~Desde hace poco tiempo que descubrí esta página de relatos y las historias entre reales y ficticias me parecieron interesantes. Y tal vez sea por eso que me animé a contar algo que sucedió no mucho tiempo atrás y que no me atrevía a contar, tal vez por temor o rechazo ante mi falta de decisión.
Todo ocurrió cierto día, que regresando de Internet, vi en la puerta de mi casa a mi madre, a la madre de Fernando pues son muy amigas y un muchacho negro conversando. Como yo nunca he tenido rasgos racistas me pareció de lo más normal pues al fin y al cabo es una persona como todas las demás.
- Hola mamá, como está señora Julia.- saludé educadamente como me habían criado.
- Hola hijo, que bueno que ya llegaste.- respondió mientras le pagaba al muchacho. Mira lo que compré.
Ella me alcanzó 2 paquetes de galletas y los tomé de lo más natural y recordando que al chico en cuestión ya lo había visto regularmente en otras calles de nuestra urbanización vendiendo sus golosinas.
- Le he comprado al chico para ayudarlo.- dijo señalándolo.
- Ah, que bueno.- respondí mirándolo indiferente.
- Sí amigo, tu mamá es muy buena persona.- dijo sonriendo con esos dientes tan blancos.
- Señora Julia, ¿Fernando está en su casa?- pregunté por mi amigo.
- Sí, Francesco, ahí lo dejé haciendo sus tareas.- respondió la mujer.
Yo ingresé a mi casa con los paquetes de galletas, al rato entró mi madre acompañada de la madre de Fernando como siempre para chismear. Y eso no me parecía malo pero me gustaría que tuvieran otras cosas mejores que hacer pues no son tan mayores como para estar en asuntos de viejas, y digo esto pues mi madre tiene 41 años, es delgada, de piel blanca y cabellos negros azabaches y la señora Julia tiene 42 años muy bien conservados, es igual de delgada que mi madre pero aún más blanca, de cabellos rubios y ojos verdes.
Una semana después, estuve esperando en el paradero a una amiga para salir a pasear, y que al final me terminó llamando a mi celular y decirme que no podría ir pues sus padres se fueron de improviso a un funeral y ella se tuvo que quedar en casa cuidando a su hermanito menor.
Con disgusto tuve que regresar a mi casa caminando porque el lugar donde la iba a esperar estaba cerca a donde vivo y después íbamos a ir a otro sitio a pasear. Al llegar a la esquina y voltear a la cuadra de mi calle, me detuve al observar que en la puerta de mi casa, se encontraban mi madre, la señora Julia y el muchacho de las galletas otra vez conversando de lo más normal, pero lo que más me sorprendió fue que ingresaron y mi madre lanzó una última ojeada a los alrededores, apenas me pude ocultar y esperar a saber que ocurría.
Me apresuré a llegar a la puerta y lentamente introduje la llave en la cerradura e ingresar silenciosamente. Por las voces sabía que estaban en la sala y sólo podía espiar sin ser visto a través de una esquina de la ventana que da al patio y que está parcialmente cubierto por unas plantas.
El muchacho estaba sentado en un sofá individual y mi madre y la madre de Fernando en el sofá principal. Sin perder de vista a ninguno de los 3 agucé mis oídos para escuchar la conversación que se desarrollaba en la sala. Por la confianza con que dialogaban me hacía sospechar que no era la segunda vez que había venido a vender sus galletas.
- Entonces, ¿están seguras de lo que dicen?- preguntó el negrito algo confundido pero sonriente.
- Sí, Mauricio, estamos muy seguras.- respondió la señora Julia.
- Bueno, yo no estoy tan segura pero si tengo curiosidad.- agregó mi madre.
Aún no sabía de que estaban hablando hasta que vi al chico levantarse y empezar a desabrocharse su pantalón. Con suma facilidad lo deslizó con calzoncillos incluidos hasta sus tobillos dejando a la vista su miembro.
Las señoras pusieron unas caras de asombro absoluto al ver la tremenda verga negra que colgaba de su entrepierna. Y soy sincero, que a pesar de estar en reposo, poseía un tamaño descomunal.
- Vaya, qué bestia eres muchacho.- dijo la señora Julia con los ojos desorbitados.
