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"Por mi cabeza pasaban muchas cosas, también estaba un poco excitado por lo cerca que estuvimos el uno del otro. Quizás este era el momento para preguntar, pero ¿Qué exactamente? y sobre que, después de todo ella era una mujer casada y con un hijo, que podía esperar de mí, o que podría ofrecerle yo."
Nos encontrábamos instalados en la nueva oficina, habían pasado un par de semanas desde mi cumpleaños y de aquel regalo tan inesperado. A diferencia de Gesa, quien se comportaba de la manera más natural, haciendo su trabajo con diligencia, yo simplemente no sabía cómo sentirme al respecto con mi nueva jefa, a pesar de nuestra llevadera amistad, yo permanecía hechizado por aquel evento, mi percepción de Gesa cambio bastante y día a día solo iba en aumento un deseo por aventurarme en ella, no importaba lo que fuera, necesitaba hacer algo con aquella mujer. Pero no quería echar todo a perder, aunque ella dio el primer paso, dudaba si quería llegar a algo más conmigo o si únicamente fue una especie de venganza contra su marido.
Recuerdo que era inicio de semana, quizás un lunes o un martes. Desde que Gesa llegó, se encerró en su oficina (o más bien recamara), y nadie la molestó durante ese tiempo puesto que pensábamos que estaba ocupada. Yo me encontraba terminando una conciliación del personal, estaba dudado en entrar o no con ella, ya que había pasado rato y aun no abría la puerta. Finalmente me dirigí a ella, toqué la puerta y pude escuchar un débil “adelante” entré y la encontré recargada sobre sus brazos en el escritorio. “¿Que necesitas muchacho?” preguntó. Por un momento estuvimos hablando acerca de los registros patronales y otros detalles que teníamos por ver, al cabo de unos minutos, nos desviamos del tema principal y comenzamos a platicar de otras cosas, como era costumbre nuestra ya. De un momento a otro revisando mi celular, pude ver que había cambiado de foto de perfil, de hecho, que era una foto reciente, justo aquí en la oficina.
La miré desesperanzado moviendo la cabeza de un lado a otro, continuaba sentado en el sofá de su pequeña oficina. Nuevamente miré la foto, la examiné por un momento para después observar directamente a su persona. Me perdí en ella, y al cabo de unos segundos, Gesa se percató de esto.
Ella me miró con seriedad por un momento. No se trataba de un movimiento para llegar a alguna situación, eran algo que pensaban realmente.
Al poco tiempo tocaron la puerta y yo me retiré del lugar, continúe con mis labores con tranquilidad y el resto del día transcurrió sin ninguna anomalía, y el resto de la semana también, salvo quizás un pequeño detalle, pude notar que Gesa se veía mejor los últimos días, no sé si se maquillaba mejor o si estaba llevando algún tratamiento de belleza. Pero incluso en la forma que llegaba era diferente ahora, normalmente llegaba temprano y se maquillaba o retocaba el maquillaje en lo que los demás llegábamos. Ahora siempre llegaba lista.
Poco tiempo después, quizás un par de semanas, nos preparábamos para salir, eran alrededor de las 6 de la tarde, las nubes de lluvia se agrupaban sobre todo a donde la vista volteara, tanto que daban una vista nocturna a todo el lugar, la mayoría se había marchado ya, y yo esperaba a junto con Gesa a la llegada del taxi que había pedido, “15 minutos” dijo la persona que mandó la unidad. Me encontraba nuevamente en aquel sofá para tres personas, recargado del codo más próximo a ella, justo enfrente del gran escritorio de madera que la rodeaba en una “u”, platicábamos de cosas sin mucha importancia, hasta que, motivado por mi curiosidad, me atreví a preguntar.
Yo me puse rojo, y abrí los ojos de par en par, no esperaba que fuera tan directa, aunque sabía que era ese tipo de persona, trate de calmarme y aunque fue un silencio lo suficientemente largo, logré reponerme de su repentina estocada.
La miré fijamente a los ojos, y por un momento nos quedamos así.
