir en un resort de Almería la noche de un jueves para mantener al día siguiente una importante reunión con una multinacional alemana lo consideré otra obligación más de mi trabajo. De hecho llegué allí concentrado y dispuesto a ganar el importante contrato por el que pujaba mi empresa frente al otro gran competidor con el que solíamos pujar.
No por casualidad el resort era alemán ya que era propiedad de nuestro cliente y se notaba que había sido diseñado muy del estilo de aquel país. Con grandes instalaciones, estaba especializado en familias aunque contaba también con un ala para parejas o adultos en general.
Me registré y fui a mi habitación a media tarde. Deshice la pequeña maleta que llevaba y, sin gran interés, eché un vistazo al típico folleto del hotel describiendo los servicios que ofrecía. Observé, cómo no, que disponía de saunas y que específicamente en mi zona eran saunas mixtas, para hombres y mujeres, algo típico en Alemania donde la desnudez es algo natural. Fue una costumbre que tuve ocasión de descubrir en un viaje que hice a aquel país. Curiosamente la experiencia resultó de todo menos excitante ya que acabé rodeado de gruesos teutones y señoras de gordas y flácidas tetas que podían despertar cualquier reacción menos la libido. A pesar de aquel precedente, necesitaba relajarme así que decidí ir a pasar un rato, por mucho jubilado en pelotas que pudiera encontrarme.
Dicho y hecho, cogí mi toalla y bajé a la zona de sauna. Al llegar allí comprobé que, al estar en España, las normas del recinto indicaban que estaba prohibido usar bañador pero que se podía estar desnudo o bien usar una toalla, esto último sería pensando en los púdicos españoles. Entré en el vestuario, que se encontraba vacío por completo, y me desnudé pero tomé una toalla y me la anudé en la cintura ya que no sabía qué panorama encontraría dentro de la cabina.
Abrí la puerta y confirmé mis peores temores, únicamente había dos hombres obesos, sentados en una esquina, desnudos y sudorosos, charlando entre ellos. Discretamente me fui al otro extremo y me senté. Vista la tranquilidad reinante y el agobiante calor decidí abrir la toalla para airear mis partes, quedándome sentado sobre ella, en pelotas y con los ojos cerrados para relajarme. No obstante empecé a dar vueltas a la cita de negocios que tenía por delante.
Al cabo de un tiempo oí la puerta y con el rabillo del ojo vi salir a uno de los hombres. Cerré de nuevo los ojos y entré en una especie de letargo. Así estaba medio adormilado cuando se volvió a abrir la puerta y todo quedó en silencio. Deduje que me había quedado completamente solo, algo que agradecí, y continué dando vueltas a mis temas de trabajo. Una tranquilidad que no sé lo que duraría pero que se interrumpió de repente cuando me sobresaltó el ruido que hicieron las brasas al ser rociadas con agua, ¡no estaba solo!
En realidad, al salir el otro hombre que quedaba en la sauna debía haber dado paso a una chica, que se había acomodado sin hacer ruido. La miré con sorpresa y, por lo que adiviné, debía tener unos treinta años, como yo. Ella se dio cuenta de mi sobresalto y me dijo algo en alemán, pero al ver que no le entendía me aclaró en inglés que sentía haberme asustado. Al encontrarse de espaldas echando el agua tan solo disfruté de su magnífico culo, redondeado y respingón, y una bonita espalda, por la que caía una larga melena castaña. Se sentó de nuevo e intenté observarla de perfil pero precisamente la melena impedía ver sus pechos. Nos sonreímos levemente y volvió el silencio absoluto.
Me dí cuenta entonces de que yo seguía despatarrado, mostrando mis partes generosamente, una situación que se me hacía muy violenta aunque en realidad la chica parecía ignorarme. Ella, en un ejercicio de pura disciplina alemana, se mantenía sentada muy formal sobre su toalla y mirando a la pared del frente.
