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Resumen: en los relatos anteriores comenté cómo me enredé con Javier, el amiguito de mi hijo, compañero de escuela y de equipo. Les narré ya cómo lo seduje y le comencé a enseñar el arte del sexo; a continuación les relato cómo fue que, luego de una noche tormentosa, a la mañana siguiente, con premuras de tiempo, lo tuvimos que hacer muy rápido, ¡pero delicioso!.
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Al día siguiente se jugaba por el tercer lugar, así que esa noche, después de un delicioso encuentro sexual (Ver: “Futbol, otro golazo de ese chiquillo”), yo ya no insistí por más sexo – no por falta de deseos – además de que ya me encontraba extenuada, pues Javi me había dejado sin fuerzas, completamente rendida. Nos quedamos dormidos abrazados, los dos desnudos.
En la noche sentí que sus manos jugaban con mi sexo, con mi pelambrera, con mis senos, pero creo que era de manera inconsciente, y yo le respondía de la misma forma, acariciando su pene, su pelambrera, sus huevos, dándole de besitos en su pecho.
Al día siguiente nos despertamos con el “morning call” del hotel, aunque yo ya me encontraba despierta, y creo que ese chico también; estábamos abrazados, cuerpo a cuerpo, y su pene ya mostraba deseos de seguir, pero tuve que contenerme y mandarlo a bañarse, pues, aunque el juego era hasta el medio día, había que desayunarse y reunirse con el equipo, sobretodo él, que era el capitán.
Así desnudo como estaba, se metió a bañar; su pene estaba semi – rígido. Lo vi pasar con esa semi – erección: ¡se veía muy hermoso!. Luego lo miré por detrás y no pude dejar de admirarle sus pompas, levantadas, atractivas, desafiantes, así como sus espaldas, grandes, amplias, abiertas, marcadas, aunque sin ir al gimnasio, ya se le notaba su cuerpo atlético y atractivo: ¡se me hizo agua la vagina…!, !se me antojó que me la metiera de nuevo!, y ya no pude aguantarme, desnuda como ya estaba, fui a alcanzarlo hasta la regadera:
+ ¿Quieres que te talle la espalda…?,
le dije sonriendo, de mi travesura, al decirle esa frase tan trillada:
= ¡Bueno…, gracias…!.
Me metí bajo la regadera y ahí nos abrazamos de nuevo. Su pene ya estaba de nuevo “parado”:
+ ¿no me digas que ya “quieres” de nuevo…?,
= ¡Señora…, ya le dije que todo el tiempo estoy pensando en usted…!.
+ ¿Y de esta manera es que piensas en mí…?,
le dije al chiquillo, que apenado agachó la cabeza y:
= es que…, está muy bonita…, señora…
+ ¡Más bonita está esta cosota que tienes aquí…!,
le comenté, aprisionando su pene en mi mano:
= ¡señora…, ando rete caliente…, me va a hacer que se me salga mi “leche”…!.
+ ¡Eso quiero Javier…, pero antes quiero que me la metas en mi cosita…!, ¿te late…?.
= Me late…, pero quisiera hacerlo en la cama…, encima de usted…, me gusta muchi mirarle la cara cuando se la meto…, se le pone…, bonita…, sus ojos,
sus gestos…, ¡me gusta mucho cómo se pone cuando me le monto…!.
+ ¡Vamos…!,
le dije, tomándolo de la mano y jalándolo hasta la cama.
Me acosté de inmediato, boca arriba como lo quería ese muchacho, con mis piernas muy separadas, haciéndole de inmediato la invitación:
+ ¡Ven…!,
y el chico, con el pene imponente, de inmediato se lanzó a penetrarme:
= ¡Señora…!. Con ese gesto tan lindo con el que me dijo ese “ven”, casi hace que termine yo encima de usted, antes de comenzar…
Me “picoteó” varias veces sin encontrar mi cuevita, hasta que tuve que tomarlo en mi mano y guiar a ese instrumento hasta el lugar indicado: ¡lo sentí muy duro y muy rico!.