Por mi cabeza pasaban muchas cosas, también estaba un poco excitado por lo cerca que estuvimos el uno del otro. Quizás este era el momento para preguntar, pero ¿Qué exactamente? y sobre que, después de todo ella era una mujer casada y con un hijo, que podía esperar de mí, o que podría ofrecerle yo.
Evidentemente no estaba convencida con la respuesta, por unos momentos todo quedó callado. Ella suspiró ligeramente, se levantó de su silla y sentó a mi lado en el sofá. Con las piernas juntas y las manos sobre su regazo. Llevó su mano a mi cabeza y la acarició.
Exhalé y lo pensé por un momento, después tomé aliento y me decidí finalmente por hablar.
Me golpeó nuevamente, una y otra vez, por lo que tuve que tomar sus brazos, solo para que ella se empeñara en librarse de mí, jalándolos y empujándome con su cuerpo gritando “Suéltame abusador” de un momento a otro levante lo más que pude mis brazos llevándome los de ella a la par, de manera que la distancia entre nosotros se acortó hasta quedar frente a frente, a pocos centímetros uno del otro.
Solté sus brazos, llevé los míos a su cadera y ella colocó los suyos en mis hombros.
Abandoné su cadera y la tomé de la cara.
Me quedé callado por un momento. Después me acerqué lentamente a ella, hasta que apenas una aguja podría separar nuestros labios
Así permanecimos por largos e inacabables segundos, por un momento pensé que ella simplemente se separaría de mí, el tiempo se me hacía tan largo y la espera a que pasara algo me estaba poniendo tenso, comenzaba a pensar en mil maneras de pedirle perdón por mi atrevimiento hasta que, pude sentir sus labios cálidos chocando contra los míos, ligeramente abriendo la boca para comenzar a besarnos por un largo tiempo. De un beso tan sencillo hasta querer comernos el uno al otro. Dejándonos caer en el sofá, que apenas era suficiente grande como para que ambos pudiéramos acostarnos en él.
No estoy consciente de cuánto tiempo pasó, llevábamos bastante sin separar nuestros labios del otro, de un momento a otro me decidí por aventurarme en su cuerpo, acariciando su cintura bajando por sus piernas y subiendo sutilmente para encontrarme con sus nalgas, la cuales acariciaba sin importarme mucho los jeans que traía. al notarlo se separó finalmente de mis labios.
Continuamos ahí en ese sofá, comiéndonos las bocas mientras la manoseaba desde su pierna hasta su hermoso trasero, pero necesitaba tocar sus pechos, sus hermosos melones que se erguían engreídos, tan firmes y perfectos, de manera que tomando su blusa desde abajo comencé a subir dejando al desnudo su vientre, ella lo notó enseguida porque dejó de besarme por un segundo, pero no se quejó ni dijo nada al respecto. Continúe subiendo su ropa hasta encontrarme en el pie de sus montañas, para seguir debía levantarla un poco, de manera que deje de besarla ella me miró por un momento con una mirada hipnotizadora, se levantó un poco, y con lentitud fui recorriendo la pendiente que formaba su brasier con sus pechos, que poco a poco quedaban expuestos, hasta que finalmente pude admirar su brasier negro el cual contenía sus dos peras. rápidamente le arranqué la camisa, y continuamos besándonos, acaricié su espalda y me dirigí al broche de su brasier, lo desabroché y los tirantes cayeron uno en cada costado, nuevamente ella se levantó un poco llevándose una mano al pecho, cubriendo sus pezones.
Con la mano que tenía libre comenzó a desabotonarme la camisa, me la quitó y me la arrojó a la cara.
Aunque dude un poco lo hice, y pronto me encontraba vendado. a la par que ella comenzaba a desabotonar el pantalón, torpemente, pensé que lo estaba haciendo con una mano, de manera que para retirarme todo el pantalón le tomó bastante tiempo, a diferencia de mis zapatos que salieron en un instante. me encontraba ya con el pene erecto, y ella al notarlo le dio unos pequeños golpecitos.
Tomo mi bóxer con ambas manos y me los quito.
