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Hola me nombraré “Laura”, soy de Mendoza y quiero contar lo que me está pasando a mis 52 años y me pareció bueno hacerlo a través de este espacio. Es un relato de hechos reales.
Tengo piel trigueña, pelo teñido rubio ceniza, mido 1,53 tengo un cuerpo bastante bien conservado 86-63-100, senos medianos bastante firmes, cintura sin rollos ni barriga y una cola y caderas muy bien formadas que es el principal atractivo de los hombres, piernas duras y bien formadas y casi no tengo bello en todo mi cuerpo. Mi esposo tiene la misma edad, 1,70 con algo de pancita y aunque no es muy dotado, 13 cm, disfrutamos con pasión el sexo. No se si llamarle problema o privilegio el que arrastro desde mi pubertad cuando a los 12 años tuve mis primeras sensaciones sexuales, soy demasiado sensible, digamos que soy multiorgásmica y acompaño mis orgasmos con fuertes suspiros y gritos que no puedo evitar. Siempre que tenemos sexo con mi esposo suelo alcanzar el climax 6 o más veces. Él me acompaña en los primeros 2 o 3, que son urgentes y su eyaculación temprana hace que yo tenga que continuar sin su erección, buscando mis orgasmos mientras yo misma me masturbo con mis dedos o utilizando algún juguete, o él me acaricia o lame la vagina. Esto es así desde que nos conocemos, cuando teníamos 18 años.
Ambos somos bastante innovadores y audaces a la hora de tener sexo. Mi temperamento me transforma ante cualquier insinuación suya y de inmediato me mojo y quiero cogerlo en donde estemos. Nos gusta mucho tener sexo al aire libre. Me encanta salir a dar una vuelta en las noches en auto con él, mientras escuchamos música suave, él comienza a decirme cosas morbosas que me excitan mucho. Me pide que me saque la ropa, a lo cual yo respondo de inmediato quedándome solo con mi tanga diminuta y mientras él sigue conduciendo por calles bastante transitadas y hablándome, yo comienzo a tener orgasmos desesperadamente, totalmente desnuda en mi butaca. Sé que personas en los otros autos o gente caminando miran sorprendidos el show y eso me excita más aún. Él suele estacionar el auto en algún lugar retirado, tipo villa cariño y nos bajamos, yo desnuda y el solo con pantalón o short. Comenzamos a tener sexo, apoyados en el costado del auto o él me acuesta sobre el capot. A mí me produce mucha excitación saber que otras parejas y otros hombre me están viendo y mis gritos de goce seguramente son oídos por más de uno. Otras veces nos bajamos del auto y caminamos bajo la luz de la luna, a orillas del rio Mendoza donde hay especie de playas y corre muy poca agua, Yo con una solera muy corta y sin ropa interior. Luego de alejarnos bastante del auto, él me saca el vestido y continuamos yo desnuda y el con jean, iluminados por la luna hasta encontrar algún lugar donde tirarnos en la arena y coger parados como animales. Siento gran morbo al saber que me puedan estar viendo y no puedo contener mis gritos. Últimamente nos insultamos y decimos cosas muy fuertes mientras cogemos. Me dice que soy una puta relajada y yo le grito que me encanta ser bien puta y que me cojan varios. Incluso él me hace un relato como si estuviéramos con otro hombre formando un trío, lo cual me hace desesperar aún más y aumenta mi potencial orgásmico. También desde hace varios años venimos saliendo a bailar a un par de lugares con música de los 60 y 70, nos gusta mucho bailar juntos especialmente los temas lentos. Cada vez mi vestuario es más atrevido cuando vamos a esos boliches con luces rojas muy tenues. Una noche yo había llevado un sacón de verano semitransparente azul oscuro, que me cubre hasta la mitad de mis piernas y un vestido muy corto. Mi esposo, aprovechándose de las penumbras no tardó en despojarme de mi ropa en el sillón que ocupábamos y luego me hizo poner solo el sacón para que bailáramos juntos unos temas lentos. Esto ya lo hemos hecho otras veces y nos excita mucho. Mi desnudez entre las parejas que nos rodeaban esa noche me producía un gran morbo y de inmediato le baje la cremallera del pantalón, le saqué el pene y me lo puse bajo mi vagina. No pude contener mis 4 o 5 orgasmos que se repetían uno tras otro y mis fuertes suspiros se confundían con la música. A pesar que mi