- Ya veo que no era un mito eso que dicen de los negros.- dijo mi madre llevándose una mano a la boca por el rubor. Por lo menos no en este caso.
- Y eso que aún no me ha crecido en su tamaño total.- dijo el muchacho ufanándose de su aventajada masculinidad.
- ¿Cuánto te mide Mauricio?- preguntó desbocada la madre de Fernando con una mirada lujuriosa.
- Pues, tan sólo unos escasos 26 cm.- dijo riendo y sabiendo muy bien el efecto que produciría en ellas.
- Mierda, que grandota.- dijo la señora Julia mirando a mi madre. ¿No es cierto Olga?
- Sí, muy grande... es inmensa.- alcanzó a decir mi pobre madre asustada ante ese trozo de carne desproporcionado.
- Entonces, ¿quién se anima a probarla?- preguntó con sus dientes blancos resaltando en su negra figura.
Mi madre y la señora Julia se miraron como no sabiendo que hacer ante las provocadoras palabras y descaro del negro. Yo estaba sorprendido de lo atrevidas que eran ellas, unas madres de familia respetables pero que parecían olvidarse de todo eso al tener tan de cerca semejante pene.
Ante la mirada dubitativa de las mujeres el muchacho se decidió a convencerlas por las buenas. Con la sonrisa en sus labios inició una paja que fue haciendo que su verga creciera abruptamente y confirmando que sus palabras no eran sólo verbo barato.
- ¿Y qué les parece ahora señoras?- preguntó sin detener su masturbación.
Ellas sólo miraban absortas como seducidas por el tamaño descomunal del miembro del muchacho. Esto no era un juego, algo estaba por pasar y no sé porque dejé que ocurriera, tal vez confiado en el recato de mi madre que sabría en que momento se acababa la gracia.
Sin decir nada a mi madre, la señora Julia se levantó del sofá y se acercó hacia el muchacho. La señora sonrió al tener casi rozando su barbilla ese fierro negro y grueso que se le ofrecía. Su mano se posó sobre el tronco, palpándolo, sintiendo todo su vigor y acariciándolo como si fuera un animal extraño y curioso. Trató de cerrar por completo su puño pero no pudo pues el grosor de la verga era demasiado.
- Uhmmmm... que grande.- susurró como para sí misma.
- Es toda suya.- dijo el negro dirigiendo su verga a los labios de la señora.
Mientras su mano iniciaba una paja, su lengua empezó a saborear el glande morado y gigantesco del chico, que nada de chico tenía el maldito. Las maniobras de la señora Julia eran sorprendentes, de auténtica maestra en las lides sexuales. Pobre de mi amigo Fernando si supiera lo que era capaz de hacer su madre por satisfacer su curiosidad y con respecto a mi madre pues yo confiaba en que sólo se contentaría con observar y nada más, consciente de su condición de esposa y madre.
La señora no dejaba rincón sin degustar y con la lengua jugando con los huevos del negro, la verga de este descansaba sobre la cara de la mujer. El muchacho, por el calor de marzo, se deshizo de su polo y ayudado de sus pies se terminó de sacar el pantalón. Al ver esto la madre de Fernando, lanzó una mirada a mi madre y acto seguido se levantó quedando de frente al muchacho, y se empezó a desnudar siendo ayudada por este.
- Sabes que Olga, yo no me voy de tu casa sin cogerme a este negrito.- dijo con la voz de mujer arrecha y desbocada.
No lo podía creer si no lo hubiera visto y escuchado, la señora Julia estaba suelta en plaza y nadie la podía detener. Su pantalón se encontraba en el suelo siendo retirado por el negro, su blusa hace rato que había caído en uno de los brazos del sofá, y tan sólo portaba su sostén y su hilo dental, vaya sorpresa con la señora. El cuerpo de mujer madura más parecía el de una joven veinteañera, delgado, salpicado de pecas en los pechos y espalda. Ahora me daba cuenta la apetecible mujer que era la madre de Fernando.
Paseando alrededor del chico, la señora Julia lucía su exuberante figura, para luego liberar a sus senos del yugo del sostén, un par de maduros pero muy comibles melones saltaban al simple mover de su cuerpo. Y para completar todo, sus dedos la despojaron de su hilo dental, dejando a la vista una muy cuidada y rubia pelambrera púbica. Los silbidos por parte del muchacho no se hicieron esperar y la verdad que yo también hubiera hecho lo mismo ante la diosa que se presentaba tal cual vino al mundo.