Pero en lugar de escuchar su voz ordenando quitarme la venda, solo pude escuchar el sonido de la puerta abriéndose para cerrarse de súbito. Se me heló la sangre y la erección se me fue, me quité la venda lo más rápido que pude, me encontré con la habitación a oscuras y sin rastro de mi ropa, encendí la luz, busqué por todos lados, pero no la hallé, me latía el corazón como loco, me sentía tan confundido y temeroso. Prendí la luz y corrí a la puerta, la abrí de golpe, y para mi sorpresa, me encontré con una hermosa mujer parada con los brazos cruzados por la espalda, con sus firmes pechos de aureolas rosadas al aire, su pubis adornada con un ligero vello recortado, y unas piernas bastante carnosas que cruzaba cubriendo su intimidad, su cabello rojizo caía sobre sus hombros, y su rostro mostraba picardía y erotismo.
Me tomó de la cara y nos besamos, mi erección regresó de súbito, al sentir como su cuerpo desnudo entraba en contacto con el mío, por primera vez pude sentir la suavidad de sus pechos, y de su piel. Con mi mano derecha la tomé por la cintura y la abracé firmemente para sentirla con todo mi cuerpo. Y con la mano izquierda pasé directamente a sus glúteos, que quizás era la parte menos proporcionada en comparación al resto de su cuerpo. Los manosee sin medirme. Pronto noté que me empujaba hacia atrás, pensé que, en dirección al sofá, por lo que retrocedí con calma, poco a poco, hasta estar justo en frente de él, creo que planeaba empujarme hacia allí, pero antes de que pudiera hacerlo, la levanté ligeramente, y junto con ella di media vuelta, la tome de sus muslos y la levanté, cargándola, de manera que nuestras bocas se separaron a la par que ella gimió ligeramente, quizás debido que la tomé por sorpresa. Ahora se encontraba abrazándome con sus piernas, mi pene apuntaba directamente a su vagina, ella me miraba retadora y expectante, ese era el momento perfecto para hacerla mía, pero aun en contra de mi primer instinto, la bajé cuidadosamente al mueble, la senté y parecía confundida. Sin darle tiempo a que pudiera expresar algo, o si quiera cambiar de gesto, comencé a comerle el cuello, gimió nuevamente, y comenzó a reír placenteramente a la par que yo manoseaba sus hermosos pechos.
No contesté, la única respuesta que obtuvo fue un beso con el cual quería comerme su lengua. Nuevamente me dirigí a su cuello, lo bese todo, pasé a sus hombros, y comencé a bajar por su canalillo, mientras me arrodillaba, me encontré con sus grandes tetas, finalmente aparte una de mis manos para comerle sus melones, primero el derecho, luego el izquierdo, me tome mi tiempo para disfrutar de aquel par de peras, mientras que mis manos acariciaban su vientre y bajaban por su pubis. Ella se llevó una mano a la boca, mientras que con la otra se aferraba al sillón. Mis manos finalmente llegaron a su sexo, lo acaricié ligeramente para comprobar su estado, el cual, para mi agrado, estaba bastante húmedo. Tomé sus piernas y las separé poco a poco.
Abandoné sus pechos, lo cual me costó bastante, y comencé a bajar beso a beso, por su cintura, vientre y su pubis.
Llegué a su intimidad, y sin esperar un segundo comencé a devorarla. Solo de esta manera emitió un gemido indiscreto, que su pudo escuchar por toda la oficina. Si alguien hubiera regresado por algo, o simplemente se hubiera quedado sin que nos diéramos cuenta, hubiera sabido que estábamos haciendo en ese momento. Sus gemidos continuaron, pero con menor intensidad, yo permanecía pegado a su sexo, lamiendo todos los pliegues de este, introduciendo hasta donde mi lengua podía alcanzar, saboreando con gozo los deliciosos jugos de aquella erótica mujer. Su mano se aferraba a una de las almohadas del sofá, y la otra pasaba de su cara a su cabello. Me aventuré a su clítoris y lo lamí y besé con vehemencia. Nuevamente emitió un gemido sonoro, y me decía entre gemidos “si”, “así”. Permanecí ahí por un largo momento, para después seguir lamiendo el resto de sus labios. Abandoné una de sus piernas, y me dirigí a su vagina, de súbito le encajé dos dedos, y con lo mojada que estaba pasaron sin dificultad. Y continúe de esta manera por un buen rato, intercalando entre mi lengua y mis dedos. No recuerdo cuanto tiempo pasó. Pero Regresé en mí cuando ella comenzó a retorcerse y a decir “¡Ya!” repetida y energéticamente.