esposo me pedía que disimulara un poco, no podía frenar mi agitación y el perreo de mis glúteos, sabiendo que más de uno me estaban mirando. Entre esas parejas había un tipo de unos cuarenta y algo, tez morena, muy apuesto, que bailaba apretado con su pareja y no despegaba los ojos de mi. El tipo no se perdía detalle y disfrutaba viendo como yo terminaba una y otra vez. Yo no podía evitar mirarlo y veía en sus ojos una insinuante invitación como queriendo ocupar él, el lugar de mi esposo. Esto me calentaba mucho, mucho. Mi esposo me decía cosas morbosas al oído sin imaginar que yo estaba poseída por la mirada de ese tipo, allí a pocos pasos nuestro. De pronto el budín me hizo un cabeceo como pidiéndome que lo siguiera y se fue a sentar con su pareja en un sillón no muy lejos del nuestro. Casi inconscientemente le pedí a mi esposo que descansáramos un poco y nos fuimos a sentar a nuestro sillón. Yo estaba demasiado excitada y no podía dejar de mirar hacia el lugar donde estaba el moreno, mientras bebía mi fernet con coca. Mi esposo intentó acariciarme la vagina pidiéndome que le chupara el miembro, pero extrañamente no era su pene lo que necesitaba. Le pedí permiso para ir al baño a hacer pis. Al pasar junto al moreno, este de inmediato se levantó y me siguió. Los baños estaban en otro sector y el morocho, al quedar fuera de la vista de nuestras parejas me tomó del brazo y me apartó hacia un rincón bastante oscuro, sin que yo intentara resistirme. Sin mediar palabras me abrazó deslizando sus manos por mi desnudez, debajo de mi sacón hasta apoyarlas en mis glúteos. El tipo era tan atractivo y varonil que no podía impedir su manoseo, una fuerza pasional dominaba mis sentidos y de inmediato me vi presionada con mis propios impulsos contra su cuerpo friccionando mi pubis contra su abultado miembro que noté ya erecto. Nos trenzamos en un beso, mientras sacaba su formidable pene totalmente endurecido que coloqué entre mis piernas, para mojárselo en toda su extensión con mi febril perreo, nuestras lenguas se entrelazaban y retorcían. Nos balanceábamos suavemente al son de la música lenta. Su imponente altura me obligaba casi a estar colgada de su cuello, más alto que lo que me elevaban mis enormes tacones, buscando casi con desesperación la ansiada penetración. Entonces él flexionó sus rodillas, sin soltarme los glúteos, permitiendo que con mi mano apoyara el robusto botón en la puerta de mi mojada vagina. Un suspiro que seguramente pudo escucharse desde donde estaba mi esposo, delató la entrada de esa enorme cabeza y sin pausa el resto de esa maravillosa pija que duplicaba en largo y grosor a la de mi querido maridito. Los quejidos fueron estridentes, los besos insaciables e interminables y mis orgasmos quizá 5 o 6 se repetían como erupciones de un volcán que arrojaba su lava caliente. Finalmente sus espasmos dieron cuenta del ansiado esperma que me inundó la vagina en calientes eyecciones. El recogió su pene duro y lo guardó apretujado en su slip y yo disimulado crucé mi sacón y me despedí con un beso especial, para volver donde estaba mi esposo apresurada. Al llegar a nuestro sillón, él me recibió con algo de enojo preguntándome por la demora. Le dije que el baño de mujeres tiene un solo retrete y había una cola como de 10 que querían hacer pis y acomodarse su ropa interior. Mientras le explicaba esto sentía escurrir el semen del morocho por entre mis piernas y pensé en la estupidez de no haberme limpiado por la prisa de volver. El quiso tocarme pero con un cariñoso beso lo invité a bailar y allí pude secarme un poco disimuladamente, con un pañuelito De inmediato ya mi esposo me ponía el pene entre las piernas. El bendito jugo seguía escurriendo y le dije que estaba tan excitada que mis orgasmos esa noche se liberaban con mucho flujo. Había tenido 2 o 3 relaciones infieles antes de esa noche pero lo del morocho fue maravillosamente fuerte. En otros relatos les contaré de otras veces que lo hice cornudo a mi esposo, pero él sigue enloquecido con nuestras relaciones sexuales. Espero que les haya gustado.
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Laura, que maravilloso sería encontrarte en ese boliche. Yo también soy de Mendoza. Decime cuando vas de nuevo