Lo puse en la posición adecuada y luego vino el empujón del muchacho, quién lanzó al mismo tiempo un grito de júbilo:
= ¡Aaaahhh…, señoraaa…, qué ricooo…!.
+ ¡Qué rico chiquito…, qué rico…!,
Le contesté, sintiéndome penetrada por ese pene tan rígido:
= ¡Déjamelo un rato metido…, no lo saques…, déjame disfrutarlo tantito…, hasta adentro de mí…!.
Ese chico, tan obediente, me hizo caso y lo dejó en mis entrañas, sin hacer movimiento: ¡la que no pudo aguantarse fui yo!, y comencé a darle apretoncitos con mi vagina”:
+ ¡Señoooraaa…, qué rico le hace…, señoooraaa…, esperese…, esperese…,
que me va a hacer que termine…
Me detuve un instante y el chico me comentó:
+ ¿no ve lo caliente que ando…?.
Me hizo sonreír su expresión, pero al mismo tiempo, le concedí la razón: ¡habíamos estado excitándonos durante toda la noche, de manera consciente o inconsciente, pero excitados al fin.
+ ¡Ven…!,
le dije, estirando mis manos hacia él:
+ ¿Me regalas un beso…?.
= ¡Señoooraaa…!,
me dijo el chiquillo, pletórico de emoción, y nos enfrascamos en un beso cachondo, apasionado, ¡delicioso!, mientras el proseguía con su pene en mi vientre y yo lo aprisionaba con mis piernas y brazos alrededor de su espalda y su cuello, mientras rotaba mis caderas de manera frenética:
= ¡Señoooraaa…!,
volvió a exclamar ese chico,
= ¡me vengo, señooora…, me vengo…!.
Y terminó eyaculando en el interior de mi vientre: ¡fue de verdad delicioso!, quizás el mejor “rapidín” que yo haya tenido en mi vida.
Nos quedamos abrazados, besándonos nuevamente, apasionadamente, hasta que su pene comenzó a “desinflarse”.
+ ¡Eres un bello, Javier…!.
= ¡Usted es…, de verdad…, increíble…, señora…!,
me dijo, echándose un poco hacia atrás y hacia arriba, mirándome directo a mis ojos:
+ ¡Me encanta mirarla a la cara…, se le mira…, muy bella…!.
Y se levantó de la cama, pero lo llamé nuevamente:
+ ¡Javier…!.
El chico volvió a mirarme a la cara y entonces, poniendo una cara y una vocecita de niña, le dije:
+ ¿Me dejas que te lo limpie…, con mi boquita…?.
El chico no dijo ni media palabra, simplemente se giró hacia a mí y me dejó su pene, a ¾ de su erección, listo para que yo lo limpiara.
Me hinqué por enfrente de él, sobre de aquella alfombra; tomé su pene en mis manos: ¡estaba todo “baboso”, resbaloso, lleno de mis secreciones y de su esperma y…, así como estaba, me lo llevé hasta mi boca y me puse a chuparlo, con dedicación, con lujuria, con ansia.
Lo chupé perfectamente, por todos lados, le quité las secreciones y me las tragué: ¡no se qué cosa tenía ese muchacho, que me hacia ser todo lo atrevida y hasta “depravada” que nunca había sido!.
Cuando finalmente, lo saqué de mi boca, tan sólo pude decirle:
+ ¡Estás muy sabroso…, Javier…!.
++++++++
Se fue para el baño, se bañó, solo; luego se fue solo a desayunar, con sus compañeros, que seguramente lo esperaban abajo. Le di mi bendición y le desee que ganaran.
Él se despidió de mi con un beso en los labios, pero uno muy casto y ligero, y luego de ello, me metí a disfrutar del agua caliente de la regadera: ¡qué rico me supo ese baño!. ¡Qué rico re-pensar en lo sucedido, en los abrazos de Javi, sus besos, sus brazos, sus manos, su pene…, el mamarle su pene…, todo lleno de nuestras secreciones!. ¡Qué rico estuve este viaje…!, estaba complacida de haber acompañado al equipo.
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