La lengua del negro buscó inmediatamente los pechos de la señora, saboreando gustosamente sus pezones rosados mientras una mano de su compañera jalaba la inmensa verga. Mi madre tan sólo miraba como espectadora de lujo de los malabares sexuales de su amiga. Luego de un rato, mi madre se movió dejando que el muchacho se echara sobre el sofá, y la señora Julia se acomodó de tal forma que se quedaron haciendo un 69 muy exótico.
- Vaya señora, tiene una conchita de lujo.- dijo animado el chico. Y sobre todo que es rubia natural.
Ella sonrió ante las palabras de elogio del muchacho que hundió su lengua rastrera por los rincones más privados de la madre de Fernando y esta se abocó a comer la desconcertante verga que no podía dejar de probar, así fuera sólo la mitad. La temperatura en la sala se vio incrementada por los esfuerzos de ambos amantes y mi madre también lo notó al hacerse abanico con su mano. Quien lo hubiera dicho al ver a esa señora, tan tranquila y recatada que apenas tuvo la primera oportunidad no dudó en ponerle los cuernos a su esposo.
Después de estar cerca de 10 minutos en esa posición, se soltaron tal cual se habían unido. Y se observaban sentados en el sofá, dispuesto a seguir explorando.
- Vamos de una vez semental, quiero probarte.- gimió la señora Julia.
El muchacho se sentó en el sofá, permitiendo que su compañera sexual se subiera y sentara de espaldas a él. Sujetándola por las caderas, dejó que ella misma se introdujera su negra y venosa verga, cosa que hizo sin demora. Con una mano dirigió el glande monstruoso hacia su entrada y poco a poco fue intentando insertarse el fierro caliente del negro. Y así lo hizo, lentamente el garrote del chico se fue introduciendo en las entrañas provocando en la mujer temblores producto del descomunal calibre y lo apretado de su concha. Con algo de esfuerzo y después de unos cuantos gritos de dolor, la señora logró el acople completo, la verga del muchacho se encontraba empotrada por completo en esa cavidad húmeda y caliente.
Ambos se quedaron quietos disfrutando, sintiendo las diversas sensaciones de su unión.
- Pensé que no le iba a entrar toda, señora.- dijo el chico aún sujetándola por las caderas. Pero está tan mojada y apretada su conchita.
- Jejeje, gracias pero igual pensé que no entraría porque tan fácil no ha sido Mauricio.- susurró la madre de Fernando empezando a mover sus caderas lentamente.
Poco a poco fueron tomando ritmo en el coito que prometía bastante, para mala suerte de Fernando, su madre se movía como poseída, subiendo y bajando cada vez con más fuerza. El negro la tenía sujeta ahora de la cintura, como impidiéndole la huída, pero viendo la escena y el rostro congestionado de placer de la señora, huir era lo último que tenía en mente.
Los gritos que salían de la garganta de la señora Julia iban en aumento, al igual que sus gemidos que parecían el canto de una sirena.
- Cógeme, negro, cógeme duro.- gemía la mujer brincando sin cesar.
- Le gusta mi verga, ¿cierto señora?- preguntó el muchacho pasando un brazo por el estómago de su compañera sujetándola fuertemente.
- Sí, me gusta mucho tu vergota tan grande y gorda.- gritó al sentir todo el descomunal tamaño abrir sus paredes vaginales al máximo.
Yo seguía alucinado ante lo que veía, y al desviar mi vista pude ver que mi madre se encontraba de igual manera al contemplar el arrebato de su amiga. Pero al darme cuenta bien, me percaté que su mano izquierda se deslizaba entre sus piernas por su vestido algo levantado. Puta madre, ¿qué pasaba? al parecer tanta acción estaba poniendo a mi madre más caliente de lo que imaginé que pudiera ocurrir. Quise intervenir pero el morbo de saber hasta donde sería capaz de llegar mi madre me detuvo.