Pero hice caso omiso a esto, y por el contrario aumenté el ritmo de mi mamada. sus gemidos se hacían más constantes, se retorcía con cierta brusquedad.
Comenzó a besarme, a su vez, me dirigí a sus pechos, masajeándolos. De repente se levantó del sofá, y me obligo a sentarme en él.
Subió al mueble, sus piernas quedaron paralelas a las mías, me miraba fijamente, mientras ligeramente se posaba a unos centímetros sobre mi falo, de un momento pude sentir con él, la humedad que emanaba de ella. Ella rio con malicia, poco a poco fue insertando mi falo en su sexo, comenzaba a sentir chispas por todo el cuerpo en el proceso, hasta que había ingerido todo mi falo con su boca inferior. Se retorció un poco, para seguido abrazarme, y besarme.
Comenzó a mover sus caderas, primero lentamente, como provocándome, después tomó mis manos que se encontraban en sus piernas, y la dirigió a su cintura, tomó mi cabeza y la dirigió a sus pechos, por lo que los besé y comencé a devorarlos mientras ella aumentaba el ritmo con el que movía las caderas, hasta moverse frenéticamente, mientras gemía con placer. Y yo por mi parte me encontraba en el paraíso, sentir todo su cuerpo moviéndose con fuerza sobre el mío me tenía en un profundo éxtasis, muy similar al que sentí la primera vez que tuve sexo.
Comenzaba a cansarse, el ritmo de sus caderas menguaba, al notarlo, la levante ligeramente, y empecé a penetrarla así, de esta manera no podía manosear sus pechos, pero no me quedaba de otra, aunque terminé por cansarme más rápido que ella. De manera que nuevamente la tomé por el culo y la levanté, la acosté en el sillón, y colocando mis brazos bajo sus rodillas, separando sus piernas bastante y empujándolas al mismo tiempo, con dificultad pude colocar mi mano en el borde del sofá sin resbalarse, y de esa manera comenzar a follarla con sus rodillas casi al nivel de su cabeza. Gemía placenteramente, y esos gemidos me impulsaba a follarla con más fuerza, me rodeó con sus brazos, y me jalo ligeramente del cabello. Pensé que pronto me vendría, por lo que lentamente fui bajando el ritmo de mis caderas, y en el momento en el que creí que estaba listo, reanude el ritmo constante.
Ella me miró con sus ojos seductores, mientras sonreía con malicia.
Antes de que pudiera decirle algo, un ruido nos asaltó de súbito, el claxon de un auto, se escuchaba afuera de la oficina, el miedo invadió la mirada cuando de Gesa, probablemente pensó que se trataba de su marido. A cómo ocurrieron las cosas, no nos habíamos tomado la molestia de apagar la luz de ningún sitio. y aunque podíamos fingir que no estábamos más allá, aún quedaba la posibilidad de que le llamara por teléfono. Nuevamente tocaron el claxon, abandoné el cuerpo de Gesa, pretendía asomarme por la ventana, pero noté que era imposible sin que la luz reflejará mi silueta por la cortina. Gesa corrió por su ropa que estaba botada en el pasillo, y rápidamente comenzó a vestirse. Instintivamente la imité, pero antes de que estuviéramos completamente vestidos, el sonido de la puerta siendo tocada, nos heló la sangre a los dos. No fue hasta que una voz detrás de la puerta nos produjo alivio. Se trataba del taxista, quien gritaba por el servicio que había pedido Gesa.
Esperamos un rato, hasta que creímos escuchar el auto marcharse, tomé a Gesa por la cintura y la besé, ella recibió mi beso, pero al poco rato se apartó.
No estaba convencido del todo, pero no quería agobiarla, así que desistí.
Tomamos nuestras cosas y salimos a la calle, esperé que tomará un taxi, para regresar a mi casa, apenas y podía creer lo que había pasado, me había enrollado con mi jefa, y parecía ser que no sería la última vez.
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