A medida que transcurrían los minutos, mi sentido de la vergüenza me aconsejaba taparme y acabar con esta incomodidad, pero a la vez me daba cuenta de que hacerlo sería un poco ridículo puesto que ella ya habría visto todo lo que se podía ver. En esta situación mi cabeza no hacía más que dar vueltas acerca del cuerpo desnudo que compartía un espacio tan pequeño conmigo, por lo que la excitación sexual empezó a hacerse notar en mi poya, hasta entonces flácida y encogida. La erección iba camino de resultar evidente en poco tiempo por lo que decidí que era el momento de taparme y salir de allí. Pero, en un arranque de mini exhibicionismo, decidí levantarme e irme tal cual estaba, desnudo, dejando que la chica viera lo empalmado que estaba. En ese breve trayecto del banco a la puerta le dije adiós y ella me devolvió el saludo, momento en el que observé con satisfacción que echaba un vistazo a la entrepierna.
Y ahí acabó la experiencia de la sauna. Para mí, había sido tremendamente excitante compartir desnudez con esa chica y el haberle mostrado la erección, aunque hubiera sido algo tan breve y sin mayor consecuencia. Me acosté, me hice una buena paja pensando en lo experimentado y me dormí sobre la marcha. Sin embargo, lo mejor estaba por llegar.
La reunión de la mañana siguiente debía tener lugar con la directora del hotel, una chica encantadora que ya conocía, con el director comercial para el sur de Europa y con su ayudante. Trajeado, acudí a la cita, charlé con la directora y me comentó que su jefe había perdido el vuelo y que tendría que verle el lunes, que no me marchase sin verle y que no me preocupara por el alojamiento. Eso sí, antes de irme me presentó al ayudante que ya se encontraba en el resort. Se trataba de una joven recién incorporada a la central de Berlín y que resultó ser ni más ni menos que ¡la chica de la sauna!
Sorprendido, avergonzado y excitado, todo por igual, la saludé y ella me dedicó una sonrisa burlona haciendo ver que me reconocía, sin embargo, ninguno de los dos mencionamos aquel encuentro. Para anticipar los temas a tratar el lunes siguiente decidimos ir a tomar un café los tres y comentar sobre la planificación que se había acordado. No obstante, apenas hablamos de trabajo, como había tiempo por delante la conversación rápidamente derivó hacia el tema personal y comentamos la situación de espera tan absurda que tendríamos por delante tanto la chica, que se llamaba Lisa, como yo.
La directora, Gertrude estaba realmente apurada ya que se sentía responsable en nombre de su jefe por lo que no paraba de deshacerse en disculpas y en ofrecerme alguna compensación proponiéndome los servicios del hotel. La curioso fue que como sugerencia para la tarde nos invitó a los dos a relajarnos en la sauna VIP del hotel, una dependencia que se ofrecía a pequeños grupos que disfrutaban de ella en exclusiva durante una hora. Con una sonrisa me explicó además que al no ser yo alemán no debía preocuparme por la desnudez que practicaban ellos, que lo haríamos a la europea con toallas. Yo acepté encantado, ya que Gertrude era además una chica muy atractiva y nada podría apetecerme más que tener una “recatada” sesión de sauna con toalla junto a estas dos espléndidas mujeres.
Pero la sorpresa fue cuando Lisa intervino muy decidida explicándole a Gertrude que podríamos disfrutar de la sauna libremente, que ella y yo habíamos compartido cabina el día anterior y que yo no tenía problema alguno en desnudarme por completo. A mí me entró una sonrisilla nerviosa pero, como era algo tan normal para ellos, Gertrude simplemente asintió dándose por enterada. El caso es que la travesura del día anterior me había divertido, entre otras cosas porque era con una desconocida por entonces, pero me sobrepasaba la idea de ponerme en pelotas junto a estas dos chicas, clientas, sin hacer el ridículo con una erección inoportuna como la del día anterior.