El rostro de la señora Julia se empezaba a salpicar de innumerables gotitas de sudor al igual que la del chico que seguía indomable por soltar su carga. La resistencia del fulano era asombrosa y deseaba disfrutar de la señora lo más que pudiera. Ella se detuvo y se quedó haciendo círculos sobre él con la verga incrustada en su chucha, permitiéndome una visión total de su pelambrera púbica rubia acoplada al máximo a los huevos negros del muchacho. Sin decir nada, este se puso de pie sin retirarle su miembro, quedando los dos parados, aunque la señora Julia estaba de puntitas, pues el muchacho es más alto que ella, y no dejar escapar el fierro que la penetraba salvajemente.
- ¿Y usted señora todavía no se anima?- preguntó el negro de mierda con descaro a mi madre. Porque parece que le está gustando lo que ve.
Mi pobre madre no sabía que responder pues era obvio que estaba excitada y con unas ganas de cogerse al negro.
- Vamos de una vez Olga no seas aguafiestas aprovecha la experiencia pues nadie se va a enterar.- dijo la señora Julia animándola. Prueba a este semental negro.
Yo rogaba porque la cordura y el pudor de mi madre se impusieran, el silencio se hizo inmenso hasta que mi madre se puso de pie y se empezó a desabotonar el vestido que cayó al suelo. No lo podía creer mi adorada madre caía rendida a sus deseos sexuales de hembra y los llamados de la vigorosa verga del negro. Mierda, las 2 señoras estaban desatadas y listas para armar alboroto.
Como si fuera un sueño, se me presentaba esa escena propia de una película pornográfica. Tan sólo portando su ropa interior mi madre se mostraba en poses seductoras a la vista de ellos que vitoreaban y silbaban la audacia y belleza de ella. Siguiendo su juego, se fue despojando de las últimas prendas y que la dejaban completamente desnuda como nunca antes vi a mi madre. Por instinto, desvié la mirada por unos momentos pero el morbo de la situación en desarrollo me obligó a volver a dirigir mi vista y continuar observando. No lo podía creer pero mi madre realmente tenía un cuerpo que distaba mucho por ser fofo sino muy firme y hermoso, sus senos eran un par de melones proporcionados y su vello púbico estaba muy bien cuidado.
Acercándose lentamente se puso de frente a la señora Julia y se puso de rodillas tratando de atrapar algo, al observar mejor me di con la sorpresa que ese algo que deseaba atrapar era nada más y nada menos que la verga del negro, que había salido de la vagina de la madre de Fernando y se movía por entre sus piernas. Los labios de mi madre atraparon el glande morado y duro sorbiendo la mezcla de fluídos vaginales y preseminales de ellos. Alzando una pierna por encima de la cabeza de mi madre, la señora Julia permitió que mi madre maniobrara mejor el fierro caliente del muchacho.
La destreza con la que mi madre despachaba la vergota del chico era sorprendente, su lengua jugaba con sus huevos como si fueran manzanas acarameladas. Y yo, pues sufría en silencio la traición de mi madre, pobre de mi padre si supiera lo que pasaba en la sala de nuestra propia casa. Su lengua recorría la base muy negra de su miembro para seguir por todo el tronco interminable hasta tragarse el gigantesco glande. El muchacho disfrutaba extasiado con los jugueteos bucales de mi madre, sosteniendo su cabello negro y haciéndole una colita graciosa.
Agachándose un poco, el negro levantó a mi madre y la acostó sobre el sofá abriendo sus piernas con suma facilidad, pues ella se entregaba dócil a sus requerimientos. El muchacho no pidió permiso y procedió a comerle la concha, su lengua pasaba por cada pliegue mientras su dedo trabajaba el clítoris respingón y rosado, mi madre gozaba como loca y sus gemidos inundaban la sala.
- Come negro, cómeme bien la chucha.- susurró mi madre agarrándole la cabeza.
El chico la miraba sin detener su labor bucal por un tiempo que me pareció eterno hasta que movió su cuerpo permitiendo que mi madre se atragantara con su vergota. Así, como de medio lado estaban en un 69 extraño y más extraño fue el pedido que le hizo de sujetarse bien cosa que mi madre obedeció sin preguntar. Con la facilidad de la diferencia de pesos, favorable al muchacho, cargó a mi madre dejándola boca abajo pero con el 69 aún intacto. Y al parecer la sorpresa no fue tan sólo mía pues mi madre comía con un gusto que rayaba con lo enfermo, parecía que se moriría al soltar ese fierro que le rellenaba la garganta. Después de unos minutos insufribles para mi corazón de hijo, el negro liberó a mi madre de su yugo y la depositó sobre el sofá.
- Te pasaste Mauricio.- dijo mi madre mientras le jalaba la verga erecta. Algo así nunca lo hice con mi esposo.
- Jajaja, esos son trucos que no se pueden enseñar a los perros viejos.- respondió riendo el chico.
- Jajaja, que gracioso eres muchacho.- dijo muerta de risa ante la obvia ofensa a mi cornudo padre.
A estas alturas sabía que esto no acabaría aquí pues de los ojos de mi madre se reflejaba un deseo insospechado y nunca antes visto por mí. Mi madre no dejaría ir al negro sin antes cogérselo.
Sentados en el sofá se fueron acariciando lúdicamente y mientras se besaban el negro le frotaba la vagina a mi madre. No tardó en abrir las piernas dándole permiso para decirle que deseaba sentir su virilidad. El muchacho ensalivó su glande y echó un poco en la entrada vaginal de su próxima víctima, o sea mi madre, y dirigió su verga hasta rozar su clítoris. Mi madre temblaba como desesperada por las nuevas sensaciones que inundaban su cuerpo. Con sapiencia de sus dimensiones descomunales, el chico fue dejando ir su glande muy despacio, permitiendo que las paredes vaginales se adaptaran adecuadamente a la cópula. Así fue entrando cuidadosamente, lento pero seguro sabiendo lo mucho que disfrutaba mi madre con esa tremenda verga en su chucha. A cada avance mi madre respondía con un grito y un "sigue" que era obedecido por el chico y que me desconcertaba.
Adelantando sus caderas el negro terminó de rellenar a mi madre, por lo poco que veía por el ángulo en que estaba ubicado, me di cuenta que definitivamente el acoplé era total, sus paredes vaginales tenían apresado el garrote monstruoso. Mi madre llamó al muchacho sacando su lengua y este obedeció trenzando la suya a la de mi madre, en una guerra de salivas. Cómo era posible que una mujer respetable, ama de casa, casada y decente, se hubiera convertido en la perra más viciosa y perversa del mundo. Mi mente aún no podía asimilar lo que mis ojos veían, mi madre siendo brutalmente poseída por un muchacho negro vendedor de galletas.
Con cautela pero firme, el chico fue moviendo sus caderas de atrás hacia adelante, una y otra vez aumentando la velocidad y la fuerza. Los golpes de su embestida al chocar su pubis contra el de mi madre retumbaban contra las paredes. Mi madre fue aumentando sus gemidos y gritos con cada avance de su amante de ébano, atrapándolo con sus piernas por la cintura.
- Ayayayayay, estás muy grande.- gritaba mi madre con los ojos cerrados y resistiendo el dolor.
La señora Julia no se quiso quedar atrás y decidió que era momento de seguir disfrutando. Se subió al sofá y se acomodó de tal manera que su culo quedó a merced del muchacho y su vagina al gusto de mi madre. Al negro no tuvieron que decirle nada pues abriendo las nalgas de la madre de Fernando, se puso a taladrar su ojete. Por el otro lado, mi madre al ver lo que ocurría se animó a ahondar más en su amistad con Julia, y su lengua atacó el clítoris y vulva de esta. Sin querer era testigo de lujo de una de las más desquiciadas orgías, teniendo como una de las partícipes a mi propia madre.
Los 3 cuerpos se movían como si fueran uno sólo, eran una alucinante fusión de blancos y negro; cabezas, brazos, manos, piernas, pies, cada parte parecía tener vida propia en busca desesperada del placer. Todos respiraban con dificultad por las maniobras en las que se encontraban imbuidos y gotas de sudor corrían por la espalda del muchacho, incansable al cogerse a mi madre y su fierro salí lubricado completamente por los flujos de mi madre. De un momento a otro el negro retiró su vergota dejando un agujero muy abierto en la concha de mi madre.
Al terminar de separarse, las mujeres quedaron sentadas en el sofá mientras el chico se encontraba de pie pensando en la siguiente pose.
- Voltéense señoras.- dijo ordenando a sus 2 nuevas putas particulares.