Finalizamos la pequeña reunión poco después y el resto del mediodía y tarde lo pasamos por separado. Estuve excitadísimo, no dejaba de pensar en lo morboso de la situación que se aproximaba. Finalmente, llegó la hora y fui a reunirme con ellas. En recepción se encontraba ya Lisa sin embargo nos avisado de que seguramente Gertrude no iba a poder asistir, por un imprevisto de trabajo. Nos entregaron las llaves de acceso al recinto VIP y accedimos los dos solos al área. Realmente se trataba de un pequeño spa, había tres piscinitas de agua fría, templada y caliente, un rincón con duchas abiertas y la sauna, todo ello completamente privado para nosotros. Estaba pensado para grupos íntimos ya que, de hecho, para cambiarse tan solo contaba con un solo cuarto; estaba claro que aquí no había lugar para el pudor.
Lisa y yo nos dirigimos a la zona de taquillas y, sin más, comenzamos a desnudarnos. Frente a frente, nos quitamos la ropa hasta quedar totalmente desnudos. Fue una maniobra rápida y bajo un silencio algo cortante. Me dio una toalla, que por motivos higiénicos siempre hay que poner al sentarse en las saunas, y allí nos dirigimos, con aparente naturalidad.
La sauna era pequeña, con las clásicas dos alturas, apta apenas para seis personas. Lisa me indicó que le gustaba sentarse arriba para notar más el calor y me indicó que podíamos apoyarnos cada uno en un extremo del banco y colocarnos uno frente a otro, como así hicimos. Pusimos las toallas en el banco y nos sentamos. Fue en ese momento cuando pude observar y disfrutar su cuerpo. Tenía unos pechos no muy grandes pero bien altos, muy juntos y formando un sugerente canalillo entre ellos. Los pezones eran claros y puntiagudos. En cuanto a su vientre, al tumbarse con las piernas cerradas apenas si se podía ver el vello, moreno y muy recortado, en el que se adivinaba el nacimiento de los labios del coño. Era realmente blanca de piel y no tenía marcas de bañador, estaba claro que venía del invierno alemán.
En cuanto a mí, la posición me dejaba totalmente expuesto ya que tenía una pierna encima del banco y la otra la dejé apoyada en el banco inferior, posición que dejaba al descubierto mis partes, por entonces en reposo absoluto. En varias ocasiones noté que ella miraba hacia aquella zona aunque mantuve el tipo y me concentré en mantener una charla distendida.
Hablamos de varios asuntos y por varios comentarios noté que estaba muy decepcionada porque Gertrude no hubiera vnido. Al insistirme tanto en ello me quedó claro que no tenía el menor interés en mí, algo que contribuyó a que decayera mi excitación.
Al cabo de un buen rato, decidimos que era momento de salir de la sauna y nos fuimos a las piscinas. La fría, la caliente y por último la templada, movimientos en los que pude disfrutar de su anatomía. En el Norte se lo tomarán con naturalidad pero a mí observar una chica desnuda en todos los ángulos posibles al lado mí me iba excitando cada vez más. En la última piscina nos situamos frente a frente, ambos con los brazos extendidos sobre los bordes de la piscina, una posición que nos elevaba un poco sobre el agua y dejaba sus pechos al aire. Tenerla así hizo que deslizara mi vista varias veces sobre las tetas, algo que Lisa notó al momento por lo que me dijo que no tuviera vergüenza, que disfrutase viéndoselas. Es más, me confesó que a ella también le estaba excitando aquella sesión a solas y que se había estado fijando en mi poya, que le parecía muy apetecible…
Con la frialdad propia de una alemana, me sonrió y me propuso que podríamos tener sexo, sólo sexo, con la única condición de que no se la “metiera”, verbo que usó literalmente. Yo, como no, asentí como un niño al que le regalan un gran juguete y directamente me fui hacia ella y comenzamos a sobarnos como locos. Besos y refregones con los que ella comprobó que yo estaba totalmente empalmado. Fue en ese momento se subió al banquito que había dentro de la piscina, se abrió de piernas y me ofreció su sexo, que lamí, chupé y degusté hasta que se vino a correr entre espamos, mientras yo la observaba con lengua tanteando su clítoris. Cuando se tranquilizó un poco después de la corrida se dio la vuelta, se puso de espaldas inclinada sobre el borde la piscina, volvió a abrir las piernas dejándome ver su precioso culo y el ojete y me dijo que por allí sí podía “meterla”. Emocionado, agarré mi poya y fui directo al agujerito que, depilado y palpitante parecía llamarme.