Ellas obedecieron sumisas ante el pedido de su negro semental, entusiasmadas por continuar disfrutando del tremendo garrote. Se acomodaron de tal manera que quedaron subidas al sofá en la pose del "perrito" pero apoyadas en el respaldar del mismo.
El chico ladeó la cabeza como tomando recién conciencia de que las mujeres que se prestaban a sus antojos eran casadas y madres de familia. Acercándose por detrás de la señora Julia, volvió a pasar su lengua por la vulva mojada degustando los múltiples sabores para luego estampar un sonoro beso en su ano. Eso era lo que tenía en mente el desgraciado negro, se aprestaba a sodomizar a esas 2 mujeres, en la pose que las coronaría como las perras más lascivas que hayan existido.
La madre de Fernando movía juguetonamente su bien proporcionado culo, siendo detenida por el palmazo que su amo le propinó.
- Tranquila, perra pendeja que ahorita te parto el culo como tanto deseas.- dijo abriendo el ojete de la señora y colocando su ensalivado glande.
Imprimiéndole su máximo esfuerzo y cuidado, el glande desapareció en el ano rosado de la mujer, sacándole un quejido de la garganta que pareció más el croar de una rana. El maldito seguía avanzando en el canal apretado y estrecho de su perra, y dándole un palmazo cada vez que gritaba. Aún así, la pobre madre de Fernando sentía la diferencia descomunal de su ojete comparada con el arma de gran calibre del negro. Y al parecer él también se dio cuenta de eso pues al hacerse los quejidos más lastimeros decidió no avanzar más en sus intestinos. Cerrando los ojos la pobre señora se sumergió en su propio mundo de placer, tanto para disfrutar como para resistir las acometidas del muchacho. El ir y venir de sus caderas era violento y brutal, rompiéndole el culo a la señora Julia como me imaginé no lo había hecho nunca en la vida su pobre esposo. Los gritos salían ahogados por los cabellos que caían por el rostro de la mujer, pero que luego fueron agarrados por la mano derecha de su amante haciéndole una colita, tal cual lo hizo antes con mi madre.
De improvisto retiró su negra verga que palpitaba ante tanta acción, gruesas venas recorrían todo el tronco haciéndolo parecer más deforme de lo que era. Mis presentimientos eran exactos, ahora el hijo de puta se situaba detrás de mi madre, sujetándola por las caderas lamió sus hermosas nalgas, para luego abrirlas y lamer el ano de mi madre. La muy perra gozaba con esa sensación en su culo, pues abría y cerraba su ano como llamando al muchacho. El ver ese fierro embadurnado cerca al trasero de mi madre, me daba cuenta de la desproporción entre sus cuerpos y por ende, de sus sexos, mi madre no aguantaría aquel tremendo vergón.
Después de un húmedo lengüetazo, el negro situó su glande en la entrada posterior de mi madre, y dejó que ella misma hiciera el trabajo. Retrocediendo cuidadosamente fue permitiendo la entrada de esa colosal cabeza morada, como supuse demasiado gigante para el cuerpo de ella. Pero de igual manera eso no sería excusa para dejar incompleta su invasión. El muchacho se aferró por la cintura a mi madre y fue empujando y forzando la penetración de ese garrote de policía. Ay, madre mía cómo te atreviste hacer eso, ya me imagino las locuras que habrás hecho en tu juventud.
El negro siguió violentando con euforia el ojete de mi madre, que tenía el rostro desencajado por el dolor. Minuto a minuto, el chico no dejó de empalarla analmente a pesar de sus gritos, estaba destripando viva a mi madrecita. Como antes con la señora Julia, el muchacho se retiró del ano de mi madre, y se dirigió otra vez donde su amante rubia lo esperaba desaforada y angustiada.
Esta vez se abrió paso por su conducto vaginal, por la cara que puso la madre de Fernando al voltear a ver al negro. La cogida que le daba era salvaje y tenía visos de no terminar pronto. Los gritos y gemidos de ella se debían escuchar por toda la cuadra pero eso parecía no importarle en lo absoluto. Algo me decía que, para mi suerte si se le puede llamar así, el muchacho tenía cierta predilección por la señora Julia. Y quien no lo haría si era un pedazo de lomazo, suculento y apetitoso, con el perdón de mi amigo Fernando.
- Que buena está señora.- rugió el negro embistiendo furioso. La voy a dejar preñada.
- Sí, ayayayay, quiero tener un hijo tuyo mi semental.- gimió la muy perra señora.
Pasaron varios minutos, sumergidos en el coito más bestial que hubiera presenciado, los 2 cuerpos estaban completamente mojados en sudor pero eso los excitaba aún más, si se pudiera. Al poco rato, los bufidos de animal descontrolado del muchacho me indicaban que estaba a punto de terminar, Casi al mismo tiempo, los gemidos de la señora Julia, que berreaba como una oveja agonizante, y curvaba su espalda en clara señal de su inminente orgasmo. Con un grito acompañado de un estremecimiento de sus cuerpos, ambos se quedaron quietos de golpe para luego ir relajándose. La madre de Fernando debió sentir en su útero la abundante descarga láctea del negro y para mis adentros pensaba en lo mal que lo pasaría mi amigo de saber que su madre podía quedar embarazada de un negro de mierda.
Con la respiración aún entrecortada los 3 se daban mutuas felicitaciones por la agradable experiencia vivida, el muchacho sacó su flácida verga de la vagina de la señora Julia para luego caer sentado en el sofá acompañado de sus 2 perras. Siguieron con las caricias y sus caras sudorosas se mostraban iluminadas por haber disfrutado de esa colosal verga. Unos instantes después se fueron al baño y yo aproveché para esconderme en la cocina, desde donde podía escuchar su conversación a través del pequeño tragaluz. Al final, no pude escuchar demasiado pues el agua cayendo con fuerza no permitía percibir sino las risas de ellos.
Al terminar de ducharse, se fueron a la sala y por los ruidos supe que se estaban vistiendo. Desde la cocina aguardé a que salieran a despedir al muchacho. En la puerta antes de salir intercambiaron unas palabras.
- Has estado maravilloso, Mauricio.- dijo mi madre contenta como nunca antes la vi.
- Casi me vuelves loca con la cogida que me has dado.- dijo la señora Julia agregando la muy perra. Espero que lo volvamos a repetir.
- Cuando ustedes deseen, señoras.- respondió satisfecho de su labor de semental cumplida.
- Bueno, mi hijo ya empieza de nuevo la universidad en 2 semanas.- dijo mi madre. Así que recién nos podemos ver para esa fecha.
- Está bien, por mi no hay problema.- dijo el negro sabiendo que tenía a 2 perras a su disposición.
- Cada vez que vengas a vender tus galletas pasa por aquí que te estaremos esperando.- dijo la madre de Fernando rendida ante el muchacho.
- Así lo haré, señora.- dijo tomando su maletín que contenía sus galletas. Todos los jueves me daré una vuelta por aquí.
Los 3 amantes sonrieron y mi madre abrió la puerta, saliendo primero la muy pendeja a observar si no habrían moros en la costa, al estar libre la calle de vecinos indeseables, el muchacho aprovechó en despedirse, con un beso de lengua, de mi madre y de la señora Julia.
Yo aún estaba impactado con toda la situación vivida. La señora Julia le dijo a mi madre que estaba con hambre a lo que respondió que ella también, y se fueron a casa de su casa pues la señora tenía un pie de limón en la refrigeradora. Ambas mujeres salieron contentas, y entre risas cómplices las escuchaba alejarse. Esperé un instante para salir cuidadosamente y luego ir a dar unas vueltas al parque y pensar en todo lo que vi.
Ante la menor oportunidad mi madre había satisfecho su curiosidad por el maldito mito de los negros pingones y lo que era peor, esa no sería la última vez que copularía con el negro. Qué podía hacer al respecto a sabiendas que iniciaba otro ciclo en la universidad y nada las detendría en su deseo de servir a su nuevo amo.
Pasaron unos meses, donde me las arreglé para ser testigo de sus furtivos encuentros sexuales, que tal vez me animé a relatarles después, hasta que me enteré de una noticia. La madre de Fernando estaba embarazada y a pesar de que mi amigo se alegraba mucho con la idea de tener un hermanito, yo sabía la verdad, la dolorosa y cruel verdad sobre quien era el real padre. Pero lo que pasó al nacer el negro bebito es otra historia.