Nunca había practicado sexo anal así que me preocupó dañarla ya que noté que era preciso apretar con más fuerza que cuando se mete por un coño bien lubricado pero con la ayuda de un poco de saliva acabó entrando el miembro y noté que esa mayor presión que se nota en la poya excita muchísimo. Empecé a follarla y ella se fue animando con gemidos cada vez más fuertes. Como iba viendo que me entraban ganas de correrme, tenía la duda de si debía o no acabar dentro, pero ella me avisó de que si me iba a correr que se la sacara. Me llevé una decepción, llenarla de semen hubiera sido un puntazo, pero en cambio ella me tenía reservada otra sorpresa. Cuando iba a reventar, se la saqué y en un segundo ella se dio la vuelta y me metió la poya entre sus tetas, lo que quería era que me corriera en su delicioso canalillo que parecía estar hecho para el tamaño del miembro. Apenas empecé a restregársela cuando me corrí con ganas, dejándole un abundante reguero de semen bajando y goteando por uno de sus pezones. Caí rendido… ¡no podía creer el polvazo que acababa de echar!
Jadeantes, nos volvimos a sentar en la piscina y apenas nos pudimos intercambiar unas frases sobre lo ocurrido ya que por sorpresa vimos aparecer a Gertrude que nos dijo que se quitaba la ropa corriendo y se unía a nosotros.
Pero fue entonces cuando Lisa me dijo con total naturalidad que ella solía mantener sexo con Gertrude y que me lo había propuesto a mí al no haber venido ella pero que ahora le gustaría disfrutarla a solas. Sorprendido, pero también agradecido por el orgasmo sideral que me había proporcionado, le dije que así lo haría y que en cinco minutos “recordaría” que tenía pendiente una videoconferencia urgente y me marcharía.
Y fueron esos cinco minutos los únicos que pude disfrutar viendo desnuda también a Gertrude, algo más rellenita que Lisa pero cuyo cuerpo resultaba igualmente morboso. Guapa y con buena figura, resultó estar depilada por completo por lo que dejaba ver perfectamente su coño, con labios un poco colgantes, una auténtica delicia. Las tetas eran realmente grandes, algo caídas pero tremendamente apetecibles. Se notaba que había tomado el sol y sólo se le marcaba una leve zona blanca en el pubis, por lo que estaba claro que siempre hacía topless y que en más de una ocasión se había bronceado desnuda por completo. Sin embargo, deduje por lo que iba a pasar y por lo que sabía de Gertrude que era lesbiana y que sólo la bisexualidad de Lisa me había permitido la sesión de sexo.
Para mi pereza, pronto Lisa me avisó dándome un discreto toque en la pierna bajo el agua para avisarme de que había llegado la hora. Al decirles que me tenía que ir ambas salieron conmigo de la piscina con idea de volver a la sauna por lo que nos despedimos de pie, los tres desnudos, con el frío apretón de manos que tanto les gusta dar a los extranjeros, pese a que acababa de haberme follado a una de ellas. Las dejé entrando desnudas en la cabina y fui a vestirme, dándole vueltas a la tórrida orgía lésbica que iba a tener lugar allí.
Tan solo volví a ver a Lisa a la mañana siguiente en el desayuno, su jefe le había pedido que volviera a la central y debía tomar el siguiente avión a su país. Gertrude me atendió amablemente aquellos dos días pero no ocurrió nada más, la sesión de sauna y sexo quedó para siempre en mi recuerdo como algo único y maravilloso.
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